¿Ya está? ¿Ya hemos pasado la fiebre cervantina de la semana de la veintena de abril? Esto de que el 22, día del 400 aniversario de la muerte de Cervantes y Shakespeare, cayera en viernes le ha venido bien a la ciudad. Así se celebra el Día del Libro y sus actos, el sábado 23 se da el Premio Cervantes, se realizan una desmesurada cantidad de actividades literarias y turísticas que realmente en el resto del año no se hacen, se preocupan mucho de los niños (¡ay, los niños, pensad en los niños!) y se reparten caretas de cartón al más puro estilo años 1970-1980 con la cara de Cervantes, un acierto publicitario que ha servido para inundar las redes sociales de los alcalaínos con numerosas fotos de Cervantes bebiendo en grupo de clones en todo tipo de bar, cerveza arriba, cerveza abajo. Los periódicos de tirada nacional, junto a los telediarios, han publicado noticias describiendo la actividad cultural de Alcalá de Henares dando por resultado un excelente ejercicio de desconocimiento real de la ciudad y un estupendo cuento de las maravillas. Los periódicos de tirada local han seguido más o menos las líneas municipales de promoción de los actos, menos alguno que ha optado por criticar todo lo que se hace a pesar de que muchas de las cosas las hizo el anterior gobierno municipal, del PP, y entonces no lo criticaban, lo defendían y lo alababan (¡hemeroteca, hemeroteca, bendita hemeroteca cuando se recurre a ella! ¡Donde dije "digo", digo "Diego"!). Pues pasados estos momentos tan "cervantino-alcalaínos" hablemos de Cervantes.
Tengo la impresión que en todas estas actividades el que menos presente ha estado ha sido Cervantes, por mucho que su cara pululara por todos los rincones de las calles del centro de la ciudad (únicas beneficiarias de todo esto, y no todas, sólo las de determinado eje histórico y siempre los mismos dueños de los mismos poquitos negocios, el resto de la ciudad como si jugamos al solitario). Mucha lectura de cuentos, mucho leer El Quijote, pero en realidad todo eso me ha parecido tan carcasa y tan sin profundidad real, que me uno a lo que dijo aquel director de orquesta, Riccardo Muti, que hace poco en una entrevista concedida a ABC afirmó que la Cultura ha sido abandonada a favor del entretenimiento, y dio sus razones. Ahora bien, como escribió el propio Miguel de Cervantes: "confía en el tiempo, que suele dar dulces salidas a muchas amargas dificultades".
De todas estas celebraciones me queda la impresión de haberse celebrado un festejo preocupado en dar un buen espectáculo e intentar hacer una buena caja, pero nada acerca de crear un fomento de la lectura (en España va a la baja la lectura), ni una mentalidad crítica, ni un conocimiento de la obra de Cervantes, su vida o el porqué de su importancia, nada acerca de crear un sentido de pertenencia de Alcalá, a la que muchos vecinos llaman "el pueblo" o "la aldea", lo que a mí me parece despreciativo y a la vez condenatorio, y nada de afrontar el aniversario mostrando no sólo brillos del mundo cervantino, sino también sombras. Por supuesto nada de mencionar la riqueza literaria de la ciudad, más allá de Cervantes. El domingo una amiga me pidió hacer una guía por Alcalá a unos amigos suyos de origen francés, que habían venido a la ciudad por estos fastos. Yo, como historiador, les hice de guía desde la Historia y no desde el turismo. Al ver ellos que les hablaba de luces y de sombras y que era crítico en lo que decía, pero a la vez no por ello dejaba de hacer notar un orgullo alcalaíno, con sarcasmos, pero orgullo, no sólo se sintieron satisfechos, sino que me dijeron que ya habían venido a Alcalá en el pasado y que les habían hecho unas guías oficiales donde todo parecía apuntar que en la ciudad sólo ocurrió el nacimiento de Cervantes y la vida de Cisneros, y que todo era tan impoluto que no les gustó aquella vez, pero conmigo, decían, acababan de saber más de Historia de la ciudad que de todo lo anterior y que ahora miraban la ciudad con otros ojos. La guía, siendo entre amigos, nos la dimos de tres horas, holgada, dejándoles hablar también a ellos, compartiendo opiniones y conocimientos, haciendo preguntas, en fin: una guía donde se invita a reflexionar también al guiado. No es cuestión de exponer "A es A y se San Sacabó", porque entonces el guiado se quedará como en Babia y lo que se preguntará será cuándo le darán la careta de cartón de Cervantes para ponérsela.
Hay que leer, aunque sea un mísero papel que se encuentre por la calle, como declaraba el propio Cervantes en su día, un hombre que, por cierto, avalaba y defendía los matrimonios interreligiosos como solución a los problemas y conflictos de intolerancia religiosa, lo que hace de él un cosmopolita no sólo de sus tiempos, sino incluso mucho más ciudadano del mundo que muchos de un determinado tipo de españoles que no están dispuestos a mezclas culturales algunas y estos días han sacado su bandera de Cervantes a muerte en su corazón. ¿Realmente conocen a quien homenajean?
Sánchez Moltó, cronista oficial de la ciudad, le ha sacado unas biografias al autor, aporte bibliográfico de esta ciudad a su hijo más universal, pero hay que ir más allá. No es sólo Cervantes, es crear inquietud intelectual, algo que estamos perdiendo a costa de la inmediatez y la falta de reflexión de escrituras en redes sociales cada vez más breves. Como publicaba El País este domingo 24 pasado en El fin de las Humanidades, por Jordi Llovet, los gobiernos y las sociedades le están dando demasiada importancia, quizá la única importancia, a los conocimientos prácticos en un sentido productivo material inmediato, abandonando los conocimientos prácticos que forman a las personas y que son igualmente productivos, pero en un sentido diferente y no tan inmediato. En ese reportaje se citaba a Flaubert en una de sus reflexiones de 1872: "Estoy asustado, aterrorizado, escandalizado por las gilipolleces cardinales que gobiernan a los seres humanos. Eso es algo nuevo; por lo menos en el grado en el que se produce. Las ganas de alcanzar el éxito, la necesidad de triunfar a toda costa -debido al provecho económico que se obtiene- le ha minado a la literatura la moral hasta tal punto que la gente se está volviendo idiota".
Y es que las tecnologías cada vez más avanzadas y sus efectos intelectuales en sus usuarios es algo evidente y evidenciado en el siglo XXI, pero era algo que ya había comenzado a crear un cambio de actitudes y mentalidades desde el siglo XIX, en favor de un pensamiento generalizado acerca de que lo útil sólo sea lo que genere dinero de manera inmediata. De ese modo se puede pasar a una deshumanización de muchas de las actividades humanas. A un estado de lelos de Babia. Como borregos ante los intereses y las ideas de un pastor que es en realidad aquella persona o institución que tenga la mayor capacidad e intereses económicos en seguirle sin cuestionarle. Fue el filósofo Adorno quien, al vivir la transformación ideológica de la Alemania de los años 1930, expresó la voz de alerta de que por este camino se corre el peligro de que el conocimiento ceda el paso a las opiniones, cuya generalización en la sociedad puede provocar un estado de demencia colectiva donde se dé por cierto lo que sólo es opinión, y eso puede llevarnos a los peores desastres, tanto a niveles sociales como a niveles individuales. Y tanto que ocurrió ya en su época, pero eso sigue vigente, estaría por decir que hoy más que nunca. Es por ello que este año Cervantes bien pudiera usarse en un contraataque del pensamiento humanista y crítico, pero todo apunta a que también en esta ocasión lo que gana es el pensamiento del utilitarismo económico. No importan las ideas que lanzó Cervantes, importa que pienses que fue un tipo estupendo, ponte una careta de cartón.
Ayer terminé la guia que me pidieron tomándome algo en un bar. Los niños de una de las parejas pidieron unos perritos calientes que estaban en la carta de tapas a elegir. Les gustó mucho la idea de uno que se llamaba: "perrito caliente Don Quijote" y otro que se llamaba "perrito caliente Sancho Panza". Se los pidieron. El padre sacó su dinero y los pagó. Cuando llegaron a la mesa el "Don Quijote" era la salchicha metida en su pan de perrito caliente con el sólo aderezo de mostaza, el "Sancho Panza" además de mostaza llevaba ketchup. El dueño del bar vendió aquellos perritos, que los niños comieron, pero la pobreza mental estaba ahí, en esa pobreza incluso imaginativa en lo culinario, más en una ciudad donde varios establecimientos de perritos calientes ya de por sí los ponen con remolacha, pepinillos, cebolla frita, cebolla caramelizada, mayonesa y demás. Es utilitario el nombre de los personajes para vender perritos calientes, cumple con la idea de vender, pero, incluso desde un punto de vista culinario, ¿qué aporta?
Saludos y que la cerveza os acompañe.
Es muy interesante eso de Adorno, de que se corre el peligro de que el conocimiento ceda el paso a las opiniones. De pequeño y adolescente, a mí me gustaba mucho escuchar las tertulias políticas de la radio, me creía informado y formado por los participantes. Más tarde con internet tuve acceso a otras fuentes y dejé de escuchar las tertulias. Cuando he oído alguna ya de mayor, me he dado cuenta de que muchas veces los tertulianos van muy justitos de conocimientos, lo que han leído en los periódicos del día y poco más. Y cuando hablan de un tema del que sabes algo más te das cuenta de que directamente "han oído campanas pero no saben dónde". Sin embargo el género de las tertulias está creciendo, ahora ha dado el salto a la televisión. Y, en las redes sociales, la opinión golea al dato. Es una muy mala noticia. Y tiene ver con la igualación a la baja que se vive en todo, como si todas las opiniones valieran igual, fiesta de la mediocridad. Pero claro, quién se lee el Quijote y se plantea qué nos quiere decir el autor, con lo rápido y sencillo que es ponerse la careta o publicar una cita con hashtag.
ResponderEliminarSí, totalmente de acuerdo. Además Adorno, en su reflexión iba más allá, porque afirmaba que el conocimiento de una persona se formaba de experiencias, opinión pero también de saber y para que el saber no fuera falseado sólo por la opinión, este debía basarse en un pensamiento crítico. La cosa es que para tener pensamiento crítico se necesita de lecturas y reflexiones, conocimientos que, aunque no se sea científico, funcionen como (y se acerquen a) los que tienen esos conocimientos mediante tesis-antítesis-síntesis. Pero creo que hoy la sencillez de las redes sociales, el miedo a no gustar lo que digas en esas redes, o el dejarte llevar por la corriente hacen, como tú indicas, que todo sea opinión y que todas las opiniones además tengan el mismo valor, e incluso que si alguien habla con conocimientos, si este no se ajusta a la opinión general quede mandada a otro plano o sea incluso criticado.
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