Se acabaron las fiestas de Alcalá de Henares. Ayer, en un ejercicio de ahorro económico y en un caso excepcional por ser sábado, lanzaron los fuegos artificiales de clausura. Lo hicieron en las murallas medievales del Palacio Arzobispal, sin importarle mucho al ayuntamiento los porqués ecologistas acerca de que ya no se hicieran allí. Y es que es un lugar donde viven cigüeñas y cernícalos primillas. Supongo que lo que le importaba más era colocarlos en el centro de la ciudad para que todo el mundo vea su alarde cohetero ante las críticas de eliminarlos de la programación el año pasado. Fueron, por otra parte, unos fuegos artificiales mal planteados en su lanzamiento, escasos y poco espectaculares. Vale que se pagasen menos cohetes, pero su lanzamiento podría haber sido mejor ideado para hacer de aquello algo más digno. Me encantan los fuegos artificiales, mi padre nos llevaba de niños siempre, y cuando hay fuegos artificiales los veo siempre. No me los pierdo. Los disfruto, pero los de ayer fueron... decepcionantes.
Para muchos alcalaínos los fuegos artificiales, como dije ya en otros años, marcan el final del verano, el del verano del descanso. A los pocos días comienza septiembre y la gran mayoría regresa a sus trabajos y estudios. Y los que no podemos porque no tenemos nada de eso, simplemente tenemos que adaptarnos a no ver con frecuencia a la gente que sí veíamos con frecuencia en este mes y el anterior. No es de golpe, es paulatino, pero es. De repente vuelves a unas dinámicas acerca de organizarte, vuelven otro tipo de actividades.
Sin embargo, este año para mí me es indiferente esos fuegos artificiales... simplemente no tengo trabajo al que volver y sólo significará que muchas amistades no estarán disponibles cuando quieras verlas. Pero sin ingresos económicos no podras ni verlas, porque aunque te ofrezcas a pasear, o a ver una película en tu casa o a ir a exposiciones gratuitas, lo cierto es que quien tiene ingresos prefiere en general, que no siempre, ir a lugares donde se hace un gasto de dinero, sea por ambiente, por música, por cine, por comida, por lo que sea. Así que te ven, pero no tanto. Y es lógico y comprensible.
Llevo unos meses donde las cosas no me han ido muy bien. La pérdida de un trabajo que me encanta, y con él la pérdida de mis ingresos. La disminución drástica de mis ahorros, a desaparecer en breve, muy en breve, si no reaparecen esos ingresos. Sentimentalmente ilusionado con una posibilidad que luego se descubrió imposible y posteriormente desilusionado por ello y resignado ante un giro de los acontecimientos inesperado en cierto modo, y esperado en cierto otro, con el que tener que convivir. Una repetición de mi pasado. Una convivencia familiar un tanto deteriorada últimamente. Y, en fin, una cantidad de acontecimientos no muy agradables que se han acumulado en mi vida en apenas los dos meses últimos de verano. También han habido buenos momentos, recitales que he dado, gente que he conocido con las que he iniciado amistades nuevas, la chica de la ilusión transformándose en una importante y relevante buena amiga. Mi mejor amigo presente aunque ya no pueda estarlo tanto como antes. Así que he tenido un verano de sube y baja anímico, y así ando aún.
Son tiempos duros, difíciles, para mí. A veces me siento solo en el sentido de no tener siquiera a alguien que, por ejemplo, este sentada en el sofá a mi lado dándome ánimo con su presencia en mis momentos donde todo esto se junta en mi cabeza y me hace pequeño. Sé que hay mucha gente conmigo, y muy buenas amistades, pero la soledad de la casa hace de todo esto algo un poquito más difícil en algunas ocasiones donde necesitarías estar con alguien. Compartir, que no cargar.
Y aún con todo hay momentos que disfrutas mucho y te ríes mucho. Como estos cuatro últimos días, por ejemplo
Es gracioso cuando alguien a estas alturas me pregunta si he viajado a algún sitio... ¿cómo? Cuando le cuentas sólo la parte de tus penurias económicas y lo acepta, después de resistirse a creer en tu imposibilidad de viajar (como si viajar fuese el todo), te tratan de animar destacando otros aspectos de la vida... y no le cuentas que también han fallado a la vez en estas semanas. Luego te ofrecen ir a tomarte una caña de cerveza, y vas, sabiendo que ese gasto lo lamentarás. Porque te gusta la compañía de tus amistades, que es muy buena, y te gustan tus amistades. Y en fin, que a veces uno está arriba y a veces está abajo, pero siempre está bien mirar los fuegos artificiales del final de las fiestas.
Para muchos alcalaínos los fuegos artificiales, como dije ya en otros años, marcan el final del verano, el del verano del descanso. A los pocos días comienza septiembre y la gran mayoría regresa a sus trabajos y estudios. Y los que no podemos porque no tenemos nada de eso, simplemente tenemos que adaptarnos a no ver con frecuencia a la gente que sí veíamos con frecuencia en este mes y el anterior. No es de golpe, es paulatino, pero es. De repente vuelves a unas dinámicas acerca de organizarte, vuelven otro tipo de actividades.
Sin embargo, este año para mí me es indiferente esos fuegos artificiales... simplemente no tengo trabajo al que volver y sólo significará que muchas amistades no estarán disponibles cuando quieras verlas. Pero sin ingresos económicos no podras ni verlas, porque aunque te ofrezcas a pasear, o a ver una película en tu casa o a ir a exposiciones gratuitas, lo cierto es que quien tiene ingresos prefiere en general, que no siempre, ir a lugares donde se hace un gasto de dinero, sea por ambiente, por música, por cine, por comida, por lo que sea. Así que te ven, pero no tanto. Y es lógico y comprensible.
Llevo unos meses donde las cosas no me han ido muy bien. La pérdida de un trabajo que me encanta, y con él la pérdida de mis ingresos. La disminución drástica de mis ahorros, a desaparecer en breve, muy en breve, si no reaparecen esos ingresos. Sentimentalmente ilusionado con una posibilidad que luego se descubrió imposible y posteriormente desilusionado por ello y resignado ante un giro de los acontecimientos inesperado en cierto modo, y esperado en cierto otro, con el que tener que convivir. Una repetición de mi pasado. Una convivencia familiar un tanto deteriorada últimamente. Y, en fin, una cantidad de acontecimientos no muy agradables que se han acumulado en mi vida en apenas los dos meses últimos de verano. También han habido buenos momentos, recitales que he dado, gente que he conocido con las que he iniciado amistades nuevas, la chica de la ilusión transformándose en una importante y relevante buena amiga. Mi mejor amigo presente aunque ya no pueda estarlo tanto como antes. Así que he tenido un verano de sube y baja anímico, y así ando aún.
Son tiempos duros, difíciles, para mí. A veces me siento solo en el sentido de no tener siquiera a alguien que, por ejemplo, este sentada en el sofá a mi lado dándome ánimo con su presencia en mis momentos donde todo esto se junta en mi cabeza y me hace pequeño. Sé que hay mucha gente conmigo, y muy buenas amistades, pero la soledad de la casa hace de todo esto algo un poquito más difícil en algunas ocasiones donde necesitarías estar con alguien. Compartir, que no cargar.
Y aún con todo hay momentos que disfrutas mucho y te ríes mucho. Como estos cuatro últimos días, por ejemplo
Es gracioso cuando alguien a estas alturas me pregunta si he viajado a algún sitio... ¿cómo? Cuando le cuentas sólo la parte de tus penurias económicas y lo acepta, después de resistirse a creer en tu imposibilidad de viajar (como si viajar fuese el todo), te tratan de animar destacando otros aspectos de la vida... y no le cuentas que también han fallado a la vez en estas semanas. Luego te ofrecen ir a tomarte una caña de cerveza, y vas, sabiendo que ese gasto lo lamentarás. Porque te gusta la compañía de tus amistades, que es muy buena, y te gustan tus amistades. Y en fin, que a veces uno está arriba y a veces está abajo, pero siempre está bien mirar los fuegos artificiales del final de las fiestas.
:* :)
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