La Universidad de Alcalá de Henares en los últimos años ha celebrado algunos eventos dedicados al Noveno Arte. Ayer fue uno de esos días. En el salón de actos del Colegio de San Ildefonso, donde apenas el lunes estuvo Fernando del Paso, actual Premio Cervantes, hablando con el público y firmando libros, el catedrático y poeta Emilio Sola presentó al dibujante Juan Aguilera Galán y al investigador histórico y guionista Ángel Miranda Vicente, más otro joven historiador de cuyo nombre, lo lamento mucho, no me acuerdo, pero el cual investigaba en los archivos del Estado, en combinación con estudios realizados por historiadores japoneses, sobre los mismos o similares asuntos que estaba investigando Ángel Miranda, el cual llegó a embarcar en una réplica de un barco del siglo XVI para recorrer el mar. La obra que presentaron fue Espadas del fin del mundo, cuya publicación ha sido posible a costa de una recaudación de micro mecenazgo por una campaña cibernética. [El 1 de mayo me escribio el joven historiador, su nombre es Ramón Vega].
El tema del cómic es obviamente un cómic de ambientación histórica sobre un hecho histórico, en este caso anecdótico. Los españoles fuimos los primeros europeos en contactar con los japoneses en el siglo XVI. Ese asunto fue investigado y tratado por primera vez en profundidad precisamente en la tesis doctoral del doctor y catedrático Emilio Sola en su juventud. De aquellos estudios del profesor Sola se publicó Historia de un desencuentro. España y Japón, 1580-1614, editado en principio en los años 1970 y actualmente reeditado desde 1999 en Ediciones Fugaz. No hace mucho, en febrero de 2011, este mismo catedrático cervantista, avaló y participó una jornada de conferencias de Historia dadas por historiadores españoles y japoneses en el Ateneo de Madrid y en colaboración con la Casa de Asia. Aquellos encuentros fueron resumidos por mí mismo en la Noticia 900ª, donde además se nos daba a conocer buena parte de la Historia de España en Asia entre el siglo XVI y el XVII.
La creación de la novela gráfica no fue en principio el objetivo principal, como explicó Ángel Miranda, sino el medio por el cual el creyó que esa historia llegaría a más público entre amantes del cómic e historiadores. Ciertamente el capítulo que trata es una anécdota de la Historia, heroica, apasionante, pero anécdota inserta en un contexto histórico que es el estudiado por Emilio Sola. El cómic sirve en este caso como medio para acercarse a la Historia, como herramienta, pero no como lección ni explicación de Historia, como pueda ser por ejemplo el caso de El arte de volar (2009), de Altarriba, y Los surcos del azar (2013), de Paco Roca, de los cuales hablé en la Noticia 1358ª, que también son herramientas de acercamiento de la Historia, pero no explicaciones de la Historia en sí. Aunque hay que decir que Espadas del fin del mundo es un capítulo de la Historia española que los dos investigadores implicados y el dibujante investigaron al detalle más mínimo. Ahora lo explico según lo explicaron. Para empezar os enseño un video que ellos realizaron para su presentación:
El tema del cómic es obviamente un cómic de ambientación histórica sobre un hecho histórico, en este caso anecdótico. Los españoles fuimos los primeros europeos en contactar con los japoneses en el siglo XVI. Ese asunto fue investigado y tratado por primera vez en profundidad precisamente en la tesis doctoral del doctor y catedrático Emilio Sola en su juventud. De aquellos estudios del profesor Sola se publicó Historia de un desencuentro. España y Japón, 1580-1614, editado en principio en los años 1970 y actualmente reeditado desde 1999 en Ediciones Fugaz. No hace mucho, en febrero de 2011, este mismo catedrático cervantista, avaló y participó una jornada de conferencias de Historia dadas por historiadores españoles y japoneses en el Ateneo de Madrid y en colaboración con la Casa de Asia. Aquellos encuentros fueron resumidos por mí mismo en la Noticia 900ª, donde además se nos daba a conocer buena parte de la Historia de España en Asia entre el siglo XVI y el XVII.
La creación de la novela gráfica no fue en principio el objetivo principal, como explicó Ángel Miranda, sino el medio por el cual el creyó que esa historia llegaría a más público entre amantes del cómic e historiadores. Ciertamente el capítulo que trata es una anécdota de la Historia, heroica, apasionante, pero anécdota inserta en un contexto histórico que es el estudiado por Emilio Sola. El cómic sirve en este caso como medio para acercarse a la Historia, como herramienta, pero no como lección ni explicación de Historia, como pueda ser por ejemplo el caso de El arte de volar (2009), de Altarriba, y Los surcos del azar (2013), de Paco Roca, de los cuales hablé en la Noticia 1358ª, que también son herramientas de acercamiento de la Historia, pero no explicaciones de la Historia en sí. Aunque hay que decir que Espadas del fin del mundo es un capítulo de la Historia española que los dos investigadores implicados y el dibujante investigaron al detalle más mínimo. Ahora lo explico según lo explicaron. Para empezar os enseño un video que ellos realizaron para su presentación:
El asunto ocurrió en 1582 durante las exploraciones en torno a los mares y costas de las islas de Filipinas, donde los españoles ya habían tropezado alguna vez con chinos y japoneses, pero aún estaban por conocer a los japoneses en todo su explendor guerrero. El reino de Japón ya había comenzado a comerciar con los filipinos en busca de su oro desde 1573, desconociéndose aún mutuamente españoles y japoneses. Varios marinos japoneses habían creado asentamientos en la isla de Luzón, en Filipinas. Entre esos asentamientos existió el de una colonia de piratas o corsarios japoneses en el río Cagayán. Las actividades piratas japonesas eran más agresivas que las chinas por cuanto sus armas de fuego eran más dañinas que las chinas, porque copiaban armas portuguesas, y por cuanto sus sables eran mejores y su técnica igualmente. Muchos de aquellos piratas habían sido anteriormente ronin y samurais, por lo que además tenían formación guerrera o militar. Un viejo capitán español destinado a Manila casi como el fin de sus días de servicio recibió el encargo del gobierno español de limpiar de piratas las aguas en las que comerciaban los españoles, aguas que aún no estaban bien exploradas por España y en la que había un conglomerado chino, japonés, filipino y de toda etnia y nación oriental de la zona. El viejo capitán era un hidalgo llamado Juan Pablo de Carrión, del que sabemos que en el actual Mar de China llegó a ahuyentar a algunos barcos; lo sabemos por documentación histórica con testimonios de españoles participantes de la batalla que se conserva en los archivos españoles. En eso estaban los setenta soldados del tercio que acompañaban a Carrión en su barco cuando sorprendieron a un junco japonés que había arrasado una costa de Luzón. Fueron en su busca entrando en el río Cagayán donde se llevaron la sorpresa de topar con un asentamiento pirata japonés cuyas cifras documentales nos hablan de entre quinientos y dos mil japoneses. Sean quinientos o dos mil, los españoles sólo eran setenta. Estos guerreros japoneses estaban en un conocimiento de lucha similar al español, por lo que la cosa podía haber sido fatídica para Carrión y los suyos, contando además que los españoles no conocían el terreno. La lucha se estableció muy cruenta y larga, con la construcción de defensas improvisadas incluída. La victoria fue, sorprendentemente, para los españoles. Y es de este encontronazo y batalla de lo que trata el cómic como correa de transmisión de la Historia. Es un capítulo que pronto hará ver a Felipe II y Felipe III que en esa zona del mundo había un reino potente con el que se podía llegar a chocar, por lo que la prudencia recomendaba intentar establecer lazos diplomáticos y comerciales, como entra en materia ya aquellos estudios de Emilio Sola.
Los implicados en el cómic no sólo recurrieron a todo aquello que se había podido publicar ya tanto en papel como en Internet (donde hayaron varios errores), sino que recurrieron a los documentos originales escritos por los propios participantes sobrevivientes que relataron aquello, principalmente españoles pero también japoneses, ya que la coincidencia en el tiempo les hizo descubrir que unos historiadores japoneses estaban investigando los mismos hechos desde su punto de vista. Nuestros investigadores fueron minuciosos para ajustarse a lo que los protagonistas contaron, a veces teniendo que interpretar cosas que ellos daban por hecho que se sabía (como por ejemplo cómo se construía unas defensas de madera desde un barco en una playa) pero que con el paso de los siglos es algo que se nos escapa del conocimiento. Además, como buenos investigadores, lo llevaron y rastrearon con los conocimientos y técnicas de la Ciencia Humana de la Historia actual, y, gracias a la curiosidad detallista del dibujante, se plantearon la investigación del tipo de animal exacto que vivía en el río Cagayán en el siglo XVI, el tipo de ropa, el armamento exacto usado en Filipinas, los colores concretos, qué armas llevaba un oficial, qué portaban los barcos a la hora de pintar los avituallamientos de los barcos, la orientación de los avances y retrocesos de unos y otros, las técnicas de combate y los movimientos de españoles letrados y de españoles iletrados, igualmente de los japoneses, etcétera. Un cómic creado desde la exquisitez histórica, lo que puede ser una delicia total para un lector cualquiera, especialmente historiador. Además cuesta 15 euros, yo no tenía dinero y no pude pagarlo, pero espero poderlo comprar en cuanto pueda y salga a las tiendas.
La presentación fue abierta por tres miembros de un tipo de asociación dedicada a las armas históricas. Vestidos de soldados del tercio español del siglo XVI nos enseñaron las formas, componentes, funcionamiento, uso y utilidades de armas de la época, así como nos dieron datos técnicos de alcance y de fabricación. Mosquetes, arcabuces, rodelas, canutos de pólvora llamados apóstoles, espadas de concha, espadas de copa, espadas de lazo, cuchillos, dagas, balas diversas, aunque no las tenían presentes también picas y alabardas. Muy instructivo y tan gráfico como real. Fue muy útil para comprender un poco más la lógica militar del siglo XVI, cuando los arcabuces disparaban sus balas un promedio de doce metros, según dijeron, y las lanzas medían cinco metros.
Los trazos de los dibujos me recuerdan a los de Paco Roca, son bastante claros y precisos, se entretienen en cada detalle y se preocupan de dotar de personalidad y movimiento propio a cada figura de la viñeta. Como no pude tener un ejemplar en mis manos no pudiera hablar del cuerpo narrativo elegido para estructurar las viñetas y los bocadillos, aunque en principio viendo alguna viñeta suelta sospecho que es una estructura clásica, probablemente con alguna página que sea una viñeta en sí misma para recrearse en todos los detalles de las investigaciones realizadas. No es baladí que hasta para pintar monedas buscaron monedas de la época y el lugar encontradas en recientes excavaciones arqeuológicas en la zona. Todo ello se refleja. También el entintado parece dejar protagonismo al trazo claro y preciso, fino. El color es claramente con técnicas informáticas, como las últimas obras de Paco Roca. No me extrañaría que Juan Aguilera tuviera parte de la obra de Roca como referente de su propia obra. Si acaso, en algunos planos de caras hay trazos faciales que me recuerdan un poquito al modo de hacer de la editorial Marvel de los años 1980, pero a la vez la preocupación de un Moebius, un Pratt o un Manara de marcar los rasgos raciales de cada personaje. Tampoco me extrañaría, por lo poco que he visto y por lo mucho que dijeron los autores, que este cómic pase a ser en breve el próximo Premio Nacional de Cómic 2016 en España. No obstante, aún no se había terminado el proyecto, pues la de ayer fue su primera presentación, y el periódico ABC ya se había acercado y hablado de él en julio de 2015.
Saludos y que la cerveza os acompañe, yo me quedo a la espera a la salida en tienda de esta novela gráfica y que tenga dinero con que adquirirlo.
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