Hace unos años algunos medios de comunicación se hacían eco de un conocimiento de psicología de masas que hacía mucho tiempo que se conocía, pero que en aquel momento alguien recuperó para los grandes medios generalistas de noticias. Supongo que la idea era ir dando más paletadas de color a los efectos de la crisis permanente que vivimos desde 2008, la Gran Recesión. Se trataba del efecto que produce una vivencia generalizada en grandes sectores generacionales. Así por entendernos, todas las generaciones viven grandes acontecimientos juntos, se esté en la posición social en la que se esté. Una guerra, una pandemia, el esplendor cultural, la llegada de Roma o de los españoles o el asalto de los piratas a tu pueblo costero. Suele ser frecuente que una generación, o mejor dicho: un grupo de generaciones próximas entre sí, compartan en los diferentes momentos de su vida uno, dos o tres grandes momentos decisorios que afectan a su vida de manera clara.
En aquel momento, hace años, repito, si no recuerdo mal fue antes del 15M de 2011, los noticiarios invitaban a psicólogos para tratar de explicar porqué ante la virulencia de la Gran Recesión las generaciones jóvenes no parecían reaccionar ante el paro, la precariedad laboral y sueldos ínfimos. Fue aquí donde entraba esta explicación de psicología de masas, entre otras más sociológicas. Yo, que durante la licenciatura de Historia elegí en mi formación adicional la psicología de masas, escuché aquello con atención, quizá por ello lo he retenido. Era algo que ya conocía. Aparte, yo mismo estaba afectado de toda aquella Gran Recesión. Más o menos venían a coincidir por entonces los psicólogos mediáticos en que la falta de respuesta era porque una gran mayoría generacional se veía identificada individualmente por los mismos avatares que el resto de los individuos de generación. Por tanto, se producía una misma respuesta de normalización y respuesta extendida. De individuo a individuo podía haber ligeros cambios de percepción, por diversas razones, como las vitales de cada uno, pero en líneas generales se asimilaba que si a la gran mayoría le ocurre esto y la respuesta es esta, mi respuesta se une a tal respuesta, lo que hace que en general se termine adoptando una conciencia y vivencias más o menos semejantes en masa. Por razones idénticas se trató de explicar poco después el éxito de la protesta del 15M en 2011.
Por supuesto hay muchos más factores, como el soporte familiar que tanta ayuda dio y otras cuestiones, pero en definitiva, al ser algo generalizado alimentaba esa misma psicología de masas, y no solo en los jóvenes, también en los padres y abuelos que viniendo de generaciones de otros padres y abuelos entendían que si la respuesta era ayuda y sacrificio por el hijo o el nieto, ahora aceptaban ellos también en bloque esa respuesta, sin lanzarse a la calle, a pesar de pregonar sus esfuerzos en la Transición... aunque si todos los que dijeron estar en las calles durante el tardofranquismo lo hubieran estado, el final del franquismo hubiera sido diferente. Esa es otra cuestión. Como sea, no lo olvidemos, cada generación no vive solo un gran acontecimientos que la marca, vive varios a lo largo de su vida y se van sumando en cómo percibir y cómo responder.
Hoy veía por la mañana las noticias y debates de TVE 1 mientras buscaba empleo, como cada mañana, cuando han mostrado y comentado unas estadísticas derivadas de la crisis provocada por la Covid-19 desde el Año de la Pandemia, 2020. Lo que me atrajo más la atención de esos datos numéricos que daban, datos que venían de cifras aportadas por hechos, otra cosa es su interpretación, es que el destrozo económico actual entre la juventud (entendida esta entre los 18 y los 35 años) viene fuertemente ligada a los destrozos económicos provocados por la Gran Recesión de 2008, y de ese modo resulta que esta crisis va más allá de la Covid-19, pues si se siguen las líneas evolutivas de los datos económicos y sociales tenemos que afecta a jóvenes y no tan jóvenes, ampliando la horquilla de los 18 a los 45 ó 50 años de edad.
Básicamente, desde el año 2000 España lleva recorriendo un camino inverso a Europa en cuanto a oportunidades a la gente joven. Los que éramos veinteañeros en aquella década del 2000 en líneas generales y generacionales no vimos que los sueldos y los trabajos precarios fueran dando lugar a mejoras salariales y a contratos estables, sino que los empresarios españoles han ido perpetuando los trabajos eternamente temporales con bajos salarios, cuando no el trabajo becario y el trabajo en prácticas e incluso el trabajo gratuito en concepto de que se está aprendiendo, sin que después eso se premie con contratos dignos, sino más bien con el desempleo. Todo esto se disparó exponencialmente con la Gran Recesión de 2008, aunque hay que recordar que hubo un pequeño aviso en las bolsas bursátiles en 2007. Los que éramos jóvenes entonces tuvimos la peor parte, junto a los que estaban cerca de la jubilación, solo que los jóvenes no tenían los sueldos de los que estaban acabando sus vidas laborales, ni tampoco trabajos estables.
Los recortes del gobierno de Rajoy y la reforma laboral de 2012 empeoró las cosas, perpetuando un sistema por el cual es muy difícil y en muchos casos imposible obtener un trabajo estable y mucho menos un trabajo. Si en el 2008 ganar 1000 € se consideraba precario, para 2012 lo generalizado era que se cobrase en trabajos temporales 800 € y que además la temporalidad se redujera a menudo a tres, dos o un mes, en el peor de los casos solo a días e incluso horas. La subida del salario mínimo interprofesional a 900 € alcanzado en 2020 con el gobierno Sánchez-Iglesias mejora algo la situación, pero pensemos que en 2008 se hablaba de que era precario ganar 1000 € y que en 2021 hablamos de que es un logro ganar 900 €. El mayor problema, aún con todo, es que el sistema de trabajos temporales con contratos no renovables está generalizado y facilitado por la reforma laboral de 2012 que, no nos engañemos, tenía las cosas fáciles para hacer lo que hace desde la anterior reforma laboral desde 2010, de Zapatero.
La Unión Europea, en este sentido, ya ha advertido varias veces a España que debe terminar con los empleos temporales y mal pagados como fundamento de su mercado laboral. Considera la Unión Europea que en algún momento va a provocar graves problemas que terminarán extendiéndose al resto de la Unión. Pero España no hace caso.
Según las estadísticas presentadas en TVE 1 esta mañana, los que vivimos de lleno la Gran Recesión de 2008 hemos tardado en general siete años y medio en conseguir un contrato estable, aunque la realidad es que la gran mayoría (yo incluido) no ha conseguido esa estabilidad, siendo nuestras vidas laborales llenas de contratos temporales no renovables, sueldos que en lo general han estado de media en los 800 euros, y largos periodos de desempleo a menudo sin prestaciones económicas, por tanto con ayudas de otro tipo, ya sean familiares o de organizaciones tipo Cáritas, o incluso aquella ayuda que dio Zapatero de 400 euros a todos aquellos que ya no tenían nada. Con el Año de la Pandemia todos se fijan en las generaciones más jóvenes, pero, cuidado, decía el analista, porque hay generaciones no tan jóvenes que llevan así desde 2008 y se acercan al siguiente conflicto, el de no ser contratados por haber alcanzado los 40 años. Se sabe que en los últimos años los problemas por edad para alcanzar trabajo ha bajado a los 45 años.
España ha normalizado la precariedad. Lo triste de esto es que tras el analista se abrió el debate y entre los contertulios una psicóloga lo achacaba todo a que no teníamos cultura del esfuerzo, a lo que un cantante conocido, Ramoncín, sentado a la mesa, opinaba lo mismo y comparaba sus grandes sufrimientos por acabar con la dictadura de Franco. Insisto: si todos los que dicen que combatieron la dictadura lo hubieran hecho, el final del franquismo hubiera sido otro. Cosas de psicología de masas entre generaciones. No se puede decir que la cultura del esfuerzo de 1975 debe ser igual a la de 2020, ni a la del 2008, menos cuando los datos económicos de 2020 lo que nos dicen es que tuvimos una recesión económica que no se había vivido desde la guerra civil de 1936 a 1939, y ese periodo no lo ha vivido ni Ramoncín ni la psicóloga del programa, que era cercana a la edad de Ramoncín.
Esto como a sabiendas de que la Gran Nevada de enero de este 2021 no se había vivido desde 1971 y aún hay alguien que habiendo nacido en 1972 viene y te dice que él de niño ya tenía grandes nevadas.
Y aún así, en el debate abierto para hablar de esas cifras no tardaron ni dos minutos en comenzar a hablar de las elecciones de Madrid y de sus candidatos y candidatas como si eso fuera lo más vital que influyera en unos datos que se vienen perpetuando y afianzando desde el 2000. Llegados a ese debate, el analista les interrumpe el ritmo al ser preguntado por uno de los tertulianos sobre los aspectos de las protestas de masas vividas desde 2011, dice que las próximas protestas de masas puede que no sean por más democracia, por servicios públicos de salud o de educación, ni siquiera por la igualdad de género, como hasta ahora, si no que, en vista de los datos y que cada vez hay más generaciones sumándose en unas mismas vivencias desde 2008, las próximas protestas de masas sean por razones materiales, por supervivencia tanto generacional como individual y eso, si ocurriera, va a ser un gran revulsivo... Al menos que empresarios y políticos entren en razón de que no todo es legítimo. No es lo mismo la lucha por lo ideal que por lo material
Sea como sea, yo busco trabajo. Saludos y que la cerveza os acompañe.
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