Últimamente he estado leyendo bastante poesía de época romana, pero me he acercado mucho a los neotéricos del siglo I antes de Cristo, de la época del final de la República Romana y el comienzo del Imperio Romano. Muchos tomaron por referencia a poetas griegos de siglos anteriores, como pudo ser la poetisa Safo y el poeta Calímaco. Me han llamado la atención gente como Marcial, pero de esto ya hablé en la Noticia 2072ª. No me acuerdo ya si fue a finales de año o a comienzos de este que compré en la Librería Diógenes el libro Poesías, que escribió Catulo en la época de Julio César. Lo he estado leyendo con detenimiento y con sus análisis a lo largo de este mes. Aparte de haberlo disfrutado, me ha llevado a escribir algunos poemas siguiendo algunos de los códigos neotéricos, pero adaptados a la poesía actual y contracultural del siglo XXI. Me ha parecido divertido.
Aquella poesía de los neotéricos era muy transgresora. La época en la que se escribieron era una época donde un sistema político, con todos sus códigos éticos y morales, y con todo su orden social, se desmoronaba de manera paulatina, incluyendo una guerra civil, para ir abandonando el orden de la democracia de la República para ir adquiriendo una acumulación de poderes en la figura de Julio César, hasta que se le consideró un dictador vitalicio, un aspirante a restaurar la antigua monarquía de siglos atrás, razón por la cual fue asesinado por los senadores, entre ellos su hijo adoptivo, Bruto. Eso llevó a otra guerra civil encabezada por sus herederos políticos en persecución de los cabecillas de los asesinos, de los golpistas, y esta misma guerra acabó en un enfrentamiento directo entre Marco Antonio y César Augusto, con Cleopatra en medio, el cual acabó con la muerte de Marco Antonio y Cleopatra y la entronización paulatina de Augusto como emperador, por acumulación de títulos y cargos, finiquitándose así la República y comenzando el Imperio, con unos valores totalmente diferentes a lo que hasta ese momento se había vivido.
En esas décadas surgieron los neotéricos cuestionando el orden jerárquico de las clases sociales de los caballeros (los equites), que eran las familias más pudientes y comerciantes o bien latifundistas. Los poderes provinciales iban cayendo en favor de la centralización del poder. Las mujeres iban rompiendo algunas tradiciones, sobre todo en el mundo urbano, más que en el rural, para comportarse de una manera más libre respecto a los varones de su familia o de sus parejas. Efectivamente, lo sexual también vivió un gran cambio. La República no era aquella época de bacanales y orgias que tanto han promocionado películas y libros de siglos posteriores. De hecho, bacanales y orgias son más bien propias de determinados ambientes sociales de algunas épocas del Imperio, de determinados reinados imperiales. Sin embargo, en época del Imperio mujeres y hombres sí se ven más libres de acción sobre todo en mundos urbanos, como se ha dicho. Así por ejemplo, el sentido de virilidad no era exclusivo del hombre, aunque se ataba al hombre habitualmente. Se refería a quien tomaba la parte activa en cualquier tipo de relación, no solo sexual, también en política, negocios, guerra, peleas, en cualquier actividad humana. Más allá, un hombre podía ser considerado viril incluso si tenía amantes hombres, siempre y cuando fuera la parte activa, nunca la pasiva. Y en este sentido podían surgir casos en los que una mujer fuera viril, lo que humillaba en mentalidad de aquella época al hombre. Un ejemplo, si la mujer tomaba la iniciativa en besar al hombre era algo aceptado, pero dejaba en mal lugar al hombre, o bien si un hombre pedía un beso a una mujer, se le consideraba pasivo por ser dependiente de ella, y no activo, o sea: tomarlo por sí.
Las relaciones amorosas del mundo más conservador romano chocaron con las costumbres amorosas de otros pueblos conquistados, sobre todo de los griegos, tendentes al equilibrio, pero también de pueblos como los íberos y los galos, más pasionales y que tenían ideas de la sexualidad parecidas a las actuales. Ese mundo romano comenzó a cambiar. Para tener una idea, el mundo conservador romano de época de la República tenía también por ideal el equilibrio platónico, mediante el cual el objeto de los emparejamientos era la procreación, por lo que no era raro que se aceptara que alguien también fuera con otras u otros amantes. Las relaciones sexuales no tenían en sí mismos tanto una noción de relación dentro de unos sentimientos de amor afectivos, aunque existirían, sino que la relación sexual era algo más mecánico en el sentido de satisfacer un placer y adquirir el equilibrio. De ahí la normalización de determinadas prácticas sexuales y relaciones que hoy día chocan con sectores de tradición judeocristiana.
En la época en la que hablamos los neotéricos apuestan también por romper con esas reticencias de quién es viril y quién no, o en otras palabras quién es activo y quién pasivo. Catulo, por ejemplo, pide sin recato a su amada Clodia, a la que apoda Lesbia, que le dé besos, lo que escandaliza a un par de senadores por pedirlos públicamente en poemas publicados, como el propio Catulo denuncia amenazando a estos senadores con darles por la boca y por el culo por considerarle poco viril por pedir besos a una mujer. Tal poema es más complejo, porque bien leído lo que viene a decir Catulo a estos senadores es que no hay que tomar literalmente lo que se dice literariamente, aunque lo cierto es que Catulo le pedía besos a Clodia.
Con ese ejemplo sirva de ejemplo algo de la ruptura trasgresora de los neotéricos del final de la República. El orden de valores morales y éticos eran trasgredidos en sus creaciones, el orden social en sus actitudes. Ponían de relieve como caía en crisis un mundo republicano y comenzaba otro, donde, por ejemplo, las relaciones de favores personales, como los del sexo, posicionaban a personas en lugares de poder o de influencia que anteriormente les eran bloqueados por los equites y los senadores.
Me parece una poesía muy trasgresora que incluso se atreve con usar lenguaje soez hasta para hablar de políticos importantes de la época, no siendo unas épocas donde la crítica política fuera garantía de inmunidad y continuidad de la vida propia. Para mí es una poesía muy cercana a la contracultura de los siglos XX y XXI. Tiene alguna cosa incluso más audaz. Por eso me he adentrado aún más en ella y me ha llevado a escribir algunos poemas en ese sentido, pero adaptados a unos modos más míos y de nuestros tiempos. Catulo me parece un Bukowski del siglo I a.C.
En el mundo de los neotéricos se tambalea también la noción de que exista la justicia. A veces parecen caer en un cuestionamiento sobre los dioses, su existencia o bien su influencia en la vida humana. encumbran las juergas y la vida crápula. Critican duramente a los que solo se preocupan por acaparar dinero pasando por encima de cualquiera y de cualquier valor humano. Pero a la vez, en lo que respecta al menos a Catulo, quedan algunos resabios de esos valores tradicionales, pese a que estén en continuo tambaleo. No terminan de sentirse cómodos ni con el mundo que van dejando, ni con el mundo por venir. Los valores de uno y otro les llevan al sarcasmo y a la ironía, a la crítica sucinta y al abandono a la vida terrenal del momento. Son poetas de un mundo que les rodea en cambio, pero también con un mundo interno en crisis por la propia crisis de ese mundo en cambio.
Pero para daros un ejemplo de uno de esos poemas que me han atraído de Catulo, aquí os comparto uno, donde en cierto modo provocador da fe de esa libertad de elección de pareja que iban adquiriendo las mujeres en esas décadas romanas, y que podrían enganchar con humor perfectamente con el hoy. Tiene también otros temas, pues esas relaciones sexuales en el mundo conservador romano entendido como intercambio de favores se fue trocando según la gente iba acercándose al apoyo a un poder imperial en un intercambio de bienes (ya fuesen objetos materiales o cuestiones físicas personales), aparte de que Rufo podía ser o bien un político de los que entraron en conflicto con César o bien un poeta de una corriente contraria a los neotéricos, apegado a la poesía tradicional, de héroes, mitología, odas, valores conservadores, etcétera.
Tampoco tienes que admirarte, Rufo,
de que no haya mujer que esté dispuesta
a colocar sus muslos delicados
debajo de tu cuerpo, aunque la tientes
con el regalo de una fina tela
o el encanto de piedras deslumbrantes.
te perjudica cierta habladuría:
según la cual habita en tus sobacos
un terrible cabrón. Todos lo temen.
Y no me extraña. Mala bestia es esa
para que una mujer bella se acueste
a su lado. Por tanto, moraleja:
elimina esa cruel peste olfativa
o no te admires más cuando te esquiven.
En otro poema, más político, pero entrando en la metáfora obscena y quizá en el ataque, respecto a Pompeyo, enemigo de César en la guerra civil, pese a haber gobernado con él en el triunvirato, dice:
El primer consulado de Pompeyo:
entonces, Cinna, estaban con Mecila
dos tíos. Otra vez lo hicieron cónsul
y siguieron los dos, pero esta vez
surgieron un millar por cada uno.
El adulterio da semen muy fértil.
Mecila sería una mujer emparejada o emparentada con uno de los dos. Probablemente con Cinna, otro de los políticos de la época. Se hace así una crítica política de la época mediante una ofensa obscena y bronca sobre el adulterio cometido con Mecila, probablemente por Pompeyo, siendo Cinna uno de sus socios políticos y militares, por tanto dejando insinuar que Cinna consentía el adulterio y compartía sexualmente en trío amoroso o sexual, cosa que Mecila sería parte pasiva pero colaboradora. Es en realidad un lenguaje literario que no tiene porqué corresponder con la realidad de los hechos, pues es evidente que es un poema obsceno y con humor que transgrede a Pompeyo y a Cinna, enemigos de César, al que, por otro lado, en otros poemas, también atacará Catulo por sus ambiciones, por ejemplo en Bretaña. El último verso, que nos da la picardía que le aproxima a lo contracultural de hoy día, por si no fuera poco el resto del poema, se ata al primer verso, que era algo muy de los neotéricos en su idea de crear círculos. El primer consulado de Pompeyo le habría proporcionado muchos seguidores. Pensemos que en ese primer consulado, ya lejano, Pompeyo ganó mucha popularidad ya que fue cónsul sin ser equite, lo que le transformaba en el primer ejemplo de un romano que podía ascender a lo más alto sin necesidad de venir de una familia tradicionalmente dedicada a la política por las normas sociales. En aquel primer consulado, además, Pompeyo libró a la República de un gran problema de piratería en el Mediterráneo. Pompeyo formó triunvirato con César y entró en conflicto con este, ya que César, por medio de sus victorias militares en otras guerras, acumuló poderes y representaba unos intereses de clase que le iban aproximando a esa concepción de finiquitar la República y crear una nueva clase de poder en una nobilitas, los nobles que se crearían a partir de una clase militar útil y jerarquizada. Mientras que Pompeyo seguía defendiendo los valores de la República. Entre todos estos asuntos, incluido la acumulación de dinero por medio de sus guerras por parte de César y sus seguidores, va surgiendo la crisis de la República y se multiplican los seguidores de Pompeyo entre los que querían mantener esa forma de gobierno. De ahí el primer y el último verso en este poema entre lo obsceno y la crítica política y el insulto personal. Lo cierto es que la crisis de la República venía desde el comienzo del siglo I antes de Cristo, con la dictadura de Sila, con la cual ya apareció por primera vez un muy joven Julio César en el ejército en los últimos momentos de aquella dictadura.
Como sea, ese poder de transgresión poética, entre lo obsceno y lo meditado, para que lo obsceno no sea simplemente un montón de barbaridades, sino algo que tiene de fondo un mensaje real, me recuerda a esa contracultura del siglo XX en la cual yo también he escrito, y me la refresca desde una perspectiva de poesía clásica, con unos patrones que se repiten, como el dirigirse a alguien concreto, plantearle un problema sobre sí, hacerles una amenaza o pregunta, y resolver el poema con una barbaridad que en realidad vuelve sobre el principio desvelándonos que no era tanto una barbaridad como un problema y una solución planteados desde unas metáforas y unos símiles habitualmente entre lo obsceno y lo insultante, pero siempre desde el sentido del humor. Y alguna cosa he escrito así estos días, ya digo. En eso he estado con estas lecturas.
Saludos y que la cerveza os acompañe.
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