Pues en esta entrega llegamos a la tercera y última parte sobre los libros que leí en mi infancia y preadolescencia. En esta ocasión, sumándolos a todos los libros que escribí en las otras entregas, puedo escribir los libros que leí entre 1990 y 1993, de los 11 a los 14 años, de manera precisa en el año en el que lo leí, ya que están anotados en mis diarios personales de aquellos años. Pues sumados a los anteriores citados, estos son:
1990: 11 años (libros que sí puedo fijar en su año exacto de lectura):
Robinson Crussoe (Daniel Deffoe, 1719): A este le destaqué en la Noticia 204ª. Fue el primer libro "adulto" que me regaló mi padre. Era una edición de Susaeta adaptada para jóvenes e ilustrada. me remito a lo que dije en aquella ocasión. Esta historia la he revisitado muchas veces después desde diferentes medios. La he podido apreciar desde diferentes visiones y diferentes edades. Desde la visión de un superviviente con una vida llena de aventuras e inventos, a la visión de entenderlo como un libro de viajes, otra visión como un libro etnocéntrista, etcétera. Pero la historia, limpia de malicias que se pueda pensar sobre ella, es hija de su época, el siglo XVIII, donde había aún mundos desconocidos. Precisamente la transformación del mundo y el choque de mundos es quizá la parte más interesante de este relato. La vez más reciente que volví a esta historia fue viendo la película que le dedicó Luis Buñuel.
La isla misteriosa (Julio Verne, 1874): En cierto modo es la misma idea que el anterior, sólo que aquí es un grupo de personas los perdidos en una isla aparentemente desierta. Como dije en la entrega anterior, este libro sólo se entiende si se ha leído 20.000 leguas de viaje submarino. La serie de televisión Perdidos coge toda su idea y trama central de esta vieja novela de Verne. En este caso la transformación del mundo que les rodea viene por la asociación del trabajo en equipo y la ayuda extraña ayuda de fenómenos extraños en la isla en la que han naufragado, y no por el acto solitario de un sólo hombre y su ingenio, como pasaba en Robinson Crussoe.
Fábulas (La Fontaine, a lo largo de mediado el siglo XVII): También leí cuentos recopilados por los hermanos Grimm y cuentos de Perrault, entre otros, pero estos en concreto los teníamos en un sólo volumen. Son cuentos clásicos, propios de la infancia, aunque su origen era algo más abierto a públicos adultos.
Magallanes, Elcano, audacias sin medios (Isidoro Castaño, 1988): Se trata de un libro biográfico para jóvenes de la Editorial Punto Juvenil. Se sigue editando. De esta colección también leí ese año Hernán Cortés. Y ambos los releí en 1993. Fue toda una aproximación seria a la Historia española en América, y quizá una de las semillas a mi pasión por la Historia y por saber.
1991-1992: 12 a 13 años (libros que leí en uno de estos dos años, sin poderlos fijar en cuál de los dos, aunque es probable que fueran de 1991):
Las minas del rey Salomón (Ridder Haggard, 1885): Yo había visto la película de J. Lee Thompson de 1985. Era otra especie de Indiana Jones, de hecho mi padre nos dijo a mi hermano y a mí que teníamos que ver esa película porque era como Indiana Jones, que Indiana Jones era en realidad Allan Quatermain. No se equivocaba, la historia y el personaje nos dejó tan cautivados como Indiana Jones. El explorador y aventurero era imitado en nuestros juegos, hasta le pintábamos. No hay que despreciar las historias más antiguas por las historias más nuevas. Nunca se sabe donde puede estar la historia que te haga vivir con pasión. Además descubres conexiones con el pasado que los grandes medios de comunicación te tapan. Así por ejemplo, antes de existir las televisiones privadas, la televisión pública no tenía reparos en poner películas de los años 1930 y 1940, o de otras décadas, ahora no las ponen, todas buscan las películas más recientes, cuyos guiones son a menudo muy malos. se basan en la idea de que lo moderno es lo bueno, y se equivocan en muchas ocasiones, pero a la vez privan a las nuevas generaciones de conocer el modo de hacer las cosas antes, así como historias que son excelentes.
El Lazarillo de Tormes (anónimo, 1554): Este libro lo releí más tarde una segunda vez, e incluso algunos fragmentos. Igualmente vi la película y serie antiguas, donde sale Fernando Fernán Gómez. La historia picaresca en sí a mí me hizo gracia. A pesar de sus quinientos años sigue produciendo humor. Lo leí en una edición íntegra no adaptada a jóvenes, lo que creo que es otro acierto. Me hice una idea de la España del siglo XVI, la menos gloriosa que alimentaba el Imperio. Además interioricé el humor negro español, y me sentí orgulloso de ese humor. Más de una vez lo dejo reflejar en mi propia obra.
El prisionero de Zenda (Anthony Hope, 1884): Otra novela de aventuras escrita en el siglo XIX. Peleas a espada y a tiros. También tiene película, aunque hoy día es menos conocida. Este tipo de historias nos gustaban mucho. Los héroes y héroes antihéroes, los villanos, los ideales, el arrojo... Muy recomendables siempre.
Matilda (Roal Dahl, 1988): Por primera vez conocí a este autor gracias al colegio, pero aún no tenía claro quién era este importante escritor de la literatura anglosajona más actual. El personaje de Matilda sería mucho más conocido pocos años después, gracias al cine y la televisión. A mí esta historia me pareció curiosa, entre la magia y la infancia.
Crimen en Marsella (no recuerdo autor): Este libro me lo regalaron en un juego escolar de amigo invisible. Con los años lo regalaría a la vez a las niñas vecinas mías a las que ayudaba con sus deberes. Un libro de misterio y mafia para jóvenes. No me dejó mucha impresión.
1992: 13 años (libros que sí puedo fijar en su año exacto de lectura):
Uti-Tanka, Pequeño Bisonte (1974) y Azules contra grises (1984), ambos de William Camus. Estos libros eran de Barco de Vapor. En realidad en su día los vendían como una trilogía, junto a Aquel formidable Far-West, y luego como una tetralogía con El fabricante de lluvia. Luego este autor indio americano de Canadá siguió sumando algunos libros más. Se trata de libros juveniles de Oeste norteamericano del siglo XIX, historias de aventuras donde se trata de enseñar más o menos le mundo de oportunidades que era ese mundo. Sobre todo trata de enseñar también el mundo indio como algo que no era de malos, si no de personas. Mis padres intentaron hacerme esta trilogía, cuando aún se vendía como trilogía, pero sólo llegaron a comprarme dos. Estos dos. Fueron parte de mis libros favoritos, los sigo teniendo mucho cariño. Me transportaron al Oeste, que es un lugar que me fascina, no obstante, en días de disfraces, ha sido mi disfraz más recurrente, el de cualquier personaje del Oeste. Habré visto una gran mayoría de películas de este género. Leer estas historias me introdujo como uno más en ellas.
Miedo en un puñado de polvo (John Ives, 1980): Este era un libro adulto de la biblioteca de mi padre. Una historia de espionaje, terroristas internacionales y esas cosas. En un principio era una novela de las del tipo "Las más vendidas", No estuvo mal.
Manaos (Alberto Vázquez-Figueroa, 1973): Con este libro completo en esta tercera entrega los cuatro libros que destaqué de esa etapa 1985 - 1993 en la Noticia 204ª. Me remito a lo que dije. Es mi primera novela de este autor. Era también de la biblioteca de mi padre. Una historia de trasfondo histórico de aventuras. En el Amanzonas y con colectores de caucho en esclavitud por una mafia en el comienzo del siglo XX. Fue una manera de descubrir que las novelas de aventuras al viejo estilo también podían ser en el siglo XX más avanzado, con toques de modernidad en el modo de contarse los hechos. Me gustó tanto que siempre mencioné este obra y este mismo año, en una librería de viejo de Madrid, me compré mi propio ejemplar, igual al que tenía mi padre, igual al que leí.
1993: 14 años (libros que sí puedo fijar en su año exacto de lectura):
Mr. Ges y el carabo del castañar (Carlos Reviejo, 1984): Este libro lo gané en un concurso literario escolar sobre 1990 ó 1991, pero lo leí en este momento. Fue gracias a mi cuento "Don Federico... y el torneo", un primer escrito muy infantil y principiante, pero que gustó. Era un concurso para conmemorar a Miguel de Cervantes. Era de la editorial Vicens Vives. Una historia de detectives, un carabo y algo de humor. Aprendí lo que es un carabo, hasta entonces para mí todo eran búhos. Lo guardo con cariño, mi primer premio literario.
Daniéle en la isla (Eve Desarre, 1988): Me lo mandaron leer en el colegio, de la editorial SM Gran Angular. Hace poco me dijo alguien que le gustaba el nombre de Daniel, que le parecía el más bonito de todos, bueno, se dicen muchas cosas. Yo con este libro supe que Daniel en otros países vale tanto para chicos como para chicas. Por lo demás, un libro de amor adolescente en una isla del Caribe. No me dejó mucha marca.
Matias I rey (Janusz Korczak, 1988): Este era de la colección Austral. Era de la biblioteca que hicimos entre compañeros en el aula de mi colegio donde yo daba clases. La historia de un joven en un país de Centroeuropa que entraba en guerra, en concreto me recordaba la Primera Guerra Mundial. Este tipo de historias me gustaban. Era un poco de aventuras y de conspiraciones. Había una segunda parte, pero nunca la encontré.
Renco y el tesoro (Emili Teixidor, 1991): Un libro de Barco de Vapor. Se supone que sería un buen libro donde se busca un tesoro, pero no recuerdo que me marcara especialmente. Siempre se agradecían estos libros de esta colección, de todos modos.
El anillo verde (Alberto Vázquez-Figueroa, 1992): Un curioso libro de este autor donde si no recuerdo mal había algo de épica y ecología a la vez. Comenzaba a aficionarme a él.
Anaconda (Alberto Vázquez-Figueroa, 1975): La vida de este autor, publicado por Plaza & Janes, es digna de conocer por sus muchas aventuras. Fue un periodista independiente que vivió el proceso de descolonización de África. Eso es este libro autobiográfico. Por entonces yo quería ser un reportero de guerra como él. Mis padres me regalaron este libro. Con el tiempo Arturo Pérez-Reverte siempre me pareció una personas que seguía la estela de Vázquez-Figueroa, con algo más de éxito literario, pero su estela. Llegué a escribirle una carta, se la mandé a su editorial, pero jamás me contestó.
La llamada de la selva (Jack London, 1903): Otro escritor cuya vida acabó joven de lo que no está claro si fue suicidio o afección. Otro que me atrajo. La vida de este curioso comunista estadounidense está llena también de aventuras, eso se refleja en sus novelas. También me leí de él ese año Colmillo Blanco (1906). La naturaleza salvaje como expresión del ser humano y la lucha por la supervivencia, sea desde los ojos del humano o de un lobo, eran relatos altamente vitales y vitalistas.
El camino (Miguel Delibes, 1950): Delibes era un autor que nos mandaban leer a todos los colegiales. También aquí el protagonista se llamaba Daniel, apodado "El Mochuelo". Es una historia iniciática de un niño que pasa a adolescente en su paso del colegio a la universidad y su último verano en su pueblo. ¿Quién me diría a mí que años más tarde investigaría en el Archivo General de la Administración el expediente de censura de este libro para un colega italiano y para una amiga que conoció en vida al autor? El libro pudo haber sido uno de los más destacados de los que leí. De hecho, todos, en cierto modo, lo son.
Leer es vida, vida extra. En mi día de hoy eso es algo... bueno, es algo.
Saludos y que la cerveza os acompañe.
La isla misteriosa (Julio Verne, 1874): En cierto modo es la misma idea que el anterior, sólo que aquí es un grupo de personas los perdidos en una isla aparentemente desierta. Como dije en la entrega anterior, este libro sólo se entiende si se ha leído 20.000 leguas de viaje submarino. La serie de televisión Perdidos coge toda su idea y trama central de esta vieja novela de Verne. En este caso la transformación del mundo que les rodea viene por la asociación del trabajo en equipo y la ayuda extraña ayuda de fenómenos extraños en la isla en la que han naufragado, y no por el acto solitario de un sólo hombre y su ingenio, como pasaba en Robinson Crussoe.
Fábulas (La Fontaine, a lo largo de mediado el siglo XVII): También leí cuentos recopilados por los hermanos Grimm y cuentos de Perrault, entre otros, pero estos en concreto los teníamos en un sólo volumen. Son cuentos clásicos, propios de la infancia, aunque su origen era algo más abierto a públicos adultos.
Magallanes, Elcano, audacias sin medios (Isidoro Castaño, 1988): Se trata de un libro biográfico para jóvenes de la Editorial Punto Juvenil. Se sigue editando. De esta colección también leí ese año Hernán Cortés. Y ambos los releí en 1993. Fue toda una aproximación seria a la Historia española en América, y quizá una de las semillas a mi pasión por la Historia y por saber.
1991-1992: 12 a 13 años (libros que leí en uno de estos dos años, sin poderlos fijar en cuál de los dos, aunque es probable que fueran de 1991):
Las minas del rey Salomón (Ridder Haggard, 1885): Yo había visto la película de J. Lee Thompson de 1985. Era otra especie de Indiana Jones, de hecho mi padre nos dijo a mi hermano y a mí que teníamos que ver esa película porque era como Indiana Jones, que Indiana Jones era en realidad Allan Quatermain. No se equivocaba, la historia y el personaje nos dejó tan cautivados como Indiana Jones. El explorador y aventurero era imitado en nuestros juegos, hasta le pintábamos. No hay que despreciar las historias más antiguas por las historias más nuevas. Nunca se sabe donde puede estar la historia que te haga vivir con pasión. Además descubres conexiones con el pasado que los grandes medios de comunicación te tapan. Así por ejemplo, antes de existir las televisiones privadas, la televisión pública no tenía reparos en poner películas de los años 1930 y 1940, o de otras décadas, ahora no las ponen, todas buscan las películas más recientes, cuyos guiones son a menudo muy malos. se basan en la idea de que lo moderno es lo bueno, y se equivocan en muchas ocasiones, pero a la vez privan a las nuevas generaciones de conocer el modo de hacer las cosas antes, así como historias que son excelentes.
El Lazarillo de Tormes (anónimo, 1554): Este libro lo releí más tarde una segunda vez, e incluso algunos fragmentos. Igualmente vi la película y serie antiguas, donde sale Fernando Fernán Gómez. La historia picaresca en sí a mí me hizo gracia. A pesar de sus quinientos años sigue produciendo humor. Lo leí en una edición íntegra no adaptada a jóvenes, lo que creo que es otro acierto. Me hice una idea de la España del siglo XVI, la menos gloriosa que alimentaba el Imperio. Además interioricé el humor negro español, y me sentí orgulloso de ese humor. Más de una vez lo dejo reflejar en mi propia obra.
El prisionero de Zenda (Anthony Hope, 1884): Otra novela de aventuras escrita en el siglo XIX. Peleas a espada y a tiros. También tiene película, aunque hoy día es menos conocida. Este tipo de historias nos gustaban mucho. Los héroes y héroes antihéroes, los villanos, los ideales, el arrojo... Muy recomendables siempre.
Matilda (Roal Dahl, 1988): Por primera vez conocí a este autor gracias al colegio, pero aún no tenía claro quién era este importante escritor de la literatura anglosajona más actual. El personaje de Matilda sería mucho más conocido pocos años después, gracias al cine y la televisión. A mí esta historia me pareció curiosa, entre la magia y la infancia.
Crimen en Marsella (no recuerdo autor): Este libro me lo regalaron en un juego escolar de amigo invisible. Con los años lo regalaría a la vez a las niñas vecinas mías a las que ayudaba con sus deberes. Un libro de misterio y mafia para jóvenes. No me dejó mucha impresión.
1992: 13 años (libros que sí puedo fijar en su año exacto de lectura):
Uti-Tanka, Pequeño Bisonte (1974) y Azules contra grises (1984), ambos de William Camus. Estos libros eran de Barco de Vapor. En realidad en su día los vendían como una trilogía, junto a Aquel formidable Far-West, y luego como una tetralogía con El fabricante de lluvia. Luego este autor indio americano de Canadá siguió sumando algunos libros más. Se trata de libros juveniles de Oeste norteamericano del siglo XIX, historias de aventuras donde se trata de enseñar más o menos le mundo de oportunidades que era ese mundo. Sobre todo trata de enseñar también el mundo indio como algo que no era de malos, si no de personas. Mis padres intentaron hacerme esta trilogía, cuando aún se vendía como trilogía, pero sólo llegaron a comprarme dos. Estos dos. Fueron parte de mis libros favoritos, los sigo teniendo mucho cariño. Me transportaron al Oeste, que es un lugar que me fascina, no obstante, en días de disfraces, ha sido mi disfraz más recurrente, el de cualquier personaje del Oeste. Habré visto una gran mayoría de películas de este género. Leer estas historias me introdujo como uno más en ellas.
Miedo en un puñado de polvo (John Ives, 1980): Este era un libro adulto de la biblioteca de mi padre. Una historia de espionaje, terroristas internacionales y esas cosas. En un principio era una novela de las del tipo "Las más vendidas", No estuvo mal.
Manaos (Alberto Vázquez-Figueroa, 1973): Con este libro completo en esta tercera entrega los cuatro libros que destaqué de esa etapa 1985 - 1993 en la Noticia 204ª. Me remito a lo que dije. Es mi primera novela de este autor. Era también de la biblioteca de mi padre. Una historia de trasfondo histórico de aventuras. En el Amanzonas y con colectores de caucho en esclavitud por una mafia en el comienzo del siglo XX. Fue una manera de descubrir que las novelas de aventuras al viejo estilo también podían ser en el siglo XX más avanzado, con toques de modernidad en el modo de contarse los hechos. Me gustó tanto que siempre mencioné este obra y este mismo año, en una librería de viejo de Madrid, me compré mi propio ejemplar, igual al que tenía mi padre, igual al que leí.
1993: 14 años (libros que sí puedo fijar en su año exacto de lectura):
Mr. Ges y el carabo del castañar (Carlos Reviejo, 1984): Este libro lo gané en un concurso literario escolar sobre 1990 ó 1991, pero lo leí en este momento. Fue gracias a mi cuento "Don Federico... y el torneo", un primer escrito muy infantil y principiante, pero que gustó. Era un concurso para conmemorar a Miguel de Cervantes. Era de la editorial Vicens Vives. Una historia de detectives, un carabo y algo de humor. Aprendí lo que es un carabo, hasta entonces para mí todo eran búhos. Lo guardo con cariño, mi primer premio literario.
Daniéle en la isla (Eve Desarre, 1988): Me lo mandaron leer en el colegio, de la editorial SM Gran Angular. Hace poco me dijo alguien que le gustaba el nombre de Daniel, que le parecía el más bonito de todos, bueno, se dicen muchas cosas. Yo con este libro supe que Daniel en otros países vale tanto para chicos como para chicas. Por lo demás, un libro de amor adolescente en una isla del Caribe. No me dejó mucha marca.
Matias I rey (Janusz Korczak, 1988): Este era de la colección Austral. Era de la biblioteca que hicimos entre compañeros en el aula de mi colegio donde yo daba clases. La historia de un joven en un país de Centroeuropa que entraba en guerra, en concreto me recordaba la Primera Guerra Mundial. Este tipo de historias me gustaban. Era un poco de aventuras y de conspiraciones. Había una segunda parte, pero nunca la encontré.
Renco y el tesoro (Emili Teixidor, 1991): Un libro de Barco de Vapor. Se supone que sería un buen libro donde se busca un tesoro, pero no recuerdo que me marcara especialmente. Siempre se agradecían estos libros de esta colección, de todos modos.
El anillo verde (Alberto Vázquez-Figueroa, 1992): Un curioso libro de este autor donde si no recuerdo mal había algo de épica y ecología a la vez. Comenzaba a aficionarme a él.
Anaconda (Alberto Vázquez-Figueroa, 1975): La vida de este autor, publicado por Plaza & Janes, es digna de conocer por sus muchas aventuras. Fue un periodista independiente que vivió el proceso de descolonización de África. Eso es este libro autobiográfico. Por entonces yo quería ser un reportero de guerra como él. Mis padres me regalaron este libro. Con el tiempo Arturo Pérez-Reverte siempre me pareció una personas que seguía la estela de Vázquez-Figueroa, con algo más de éxito literario, pero su estela. Llegué a escribirle una carta, se la mandé a su editorial, pero jamás me contestó.
La llamada de la selva (Jack London, 1903): Otro escritor cuya vida acabó joven de lo que no está claro si fue suicidio o afección. Otro que me atrajo. La vida de este curioso comunista estadounidense está llena también de aventuras, eso se refleja en sus novelas. También me leí de él ese año Colmillo Blanco (1906). La naturaleza salvaje como expresión del ser humano y la lucha por la supervivencia, sea desde los ojos del humano o de un lobo, eran relatos altamente vitales y vitalistas.
El camino (Miguel Delibes, 1950): Delibes era un autor que nos mandaban leer a todos los colegiales. También aquí el protagonista se llamaba Daniel, apodado "El Mochuelo". Es una historia iniciática de un niño que pasa a adolescente en su paso del colegio a la universidad y su último verano en su pueblo. ¿Quién me diría a mí que años más tarde investigaría en el Archivo General de la Administración el expediente de censura de este libro para un colega italiano y para una amiga que conoció en vida al autor? El libro pudo haber sido uno de los más destacados de los que leí. De hecho, todos, en cierto modo, lo son.
Leer es vida, vida extra. En mi día de hoy eso es algo... bueno, es algo.
Saludos y que la cerveza os acompañe.
Yo también guardo un recuerdo estupendo de Las Minas del Rey Salomón, con el añadido de haberla visto en el cine de mi barrio en el año de su estreno.Como no tuvo tanto mercado como el Indiana Jones, el recuerdo es más difuso,pero más intenso.
ResponderEliminarEl Fabricante de LLuvia fue uno de mis libros faboritos durante un tiempo. Ahora, al pensar en El Oeste, pienso instantáneamente en la peli Dead Man, una obra de arte en blanco y negro, con una interpretación increíble de J.Depp.
Supongo que conoces El Talón de Hierro, de London,; creo que su enfoque sobre la supervivencia lleva siempre un gran contenido político y no entiendo porque se le relega, en España al menos, al género juvenil. La literatura juvenil está llena de dignidad, pero él no estaba escribiendo novelas juveniles. Me fascinó su biografía.
Roald Dahl y Quentin Blake me han gustado siempre muchísimo, apesar de que Superzorro me parece una apología a la familia tradicional machista.Dahl tiene dos libros autobiográficos que son todo un disfrute, porque es leer la vida de una persona feliz llena de vitalidad.
Mi libro favorito a esos años, El Río de los Castores,de Fernando Martínez Gil. Mi autora favorita, María Gripe
Es fantástico poder acordarse de los libros que nos han hecho vivir tantas otras vidas al margen de la nuestra. Muchas gracias por compartir tus recuerdos. Los libros son maravillosos.
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