La cocina española, lo que es lo mismo que decir que los gustos de los españoles, es apreciada por su aceite de oliva. Nos gusta cocinar con este aceite. Nuestra dieta, mediterránea, es una de las más saludables (si se sigue bien) y apreciadas en el mundo. Así, cuando freímos o cocinamos nos enorgullecemos (dicho impropiamente) de usar este aceite y no manteca o mantequilla o tocino. Sin embargo, pocos españoles saben que no siempre cocinamos con aceite de oliva. La península Ibérica ha sido productora de aceitunas y aceite desde la Edad Antigua. Ha entrado en la Historia que el aceite de nuestra regiones eran el mayor negocio de exportación (junto a la salsa garum) en el Imperio Romano. Pero no es este aceite el que carecterizaba nuestra cocina. Su uso era para las elites sobre todo y para otros usos no culinarios. La Edad Media cristiana tampoco cocinaba con este aceite. De hecho, el uso masivo de olivas y de aceite de oliva se produjo en el mundo musulmán y en el mundo judío españoles. Nuestra tradición culinaria con el aceite de oliva viene pues de nuestros antepasados musulmanes y judíos. Cuando a lo largo de la Edad Media muchos de estas religiones se convirtieron ante el avance de la llamada Reconquista cristiana de la península, siguieron usando en sus cocinas muchas de sus recetas antes de ser cristianos, entre ellas usando aceite. La cosa no estaría mal si no hubiera sido porque los conversos judíos que usaban aceite cocinando eran acusados de judaizantes en los siglos XIV y XV, e incluso durante el XVI. Por lo que podían ser condenados ante la intolerancia cristiana hacia ellos, más cuando se instauró la Inquisición. De hecho el uso del aceite en la cocina española, que viene de ese mundo judío y musulmán, fue introducido, con riesgo físico de las personas, por esos conversos al cristianismo. Aunque costoso el resultado fue que se impuso con las décadas el gusto español por la cocina con aceite de oliva. A lo largo del siglo XVI se logró, con problemas, pero se logró. Y es que el paladar no entiende de religiones.
No viene mal saber de dónde vienen algunos de los rasgos característicos de nuestra cultura. Y si cocinar con aceite de oliva es cosa de carácter español, no tenemos que avergonzarnos de afirmar que todo comenzó con los judíos y los musulmanes españoles. Sí cabría avergonzarnos de la intolerancia que se produjo hacia ellos. Si bien los musulmanes permanecieron en España hasta el siglo XVII, a pesar de la conquista de Granada, y que incluso podían mantener sus mezquitas, lo cierto es que la expulsión de estos se produjo ante el enfrentamiento político y militar con el Imperio Turco y el miedo a la existencia de una quinta columna musulmana en suelo español... no exenta de fenómenos como la rebelión musulmana en las Alpujarras de la segunda mitad del siglo XVI o propaganda en algunas comunidades de esta religión en Valencia donde se hablaba (más que se hacía) de querer ayudar a los turcos a desembarcar en la península. Pese a todo esto sí que es cierto que es inegable el carácter altamente cristiano católico del gobierno español de la época... a pesar de que hoy sabemos gracias a la investigación en los archivos históricos que la población a veces discrepaba de las decisiones de los tribunales de este organismo que, en teoría, actuaba por la correcta profesión de la fe.
Lo que no tenía tanto carácter político, aunque sí existía, fue la expulsión de los judíos de España en 1492. Acto que a veces algunos historiadores contemporáneos han querido asimilar a la depuración del holocausto judío por los NAZIS alemanes en el siglo XX. Olvidan el contexto y a menudo que los acontecimientos de España no se produjeron al estilo alemán del siglo XX. Sin ánimo de justificar una expulsión deleznable, vamos a explicarla.
La población judía llegó a España probablemente con el Imperio Romano, a pesar de leyendas que hablan de épocas anteriores, algunas incluso con raíces bíblicas. Tal vez llegaron incluso antes que los cristianos, pesar del mito, que muchos dan por Historia cierta pese a tener muchos puntos dudables e indemostrables, de que el apóstol Santiago viniese a España para predicar. Sea como sea los judíos en España durante el Imperio Romano no eran origen de problema alguno, a diferencia de las zonas de Próximo Oriente, más bien lo eran los cristianos, los cuales eran perseguidos. Cuando el cristianismo se instaruró como religión oficial del Imperio es cuando algunas comunidades judías tuvieron algún problema. La cosa, en todo caso no parecía tan grave. Cuando el Imperio se acabó y dio lugar a las invasiones bárbaras y al establecimiento del reino visigodo, estos en principio les dejaron vivir en sus creencias sin problemas, al menos hasta que tras una guerra civil la religión cristiana arriana se vio totalmente desplazada por la religión cristiana católica. Sin ocasionar problemas de violencia entre judíos y católicos lo cierto es que los reyes visigodos comenzaron a legislar para impedir la profliferación de sinagogas y otras cosas de ámbito judío... lo que por otra parte estaba en consonancia con lo que ocurría en otros reinos de Europa del momento.
La península Ibérica fue invadida por los musulmanes en 711, que completaron la conquista en 714. Mientras la nueva Al-Andalus era provincia del Imperio Omeya no hubo problemas. De hecho mejoró en parte la situación respecto a los visigodos. La instauración del emirato independiente en ese mismo siglo y siglos más tarde del califato también fue algo afortunado para los judíos españoles. Los musulmanes españoles bajo esos gobiernos respetaban a las comunidades judías y cristianas, si bien los cristianos estaban peor considerados por cuanto sus enemigos del norte eran Estados cristianos. No podían construír sinagogas ni iglesias nuevas, ni restaurar o reconstruír alguno de estos edificios que sufrieran derrumbes. Tampoco podían ejercer cargos de gobierno, porque la ley islámica lo impedía, además de pagar un impuesto especial por ser de otra religión, por ello se produjeron conversiones al islam. Sin embargo tenían acceso a la cultura. Los judíos de Al-Andalus fueron uno de los motores que hicieron de la península el Estado más importante política y culturalmente de Europa. Ayudaron a traducir montones de autores griegos, romanos y hebreos a árabe y a castellano. Maimónides es uno de los judíos más señalados en esta época, por ejemplo. Su buena intuición en el mundo de los negocios le spermitió incluso ser parte de la administración de los impuestos del califato (aparte de que los judíos, a diferencia de los cristianos, no tenían la pobreza como modelo de vida imprescindible para llevar una vida correcta). La cosa cambió en 1032. El califato cayó y se dividió Al-Andalus en varios reinos. Estos reinos recurrieron en dos ocasiones a la ayuda de Imperios del Norte de África, los almorávides y los almohades. Estos habían iniciado una revolución islámica de corte intransigente. Interpretaban el islam de modo intransigente. No sólo los islámicos de Al-Andalus sufrieron un retroceso contra el que se rebelaron en armas varias veces, sino que las comunidades judías y cristianas en su suelo comenzaron a sufrir una perscución que en épocas malas podía derivar en violencias. Fue con ellos que se vivieron más conversiones al islam y numerosos éxodos hacia los reinos cristianos. Con la llegada de bereberes analfabetos al final de estos reinos la cosa degeneró aún más. Al-Andalus terminó emplazado a un sólo reino, el Reino Nazarí de Granada, al cual los Reyes Católicos, Isabel I y Fernando V, lo conquistaron y acabaron en 1492, el año de la expulsión política oficial de los judíos de España.
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