22 de Mayo de 1979
Querida Quiros:
Me parece recordar que en mi última carta te hablaba del Hollywood que yo conocí. Como te contaba entonces, tras mi primera visita a Los Ángeles en la Navidad de 1934 me fui a México. Tenía todavía unos pocos días de mis vacaciones y aunque sabía que se iban a acabar antes de estar de vuelta en Chicago, pretendía no sólo continuar los días de locura, sino también conseguir alguna historia para “El Amanecer” que justificara mi presencia en México. Sin embargo estuve más tiempo del que esperaba estar, y aunque regresé a California en Enero de 1935 no había conseguido algo para mi diario, aunque te aseguro que mi primer contacto con México no estaba falto de historias para escribir. Fue entonces, en mi regreso a California en Enero, cuando escribí sobre Earhart, como te contaba tiempo atrás, aprovechando que acababa de venir de Hawaii en el primer vuelo que ella misma protagonizó con esa distancia. No pudo ser más a tiempo para redactar la noticia que esperaba.
México acababa de salir de la parte más agitada de su revolución. Quizá todo el mundo hoy día crea que Zapata fue la revolución. La verdad es que el cine ha hecho mucho por crear esa imagen. Pero Zapata sólo fue su parte más activa. México no se había definido bien políticamente desde el mismo día de su independencia el primer cuarto del siglo XIX. Desde luego la dictadura de Santana y las guerras con Estados Unidos que le hicieron perder territorios e identidad no le hicieron ningún bien para encontrar su camino. A finales del siglo XIX se había iniciado una dictadura presidencial a cargo de Díaz, aquel viejo parecía haber firmado un trato con el Diablo y no moría nunca. De tal manera que su gobierno aún duraba a comienzos del siglo XX. Un gobierno basado en latifundistas, religión y clases conservadoras. Pero el germen revolucionario, igualitario y democrático de izquierdas estaba presente desde los padres independentistas Morelos e Hidalgo, lo estaba desde el republicano Juárez, y desde luego perduraba en las clases más desfavorecidas. Pero en los 1900’ y en los 1910’ yo era muy joven, un niño, parte de ellos. Te confieso que nací con el siglo. No debería ser un secreto para ti, querida Quiros, pero nunca me preguntaste por mi edad, ni cuando nos conocimos en mi exilio, ni siquiera el tiempo que vivimos juntos. Quizá tu juventud no quiso avergonzarme al mezclarse con nuestro pasado amor. Aquel año fue inolvidable en mi memoria, y perdóname que te lo confiese, pues te lo confieso con todo mi respeto a Eric y al hijo que en breve tendréis los dos. El mismo respeto que siempre nos hemos tenido en tantos años de esta bonita amistad tan íntima que hemos podido salvar y perdurar. Yo no sé si te aporté algo, querida Quiros, en ese tiempo, pero tú a mí me aportaste todo un nuevo mundo sin el cual quizá no hubiera podido entender aquellos últimos años de los cincuenta, ni mucho menos los sesenta… Aunque esos recientes sesenta, la verdad, eran intendibles sin ese rock, sin esa marihuana. Los jóvenes de ahora, que no hablan bien de esos años del amor, no lo comprenden, pero hay quien admira al viejo nihilista y anarquista de Sartre en aquella sentada de 1968, o a aquel Burroughs viejo y drogado escribiendo libros increíbles. Mi memoria no ha ahondado como la de ellos, pero como ellos, yo voy con el siglo.
A Zapata lo mataron en 1919. A Villa en 1923. Y a tantos otros en otras fechas. Fueron muchos los revolucionarios, muchas las facciones. México era un mundo complejo, pero estaba imbuido en una revolución larga que pasaba etapas. Tras ellos la revolución entró en una fase de líderes constitucionalistas, mientras ellos habían representado sectores más populares. El propio Zapata actuaba casi como un anarquista. Creaba comunas, daba la decisión a los afectados a tal o cual asunto, no tenía criterios capitalistas… pero no era un anarquista, aunque tuvo fluidas relaciones con ellos. Los zapatistas recibieron gran apoyo de los anarquistas mexicanos, aunque no de modo abierto, pues estos recriminaban la religiosidad de los zapatistas, entre otras cosas. La revolución mexicana no culminaría hasta los años cincuenta, con la nacionalización de su petróleo, lástima que luego sus gobernantes actuaran de espaldas a su gente y provocaran situaciones como las matanzas de estudiantes en el año 1968.
Cuando yo llegué a México entre la semana final de 1934 y la primera de 1935, Lázaro Cárdenas, el principal impulsor del México con la revolución institucionalizada, llevaba en la presidencia apenas desde el 1 de Diciembre. Desde Los Angeles a la frontera había tardado dos días en llegar, pese a su cercanía. La borrachera permanente con Thea Von Loritz nos había obligado a paradas y desvíos innumerables e incomprensibles, pero para el 28 de Diciembre logré llegar a Chihuahua algo más sobrio. Aquel México de los años treinta era el del pintor Siqueiros, el de los grandes murales con Lenin y Zapata presentes, el de Diego Rivera, el que creó adhesiones a Frida Kahlo y a Jack London. Era un México que producía películas al estilo de Hollywood mientras que a la vez las hacía con la mirada en la Unión Soviética. Y no es un dato baladí, pues en Chihuahua se intentaba rodar una película.
Al igual que los soviéticos, los mexicanos creían que el arte debía estar al servicio de la sociedad y la revolución, y no tanto a otros valores. Las relaciones con la URSS eran fluidas, pero no subordinadas, lo que se demostró bastante bien cuando Cárdenas alojó en su exilio a Trotski, que fue asesinado por los servicios secretos rusos en el propio México. Pero eso sería años más tarde. Sin embargo, aunque no se trataba de idénticas revoluciones era evidente que se admiraban los líderes y elites de ambos Estados. Por esa admiración y trasiego entre ellos, estaba allí Dovchenko, aunque no el director de cine, sino un ayudante de dirección nacido en Kursk. Los mexicanos que trabajaban con él no pronunciaban bien su nombre ruso y le apodaron con un sobrenombre vasco, “Txingurri”, que era invención de uno de los cámaras, un español de Bilbao, al que todo el mundo apreciaba por sus bromas. Dovchenko había llegado a México con Eisenstein para rodar “¡Viva México!”, aunque ya antes había colaborado con él de forma indirecta en la creación de “Octubre”. Sin embargo, cuando Eisenstein dio por imposible poder acabar la película, Dovchenko no quiso regresar a la Unión Soviética. Yo le conocí accidentalmente.
Querida Quiros, todo ocurrió de un modo extraño. Ni yo sé muy bien cómo acabé en la cárcel. Cuando aparqué el coche que alquilé en California en una de las calles de Chihuahua pronto lo rodearon numerosos críos. No me di cuenta que uno de los que llaman “pelaos” desafiante se montó en él de un salto cuando yo salí, delante mía. Había aprovechado que era descapotable y pretendía robármelo sin más, aunque no tenía manera de arrancarlo. Le di un buen puñetazo y saltó del coche para lanzarse contra mí mientras me sujetaban otros “pelaos”. No fue entonces cuando conocí a Dovchenko. Dovchenko no era un hombre de acción, o eso me pareció. A quien conocí fue a Liliana. Lo primero que conocí de ella fue el sonido de su escopeta, un tremendo arma más madera vieja que arma de fuego, pero que en esos momentos era la mayor de las fuerzas presentes. Los “pelaos” se fueron afirmando que lo hacían porque querían, y no por la descarga, cosa que me daba igual mientras me dejasen libre. Liliana me habló en inglés creyendo que era norteamericano, pero pareció perpleja cuando descubrió que era español. Fue ella quien me dijo que había otro español en Chihuahua en esos momentos, y fue ella quien me presentó a la gente que pretendía rodar una película llamada “El ejército de Zapata”. Liliana era en realidad otra periodista, y se encontraba en Chihuahua precisamente cubriendo las noticias que pudiera generar Dovchenko y su equipo, ya que aquel “Txingurri” quería rodar su primera película como director. Esa tarea ocupaba apenas un párrafo cada muchos días en su periódico, pero era suficiente para una mujer que para ser periodista en su país había tenido que luchar mucho y escandalizar en ocasiones a una parte de la sociedad. Con esto que te cuento, más otras cosas que te he contado en otras ocasiones, querida Quiros, no quiero darte la sensación de que todas las mujeres gozaban de las libertades de hoy día, más bien piensa que era una época donde los grandes sacrificios de algunas mujeres eran los que abrían las puertas a las mujeres que vendríais después. Aunque en cuestiones laborales fue la Segunda Guerra Mundial la que os revalorizó al tener que ocupar los trabajos de los maridos e hijos, que iban a los frentes de combate a morir o mutilarse. Aunque es la pasada década, y la presente, en la que sin duda habéis materializado la igualdad en gran parte del mundo. Pero no es de feminismo de lo que trata esta carta que te escribo, sino de historias para tu libro.
Sí que añado a lo dicho que en mi vida he conocido a muchas mujeres muy activas de su vida, y no pasivas, quizá, en cierto modo, por atracción. Recuerdo que la propia Liliana conocía a una de esas mujeres que yo conocí años después. Se trataba de Tina Modotti, una mujer que probablemente ha sido de todo en la vida. En 1929 fue amante del revolucionario cubano Mella, pero la acusaron de su asesinato, cosa de la que fue absuelta. Liliana no la conocía de eso, sino de ser amiga suya al ser ambas afiliadas al Partido Comunista de México. En 1930 Modotti tuvo que salir de aquel país, había sido acusada de complicidad en el intento de asesinato del presidente Pascual Ortiz. Fue deportada a Alemania. Liliana sostenía que fue una infamia y que nunca creyó las acusaciones. Cuando yo conocí a Modotti nunca se lo pregunté, no dio tiempo a intimar. Nos caían bombas en el Ebro. No la conocí hasta 1938, y aquellos comentarios de Liliana quedaban muy lejos, en 1934.
La cuestión es que Dovchenko era trotskista, razón por la cual no quería regresar a la Unión Soviética. Sabía que la NKVD, posterior KGB, se había enterado pese a que siempre trató de ser ambiguo y brindar a la salud del “Padre” Stalin. Se creía a salvo de Siberia en México. No era así. Una noche trataron de asesinarle con veneno. No pudo ser ya que esa noche estuvo conmigo hablándome de lo que quería mostrar realmente con “El ejército de Zapata” más allá de lo que narrase. Su comida fue demasiada tentación para su director de sonido. Murió casi de inmediato, lo que levantó sospechas entre los presentes de lo ocurrido, los cuales habían visto como diez minutos antes Dovchenko le cedió su plato, cuando habitualmente era un hombre de costumbres fijas casi imposibles de mover, entre ellas el respeto por el trabajo ajeno, por lo que toda comida que le hacía un cocinero se la comía, menos ese día, claro está. Dovchenko fue inmediatamente buscado y arrestado por las autoridades, junto a mí, que me encontraba con él.
Pasamos tres días en prisión. En una de aquellas prisiones mexicanas de principios de siglo. Un calabozo con rejas y ratas. Liliana hacía lo imposible por aclarar lo ocurrido con las autoridades, intentando hacerles ver que era Dovchenko el objetivo del veneno y no aquel hombre que murió por él. Creía en nuestra inocencia como creía en la de Modotti. Sin embargo, paradójicamente, habíamos logrado para ella relanzar su carrera, ya que ahora pudo obtener hasta un par de primeras páginas en su periódico.
Compartía la celda con nosotros un viejo “magonista”. Había combatido brazo con brazo junto a Ricardo Flores Magón. Los hermanos Magón, querida Quiros, eran anarquistas durante la etapa más dura de la revolución mexicana. No son muy conocidos, quizá porque su opción no defendía un Estado. Llegaron a controlar la Baja California y a fundar sindicatos. Combatieron al gobierno mexicano, pero también discreparon con los hombres de Pancho Villa, de Emiliano Zapata, de Huerta y otros. Consideraban que esta gente hacía populismo, y no revolución social. Sin embargo, cuando pudieron fundar sindicatos anarquistas con Carranza como presidente, con ayuda de exiliados de la Confederación Nacional del Trabajo española, se dividieron. Por un lado hubo anarquistas mexicanos que defendieron la constitucionalidad de Carranza ya que les había apoyado en la creación de sindicatos, pese a que no soportaba a los anarquistas… lo que demostró cuando los traicionó. Por otro lado muchos anarquistas se pasaron a las filas de Zapata, pese a la religiosidad de este grupo, ya que Zapata actuaba de modo parecido a la ideología anarquista. Por otro, muchos siguieron fieles a los hermanos Magón, aunque Ricardo estuviera preso en Estados Unidos. Y aún hubo quienes fundaron nuevos sindicatos creyentes de la necesidad de intervenir en lo constitucional del Estado sin abandonar su anarquismo. Por unos y por otros, sufrieron traiciones y persecuciones que casi los diezmaron al completo por medio de las armas, la cárcel y el exilio, pero los anarquistas que se unieron a Zapata lograron influenciar a los zapatistas en el modo de hacer las cosas. Zapata era Zapata. No era comunista ni anarquista, pero posiblemente, pese a que en los murales mexicanos se le pinte junto a Lenin, tenía más de anarquista que de comunista marxista, y menos de comunista marxista leninista. No obstante, querida Quiros, los propios Magón, anarquistas totalmente, tuvieron contactos con Zapata.
Aquellas luchas quedaban ya lejos, pese a que México las estuviese ensalzando y apropiándose desde el Estado de ellas. Quedaron lejos el día que se asesinó a lo mejor de sus líderes revolucionarios. Aquel viejo “magonista” preso con nosotros estaba preso por sus actos del pasado, ya que era un irredento que, a diferencia de muchos de sus compañeros de revolución, nunca aceptó el estatismo. Lo había seguido combatiendo de modo estéril y condenado a ser acusado de diversos crímenes con las leyes del gobierno. Sus constantes críticas a todos los líderes mexicanos, incluidos los revolucionarios muertos, salvo los Magón, hicieron que Dovchenko le cogiera simpatía. Hablaban mucho entre ellos. Así pasaba las horas oyendo criticar revolucionarios mexicanos o rusos según hablaba uno u otro. Aquello desde luego no podía beneficiarnos a oídos de nuestros guardianes.
El “magonista” fue ahorcado justo el día que Liliana logró sacarnos de la cárcel. Pasamos por delante de su patíbulo cuando aún colgaba con un saco en la cabeza. Ella había logrado pruebas de que el veneno suministrado en la comida no podía ser de ninguno de los dos. Las autoridades las aceptaron no muy convencidas. Si bien habían llegado a la convicción de que yo me encontraba con Dovchenko casualmente cuando fuimos detenidos, aceptaron a desgana la inocencia de él. Yo regresé a California libremente, él fue deportado a la Unión Soviética. Jamás se rodó aquella “El ejército de Zapata”. Nunca más supe de él.
No sé si te he fatigado con una carta tan extensa, querida Quiros, pero al rememorar mi primer encuentro con México no he podido resistir rememorar extensamente la sociedad que encontré. Como sabes México fue el lugar donde estuvimos juntos un tiempo, y como sabes fue el lugar donde más tiempo ubiqué mi residencia durante el exilio. Qué diferente era México cuando volví a él por segunda vez. Los logros de la revolución lo habían modernizado y transformado en uno de los países más potentes de América Latina. Y sobre todo… cuántos españoles encontré en aquel nuevo México. Me despido, querida Quiros, con un afectuoso abrazo.
DLP
[Personajes históricos: ante la extensión de esta carta, prácticamente las referencias históricas las remito a los enlaces que cuelgo. Básicamente anoto Que Tina Modotti fue una mujer que trabajó en fábricas, fue actriz muda, artista plástica, comunista en México, fotógrafa para periódicos, activista política de la Cruz Roja Internacional de la URSS, (Socorro Rojo) al comenzar los años 1930’, reportera en la guerra civil española, exiliada en México al final de su vida, donde siguió su activismo. Murió de un aparente paro cardiaco.
La compleja revolución mexicana llegó a su fase institucionalizadota con Lázaro Cárdenas, quien logró normalizar el país y eliminar los conflictos y estallidos de violencia. Ayudó a la República Española en la guerra civil y fue el principal salvador de españoles en 1939 al admitir más allá de lo que podía a miles de exiliados, salvándoles así de una muerte a manos de Franco o de Hitler. México nunca ha reconocido la legitimidad de Franco en el gobierno, a diferencia del resto de la comunidad internacional.
El anarquismo mexicano tuvo su peso durante la época del zapatismo, pero sus divisiones y problemas lo diluyeron dentro de ese movimiento y, fuera de él, en la ionstitucionalización del anarcosindicalismo, el cual derivó a sindicatos socialistas no expresamente anarquistas pero tampoco comunistas, sino un producto heterogéneo. Al estilo del POUM español con el trotskismo y el anarquismo.
México también asiló trotskistas, aunque la URSS intentó eliminarlos también allí. Stalin, junto con Hitler, es uno de los mayores asesinos de la historia del siglo XX, con millones de muertes a cuestas y de castigos indecibles. 1937 fue el año de mayores purgas soviéticas. Su represión política no se limitó a los soviéticos, sino que se extendió a todo el planeta a cualquiera que se considerara de izquierdas. Precisamente en 1937, por ejemplo, instigaron a eliminar política y físicamente a anarquistas y poumistas en la España de la guerra civil. El trotskismo, entre otros postulados, permitía el cuestionamiento de las decisiones del líder del partido o del partido, a diferencia del marxismo leninismo y del stalinismo. Le valió la total represalia por parte de Stalin, sobre todo a partir de 1937, cuando se fundó la IV Internacional de manos de Trotski.
El cine soviético fue experimental, puesto en marcha y creado en pro del arte pero sobre todo de la sociedad y la educación. Montones de artistas soviéticos, de cualquier campo del arte, se replantearon aquello cuando chocó con las otras intenciones por las cuales se había creado el arte durante toda la Historia. Cientos fueron purgados o perseguidos de diferentes modos.
Eisenstein es uno de los mejores directores de cine del siglo XX.
Sobre Tina Modotti aquí. Sobre cine soviético aquí. Sobre cine mexicano aquí. Sobre Cárdenas y México aquí. Sobre el anarquismo y la revolución en México aquí. Sobre la URSS aquí. Sobre el trotskismo aquí. Sobre la criminalidad mexicana en los años treinta aquí.]
Querida Quiros:
Me parece recordar que en mi última carta te hablaba del Hollywood que yo conocí. Como te contaba entonces, tras mi primera visita a Los Ángeles en la Navidad de 1934 me fui a México. Tenía todavía unos pocos días de mis vacaciones y aunque sabía que se iban a acabar antes de estar de vuelta en Chicago, pretendía no sólo continuar los días de locura, sino también conseguir alguna historia para “El Amanecer” que justificara mi presencia en México. Sin embargo estuve más tiempo del que esperaba estar, y aunque regresé a California en Enero de 1935 no había conseguido algo para mi diario, aunque te aseguro que mi primer contacto con México no estaba falto de historias para escribir. Fue entonces, en mi regreso a California en Enero, cuando escribí sobre Earhart, como te contaba tiempo atrás, aprovechando que acababa de venir de Hawaii en el primer vuelo que ella misma protagonizó con esa distancia. No pudo ser más a tiempo para redactar la noticia que esperaba.
México acababa de salir de la parte más agitada de su revolución. Quizá todo el mundo hoy día crea que Zapata fue la revolución. La verdad es que el cine ha hecho mucho por crear esa imagen. Pero Zapata sólo fue su parte más activa. México no se había definido bien políticamente desde el mismo día de su independencia el primer cuarto del siglo XIX. Desde luego la dictadura de Santana y las guerras con Estados Unidos que le hicieron perder territorios e identidad no le hicieron ningún bien para encontrar su camino. A finales del siglo XIX se había iniciado una dictadura presidencial a cargo de Díaz, aquel viejo parecía haber firmado un trato con el Diablo y no moría nunca. De tal manera que su gobierno aún duraba a comienzos del siglo XX. Un gobierno basado en latifundistas, religión y clases conservadoras. Pero el germen revolucionario, igualitario y democrático de izquierdas estaba presente desde los padres independentistas Morelos e Hidalgo, lo estaba desde el republicano Juárez, y desde luego perduraba en las clases más desfavorecidas. Pero en los 1900’ y en los 1910’ yo era muy joven, un niño, parte de ellos. Te confieso que nací con el siglo. No debería ser un secreto para ti, querida Quiros, pero nunca me preguntaste por mi edad, ni cuando nos conocimos en mi exilio, ni siquiera el tiempo que vivimos juntos. Quizá tu juventud no quiso avergonzarme al mezclarse con nuestro pasado amor. Aquel año fue inolvidable en mi memoria, y perdóname que te lo confiese, pues te lo confieso con todo mi respeto a Eric y al hijo que en breve tendréis los dos. El mismo respeto que siempre nos hemos tenido en tantos años de esta bonita amistad tan íntima que hemos podido salvar y perdurar. Yo no sé si te aporté algo, querida Quiros, en ese tiempo, pero tú a mí me aportaste todo un nuevo mundo sin el cual quizá no hubiera podido entender aquellos últimos años de los cincuenta, ni mucho menos los sesenta… Aunque esos recientes sesenta, la verdad, eran intendibles sin ese rock, sin esa marihuana. Los jóvenes de ahora, que no hablan bien de esos años del amor, no lo comprenden, pero hay quien admira al viejo nihilista y anarquista de Sartre en aquella sentada de 1968, o a aquel Burroughs viejo y drogado escribiendo libros increíbles. Mi memoria no ha ahondado como la de ellos, pero como ellos, yo voy con el siglo.
A Zapata lo mataron en 1919. A Villa en 1923. Y a tantos otros en otras fechas. Fueron muchos los revolucionarios, muchas las facciones. México era un mundo complejo, pero estaba imbuido en una revolución larga que pasaba etapas. Tras ellos la revolución entró en una fase de líderes constitucionalistas, mientras ellos habían representado sectores más populares. El propio Zapata actuaba casi como un anarquista. Creaba comunas, daba la decisión a los afectados a tal o cual asunto, no tenía criterios capitalistas… pero no era un anarquista, aunque tuvo fluidas relaciones con ellos. Los zapatistas recibieron gran apoyo de los anarquistas mexicanos, aunque no de modo abierto, pues estos recriminaban la religiosidad de los zapatistas, entre otras cosas. La revolución mexicana no culminaría hasta los años cincuenta, con la nacionalización de su petróleo, lástima que luego sus gobernantes actuaran de espaldas a su gente y provocaran situaciones como las matanzas de estudiantes en el año 1968.
Cuando yo llegué a México entre la semana final de 1934 y la primera de 1935, Lázaro Cárdenas, el principal impulsor del México con la revolución institucionalizada, llevaba en la presidencia apenas desde el 1 de Diciembre. Desde Los Angeles a la frontera había tardado dos días en llegar, pese a su cercanía. La borrachera permanente con Thea Von Loritz nos había obligado a paradas y desvíos innumerables e incomprensibles, pero para el 28 de Diciembre logré llegar a Chihuahua algo más sobrio. Aquel México de los años treinta era el del pintor Siqueiros, el de los grandes murales con Lenin y Zapata presentes, el de Diego Rivera, el que creó adhesiones a Frida Kahlo y a Jack London. Era un México que producía películas al estilo de Hollywood mientras que a la vez las hacía con la mirada en la Unión Soviética. Y no es un dato baladí, pues en Chihuahua se intentaba rodar una película.
Al igual que los soviéticos, los mexicanos creían que el arte debía estar al servicio de la sociedad y la revolución, y no tanto a otros valores. Las relaciones con la URSS eran fluidas, pero no subordinadas, lo que se demostró bastante bien cuando Cárdenas alojó en su exilio a Trotski, que fue asesinado por los servicios secretos rusos en el propio México. Pero eso sería años más tarde. Sin embargo, aunque no se trataba de idénticas revoluciones era evidente que se admiraban los líderes y elites de ambos Estados. Por esa admiración y trasiego entre ellos, estaba allí Dovchenko, aunque no el director de cine, sino un ayudante de dirección nacido en Kursk. Los mexicanos que trabajaban con él no pronunciaban bien su nombre ruso y le apodaron con un sobrenombre vasco, “Txingurri”, que era invención de uno de los cámaras, un español de Bilbao, al que todo el mundo apreciaba por sus bromas. Dovchenko había llegado a México con Eisenstein para rodar “¡Viva México!”, aunque ya antes había colaborado con él de forma indirecta en la creación de “Octubre”. Sin embargo, cuando Eisenstein dio por imposible poder acabar la película, Dovchenko no quiso regresar a la Unión Soviética. Yo le conocí accidentalmente.
Querida Quiros, todo ocurrió de un modo extraño. Ni yo sé muy bien cómo acabé en la cárcel. Cuando aparqué el coche que alquilé en California en una de las calles de Chihuahua pronto lo rodearon numerosos críos. No me di cuenta que uno de los que llaman “pelaos” desafiante se montó en él de un salto cuando yo salí, delante mía. Había aprovechado que era descapotable y pretendía robármelo sin más, aunque no tenía manera de arrancarlo. Le di un buen puñetazo y saltó del coche para lanzarse contra mí mientras me sujetaban otros “pelaos”. No fue entonces cuando conocí a Dovchenko. Dovchenko no era un hombre de acción, o eso me pareció. A quien conocí fue a Liliana. Lo primero que conocí de ella fue el sonido de su escopeta, un tremendo arma más madera vieja que arma de fuego, pero que en esos momentos era la mayor de las fuerzas presentes. Los “pelaos” se fueron afirmando que lo hacían porque querían, y no por la descarga, cosa que me daba igual mientras me dejasen libre. Liliana me habló en inglés creyendo que era norteamericano, pero pareció perpleja cuando descubrió que era español. Fue ella quien me dijo que había otro español en Chihuahua en esos momentos, y fue ella quien me presentó a la gente que pretendía rodar una película llamada “El ejército de Zapata”. Liliana era en realidad otra periodista, y se encontraba en Chihuahua precisamente cubriendo las noticias que pudiera generar Dovchenko y su equipo, ya que aquel “Txingurri” quería rodar su primera película como director. Esa tarea ocupaba apenas un párrafo cada muchos días en su periódico, pero era suficiente para una mujer que para ser periodista en su país había tenido que luchar mucho y escandalizar en ocasiones a una parte de la sociedad. Con esto que te cuento, más otras cosas que te he contado en otras ocasiones, querida Quiros, no quiero darte la sensación de que todas las mujeres gozaban de las libertades de hoy día, más bien piensa que era una época donde los grandes sacrificios de algunas mujeres eran los que abrían las puertas a las mujeres que vendríais después. Aunque en cuestiones laborales fue la Segunda Guerra Mundial la que os revalorizó al tener que ocupar los trabajos de los maridos e hijos, que iban a los frentes de combate a morir o mutilarse. Aunque es la pasada década, y la presente, en la que sin duda habéis materializado la igualdad en gran parte del mundo. Pero no es de feminismo de lo que trata esta carta que te escribo, sino de historias para tu libro.
Sí que añado a lo dicho que en mi vida he conocido a muchas mujeres muy activas de su vida, y no pasivas, quizá, en cierto modo, por atracción. Recuerdo que la propia Liliana conocía a una de esas mujeres que yo conocí años después. Se trataba de Tina Modotti, una mujer que probablemente ha sido de todo en la vida. En 1929 fue amante del revolucionario cubano Mella, pero la acusaron de su asesinato, cosa de la que fue absuelta. Liliana no la conocía de eso, sino de ser amiga suya al ser ambas afiliadas al Partido Comunista de México. En 1930 Modotti tuvo que salir de aquel país, había sido acusada de complicidad en el intento de asesinato del presidente Pascual Ortiz. Fue deportada a Alemania. Liliana sostenía que fue una infamia y que nunca creyó las acusaciones. Cuando yo conocí a Modotti nunca se lo pregunté, no dio tiempo a intimar. Nos caían bombas en el Ebro. No la conocí hasta 1938, y aquellos comentarios de Liliana quedaban muy lejos, en 1934.
La cuestión es que Dovchenko era trotskista, razón por la cual no quería regresar a la Unión Soviética. Sabía que la NKVD, posterior KGB, se había enterado pese a que siempre trató de ser ambiguo y brindar a la salud del “Padre” Stalin. Se creía a salvo de Siberia en México. No era así. Una noche trataron de asesinarle con veneno. No pudo ser ya que esa noche estuvo conmigo hablándome de lo que quería mostrar realmente con “El ejército de Zapata” más allá de lo que narrase. Su comida fue demasiada tentación para su director de sonido. Murió casi de inmediato, lo que levantó sospechas entre los presentes de lo ocurrido, los cuales habían visto como diez minutos antes Dovchenko le cedió su plato, cuando habitualmente era un hombre de costumbres fijas casi imposibles de mover, entre ellas el respeto por el trabajo ajeno, por lo que toda comida que le hacía un cocinero se la comía, menos ese día, claro está. Dovchenko fue inmediatamente buscado y arrestado por las autoridades, junto a mí, que me encontraba con él.
Pasamos tres días en prisión. En una de aquellas prisiones mexicanas de principios de siglo. Un calabozo con rejas y ratas. Liliana hacía lo imposible por aclarar lo ocurrido con las autoridades, intentando hacerles ver que era Dovchenko el objetivo del veneno y no aquel hombre que murió por él. Creía en nuestra inocencia como creía en la de Modotti. Sin embargo, paradójicamente, habíamos logrado para ella relanzar su carrera, ya que ahora pudo obtener hasta un par de primeras páginas en su periódico.
Compartía la celda con nosotros un viejo “magonista”. Había combatido brazo con brazo junto a Ricardo Flores Magón. Los hermanos Magón, querida Quiros, eran anarquistas durante la etapa más dura de la revolución mexicana. No son muy conocidos, quizá porque su opción no defendía un Estado. Llegaron a controlar la Baja California y a fundar sindicatos. Combatieron al gobierno mexicano, pero también discreparon con los hombres de Pancho Villa, de Emiliano Zapata, de Huerta y otros. Consideraban que esta gente hacía populismo, y no revolución social. Sin embargo, cuando pudieron fundar sindicatos anarquistas con Carranza como presidente, con ayuda de exiliados de la Confederación Nacional del Trabajo española, se dividieron. Por un lado hubo anarquistas mexicanos que defendieron la constitucionalidad de Carranza ya que les había apoyado en la creación de sindicatos, pese a que no soportaba a los anarquistas… lo que demostró cuando los traicionó. Por otro lado muchos anarquistas se pasaron a las filas de Zapata, pese a la religiosidad de este grupo, ya que Zapata actuaba de modo parecido a la ideología anarquista. Por otro, muchos siguieron fieles a los hermanos Magón, aunque Ricardo estuviera preso en Estados Unidos. Y aún hubo quienes fundaron nuevos sindicatos creyentes de la necesidad de intervenir en lo constitucional del Estado sin abandonar su anarquismo. Por unos y por otros, sufrieron traiciones y persecuciones que casi los diezmaron al completo por medio de las armas, la cárcel y el exilio, pero los anarquistas que se unieron a Zapata lograron influenciar a los zapatistas en el modo de hacer las cosas. Zapata era Zapata. No era comunista ni anarquista, pero posiblemente, pese a que en los murales mexicanos se le pinte junto a Lenin, tenía más de anarquista que de comunista marxista, y menos de comunista marxista leninista. No obstante, querida Quiros, los propios Magón, anarquistas totalmente, tuvieron contactos con Zapata.
Aquellas luchas quedaban ya lejos, pese a que México las estuviese ensalzando y apropiándose desde el Estado de ellas. Quedaron lejos el día que se asesinó a lo mejor de sus líderes revolucionarios. Aquel viejo “magonista” preso con nosotros estaba preso por sus actos del pasado, ya que era un irredento que, a diferencia de muchos de sus compañeros de revolución, nunca aceptó el estatismo. Lo había seguido combatiendo de modo estéril y condenado a ser acusado de diversos crímenes con las leyes del gobierno. Sus constantes críticas a todos los líderes mexicanos, incluidos los revolucionarios muertos, salvo los Magón, hicieron que Dovchenko le cogiera simpatía. Hablaban mucho entre ellos. Así pasaba las horas oyendo criticar revolucionarios mexicanos o rusos según hablaba uno u otro. Aquello desde luego no podía beneficiarnos a oídos de nuestros guardianes.
El “magonista” fue ahorcado justo el día que Liliana logró sacarnos de la cárcel. Pasamos por delante de su patíbulo cuando aún colgaba con un saco en la cabeza. Ella había logrado pruebas de que el veneno suministrado en la comida no podía ser de ninguno de los dos. Las autoridades las aceptaron no muy convencidas. Si bien habían llegado a la convicción de que yo me encontraba con Dovchenko casualmente cuando fuimos detenidos, aceptaron a desgana la inocencia de él. Yo regresé a California libremente, él fue deportado a la Unión Soviética. Jamás se rodó aquella “El ejército de Zapata”. Nunca más supe de él.
No sé si te he fatigado con una carta tan extensa, querida Quiros, pero al rememorar mi primer encuentro con México no he podido resistir rememorar extensamente la sociedad que encontré. Como sabes México fue el lugar donde estuvimos juntos un tiempo, y como sabes fue el lugar donde más tiempo ubiqué mi residencia durante el exilio. Qué diferente era México cuando volví a él por segunda vez. Los logros de la revolución lo habían modernizado y transformado en uno de los países más potentes de América Latina. Y sobre todo… cuántos españoles encontré en aquel nuevo México. Me despido, querida Quiros, con un afectuoso abrazo.
DLP
[Personajes históricos: ante la extensión de esta carta, prácticamente las referencias históricas las remito a los enlaces que cuelgo. Básicamente anoto Que Tina Modotti fue una mujer que trabajó en fábricas, fue actriz muda, artista plástica, comunista en México, fotógrafa para periódicos, activista política de la Cruz Roja Internacional de la URSS, (Socorro Rojo) al comenzar los años 1930’, reportera en la guerra civil española, exiliada en México al final de su vida, donde siguió su activismo. Murió de un aparente paro cardiaco.
La compleja revolución mexicana llegó a su fase institucionalizadota con Lázaro Cárdenas, quien logró normalizar el país y eliminar los conflictos y estallidos de violencia. Ayudó a la República Española en la guerra civil y fue el principal salvador de españoles en 1939 al admitir más allá de lo que podía a miles de exiliados, salvándoles así de una muerte a manos de Franco o de Hitler. México nunca ha reconocido la legitimidad de Franco en el gobierno, a diferencia del resto de la comunidad internacional.
El anarquismo mexicano tuvo su peso durante la época del zapatismo, pero sus divisiones y problemas lo diluyeron dentro de ese movimiento y, fuera de él, en la ionstitucionalización del anarcosindicalismo, el cual derivó a sindicatos socialistas no expresamente anarquistas pero tampoco comunistas, sino un producto heterogéneo. Al estilo del POUM español con el trotskismo y el anarquismo.
México también asiló trotskistas, aunque la URSS intentó eliminarlos también allí. Stalin, junto con Hitler, es uno de los mayores asesinos de la historia del siglo XX, con millones de muertes a cuestas y de castigos indecibles. 1937 fue el año de mayores purgas soviéticas. Su represión política no se limitó a los soviéticos, sino que se extendió a todo el planeta a cualquiera que se considerara de izquierdas. Precisamente en 1937, por ejemplo, instigaron a eliminar política y físicamente a anarquistas y poumistas en la España de la guerra civil. El trotskismo, entre otros postulados, permitía el cuestionamiento de las decisiones del líder del partido o del partido, a diferencia del marxismo leninismo y del stalinismo. Le valió la total represalia por parte de Stalin, sobre todo a partir de 1937, cuando se fundó la IV Internacional de manos de Trotski.
El cine soviético fue experimental, puesto en marcha y creado en pro del arte pero sobre todo de la sociedad y la educación. Montones de artistas soviéticos, de cualquier campo del arte, se replantearon aquello cuando chocó con las otras intenciones por las cuales se había creado el arte durante toda la Historia. Cientos fueron purgados o perseguidos de diferentes modos.
Eisenstein es uno de los mejores directores de cine del siglo XX.
Sobre Tina Modotti aquí. Sobre cine soviético aquí. Sobre cine mexicano aquí. Sobre Cárdenas y México aquí. Sobre el anarquismo y la revolución en México aquí. Sobre la URSS aquí. Sobre el trotskismo aquí. Sobre la criminalidad mexicana en los años treinta aquí.]
hola a todos. esta entrega es la más larga de la serie hasta el momento. estamos mediada la historia y pronto entramos en la recta final. Lo extenso de esta vez se debe a que uní dos historias de dos personas que eligieron una un cineasta soviético en méxico y encarcelado, y otra que me presento a una periodista con pasado oscuro en mexico. Los uní en un relato que ha quedado extenso. No sabía muy bien como presentar ambas historias y quizá es la que más he tardado en hurdir, aunque también una que según la escribía me iba gustando y quería complicarla más, cosa que tuve que evitar para poder meterlo en esta carta del relato de la serie de los treinta. En todo caso, pido mis excusas al que le parezca demasiado extensa.
ResponderEliminarY rindo homenaje a Ravi Shankar, que ha muerto hace unos días.
POrqu sabes tanto y yo tan poco...ayyysss suerte que te puedo leer. Besos y animo con tu ya casi recta final, es un super curro.
ResponderEliminarTe ha quedado una historia magnífica. Gracias por incluir con mi nombre a un personaje tan bonito.
ResponderEliminarMi admiración por Tina Modotti es total y todo lo que rodea a la cultura mexicana desde principios de siglo hasta los años 50 me fascina.
Sobre Eisenstein, nada... es uno de los grandes, de los más grandes.
Y sobre Trotsky, me pregunto qué hubiera pasado si él se hubiera quedado en la URSS y hubiera opacado a Stalin. Quizá todavía hubiera una Unión Soviética...
Pobre hombre, le han endilgado el carácter violento de su revolución soñada, pero tengo entendido que no fue tan así... En fin... no era este el tema, disculpas.
Me ha gustado muchísimo la historia y una vez más, gracias por incluirme.
Esto que te has propuesto terminará siendo un libro, ya verás...
Tina Modotti fue una mujer sumamente interesante, y su obra fotográfica es impresionante absolutamente. Un beso, Espía.
ResponderEliminarQué pasada.
ResponderEliminarUn beso
Buenísimo, canichu, ahora entiendo la serie. No haía pasdo antes porque ha sido una semana liada y suponía que me llevaría tiempo. Muy itneresante, tanto los datosd e la carta -que me ha encantado- como los históricos que añades.
ResponderEliminarCon respecto a lo que se dice por aquí, Trotsky jamás se hubiera podido quedar en la URSS de Stalin, ni de Lenin. Razones intelectuales, y de la propia marcha de la revolución. Pero de esto sabe más canichu. Un beso para los dos.
(y me voy a mirar las fotos de Tina Modotti --¡¡¡no la conocía!!! ushppp)
Eres un crack,
ResponderEliminargora Mexico, tovarich!
nasdrovia!
Ah, pues te paso una cosilla, Pilar, de Tina.
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