He tenido un sueño esta noche donde atravesaba un valle cuyos árboles eran flechas gigantes. Sus puntas estaban envenenadas. Había que tener cuidado con no rozarse con ellas. En medio del valle había alguien a quien hice daño sin darme cuenta, aunque con motivos para haberme dado cuenta, pero estaba como ciego, sin estar ciego. Debía avanzar hasta ese alguien y entregarle un objeto que no recuerdo qué era. Estaba cansado y me apoyé en una de las flechas. De la punta cayó su veneno sobre mí, he de confesar que esta parte del sueño me recordaba al valle de las setas envenenadas de "Viaje al centro de La Tierra", de Verne. La cosa es que aquel veneno me paralizó al completo y me angustiaba la idea de que nunca podría entregar ese lo que sea a aquella persona, lo que llevaría a no enmendar mi error. Un coche vino corriendo y me atropelló, la escena era familiar, esa la viví en la vida real hace un par de años, cuando me atropellaron en la acera de una calle. Estaba en el suelo, en medio de la nada, o quizá había algo, pero no recuerdo nada concreto, salvo una sensación de angustia. Desperté. Mi gata vino al cuarto cuando sintió el ruído de que había despertado. Subió a la cama, se acurrucó a mi lado y exigió que la acariciara. Me tranquilizó acariciarla, volví a dormir.
Recuerdo los sueños casi a diario, no sé si eso es dormir mal o bien, mucho seguro, soy dormilona. Es curioso que en ellos vienen todos los miedos, a fin de cuentas es otro modo de pensar más libre, al que hacemos poco caso si no nos atormentan. Ya lo decía Machado: de la memoria, solo vale el don preclaro de evocar los sueños.
ResponderEliminarMuy freudiano tu sueño, capas de realidad sobre acechos de miedo.
Esa gatica, qué bonita. Muchos besos, ea, ea, ya pasó