¿Cuál fue el primer dictador de España? Un bastardo. Juan José de Austria, "Segundo Juan de Austria".
Cuando España se fundó como Monarquía Hispánica tras la Guerra de Sucesión Castellana de 1476 - 1479 entre beltranejos y partidarios de los llamados Reyes Católicos, comenzó una etapa de gobierno de Reyes fuertes. El último personaje que había ejercido casi de dictador, sin llegar a serlo, había sido Álvaro de Luna en el Reino de Castilla en la primera mitad del siglo XV, aún sin existir España como tal. Desde la fundación de la monarquía autárquica de los Reyes Católicos, y pasada la guerra civil fundacional, la península vivió una etapa de guerras de conquista sobre el Reino Nazarí de Granada, el Reino de Navarra y las Canarias. Hubo otras guerras y conquistas a lo largo de Europa, América y norte de África, y violencias como la que ejercía la represión católica de la Inquisición, la expulsión de los judíos, o los ataques corsarios por todas las costas españolas, con ayuda de los moriscos de la península en las costas mediterráneas. Aún más, cuando se proclamó Rey de la Monarquía Hispánica a Carlos I en 1517 se formaron rebeliones armadas con carácter de guerra a causa de los partidarios de las germanías del reino de Valencia y los comuneros de Castilla. Pero en general se comenzó a conquistar un Imperio Español que daba una gran autoconfianza a los propios españoles. En 1567 se produjo otra guerra interna dentro de la península, la Guerra de las Alpajurras. La población morisca rebelde fue sofocada entonces por Juan de Austria, hermano bastardo del emperador Felipe II. Poco después, la batalla de Lepanto en el Imperio Turco Otomano, en 1571, recomenzó una serie de victorias españolas ininterrumpidas y de guerras fuera de las fronteras peninsulares (que no de la España Imperial).
La literatura de esa etapa, el Siglo de Oro español, reflejan una mentalidad hispánica muy orgullosa de sí. En la documentación del gobierno central del Imperio el Rey mencionaba todos sus títulos, poniendo entre ellos el de Señor de Jerusalén. España nunca gobernó en Jerusalén, pero los Reyes Católicos usaron aquel título como propaganda política. Expandieron la falsa leyenda mística de que España conquistaría Jerusalén y devolvería todos los territorios cristianos, previos a los musulmanes, a los cristianos. Era parte de una propaganda bélica para reconquistar Granada, pero una vez conquistada siguieron usándola dado que sus victorias militares parecían dar confirmación a la falsa leyenda, y miedo en los adversarios y vecinos políticos. No obstante, Felipe II, desde la década de 1580', tuvo más etapas de pacto con el Mediterráneo musulmán que de enfrentamiento. El objetivo a batir era la Europa cristiana protestante, no tanto ya el Meditérráneo musulmán. Y esa Europa en cuanto a que atacaban al Imperio Hispánico, no por muchas más razones.
Así, los españoles desarrollaron una mentalidad de fortaleza, sólo socabada por el hambre, que se truncó cuando se probó el sabor de la guerra en el propio suelo por primera vez en ochenta años. Fue en 1640, cuando Cataluña, Andalucía y Portugal se rebelaron contra Felipe IV y su valido, el Conde-Duque de Olivares. querían la independencia. La rebelión de Andalucía apenas era apoyada sólo por una casa nobiliaria, fue detenida sin batallas. La de Portugal llevó a una guerra y a la independencia de Portugal con ayuda de Inglaterra. Los catalanes contaron con la ayuda de Francia. La guerra fue cruenta, pero los catalanes abandonaron a su aliado francés y pidieron perdón y reintegración a España cuando vieron que los franceses les trataban como subordinados, siendo su gobierno centralista, y no federalista como era la Monarquía Hispánica. Tras una guerra duradera (de 1640 a 1652), Cataluña regresó a España descubriendo más beneficios en ella que fuera de ella. Pero la semilla de la guerra en la península ya había sido implantada.
Cuando en 1665 murió Felipe IV heredó el trono su único hijo legítimo con la reina que había sobrevivido, Carlos II, un menor de edad lleno de problemas médicos físicos y psíquicos de toda clase, resultado de varias generaciones de incestos en la familia real Augsburgo.
A Carlos II le gobernaría su madre, los presuntos amantes de ella o bien sus favoritos, su esposa, y algún ministro afortunado que recuperó en todo lo que pudo al Imperio Español de su ruina económica, como los nobles Valenzuela y Oropesa. Incluso en sus últimos momentos, en 1700, Carlos II tuvo alguna lucidez para ejercer el gobierno. Pero era evidente que aparte de estéril era deforme, de salud débil, y con cierta minusvalía psíquica empeorada por repentinos ataques psicológicos y tormentosas sesiones de exorcismos para curarle. Su propio padre, Felipe IV, trataba de no verle de niño, le horrorizaba su visión. Pero Carlos II contaba con un hermano bastardo.
Felipe IV, gran aficionado al teatro, no pudo menos que tener un hijo con una actriz famosa, María Calderón. Juan José de Austria, apodado "el Segundo Juan de Austria" (el cual también fue hijo bastardo) había nacido en 1629. Su sangre había sido "aireada" al no ser hijo de un incesto. Por ello era un hombre totalmente contrario física y psicológicamente a lo que su hermano Carlos era. Sin embargo tenía un complejo: ser hijo del Rey Emperador del mundo y sin embargo ser un segundón por ser hijo bastardo, mientras su hermano era el Emperador cuando era evidente que era incapaz de gobernar por sí solo. Por ello intentó conspirar contra su propio hermano en 1669, sin lograr apoyos. Los intereses de poder se cerraron en torno a Carlos II. Cuando el rey se hizo mayor de edad en 1675, Juan José de Austria volvió a intentarlo sin éxito. Pero en 1677 logró su objetivo. Dio un golpe de Estado tras marchar con un ejército desde Cataluña a Madrid. Había usado en su marcha a muchos nobles descontentos de Cataluña unidos a los que habían quedado al margen de los círculos de poder en Madrid. El pueblo, se mantuvo pasivo en la guerra, entre la lealtad al rey y la certidumbre de que necesitaban a alguien fuerte en el gobierno. Juan José de Austria no destronó a su hermano pero ejerció el gobierno como el primer dictador, propiamente dicho, desde la fundación de España en 1476.
Lo que no sabía Juan José de Austria es que su personalidad ambiciosa le llevaría en poco tiempo a numerosas enemistades en el gobierno, peligrosos errores económicos para el Imperio, la insatisfacción de la Iglesia Católica y varias derrotas militares en guerras internacionales. Hubiera ido al descalabro político si no hubiera sido porque murió de forma natural en 1679, con 50 años. El primer dictador de España sólo gobernó dos años. El reino volvió a recaer en las manos de su hermano Carlos II y sus círculos políticos.
Carlos II en su última etapa de gobierno logró recuperar en algo la Hacienda de España y cierta neutralidad política, hasta donde pudo, pues hizo frente a alguna guerra a la que le arrastraron los malos consejos y los ataques de otros reinos. Cuando murió en 1700 con 39 años y sin descendencia fue capaz de crear un testamento en favor de un familiar indirecto joven que podía garantizar que España no se repartiera entre países extranjeros, Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV de Francia, llamado a heredar Francia se quedó sin aquella por heredar España y transformarse en Felipe V de España, primer rey Borbón de la península.
No fue sin otra guerra civil entre españoles, y una vez más en ella volvieron a intervenir ejércitos extranjeros. La Guerra de Sucesión comenzó en 1700 (en el campo de batalla no lo hizo hasta 1701) y acabó en 1715 con la rendición de Mallorca. Nada más aceptar el trono Felipe V de Borbón, un austriaco del Sacro Imperio Romano Germánico, el archiduque Carlos, familiar lejano de Carlos II, lo reclamó para sí alegando que él era Aubsburgo y por tanto con más derecho que un Borbón. Por diversos motivos le apoyaron ingleses, reinos italianos y otros, mientras que a los Borbones les apoyaron los franceses. La guerra fue algo más que una guerra de Sucesión. Los españoles ventilaron en ella diferentes conceptos políticos de qué debía ser España, aunque a la población civil en general estos conceptos se les escapaban y solían apoyar a Felipe V por ser, simplemente, el heredero del testamento de Carlos II, quizá cansados de la ruina de España y alumbrados por el rico Imperio Francés de la época. No se les escapaba tanto a los habitantes del Reino de Aragón de la Monarquía Hispánica. Felipe V quería acabar con el federalismo e instaurar la centralización del gobierno, ser rey absoluto, como lo eran los reyes en Francia, y prescindir de determinados elementos que coartaban sus decisiones, como los diferentes fueros e intituciones de la península que habían formado el Estado español durante varios siglos. No quería ser rey de reinos federados, sino rey de un sólo reino unitario y centrado, donde su voz era el único gobierno, por más que se mantuvieran determinados Consejos, Cortes y demás.
La guerra acabó en favor de Felipe V de Borbón (incluyendo un cambio de bando a su favor por parte inglesa). Cataluña, la región más partidaria del archiduque Carlos, pese a perder sus fueros y varias instituciones, y sufrir una represión en su nobleza, se vio satisfecha en cuanto el nuevo Rey creó medios de defensa a los trabajadores del campo frente a sus Señores, por primera en ese 1714 podían acceder a cargos de gobierno en Castilla, por ello: del gobierno central del Imperio, podían comerciar directamente con América, hasta entonces sólo lo hicieron indirectamente. Su derrota incluyó una serie de ventajas que provocó que Cataluña prosperase mientras Castilla, debilitada por siglos de guerras mantenidas casi en exclusiva por ella sola, no supo salir adelante y se enquilosó paulatinamente. Sin embargo, Cataluña y Valencia siempre mantendrían desde entonces la espina política clavada de haber perdido su fueros y con ellos su federalismo para imponérseles un gobierno central con capital en Castilla.
Aunque el siglo XVIII español no volvió a conocer más guerras en el suelo penínsular, salvo la revuelta del motín de Esquilache de 1767 centrada en Madrid y Cataluña, y más bien España conoció muchos años de paz que no había conocido desde su fundación (y aún con todo estuvimos en varias guerras internacionales), los conflictos bélicos fratricidas vividos desde 1640 habrían de permanecer en el ambiente de una mentalidad hasta la siguiente guerra fratricida: la de Independencia, y de ahí a las carlistas, y de ahí a la dictadura de Primo de Rivera, y de ahí a la guerra civil española y la dictadura de Franco, y de ahí, con cierto regusto extraño esas dos Españas que aún hoy día resuenan. Porque en esos conflictos salieron a relucir muchos conceptos de cómo deberíamos ser España, y no me refiero ya a territorios, si no a conceptos que transcienden el origen territorial, como por ejemplo el reparto de la riqueza, la libertad religiosa y de pensamiento o no, la solidaridad o la no solidaridad, la autoridad única o la autoridad de la sociedad organizada por sus propias decisiones, y otras muchas concepciones que fueron las que el escritor y periodista Mariano José de Larra hizo pronunciar por primera vez a comienzos del siglo XIX que exisitían dos Españas, las mismas por las que Antonio Machado escribió en el siglo XX como advertencia a los españoles que estaban por nacer, a nosotros:
Ya hay un español que quiere
vivir y a vivir empieza,
entre una España que muere
y otra España que bosteza.
Españolito que vienes
al mundo te guarde Dios.
Una de las dos Españas
ha de helarte el corazón.
(Antonio Machado -1875-1939-, "Españolito que vienes al Mundo").
(P.D.:El cuadro es anónimo, se puede ver en el Museo del Prado)
Siempre eres un hombre documentado, un beso, guapo.
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