sábado, julio 07, 2012

NOTICIA 1102ª DESDE EL BAR: LAS GUERRAS DEL OPIO (1 de 2)

Bandera del Imperio de China, durante el periodo de la dinastía Quing, 1820 - 1910.

             “(...) Siempre, desde que se abrió el puerto de Cantón, ha prosperado el comercio. Desde hace unos ciento veinte o ciento treinta años, los nativos del lugar han disfrutado de relaciones pacíficas y provechosas con los barcos que venían del extranjero. El ruibarbo, el té y la seda son todos productos de gran valor de nuestro país y sin los cuales los extranjeros no podrían vivir. La Corte Celeste, extendiendo su benevolencia a todos por igual, autoriza su venta y su transporte a través de los mares hacia imperios lejanos, sin lamentarlo siquiera, y su bondad iguala la bondad del Cielo y de la Tierra. Pero existe una categoría de extranjeros malhechores que fabrican opio y lo traen a nuestro país para venderlo, incitando a los necios a destruirse a sí mismos simplemente con el fin de sacar provecho. Anteriormente, el número de fumadores de opio era reducido; pero ahora el vicio se ha extendido por todas partes y el veneno va penetrando cada vez más profundamente (...). Por este motivo, hemos decidido castigar con penas muy severas a los mercaderes y a los fumadores de opio, con el fin de poner término definitivamente a la propagación de este vicio... En lo sucesivo, todo barco extranjero que llegue con un cargamento de opio a bordo será incendiado, con lo cual se quemarán también inevitablemente todos los otros bienes que transporte (...)”.

(Lin Ze-Xu, comisario imperial chino. Carta a la Reina Victoria del Imperio Británico, 1839.)
Chesnaux, J. y Bastid, M., Historia de China. De las Guerras del Opio a la guerra franco-china, Barcelona, ed. Vicens Vives, 1972, pp. 91-92.

El presente texto es un fragmento de la carta que Lin Ze-Xu (comisario al servicio de Quianlong, emperador de China) le envió a la Reina Imperial de Gran Bretaña, Victoria, para informarla del tráfico de opio en China por parte de los británicos, así como de las medidas que China había adoptado al respecto en ese año de 1839. Lo que dio paso a la primera guerra del opio de 1840 a 1842. Lin Ze-Xu fue nombrado comisario imperial de China ante las grandes perdidas económicas que ocasionaba al imperio oriental el pago en plata y metales preciosos del opio por parte de los consumidores chinos, así como por la degradación continuada del pueblo chino con el consumo de dicha droga, la cual era ilegal en aquel Imperio. Sus poderes, los de Lin Ze-Xu, fueron tan amplios como los que pudiera tener un virrey. Sus principales medidas, mencionadas en el texto, son la aplicación de la pena de muerte a los traficantes, la destrucción de las mercancías de los barcos que transportasen opio y el bloqueo del puerto de Cantón a barcos extranjeros, lugar por el que los británicos realizaban el tráfico del opio con ayuda de chinos mandarines. A la vez, escribió esta carta a la Reina Victoria creyendo que esta no estaba informada de las actividades de sus súbditos en China, ya que Gran Bretaña teóricamente ayudaba a China a castigar a aquellos que infringiesen las leyes chinas. El asesinato de un súbdito chino a manos de británicos en Kowloon se unió a la petición de Lin Ze-Xu de que regresaran unos barcos que se habían saltado el bloqueo de Cantón para refugiarse en Hong Kong y Macao. Sin embargo no fueron atendidas estas nuevas peticiones ya que los traficantes de opio tenían gran influencia política en el parlamento británico y convencieron al primer ministro, lord Palmerston, de la conveniencia de la continuidad de ese comercio. Juncos de guerra chinos atacaron a barcos británicos. La desigual batalla dio paso a la primera guerra del opio, la cual acabó con la destitución de Lin Ze-Xu, la cesión a Gran Bretaña de Hong Kong, la apertura comercial de Shangai, Cantón, Ning-Po, Amoy y Fu-chou, el pago de una indemnización de guerra a los británicos, tasas de aduana fijas en un 5% y la abolición del monopolio del opio en manos de los Co-Hong, recogido todo ello en el tratado de Nankín en 1842.

El tráfico de opio garantizaba para Reino Unido no sólo una recaudación de metales preciosos orientales en moneda mediante su venta, compañías comerciales inglesas y traficantes se los suministraban a  los propios chinos, sino también el aletargamiento de la sociedad ante sus problemas, lo que venía bien para la expansión de las intenciones económicas y políticas de los británicos, por ello daban facilidades también a los traficantes chinos para que traficaran con el opio dentro de su propia sociedad china, a pesar de que producía recelos a las compañías comerciales británicas, que presionaban a su gobierno para que eliminara el monopolio chino en algunas zonas; pero así también el opio no sólo era usado en esas fechas como narcótico drogodependiente, sino también altamente necesario para los nuevos descubrimientos médicos de la época en Occidente, facilitaban las operaciones y aliviaban determinados padecimientos, también sociedades europeas y americanas compraban opio.

El texto de Lin Ze-Xu no sólo hace referencia a las medidas a adoptar por China ante el desastroso tráfico de opio sino que se inicia con referencias a un tráfico comercial antiguo con los pueblos no chinos. Su referencia del comercio de Cantón con pueblos extranjeros desde hacía ciento veinte o ciento treinta años anteriores a los hechos de los que trata la carta, nos sitúa alrededor de 1720. En esas fechas tan sólo Cantón fue abierto a los extranjeros, por lo que desde entonces sólo esa ciudad tenía permiso para comerciar con pueblos no chinos. Desde esas fechas se consideraba nociva la influencia exterior para el pueblo chino. Yong-tcheng (emperador de 1723 a 1735) había expulsado a los misioneros católicos e inició una persecución a los cristianos en territorio chino. Así pues la apertura de buenas relaciones a la que alude Lin Ze-Xu se limitaba sólo a Cantón. Por lo general los chinos, como los japoneses hasta 1867, consideraban como un peligro las influencias y contactos exteriores. A la contra de las tendencias occidentales de comercio mundial, ellos preferían un régimen autárquico, encerrado en sí mismo. Llegaban a considerarse un pueblo elegido que gozaba de lo mejor que se podía tener, de ahí su recelo a mezclarse o comerciar con el exterior. Esta idea se podría entresacar de este texto cuando Lin Ze-Xu dice: “El ruibarbo, el té y la seda son todos productos de gran valor de nuestro país y sin los cuales los extranjeros no podrían vivir”. Sin embargo la realidad china era que desde el siglo XVIII se había producido un gran aumento demográfico que no correspondía con el aumento económico. De hecho, China se estaba quedando atrás y empobreciéndose a causa del aumento demográfico que no era respondido con ninguna medida que pudiera satisfacer todas las necesidades de la población. En lugar de renovarse o buscar una ampliación del comercio con el exterior que les beneficiase, decidieron anquilosarse en el tradicionalismo, el nacionalismo, y en las formas antiguas de su cultura y sociedad.

Los británicos se habían establecido comercialmente en Cantón desde 1786 a través de la Compañía de las Indias Orientales. El comercio con el Imperio Chino también se ayudó de otra base comercial más, pero ubicada en India, se trataba del establecimiento en Bengala. En 1819 fundaron Singapur con la “Fortaleza de los Leones”, la cual fue otra ayuda para su tráfico comercial con el Extremo Oriente. Toman ejemplo del tráfico de opio que los holandeses realizaban desde Formosa y crean una plantación de opio en Bengala cuya producción venden a través de Whampoa en Cantón. Los intereses comerciales de este tráfico ilegal en territorio chino eran sostenidos con sobornos a ciertas autoridades del puerto. Implicaba a personalidades británicas influyentes, como ya se ha dicho más arriba. Hasta 1839 China era observada por Occidente como una nación milenaria y poderosa, temible si se la llegaba a despertar. Hasta el anarquista Bakunin, en la segunda mitad de aquel siglo XIX, cree que en el futuro los chinos podrían ser la potencia mundial más poderosa. Pero la Primera Guerra del Opio, de la que ya hemos hablado, demostró que en realidad China estaba en un proceso de fragilidad. Aparte de las indemnizaciones y de la apertura de nuevos puertos al comercio exterior, China no ganó prácticamente nada, tan sólo el reconocimiento del opio como sustancia ilegal dentro de su territorio. Lo que, de todos modos, no impidió la continuidad de su tráfico ilegal por los mismos medios que anteriormente. En 1843, además, debía reconocer a Gran Bretaña como nación más favorecida en sus tratos exteriores, y en 1844 Estados Unidos de América y Francia se sumaban a ser potencias extranjeras con derechos comerciales en el Imperio Chino. Era el principio del final de la autarquía china. Por estas influencias exteriores comenzaron a aflorar por toda China movimientos tradicionalistas y nacionalistas, así como de nuevo fervor religioso chino, que en ocasiones protagonizaron intentos de sedición.

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