miércoles, abril 08, 2015

NOTICIA 1469ª DESDE EL BAR: JOHN COVACH IS MY TEACHER



Hoy me han dado mi nota final y certificado sobre el curso en inglés que empecé en enero sobre los Rolling Stones 1962-1974. He obtenido un 88'3% (el examen final se puntuaba sobre 100). Cuando a finales del año pasado lo hice sobre los Beatles obtuve un 98%. En ambos casos mi profesor fue el profesor universitario de musicología y músico John Covach, de la Universidad de Rochester (Nueva York, Estados Unidos), que es el que está en primer plano con barba y pelo blanco tocando la guitarra en este video que os muestro con una versión del "Money" de los Pink Floyd. Ya os conté un  poco sobre esto cuando en febrero os escribí la Historia de los Beatles y su influencia en el mundo del siglo XX-XXI, en la primera entrega de la Noticia 1440ª. No es mi intención ahora abrir otro serial con la Historia de los Rolling, sobre todo porque el de los Beatles era algo que siempre quise hacer desde que abrí este blog en 2005.

La última vez que yo recibí una clase formal de inglés fue durante la carrera universitaria en la Universidad de Alcalá de Henares como asignatura optativa de Historia, en segundo curso, creo, en 2000 o en 2001. Tal como está el  mundo español siempre nos pareció curioso a todos que esa asignatura no fuera troncal y no optativa, claro que en el caso de Historia, una vez que uno ha pasado por la realidad laboral de los archivos españoles, mal que les pese a muchos, no es necesario saber idiomas, sobre todo con las tecnologías modernas, en todo caso la troncal debería ser el francés. Así es, el inglés en nuestra documentación es mera anécdota actual comparada con siglos de documentación, incluso el principal idioma no castellano del siglo XX en nuestros archivos es el francés, no el inglés. Pero en general, insisto, no es necesario saber idiomas aunque sólo siempre que se tenga un castellano muy amplio y abierto a ser llave de muchas raíces de otras lenguas latinas. Por lo demás, como tareas de archivero, que no de investigador, nos socorren algunos traductores básicos para señalarnos alguna palabra clave. No entraré a explicar esto, pues sigo manco y doliente y ya me está costando llegar a esta altura del texto con una mano escribiendo y la otra repicando de dolor.

En aquella clase universitaria de 2000 o de 2001 el profesor adaptó el nivel de la clase a la persona que más sabía, que es una buena, gran e íntima amiga mía, Esther Claudio, que actualmente está trabajando y doctorándose en Estados Unidos. El problema es que todos veníamos de unas deficientes clases de inglés de la enseñanza general básica (EGB) y del bachillerato universal polivalente (BUP), que apenas eran efectivas en sus métodos y programas de enseñanza, pero Esther venía de un pasado familiar muy viajado por el mundo y un inglés muy fluido que le daba para hablar con soltura en esa lengua, mientras los demás no llegábamos ni a hablar. La falta de diferenciación del profesor hizo que muchos aborrecieran el inglés, el absentismo se hizo norma, pues sus clases eran torturas donde tenías que entender sonidos que eran como los de piedras al caer. Tanto es así que al curso siguiente casi nadie solicitó Inglés 2 y la asignatura estuvo a punto de desaparecer en el curso 2001-2002 para Historia y Humanidades. Yo mismo no lo solicité.

Pero yo no abandoné el inglés. Como en otras cosas y siguiendo el ejemplo de mi padre en tornería, en electrónica, en administración de empresas y en otras cosas, y siguiendo el ejemplo del bisabuelo y el abuelo maternos de los que se decía en la familia que aprendieron a leer, a escribir y a contar por sí, entre otras cosas más complejas, comencé un camino autodidacta. En el inglés sobre todo lo centré en música, en letras de canciones, incluso compré libros con las de los grupos que me gustan. Hace dos o dos años y medio he comenzado un modo más sistemático y agresivo, pues tenía mi inglés muy estancado en lo básico, y leo libros en inglés, que he comprado o me ha regalado una amiga llamada Isabel Vique, que vive y trabaja hoy día en Inglaterra, leo de gramática en inglés, repaso la prensa británica y estadounidense, a veces la australiana, con asiduidad casi diaria, trato de entender cuando oigo hablar en inglés, sigo tratando de traducir canciones, hago exámenes gratuítos en inglés tanto por Infojobs como con la Universidad de Oxford o el canal de noticias BBC... De una escueta nota A-1 he avanzado a una nota B-1, donde reconozco que parece que hace meses me he estancado. Aquí apareció otra amiga a finales del año pasado, Carmen Herrera, para hablarme de los cursos gratuitos tanto de Ciencias como de Letras de la plataforma Coursera, todos en inglés e impartidos por Universidades Norteamericanas. Y así es como he realizado los dos cursos sobre The Beatles y sobre The Rolling Stones, en la asignatura de musicología del citado John Covach, de la Universidad de Rochester.

Elegí esos grupos musicales por ser de los que más me gustan, pero también de los que más sé de antemano, pues pensé que conocerles ya en español me vendría bien para entender al profesor al hablar y entender por contexto lo que se me escapase, adquiriendo vocabulario. Acerté. Así ha sido, aparte de que ha sido mucho más interesante y ameno seguir las clases aprendiendo o repasando cuestiones de músicos que te gustan. Covach tiene además un acento claro y un ritmo asumible al oído extranjero poco experimentado. He ganado mucha capacidad de captar palabras en inglés en conversación normal. Aunque me faltó el poder hablar yo. Construir yo en inglés. En todo caso yo recomendaría estos cursos y métodos, así como la lectura de cómics en inglés, pues los dibujos nos aportan vocabulario y el medio nos aporta inglés común de la calle. Obviamente lo de las películas en idioma original es otro aliciente, pero estas en realidad no garantizan nada, pues a menudo se habla muy rápido o se distorsionan palabras. Están bien como herramienta, pero, a pesar del tópico que dice la mayoría, no son la panacea para aprender. Curiosamente, hablando de esto con Esther Claudio, que ya habla inglés como si fuera su segundo idioma, coincide conmigo, por estas y otras cuestiones, alegando además que allí donde funciona este sistema suele ser porque existe el anglo como base panidiomática en sus sociedades, que es algo similar que nos pasaría a los españoles con películas italianas o portuguesas sin necesidad de estudio normativo de esos idiomas.

Hace pocos años, dos o tres o cuatro, que varias universidades del mundo, principalmente norteamericanas e inglesas, apuestan por proyectos educativos como los de Coursera. Lo llaman educación no formal, aunque ellos aspiran a que los gobiernos lo reconozcan como algo formal. En España la Universidad de Valladolid ha planteado esta semana pasada en prensa comenzar a hacerlo aquí. El gobierno se niega a reconocer la validez del proyecto. Se trataría de crear una plataforma desde la que los profesores puedan impartir sus asignaturas con videos y conversaciones cibernéticas, si bien las cuestiones prácticas, por ejemplo en Medicina, requerirían que el alumno acudiese a los laboratorios. La asignatura universitaria presencial en las aulas siempre tendrá ventajas, sobre todo de relación humana y su aprendizaje, pero la universidad así planteada nos pone sobre la mesa una nueva revolución cultural posible de avance lento, tal como en el siglo XIII ocurriera sin verse sus frutos hasta el siglo XV. El intercambio de conocimientos universitarios entre centros alejados miles de kilómetros entre sí, se haría fácil e instantáneo. La universidad podría ser algo de nuevo universal desde que eso ocurriera en aquel siglo XIII con la movilidad de profesores y alumnos por toda Europa al margen de reinos y sus conflictos. Pensemos por ejemplo en mi caso, ¿podría haber optado yo, desempleado de larga duración, a los conocimientos de la Universidad de Rochester de cualquier otro modo?

Este es el comienzo del siglo XXI y me dará rabia no ver cómo queda todo para el XXII.

Me duele la mano manca, rabiosa de la que la otra escriba y ella no pueda ayudarla. Así que: saludos y que la cerveza os acompañe.

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