El primer libro que me publicaron fue Relatos de la Gran Guerra, con historias ficticias ambientadas en la Primera Guerra Mundial, así que no he podido resistirme a ir al cine para ver la nueva película de Sam Mendes, 1917. El llamado cine inclusivo se supone que alcanza su máxima expresión en este largometraje gracias a un falso plano secuencia que nos ocupa las dos horas seguidas de la película. El efecto es bastante bueno porque aparte de parecer que se trata de un auténtico plano secuencia, logra que psicológicamente el público se introduzca en la historia que se nos cuenta al acompañar a sus protagonistas allá a donde van.
Interpretaciones, ambientación, dirección y dirección artística, producción, iluminación, fotografía, vestuario, montaje, producción, guión... todo es perfecto en esta película que se merecería ser la gran ganadora de los premios Oscars. Quizá sea la película que mejor refleja el aspecto de la Primera Guerra Mundial que trata de reflejar. Estamos ante el equivalente a Salvar al Soldado Ryan (Steven Spielberg, 1998) para las nuevas generaciones. Yo tuve la suerte de ver las dos en el cine, pero hay que reconocer que esta va más allá, trata de dar una historia no sólo verosímil, sino que trata a la guerra sin necesidad de recurrir a una historia épica, como hizo Spielberg, simplemente: crudeza y no precisamente por imágenes crudas de los efectos de los bombardeos o de los disparos, la violencia psicológica que supone la guerra en los individuos queda totalmente plasmada. Al acabar la película todo el público estaba callado, abandonaba todo el mundo la sala o hablando muy bajito o en silencio.
Puesto que sólo lleva una semana en cartelera me parecería una falta de respeto al lector interesado en verla comentarle alguna escena. Durante la primera mitad de siglo XX la prensa dedicada al cine escribía sus artículos entendiendo que el lector ya había visto el metraje, por lo que no importaba escribir desgranando todo. Se suponía que quien compraba esas publicaciones ya había visto las películas. Eso es algo que aprendí en mi paso por el archivo personal de Luis Buñuel, pero desde la segunda mitad del siglo XX se fue afianzando cada vez más el no desvelar nada de las tramas, se pone en valor la sorpresa, porque esas publicaciones ya no se realizan de cara al análisis cinematográfico, si no de cara a interesar a un posible espectador que pague la entrada de cine o el pase cibernético.
Como sea, lo que sí podría comentar es que el principal de sus valores, el recurso al plano secuencia, puede entenderse también como un valor propio del siglo XXI que ataca al cine: el entender la película a modo de videojuego. Puede parecer raro esto que digo, pero en realidad no lo es tanto. Al presentarse la trama tal como se presenta, parece un guión elaborado como se elaboran algunos videojuegos donde tú sigues en una misión a otro personaje, pasando situación peligrosa o misteriosa tras otra. No es algo nuevo, hace años que las formas narrativas casi de videojuego se infiltraron en el cine, pensemos que Gladiator (Ridley Scott, 2000) es prácticamente el planteamiento de un juego de combates donde pantalla a pantalla pasas a un adversario cada vez más poderoso, o, en un giro del acontecimiento, las películas de Star Wars, desde su regreso en 1999, no es que se planteen como argumentos de videojuego, pero sí presentan escenas de acción aptas para crear videojuegos, véase por ejemplo la escena de las carreras de vainas en Tantooine en el Episodio I.
A fin de cuentas lo inmersivo, que la persona se sumerja en la historia, es algo muy evidentemente propio del mundo del videojuego. Puede que ese afán actual porque el producto cultural implique que el individuo se vea envuelto en ello o que pueda decidir sobre ello sea signo del siglo XXI, no sólo en videojuegos o en películas, también está en plataformas audiovisuales y musicales, por ejemplo. Obviamente en este largometraje se nos presenta una trama, una historia a la que seguir, lo que la une aún a las formas de cine hasta ahora conocidas, a mi juicio: para bien.
Desde mi trabajo actual con los fallecidos, heridos y mutilados de las guerras de Cuba en el siglo XIX, algunas de las escenas de esta película me eran diariamente narradas y conocidas, especialmente el hospital de campaña. Pero también a través de las lecturas e investigaciones para la creación de los relatos que escribí para Relatos de la Gran Guerra.
Recomendable película. Siento no poder deciros mucho más, dado que posiblemente no la habéis visto aún muchos. No la dejéis pasar. Hay que verla en pantalla grande.
Saludos y que la cerveza os acompañe.
Hay dos valores que mueven la película, el sentido de una unión por lo que se vive en común y el sentido del deber y el compromiso con la persona con la que te ves unido por lo vivido. De paso, el sentido de la honestidad: cuando le dices a alguien que se va a hacer tal y hacerlo, y no eso de: "ayúdame a hacer tal cosa" y realmente no tener intención honesta ninguna, ni siquiera de hacer esa cosa.
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