En 2016 colaboré con la poetisa y fotógrafa Sofia Winter en la escritura de una novela que provisionalmente se llamó Historias insignificantes, aunque una vez terminada llegamos a presentarla con tal título a un concurso literario. Se trataba de una novela suya de la que me abrió la puerta para escribirla juntos. Tardamos varios meses en hacerla, con forcejeos de cómo debía ser, parones, la eliminación de capítulos enteros a media novela escrita para volverla a replantear, discrepancias de ideas y consonancias, reescritura de capítulos, revisiones interminables, choques personales y el triunfo de la fuerza de nuestra amistad pese a los atorbellinados y clamorosos roces en la creación de esta novela...
La idea era una idea original de Sofia Winter. Yo no sabía cuál era la dirección de la historia a narrar, ni la historia. Me iba enterando sobre la marcha, según me presentaba sus capítulos. Ella escribía los capítulos de la vida real de la protagonista y yo debía escribir lo que serían las reflexiones, su mundo interior. Sofia me daba unas indicaciones de qué debía ocurrir en la mente de la protagonista, que se balanceaba a veces entre una personalidad filosófica y otras en otra más poética apuntando hacia el cuento infantil, pero siendo adulta. A veces me presentaba el capítulo suyo ya escrito, pero era las menos de las veces, otras veces me presentaba un fragmento o no me presentaba nada. Yo escribía, ella leía y luego me decía si se quedaba lo escrito o si debía cambiar algo. Ahí, según íbamos viendo como crecía el personaje, podíamos entrar en discrepancia o en acuerdo. Principalmente prevalecía el punto de vista de Sofia, ya que era una historia creada por ella y era ella la que sabía la dirección de todo el conjunto, yo el conjunto lo descubría a tiempo real que se construía el relato.
Fue una creación con momentos de mucha consonancia y de otros momentos más bien duros y de discrepancia, pero la colaboración fue buena. Me parece una muy buena novela. Ahora bien, esto ocurrió en 2016, en pleno 2018 Sofia todavía piensa que debemos volver a cambiar el resultado final, volver a reconstruir capítulos, quitar algunos, poner otros, cambiar el final, mover personajes... Yo sigo pensando que la novela está bien como está, si bien necesita una revisión ortográfica y sintáctica, y si tengo que ceder un poco: quizá un poquitín de revisión de estilo, aunque esto no me agrade tanto, esto, eso sí, por parte de una posible tercera persona, una correctora que en todo caso su trabajo final sea aceptado o no por nosotros, los autores.
La novela está inédita. Yo creo que se debiera publicar, pero Sofia al pensar que necesita cambios piensa lo contrario. De todos modos, hoy por hoy la novela está parada desde aquel 2016, se ha quedado tal como la dimos por acabada en aquel momento. Así que de momento está escrita, montada, acabada, aunque en el futuro pudiera recibir cambios o no. Como sea, hoy le pregunté a Sofía si podía y le apetecía que publicara uno de los capítulos que escribí yo. Le pareció bien. Asíque puede que nos sirva también de termómetro ante el público lector, si es que vosotros, lectores, expresáis vuestra opinión. Obviamente no vais a saber de qué va la novela leyendo sólo este capítulo. La novela es algo experimental, al combinar capítulos de vida real de la protagonista ficticia con capítulos de reflexión interior de esa misma protagonista. En el 1º de Mayo, Día del Trabajador, os presento este capítulo inédito de la novela inédita de Sofia Winter y mía, Daniel L.-Serrano "Canichu". Fue un trabajo intelectual arduo y lleno de una historia de proceso de creación digno de su propio relato al estilo biografía, o biopic, como se dice en términos de género cinematográfico. Escribir es un trabajo y requiere de todo tipo de tiempos diversos y diferentes a desarrollar, a tener y a vivir para poder ser posible. Hace un año que ando un tanto falto de estos tiempos para poder trabajar y para poder trabajar correctamente.
Ya nos contaréis. Esperamos que os guste, aunque os deje incógnitas acerca de qué va la historia. Y aunque nos gustaría saber vuestra opinión, de momento no hay visos de que la novela vuelva a moverse o pueda publicarse, eso requiere de un proceso de creación a retomar por Sofia y por mí, principalmente de Sofia, y eso es parte del biopic de esta novela que no conocemos cómo será y si será. Yo por mí, ojalá tuviéramos un resultado final que convezca plenamente y se pudiera publicar. Saludos y que la cerveza os acompañe.
La idea era una idea original de Sofia Winter. Yo no sabía cuál era la dirección de la historia a narrar, ni la historia. Me iba enterando sobre la marcha, según me presentaba sus capítulos. Ella escribía los capítulos de la vida real de la protagonista y yo debía escribir lo que serían las reflexiones, su mundo interior. Sofia me daba unas indicaciones de qué debía ocurrir en la mente de la protagonista, que se balanceaba a veces entre una personalidad filosófica y otras en otra más poética apuntando hacia el cuento infantil, pero siendo adulta. A veces me presentaba el capítulo suyo ya escrito, pero era las menos de las veces, otras veces me presentaba un fragmento o no me presentaba nada. Yo escribía, ella leía y luego me decía si se quedaba lo escrito o si debía cambiar algo. Ahí, según íbamos viendo como crecía el personaje, podíamos entrar en discrepancia o en acuerdo. Principalmente prevalecía el punto de vista de Sofia, ya que era una historia creada por ella y era ella la que sabía la dirección de todo el conjunto, yo el conjunto lo descubría a tiempo real que se construía el relato.
Fue una creación con momentos de mucha consonancia y de otros momentos más bien duros y de discrepancia, pero la colaboración fue buena. Me parece una muy buena novela. Ahora bien, esto ocurrió en 2016, en pleno 2018 Sofia todavía piensa que debemos volver a cambiar el resultado final, volver a reconstruir capítulos, quitar algunos, poner otros, cambiar el final, mover personajes... Yo sigo pensando que la novela está bien como está, si bien necesita una revisión ortográfica y sintáctica, y si tengo que ceder un poco: quizá un poquitín de revisión de estilo, aunque esto no me agrade tanto, esto, eso sí, por parte de una posible tercera persona, una correctora que en todo caso su trabajo final sea aceptado o no por nosotros, los autores.
La novela está inédita. Yo creo que se debiera publicar, pero Sofia al pensar que necesita cambios piensa lo contrario. De todos modos, hoy por hoy la novela está parada desde aquel 2016, se ha quedado tal como la dimos por acabada en aquel momento. Así que de momento está escrita, montada, acabada, aunque en el futuro pudiera recibir cambios o no. Como sea, hoy le pregunté a Sofía si podía y le apetecía que publicara uno de los capítulos que escribí yo. Le pareció bien. Asíque puede que nos sirva también de termómetro ante el público lector, si es que vosotros, lectores, expresáis vuestra opinión. Obviamente no vais a saber de qué va la novela leyendo sólo este capítulo. La novela es algo experimental, al combinar capítulos de vida real de la protagonista ficticia con capítulos de reflexión interior de esa misma protagonista. En el 1º de Mayo, Día del Trabajador, os presento este capítulo inédito de la novela inédita de Sofia Winter y mía, Daniel L.-Serrano "Canichu". Fue un trabajo intelectual arduo y lleno de una historia de proceso de creación digno de su propio relato al estilo biografía, o biopic, como se dice en términos de género cinematográfico. Escribir es un trabajo y requiere de todo tipo de tiempos diversos y diferentes a desarrollar, a tener y a vivir para poder ser posible. Hace un año que ando un tanto falto de estos tiempos para poder trabajar y para poder trabajar correctamente.
Ya nos contaréis. Esperamos que os guste, aunque os deje incógnitas acerca de qué va la historia. Y aunque nos gustaría saber vuestra opinión, de momento no hay visos de que la novela vuelva a moverse o pueda publicarse, eso requiere de un proceso de creación a retomar por Sofia y por mí, principalmente de Sofia, y eso es parte del biopic de esta novela que no conocemos cómo será y si será. Yo por mí, ojalá tuviéramos un resultado final que convezca plenamente y se pudiera publicar. Saludos y que la cerveza os acompañe.
Sobre el bien y el mal (capítulo 13 de la novela inédita Historias insignificantes, por Sofia Winter y Daniel L.-Serrano "Canichu")
La
cucaracha andaba despacio por los hierros del quemador de la cocina. Se la
puede apartar fácilmente con un papel y luego echarle encima algún veneno insecticida,
o pisarla. Algo rápido. Enciendes el quemador. El gas sale por los orificios a
los que acercas una cerilla y una llama de fuego que para la cucaracha es una
llamarada se extiende súbita alcanzando al ser de lleno. Salta sin fortuna a un
lugar donde el fuego la alcanza, logra alejarse un poco renqueando mientras una
de sus patas arde. Crees que puede escapar con vida y entonces vuelves a
prender fuego a la madera de la cerilla para acercarla a la cucaracha. Ella se
retuerce y agita sus antenas. Trata de huir cuando su cuerpo comienza a
incendiarse. La muerte le llega pronto, pero su sufrimiento ha sido eterno.
Sólo querías matar a la cucaracha de la cocina de una manera rápida, en lugar
de eso te das cuenta que su muerte ha contenido un sufrimiento de ella y un
comportamiento en ti innecesario. ¿Dónde está el límite entre el bien y el
mal?, te preguntas. La cucaracha era insalubre para la cocina, había que
eliminarla, el resultado no hubiera sido diferente con el pisotón o el gas. Ha
sido la acción de tener que emplear un tiempo, unas decisiones y unos
movimientos para aplicarle el fuego lo que lo ha complicado todo cuando te has
dado cuenta del significado de aquello.
Tu
intención no era aplicar el sufrimiento; sin embargo, creyendo obrar
correctamente lo has aplicado de manera inmerecida. ¿Cómo se convierte alguien
en monstruo? Dorian Gray, el personaje narrado por Oscar Wilde, deseaba ser
joven eternamente. Logró mantenerse joven por mucho tiempo. Joven, afortunado,
con éxito… pero la afabilidad de Gray, tan atractiva para tantas personas,
ocultaban un secreto monstruoso. Un secreto que el propio Gray tapaba con
crímenes para que nadie supiera de él. En un pacto diabólico escondía un
retrato suyo pintado en su más plena juventud que envejecía en sus rasgos todo
aquello que él no envejecía, y se pudría y deformaba todo aquello que Gray no
lo hacía. Horrorizado con la maldad del retrato, Gray lo tapaba a sus ojos,
aunque jamás lo pudo tapar a su conciencia. Bien disfrazado carnalmente de
joven exitoso era la atracción de mujeres y hombres con fortuna. Si bien
pensaba en no hacer mal a nadie queriendo mantenerse joven para siempre, el
quererlo a toda costa le hizo cometer las tropelías más salvajes y descarnadas.
El joven inocente que desespera con la idea de la vejez y la muerte, de repente
comienza una serie de actos que le transforman en poco menos que en una bestia
que se refleja en su retrato tapado, el retrato de su alma.
La
persona que ha pasado a la Historia como la mayor asesina psicópata de la
Humanidad por la gran cantidad de crímenes cometidos, nada menos que seiscientas
cincuenta muertes reconocidas, vivió en el siglo XVI. La conocida condesa
húngara Isabel Bathory deseaba ser joven por siempre, bella por siempre,
admirada por los hombres por siempre. Con la ayuda de su mayordomo y algunas
otras personas de su servicio, siempre a sus órdenes por el orden moral que
subordinaba plebeyos a nobles, torturaba y asesinaba a todo tipo de jóvenes
bellas que trabajaban en su castillo o que eran captadas, a veces secuestradas
de entre clases nobles que le rendían vasallaje. Buscaba desangrarlas para
poder untarse y bañarse en su sangre joven, creyendo que así se mantendría
bella. Bathory creía que su condición de condesa le daba derecho a ese uso de
sus vasallas, sus criados creían que obedecer a su condesa era lo correcto.
Llegó el día que el miedo popular extendido y los rumores de los sucesos en el
castillo llegaron a las autoridades reales. En su concepto de lo correcto
juzgaron a todos los criados de Bathory, les amputaron los dedos y les
decapitaron, pero a ella no la mataron. Era condesa, lo correcto era no
matarla, porque no se sentenciaba a muerte a los nobles, sus actos, aunque
erróneos, debían ser acertados por su nobleza. En lugar de ello, tapiaron las
puertas y ventanas de sus aposentos, dejando un hueco para pasarle alimento.
Emparedada viva durante cuatro años, un nuevo rey se llegó a plantear el
condenarla a muerte, pero otros nobles pidieron clemencia por ella por ser
noble. Ella moriría por causas naturales. Ella era un monstruo, pero la manera
de obrar de sus jueces, matando a los sirvientes y no a ella en tiempos donde
existía la pena de muerte, ¿no les transformaba en monstruos también a ellos? Y
los vasallos que fueron colaboradores necesarios de sus crímenes, ¿eran o no
eran monstruos en unas épocas tan subordinadas y horribles como aquellas? Todos
monstruos, sin duda.
Pienso
en casos menos atroces. Más cercanos. No hace falta un crimen para pensar si
hemos pasado el límite entre el bien o el mal, o para plantearnos cómo se
convierte alguien en monstruo. Pienso que el psicópata lo es porque ejerce el
mal sabiendo que lo hace. Le excita su capacidad de ejercerlo. Inflingir el
dolor al prójimo siendo consciente de que lo hace, psicológico o físico. Puede
que no crea estar haciendo un mal, puede incluso estar realizando algo justo,
algo debido, o un bien, como el ángel caído cree que el sufrimiento del otro o
que el otro sufra puede o bien volver al buen camino al otro, o castigarle sus
hipotéticas culpas o tal vez satisfacer una injusticia cometida con quien
ejerce de psicópata. Por supuesto, si el otro es realmente culpable o no de
algo es irrelevante para el psicópata, porque para el psicópata lo es, es
culpable. El psicópata cree que se le comete una afrenta, o quizá cree que
necesita satisfacer alguna de sus necesidades y se la niega la otra persona. Un
amor no correspondido, un jefe de trabajo que abusa de su cargo, unos
empresarios que no dan trabajo, un banquero que ahoga con sus cobros, unas
mujeres bellas que no te miran, unos hombres atractivos que van con otras que
no eres tú, la persona que crees que obra mal y recibe a cambio bienes… la excusa del psicópata puede ser varia, el
psicópata puede ser consciente de que él se hará culpable si obra haciendo
sufrir o bien creerá que el no sólo es inocente sino también víctima del otro,
por lo que se autojustifica el que el otro sufra. El psicópata es consciente de
que ejerce sufrimiento. Puede que una vez que lo inflige se arrepienta o no,
sufra remordimientos o no, pero siempre se ve impulsado a obrar como obra.
Sin
embargo, el sociópata ejerce el sufrimiento o el mal sin saber que lo hace. El
sociópata se tiene a sí mismo por el centro de todo lo que ha de ocurrir. Se
tiene en tan gran estima que obra sin reflexionar si lo que hace o dice ejerce
sufrimiento o mal a los demás. En el egocentrismo del sociópata se ha
construido un mundo tal que incluso cuando el otro actúa en su vida de una
manera normal y corriente, socialmente aceptada, para nada incorrecta, el sociópata
si ve que esa actitud no corresponde a lo que él espera o no le beneficia
directamente, considera que la otra persona es la que obra mal, aunque no lo
haga. El sociópata no distingue entre el bien ni el mal, eso le diferencia del
psicópata. Así por ejemplo existen sociópatas muy comunes en nuestra vida
actual, quizá cada día más con los nuevos medios de comunicación. Estos, aunque
debieran acercarnos, nos alejan, nos alejan emocionalmente porque la
comunicación por escrito y la comunicación sin contacto físico descontextualiza
muchas cosas, distorsiona muchos discursos e ideas y nos enseña, nos mal
enseña, a que nuestra opinión deba prevalecer, nos envalentona en decir cosas
que de otro modo no diríamos, y en hacer cosas que de otro modo no haríamos. El
sociópata busca satisfacerse a sí mismo sin saber ni pensar si sus actos
afectarán mal a otras personas. Un sociópata no acepta que sus actos puedan
hacer mal a alguien. Considera que en todo caso son los demás los que obran
siempre mal, especialmente cuando cree que le afecta a él.
El
acto de la muerte de la cucaracha, ¿fue un acto de psicópata o de sociópata?
¿Dónde estaba la fina línea que separaba aquello? Pero no hace falta ir al
crimen, no hace falta. Pequeños actos cotidianos, pequeños actos de cada vida
nos dan tantos ejemplos de confusión entre el bien y el mal… Todo el mundo en
algún momento de su vida ha cometido algo que se puede considerar acto
psicópata o acto sociópata. Eso no quiere decir que lo sea, no se es si no es
una constante en tu comportamiento habitual, en tu forma de ser. Nos resulta
imposible no ejercer alguna injusticia o algún mal a alguien de manera
consciente o inconsciente alguna vez. Las vidas se cruzan y a veces chocan o se
rozan, incluso entre los seres queridos. Entra dentro de lo normal de la vida.
Lo anómalo es ser constante en ese tipo de actos. Entra ahí la pregunta,
¿cuándo te transformas en un monstruo?
Un
filósofo existencialista que ya no recuerdo decía ante la pregunta de si existe
el egoísmo recibía por respuesta de su auditorio que todas las personas son
egoístas. En tal caso, decía él, no existe el egoísmo como algo malvado, pues
si todos los seres son egoístas, nadie podría ser egoísta, ya que todos sabrían
que todos obran sólo para sí mismos. Sin embargo, cuando aparece un egoísta de
manera clara lo reconocemos y sabemos decir cuando obra mal. Por tanto el
egoísmo sí existe. ¿Es bueno, es malo? Depende de los casos, aunque
probablemente los valores de bien y de mal no existan, son convenciones
culturales. No tiene el mismo valor un acto en una sociedad que en otra. Por
ejemplo ayudar a matar a una persona podríamos decir que es algo malo, pero si
esa ayuda es en una sociedad donde exista la eutanasia y además en determinadas
circunstancias sea algo bien visto, entonces podremos decir que es algo bueno.
Así que los conceptos de bien y de mal pueden ser relativos, aunque en general
hay valores que todas las culturas consideran como buenos o malos de manera
similar o igual. Entonces, ¿quién es el egoísta? El egoísta no sería el que
hace algo para sí mismo sin remordimientos o sin pensar seriamente en cómo
afectará su acto a otra persona. El egoísta sería el que hace algo para sí
mismo sabiendo que va a ejercer un gran mal a alguien con su acto y que además
se reitera en ello. El que pasa por encima de los demás sin importarle los
demás, buscando siempre sólo su beneficio. Entramos aquí entonces en si esa
persona es simplemente egoísta y avarienta o además pudiera ser psicópata o
sociópata.
Pero,
¿cómo se forma el monstruo? ¿Por qué Dorian Gray o Isabel Bathory buscaban la
eterna juventud? ¿Lo buscaron desde siempre a conciencia de que serían grandes
criminales, o desde jóvenes amaban tanto una forma de vida que la desearon en
tan gran escala que poco a poco no se daban cuenta de que su querer a toda
costa su objetivo creaba a su alrededor grandes males? No, no hace falta ir al
crimen, no vayamos al crimen, al menos no a los crímenes de sangre. Crímenes
los hay de muchos tipos, aunque sean pequeños actos de las vidas corrientes que
en principio nadie llama crímenes.
Los
grandes sueños de juventud, los grandes amores, las grandes esperanzas, pueden
generar grandes frustraciones. Las pequeñas concesiones a los demás pueden
alterar nuestras vidas, sin que los demás luego ofrezcan concesiones a una
misma. En principio se obra sin esperar nada a cambio, pero en realidad se
espera reciprocidad en aquellas personas a las que más quieres, o ante algo muy
esperado. El mucho estudio o el esfuerzo en el trabajo, no recompensado
precisamente con un trabajo o con una estabilidad en ese trabajo, son grandes
desilusiones. Las pequeñas frases de alguien que minusvalore aquellas cosas que
nos apasionan o nos gustan, las pequeñas y grandes desilusiones de nuestros
amores, la repetición de actitudes que nos molestan o no nos gustan y contra
las que nos hemos quejado cotidianamente en aquellas personas que nos acompañan
en nuestro camino diario por la vida, no sólo nos matan un poco, sino que nos
endurecen. El monstruo va naciendo, pero nace sobre toda aquella persona que no
haya sabido modular al monstruo, dejarle salir de vez en cuando para que jamás
llegue a ser, en realidad, monstruo. Pero todos tenemos un niño dentro
amordazado. La novia ilusionada, cuyos primeros novios no la amaban en
realidad, es más fácil que poco a poco distorsione su idea del amor y devuelva
con la misma pedrada al corazón lo que a ella le hicieron a aquellos nuevos que
se acerquen a ella. Tanto es así que cuando vuelve a su vida alguien que sí da
lo que ella daba, no sabe reconocerlo o de reconocerlo se asusta y lanza
piedras y más piedras porque en el fondo no quiere creer en lo que sucede, no
quiere que le hagan daño de nuevo, o quizá está ya más enamorada de su forma de
vida que de la forma de vida que antes le gustaba. ¿Nos hacemos monstruos o nos
hacen monstruos? Pero si aceptamos que nos hacen monstruos, hemos de reconocer
entonces que también nosotros ayudamos a crear monstruos. ¿Es entonces el
planeta un planeta de monstruos? La respuesta está en el mismo lugar sobre qué
es el egoísmo. Si todos somos monstruos, entonces no hay monstruos, porque el
monstruo existe por ser algo excepcional, por eso se le diferencia con la
palabra monstruo. Cuando una persona es reconocida, aunque sea por una misma,
como monstruo, entonces es porque su actitud excepcional así lo hace. En ese
caso, una vez más, la pregunta está en si se trata de un psicópata o de un
sociópata.
Pequeños
acantilados de riscos puntiagudos culminan las arterias que llegan a nuestro
corazón cuando hemos recibido tantos golpes en la vida. No queremos que
nuestros latidos nos desboquen por el precipicio y nos precipiten a ellos
desmenuzando nuestros cuerpos. Como guerreros antiguos combatimos al pie del
acantilado para no caer y en nuestra lucha tiramos a otros.
Cuando
te sientes utilizada, cuando te dan demasiadas respuestas negativas con
sonrisas en los labios, cuando derrumban tus sueños y con ellos la visión que
tuviste de tu vida, cuando concedes pequeñas cosas que terminan colonizando tu
existencia, comienzas a aprender a hacer algo similar. El problema no es ese,
el problema es la costumbre, el no saber diferenciar a quién o a qué, el
problema es meterse en un caparazón aislado, el encerrarse en un mundo interior
que te ahoga y del que, aunque sería fácil salir, no sales. Tienes miedo de ser
dañada y de dañar, y con tu actitud dañas, creas sufrimiento, pero, ¿psicópata
o sociópata? O tal vez ninguno de los dos, ¿y si sólo eres una niña a la que el
mundo ha transformado en monstruo que a la vez crea monstruos que la ahogan?
Looking forward to having that novel in my hands...
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