Hay estos días un anuncio de televisión de una marca de coche eléctrico que es en sí mismo un cortometraje sobre el cambio climático, la crisis energética y un futuro con involución. En el anuncio una mujer joven conduce un coche eléctrico por una ciudad llena de gente montando en caballos que, por otra parte, se alteran al paso del coche. Por un lado hay una evidente metáfora a los llamados caballos de vapor con los que se mide la potencia de un automóvil, pues se ponía en hipotética potencia de tiro de caballos esa potencia del motor del coche, que funcionaba quemando carburantes su motor. Esta forma de medir se produjo desde el siglo XIX que comenzarón a existir estos automóviles, aunque hay que recordar que hubo experimentos en el siglo XVIII final que darían por desarrollo el ferrocarril. Como sea, evidentemente hay una referencia visual a esa forma de medir a modo de presentarse un coche con tanta potencia de caballos de vapor como el resto de automóviles, pero que a la vez los deja atrás, pues es eléctrico y su motor no necesita esa quema de carburante para crear "vapores".
Por otro lado, aquí es lo interesante, al mostrarnos a esta conductora en medio de una ciudad llena de gente que va a caballo y sin verse a ningún vehículo de biocarburante, parece que se nos indica que en el futuro la gasolina se acaba, en el futuro más o menos inmediato. Idea que se refuerza cuando sale de la ciudad y ella desde el asiento de conductor mirá como pastan dos caballos en dos surtidores de gasolina reconvertidos en pesebres en mitad de un ambiente que parece desértico. Se vaticina así una crisis energética y climática grave, a la vez que sutilmente se desliza otra idea: un mundo involucionado donde además ha habido una crisis social, donde solo unos pocos alcanzan a tener vehículos a motor, mientras el resto han vuelto a la locomoción animal. Podemos intuir en ese ambiente todo tipo de historias distópicas de un mundo tecnológico fracasado que por sobreexplotar los recursos naturales ha acabado dinamitando el sistema político, económico, ecológico y social.
El anuncio no tiene mucho más, y probablemente para mucha gente esto no pasa más que por un anuncio más o menos poético que, me juego lo que se quiera, alguno habrá que no lo entienda.
Estos días tenemos en España la ola de calor más larga que hemos vivido, la cual incluso contuvo en sí el día más caluroso en la Comunidad de Madrid en los últimos ciento ocho años, que es impropia en los comienzos de julio y que además siguió a otra ola de calor inédita a finales de primavera que parecía agosto. En algunos puntos de España la temperatura se ha igualado a la de algunos puntos del desierto del Sahara. El calor ha llegado incluso a Reino Unido, mientras hay grandes incendios en todo el sur de Europa, y en España ahora mismo hay treinta, la mayoría provocados... Ay, de los tiempos de la antigua Roma en que al incendiario y al pirómano lo mandaban a las galerías subterráneas de las minas de por vida, o en el mundo visigodo, cien latigazos ni más ni menos, lo que podía suponer en ambos casos la muerte temprana. En España la pena más grave para incendiarios y pirómanos no es pequeña, sin agravantes son veinte años de cárcel, con agravantes más... y sin embargo, visto los graves problemas ecológicos que contrae, aparte de sociales y económicos, quizá habría que agravar más la condena, la pena máxima en España es treinta años revisables. En los actuales incendios españoles ya han muerto dos bomberos, y con la ola de calor esta semana se ha hecho famosa la muerte de un barrendero de Madrid con un contrato laboral de un mes, aunque lo cierto es que hay un poco más de ochenta muertes por calor en España a fecha de hoy, lo que multiplica la cifra de años anteriores. Hay que sumarle la pérdida de casas, campos, ganaderías y economías familiares completas allá donde hay incendios.
También esta semana pasada se daba cuenta de un tren de media distancia que al llegar a Madrid sumaba casi lipotimias porque no llevaba aire acondicionado, pero es que los cercanías de Madrid todos los días llevan algún tren que no lo tienen tampoco en funcionamiento o que cuando se acumula gente en hora punta, máxime con los retrasos y las averías que hacen que los pasajeros de un tren se metan al completo en otro que lleva de por sí su propio pasaje, pues no es efectivo y no se nota. Yo mismo la semana pasada vi delante mía el desplome de un pasajeto joven y fui yo quien le echó agua a la cabeza y le atendió mientras una señora le levantaba las piernas.
Hay un cambio climático y efectivamente para frenarlo debemos consumir menos carburantes y menos electricidad, aparte de reciclar, de reutilizar y de reducir en general todo consumo, pero no estoy del todo de acuerdo con lo que hoy hablaban en Cadena SER, no creo que sea responsabilidad exclusiva de los negacionistas, es en buena parte responsabilidad de grandes empresas y gobiernos que no están dispuestos a menguar sus beneficios ni a realizar cambios en los sistemas económicos y sociales. Sí, el siglo XXI parece estar pidiendo a gritos el regreso del intervencionismo del Estado en los negocios, y eso choca frontalmente con todo gran empresario.
Saludos y que la cerveza os acompañe.
Hoy, final oficial de la ola de calor, Sanidad habla de 510 muertos que se pueden contabilizar por calor. Ayer en los incendios un ganadero intentando salvar a sus animales.
ResponderEliminarEsta tarde la cifra aumentó a algo mas de 600.
ResponderEliminarLa cifra oficial ha aumentado a más de 800 y subiendo.
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