Hace mucho tiempo que no escribo de bares. La cosa es que han cerrado muchos, abiertos otros... aunque los que han abierto no llegan a entusiasmarme al cien por cien. Se pierde una esencia que había para ganar otra emperrada en tapas de comida que, encima, es más impostura de cara al turista o al recién salido de un taller de restauración, que realmente un espíritu entrañable, de oficio, de vida. Tal vez sea porque mucha gente cree que en los bares estará su futuro para hacer dinero, pero un buen bar es algo más que hacer caja, y eso el cliente lo termina notando. Como sea, al margen de esta reflexión, algunas notas de bares que no son nuevos.
Empiezo con uno de Madrid capital antes de venir a Alcalá de Henares. Los Chicos, se encuentra en la calle Guzmán el Bueno, nº 33. Lo conocí en enero, me lo recomendó mi compañera de trabajo un viernes tras toda la semana trabajando. Se me ocurrió ir a tomar una caña, la típica caña de final de semana trabajando, antes de volver a casa. No está relativamente lejos del Archivo General Militar de Madrid, digamos que a diez o quince minutos andando. La cosa es que la zona donde se encuentra tiene fama de cara, pero este bar es asequible. Además, resulta que la recomendación iba apuntada a diana, porque es uno de los bares conocidos y reconocidos de la capital. Está catalogado como uno de los mejores bares de patatas bravas. El secreto es en cómo elaboran ellos la salsa. Está tan lograda y es tan diferente y tan cuidada que, incluso para el cliente que lo desee, puede comprarles un bote para su casa, ellos te la ponen en el bote directamente de sus perolas. Lo cierto es que la salsa me recordó en cierto modo a la de las patatas bravas del bar A por las bravas, desaparecido a finales del año pasado en Alcalá de Henares, pero tenían algo diferente. Ambas son de premio indudable. Y si vais a probar si es cierto lo que digo, no temáis, parece ser que patatas bravas es la tapa que te van a poner sí o sí. Por otro lado, las camareras trabajan sin parar, así que no tienen tiempo para hablar con la clientela. Esto hace que el mote de la carta: "fábrica de patatas bravas" cobre un sentido casi literal. Una cocina y otra atiende. Aún con todo, aunque fuese sin parar, sí vi que mantuvieron conversaciones breves mientras hacían sus cosas con clientes que debían ser o de aquel barrio o habituales de los trabajos de alrededor. Los demás, sonriamos, somos aves de paso. Normal. Por cierto, parece ser que el tinto de verano también es apreciado por quienes lo han probado.
Bueno, de vuelta en Alcalá de Henares me descubro a mí mismo que aunque esporádicamente he ido a este bar desde hace unos años, nunca he escrito de él. Se trata del Ágora, en la avenida Caballería Española. He ido a este lugar incluso desde antes de una reforma que le hicieron, que ya tiene un tiempo. Normalmente he ido, esporádicamente, repito, con alguna amistad y siempre en un contexto cultural de algún tipo que implicaba esa zona, o bien por alguna visita que debía hacer allí. La cosa es que, salvando las distancias de lo que aquello fue, a mí me hace pensar en una especie de continuación de bar cultural del extinto El Laboratorio. No llega a los niveles de aportes y de conexiones y complicidades que hubo en aquel lugar, tampoco como referencia, pero sí que es cierto que quien lo conoce sabe que el Ágora es un bar con un aporte importante de apoyo a la cultura de Alcalá. Allí se ven cuadros expuestos, hay biblioteca a disposición de la clientela, juegos, revistas, puedes presenciar recitales de poesía, encuentros literarios, recitales de cantautores (yo al menos vi uno hace años dado por una pareja de estudiantes de Estados Unidos) e incluso actos de presentación, por ejemplo de proyectos participativos creativos (no mencionaré el más reciente, por ser aún reservado, obra de unos amigos de varios años ya también). Por supuesto tiene zona de bar, cafetería y de restaurante, ofrecen tapas que ellos mismos han diseñado y, si no lo han quitado, un billar (ya hay pocos bares con billar en Alcalá). Es un ambiente agradable. Los dueños y camareros son atentos. Siempre se agradece un bar que apueste por la Cultura... aunque yo echo de menos La Vaca Flaca, El Laboratorio, el Flamingo, La Chata o si se me apura en ese sentido también el Deltoya. Pero en fin, el Ágora aporta su parte y hay que reconocer que lo da todo, eso tiene mérito, aunque su ambiente no termine de resultarme como el de aquellos. Quizá sea también porque los ámbitos creativos más cercanos a mí se encuentran más frescos en los sitios similares a los citados, mientras que el Ágora ha atraído a otros ámbitos creativos con otro estilo. Puede que sea eso, cuestión de estilos, pero eso no lo desluce para nada. Siempre tiene mérito.
Hace ya unos años que la saturación de bares pensados para el turista, o para lo "pitiminí", en el centro de la ciudad ha destruido una forma de socialización, de ser, de cultura de la gente de aquí, y además han encarecido los precios y llevado a que todos los bares sean de tapas a cada cual más pensada para que comas pan o para que comas lo mismo que en los treinta bares de alrededor, con una presentación que la veas bonita, ya. Y que además abandonan el ambiente familiar y de tertulia. Todo es como una fábrica. Hasta el punto que yo he llegado a oír a dos camareros de la Calle Mayor refunfuñar entre ellos porque alguien se acababa de terminar su cerveza y no se había levantado nada más acto seguido para que ocupara la mesa enseguida otro cliente que consumiera otra cosa. Penoso, pero cierto. Pero hablar de estas cosas, ¿con quien? Nadie preocupado por esa Alcalá que se quiere mostrar hará nada, porque realmente estos detalles, aparte de difícil de atajar, ¿para qué los van a quitar si precisamente es una fábrica de turista y consumo rápido lo que se quiere? Como sea, el tema sería mucho más profundo para poder tratarlo e incluso lo que acabo de escribir necesita de acotaciones y profundizaciones. A lo que voy, hace ya un tiempo que no soy el único que piensa que en Alcalá, si quieres tomar un aperitivo lo mejor es que te vayas a los barrios y abandones el centro de la ciudad. Así de triste, así se pierde aquello que nos hizo peculiares, pero así de real, medallas mediante de cualquier ayuntamiento y partido ávidos de medallas en turismo. El síndrome de Venecia... o el de Toledo, el del parque temático. Hay peligro de caer en ello. Como sea, yendo a los barrios y sus precios normales y no inflados, en la Plaza San Francisco de Asís hay dos o tres lugares interesantes. El Bar Cafetería A'May ocupa el bajo de uno de los edificios de la plaza y tiene salida a esta plaza y a la calle paralela. No es que sea gran cosa. No dan tapas, dan en todo caso pinchos, algo pequeño para saborear y ya está. A mí lo que me atrae de este sitio, y no voy mucho, es que es un lugar tranquilo para tomarse un café. Tiene música rock y pop, lo que contrasta con las típicas televisiones con fútbol o telediarios del barrio, y contrasta también porque siendo un bar de barrio, donde la gente se conoce, es un ambiente con una presentación agradable como para quedar con alguien a tomarte ese café, como en tiempos de El Perro Verde, sólo que no es El Perro Verde, no llega a ello... Lo regenta una familia y conocen a su clientela.
Pongámonos ahora en el caso de los kioskos bar. En Alcalá había varios, pero llegó el actual ayuntamiento, se sacó inspecciones por doquier alegando normativas y se cerraron. Eran kioskos entrañables de toda la vida, desde finales de los años 1970 y de la década de los años 1980. La cosa es que los están recomponiendo poco a poco. El caso más conocido fue el del Parque O'Donnell o el del chiringuito final del Paseo de El Val, pero ha ocurrido en otros lugares, por ejemplo en avenida Reyes Católicos, dando con la nominada e inexistente Plaza de Santa Ana (que ahora se remarcará más su existencia con una rotonda que dará paso a otra rotonda seguida, literalmente). Por lo que sé, también va a ocurrir en breve con el del Parque Magallanes. El de Reyes Católicos ahora ha tomado el nombre de kiosko de Puerta de Santa Ana, y lo regenta una persona que estaba en el paro y lo apostó todo por este negocio, que previamente lo tenían otras personas que, sinceramente, tampoco les había ido bien en la vida (hasta donde sé, uno de los dueños anteriores fracasó con una pollería). Los precios son más bien caros, si le pides una cerveza en caña te sirven un tercio en copa y te lo cobran como un tercio, las tapas son más de lo mismo de lo que hay en el centro de la ciudad, para poner el kiosko quitaron un trozo de zona verde del parque donde se encuentra para poder instalar asfaltado donde colocar las mesas de su terraza exterior, además tomaron un poco más de terreno de zona peatonal del que tomaba el anterior kiosko... ¡Ah, sí!, se me olvidaba: en todos estos casos se tiran los kioskos anteriores y se vuelven a construir ampliados, más modernos y más amplios... Si no fuera porque algún amigo que ideó esto me dirá que no lo es, a mí me huele a gentrificación... o al menos a: fuera lo de toda la vida, ahora otra cosa nueva y habrá que pagarla, que es nueva. Realmente no tengo nada contra este kiosko, ni contra otro, no tengo nada en cuanto a las personas que lo llevan o los vayan a llevar, pero no me gusta como se han hecho las cosas. Además, estos kioskos no pararon de usarse por las personas de los barrios, estaban pensados precisamente para eso, no es algo casual que se encuentren al lado de zonas de ocio infantil. Ahora, con estos giros, parecen pensados para otra cosa, tarjetas de presentación. Magallanes-Complutum, Reyes Católicos/Santa Ana-entrada obligada rotonda mediante y peatonalización zona centro. Y además, ¡qué leñe!, que me molestó y enfadó mucho que quitaran un trozo importante de zona verde con sus setos, césped y árbol para que lo ocupara una nueva invasión de suelo para terraza de bar. Suelo público para suelo privado... y encima suelo público verde, vegetal, en un parque que además ha sufrido la tala de varios árboles, setos y corte de césped para construir rotondas... ¡Hasta tres seguidas en ese espacio mínimo entre Reyes Católicos/Núñez de Guzmán-Santa Ana-Andrés Saborit! Que no, que no debería haber sido... para un parque bonito que hay en la entrada del distrito.
La Mezquita, un clásico de Alcalá aunque mucha gente no la conozca. Empezaron con un local en los años 1980 en la avenida Nuestra Señora de Belén. Atendieron durante muchos años a los trabajadores que se levantaban de madrugada para ir a trabajar a otras ciudades, y luego cuando regresaban, y los fines de semana para aperitivos con sus familias. la cosa les fue bien y pusieron un Mezquita II en la misma avenida. Ahora se dedicaban a poner tapas de pescado, frituras, callos, alitas de pollo, torreznos, pancetas... cosas así. La cosa les fue y pusieron un Mezquita III dentro de las calles del barrio de El Juncal. Al final, con la llegada del euro en el 2002, el primer local lo traspasaron (tras varios ir y venir actualmente es una churrería pensada también para las madrugadas y los fines de semana, la lleva otra gente con otro nombre). La Mezquita III la mantuvieron y la alquilan a una gente que la lleva para sí pero con ese nombre (mantienen la marca, que dirían los economistas, tal vez para que en un futuro los dueños originales vuelvan a hacerse cargo de ella sin haber perdido clientela ni nombre). Por muchos años, La Mezquita llevada por los dueños originales (un padre y sus tres hijos, con camareros y cocineras contratados) era ya sólo la que quedaba en Avenida de Nuestra Señora de Belén. El único bar de tapas y raciones de la zona, aunque los bares de alrededor ponían y ponen pinchos generosos, otros sólo lo ideal para picotear. Ampliaron el local, instalaron televisiones para el fútbol, acogieron clientela del barrio de toda la vida, diversas razas, religiones, sexos y profesiones. Un barrio de barrio y de currelas de toda la vida. Un ambiente propio de la zona. La cosa les ha ido bien, pues hace apenas uno o dos meses, se han lanzado a abrir otro Mezquita (vuelven a ser tres) esta vez en la calle San Vidal, donde estaba el bar La Fuente. Esta nueva es la más grande de todas, pero sigue el espíritu de la de Nuestra Señora de Belén. Ahora bien, la clientela de allí es gente, quizá, si bien trabajadora, digamos que de otro tipo de educación, quizá más apto para lo que el resto de la ciudad está acostumbrado. Sea como sea este bar es un acierto. Son buena gente, resabiados, son muchos años de bar familiar, son baratos y saben cómo es el negocio, cómo es la gente, cómo son los sitios, y cómo ha de ser los tratos. Particularmente me parecen un acierto. Mi padre iba mucho a este lugar, hasta que cambiaron de la peseta al euro, y mi madre tengo constancia de que iba alguna vez con alguna vecina y que conmigo fue bastantes veces en viernes o en sábado atardecer para tomarnos raciones de pescado frito, chipirones y calamares (cada uno pagaba lo suyo, a menudo la invitaba yo). Esta gente también era quien solía ganar la licencia del kiosko de verano del Parque Magallanes. Eran la única terraza de verano en todo el barrio. Era difícil encontrar sitio. A mi madre le gustaba bajar conmigo y, antes de salir con mis amigos en fin de semana, estábamos un rato en el parque, en los bancos, hablando, con el fresco, y muchas veces a ella se le ocurría que le apetecía bajar al kiosko a tomar algo. Al final terminaba pidiendo alguna ración, aunque yo siempre traté de enseñarle que antes de pedir la ración esperara a ver qué y cómo de tamaño era la tapa. Le hacía ilusión. Creo que era de las pocas veces que ella decidía tomar una clara con limón, y llamaba a sus amigas, vecinas nuestras, para acompañarnos. Mucho más atrás en el tiempo, en ese kiosko hicimos una celebración familiar. Supongo que todo aquello, todo aquel ambiente y ese lugar, un tanto de Verano Azul, desapareció con la piqueta del ayuntamiento en mano y sus nuevas ideas de cómo debe ser, y pondrán otro de esos kioskos acristalados que abusarán de los precios y nos traerán panizos y pitiminís para consumir. Aquellos atardeceres de barrio... Bueno, en fin, son recuerdos.
Saludos y que la cerveza os acompañe.
Preciosa la última parte...qué Buenos recuerdos
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