Hoy, a la hora de la comida, me han dado la tercera dosis de la vacuna contra la Covid-19. Ha sido en el Hospital Príncipe de Asturias. En todo lo que va de pandemia no he tenido la Covid, ahora con la tercera vacuna supongo que he bajado mucho las posibilidades y que de tenerla en el futuro me sería muy leve.
Varias amistades me han preguntado por qué me vacunaba con la tercera dosis. Lo cierto es que he tenido que solicitarla yo, no es como la pauta de las dos dosis anteriores, que el propio sistema sanitario te llamaba para que fueras a vacunarte. Estoy en la franja de los mayores de cuarenta años de edad que vacunaron con Pfizer, la tercera dosis o de recuerdo estaba muy recomendada para que la solicitara. Lo cierto es que no la había solicitado en diciembre, cuando abrieron la posibilidad. Por entonces trabajaba y no tenía planeado juntarme con nadie en concreto para ninguna cena de Navidad o de Año Nuevo. Desde que he vuelto al desempleo el 1 de enero busco trabajo sin éxito y escucho las historias de algunas otras amistades que sí se han vacunado con la tercera dosis y de algunas opiniones de científicos y periodistas en debates de televisión en su tiempo interminable del monotema, como si no hubiera más noticias. Así pues una de las razones para darme la tercera dosis, lo confieso, ha sido que estando en el paro he considerado que no perdía nada por ponerme la tercera dosis ahora que tengo tiempo y no necesitaría pedir un día u horas libres a nadie. Puede que no sea una gran razón, pero no ha sido mi única razón, también he valorado que otras amistades se hayan vacunado con la tercera ya y lo que dicen que si te contagias con tres dosis puestas, la enfermedad tiene posibilidades muy mínimas de que sea algo grave.
En esta misma semana, entre tanto, se han conocido dos posturas muy diferentes frente a la tercera dosis, o a cualquier dosis, de la vacuna contra la Covid-19 por parte de dos músicos históricos del rock and roll desde la década de 1960. Por un lado tenemos a Neil Young, que amenazó a Spotify con retirar toda su música disponible de esa plataforma si no retiraba los audios de Joe Rogan, un humorista norteamericano muy famoso que arrastra a millones de oyentes, que es negacionista de la Covid-19 y antivacunas. Tras sostener su amenaza un par de días, Spotify no le hizo caso y Young cumplió con retirar su permiso para que su música estuviera disponible en esa plataforma. En consecuencia, Spotify ha perdido varios millones de dólares por la reproducción de la música de Young (en sentido contrario imagino que Young también habrá perdido los ingresos de los derechos de autor de esas descargas). El caso es delicado, pues aunque Young ha obrado en consecuencia con lo que cree moralmente lo correcto, lo cierto es que lo que pedía era impedir la libertad de expresión. Nos guste o no la postura de Joe Rogan, este estaba usando de su libertad de expresión. Otra cosa es si se demostrase que Rogan expande mentiras y bulos a conciencia de ello, especialmente si es con ánimo de lucro. Sin embargo, si Rogan realmente cree aquello que dice, ciertamente usa su libertad de expresión. Pero es cierto que la Covid-19 existe y que las vacunas funcionan, quizá no como se esperaba al principio, pero funcionan. Que tenga millones de seguidores puede alimentar un negacionismo, es verdad, o quizá algunos simplemente le escuchan porque no deja de ser un humorista famoso en el mundo norteamericano. A fin de cuentas, en España tenemos el caso de Miguel Bosé, cuyas canciones siguen apasionando a muchos y cuya postura negacionista es escuchada tanto por negacionistas como por personas que no lo son pero quieren saber (o reírse de) lo que dice.
Y frente a la postura de Neil Young esta semana nos encontramos con la de Eric Clapton. El viejo guitarrista de rock y blues lleva unos años con una vejez cada vez más malhumorada. Quizá todo empezó cuando dejó de hacer giras de conciertos por motivos de salud, aunque lleva una vida, muerte accidental de su hijo incluida, que no ayuda a que con los años vea el mundo de manera amable. Pensemos que Clapton ya lleva dos o tres años siendo el objetivo de muchas personas a las que se les ha atravesado con cosas, por ejemplo, como rastrear y denunciar a todas y cada una de las personas que piratean o escuchan sin su permiso música suya por Internet, exigiendo pagos de multas elevadas, aunque él no necesita el dinero. Y no persigue solo a los grandes piratas, ha saltado a la prensa incluso por denunciar a personas normales y corrientes, humildes, algunas de ellas: personas de su edad que le siguen de toda la vida comprando sus discos. Otro motivo de su persecución en los medios es que declarara que la música de hoy día era como la que se hacía en su época, un 95% mierda y un 5% realmente creativa y creada por sí misma, no solo para lo comercial. Toda la industria discográfica y todos los medios que se dedican a la música le tienen ahora mismo crucificado y la más mínima cosa que haga o diga es potenciado y exagerado en los medios en su contra. Hasta la revista Rolling Stones, que le ha apoyado desde que comenzó a publicarse en la misma década de 1960, le ha retirado desde el año pasado su apoyo incondicional y ya no dice cosas precisamente bonitas de él. No ayuda tampoco que Clapton se haya vuelto conservador hasta el extremo de tener varias amistades partidarias de Donald Trump, o que en una canción junto a Van Halen cante contra los efectos en la población de una noticia mil veces repetida en los telediarios, la de la Covid-19, invitando al oyente a elegir si ser libre o esclavo, en el sentido de si se quiere simplemente repetir lo que no te paran de repetir, o bien si desea liberarse de miedos y pensar por uno mismo con las informaciones recibidas. Uno de sus amigos, un bluesman negro, Robert Cray, rompió su amistad con él al invitarle a aclarar sus palabras y se empeoró todo cuando Clapton dijo que se refería a la esclavitud que practicaban los británicos hace más de doscientos años, y no a la de los campos de algodón estadounidenses, ambas esclavitudes era ejercida contra negros africanos principalmente.
La cuestión es que Clapton no es negacionista, pero esta semana ha sido llamado negacionista de manera repetida. Él ha llegado a vacunarse de las dos dosis. El problema es que él creía en las innumerables noticias que decían que vacunarse era seguro y era lo mejor que se podía hacer. Él fue una de las personas del porcentaje muy minoritario cuya salud reaccionó muy mal a la segunda vacuna. Lo superó, pero desde ese momento comenzó a cuestionar todas las verdades absolutas que no se paran de repetir en los informativos. La postura de Clapton no es contraria a la aceptación de que la Covid-19 existe, ni es contrario a las vacunas, sino que es contrario a las verdades absolutas y a la repetición constante en los medios de comunicación de una sobresaturación de noticias sobre la pandemia y las vacunas que hace que las personas terminen creyendo a pies juntillas absolutamente todo lo que se dice, sin criterio propio porque, de tanto oírlo o verlo o leerlo, se asume todo lo que incesantemente recibes de las noticias sin cuestionarlo ni reflexionarlo ni contrastarlo. No hay que negar, también es verdad, que desde su mala experiencia con la segunda dosis de la vacuna, no es ya totalmente partidario de la vacunación. Clapton, acertado o no, cree que la sobresaturación informativa es un experimento para la manipulación masiva de las personas en plena época de las redes sociales y una libertad de expresión que goza de innumerables canales para ser ejercida con altavoz por una gran mayoría de la población. Cree que la sobresaturación informativa está programada por los gobiernos o por las grandes empresas, como las farmacéuticas. No es lo mismo que ser negacionista de la Covid-19, pero esta semana ha servido para que todos los medios le tachen de negacionista. Dado el mal carácter que se le va poniendo con la edad, Clapton les deja a los anglosajones muy fácil ser el blanco de todo tipo de ataques, como Miguel Bosé en el mundo de habla española, aunque Bosé sí es negacionista.
Pues en este lunes tras la semana de Young y Clapton, cara y cruz de una misma moneda ante la Covid-19, me he vacunado de mi tercera dosis.
Algunas amistades de las que me preguntaron que por qué me vacunaba con la tercera dosis me razonaban que las vacunas son necesarias en el tercer mundo. Y llevan razón. Para poder acabar con la pandemia, al menos como pandemia, para que pase a endemia o incluso a menos que eso, es necesario que la gran mayoría del planeta esté vacunada, decir que todo el planeta lo esté es ilusorio. Creo que ya sabemos que siempre habrá población que no se vacunará, y no precisamente solo porque haya negacionistas. Hay incluso numerosos médicos que se van sumando a la opinión de que la tercera vacuna debe quedar reservada solo a unos determinados sectores de la población. Los de mi franja de edad, por el mero hecho de tener esta edad y nada más, no sería uno de esos sectores. Pero también hay médicos que piensan lo contrario. En todo caso las vacunas que sobran no se reenvían al tercer mundo. Baste con comprar la prensa para saber que cada cierto tiempo se destruyen lotes de vacunas imposible de usar ya y que no se aplicaron cuando debían aplicarlas. Esto no quita para que yo también piense que hay que ayudar al tercer mundo a que les lleguen vacunas y a vacunar.
Dentro de eso, yo me he vacunado de la tercera dosis. Me ha sorprendido que el simple comentario de que iba a hacerlo ha provocado que algunas personas me hablaran a favor y en contra, como si mi decisión personal fuera objeto de un debate vital. Cuando lo comenté en mi propio muro de Facebook a modo de algo intrascendente, y quizá para indicar que yo también me vacuno, alguien me borró automáticamente de su lista de amigos. Eso me llamó la atención. Borrar a alguien de la lista de amigos porque dice en público que se va a vacunar.
Sí, hay algo que se está enrareciendo en el ambiente, es la polarización cada vez mayor de o blanco o negro. Young o Clapton. En algún momento la olla a presión debe dejar escapar el vapor. Hay que destensar en todo.
Saludos y que la cerveza os acompañe.
Nash, excompañero de Young en los años 1960, también ha retirado su música de Spotify una semana después que Young.
ResponderEliminarCrosby y Stills, también compañeros de Young y Nash en los 1960, han retirado su música de Spotify.
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