Mañana se cumplen diez años de aquel 11 de septiembre de 2001 donde el integrismo islámico destruyó más de 3.000 vidas de golpe en un atentado contra las Torres Gemelas de New York. Desde entonces han habido muchas más muertes, algunas como secuelas del polvo y los escombros que se respiraron en el derrumbe, otras por suicidios, otras a causa de varias guerras y de más atentados. Y la cuenta sigue. Incluso estos días un confidente pakistaní informó de la intención de la banda terrorista Al-Qaeda de la intención de volver a atacar New York y Whasington. No sólo porque sea el décimo aniversario, sino porque el 2 de mayo de este año Estados Unidos de América logró matar a Osama Bin Laden, el fundador e ideólogo principal de Al-Qaeda y los atentados del 11 de septiembre. Estos diez años nos han dado muchas imágenes relacionadas, y la muerte de Bin Laden también. Mucha gente opina que 2001 fue el comienzo simbólico del siglo XXI. Pero la verdad es que el siglo XXI se fue fraguando poco a poco en la antesala que supuso el final de la Guerra Fría en 1991. La nueva configuración del mundo implicó el triunfo del capitalismo hasta el punto que no tenía miedo ya a poner en funcionamiento sus ideales más reaccionarios. Unos ideales que, si uno los estudia con detenimiento, son idénticos, como calcos, al capitalismo salvaje del siglo XIX. Y eso es lo que comenzó en 1991, el comienzo del siglo XXI, o una antesala muy parecida.
De 1991 a 2001 avanzó sin problemas la globalización y la deslocalización de grandes empresas. La Unión Europea aumentó y creció mientras se empezó a construir con ideales neoliberales, con un intento de constitución en 2004 escrita por y para el mercado exclusivamente, olvidando que los ciudadanos son personas, por eso hubo quienes se atrevieron a rechazarla de plano. El Grupo de los Ocho países más ricos, por nadie elegidos, sólo su bolsillo se autoeligió, toma decisiones por todo el mundo. Recomiendan abandonar las políticas sociales del Estado de Bienestar tan arduamente luchado a lo largo del siglo XX, y tan concretamente obtenido durante el periodo de la Guerra Fría por el miedo de los grandes empresarios a una revolución social, ya no tienen ese miedo y quieren que lo tengamos nosotros. Que lo tengamos bajo amenazantes ansias de consumo que han logrado introducir a las personas al embargarse de deudas a pagar en periodos de 40 ó 50 años... coches, casas, viajes, teléfonos móviles... de todo. El movimiento antiglobalización había logrado organizarse y reunirse y diseñar respuestas que estaban siendo aceptadas, hasta que el 11 de septiembre de 2001 ocurrió aquel atentado que fue la excusa perfecta para meternos miedo al decirnos que no era el momento de ir en contra de las decisiones de sus Estados y bancos. Que se necesitaba unidad frente a un choque de civilizaciones. Pero las civilizaciones no chocan. El Islam no es el integrismo islámico. El Islam es una cosa, los integristas, sean islámicos o cristianos, son otra. Y no, no estábamos unidos, porque cada vez iban destruyendo más el Estado de Bienestar en favor de los bolsillos más ricos.
A pocos se les recuerda en esta fecha que George W. Bush había enfadado a mucha gente entre 2000 y 2001. Planeaba desplegar un escudo antimisiles en el Este europeo ante el rechazo de toda la comunidad internacional. Pensaba talar los bosques de Alaska en busca de petróleo. Se permitía el lujo de ridiculizar a la gente que le hablaba de derechos sociales defendidos tradicionalmente por la izquierda. No tuvo reparo alguno en tensar de modo gratuito hasta extremos casi prebélicos las relaciones norteamericanas con todos los países comunistas que aún existían en el mundo, Cuba, China, Corea del Norte y algún otro. Pero también había dado un apoyo incondicional a Israel frente a sus ataques al pueblo palestino, incluso en los casos más escabrosos, poco claros e injustos.
De 2001 a 2011 ocurrió la crisis económica de 2007, materializada de modo pleno en 2008, y que aún embarga al mundo entero. La crisis económica más grande e importante de la Historia del capitalismo, más incluso que la de 1929 en su magnitud. Sin duda en ella no sólo hay factores de especulación económica, primero en torno al sector inmobiliario norteamericano, y después en otros muchos sectores de todo el planeta. Es cierto que la cantidad de frentes bélicos abiertos por Estados Unidos como consecuencia de los atentados de 2001 ayudó a que la crisis de 2007 fuera tan brutal, y que siga siéndolo. No sólo las guerras abiertas por Estados Unidos, sino también las surgidas como consecuencia de todo esto, como las de Oriente Próximo, o los atentados y amenazas que Al-Qaeda se ha dedicado a ir diseminando por todos los sitios, Malasia, Marruecos, España, Reino Unido, Holanda, Italia... Así por ejemplo, mucho antes de 2007, desde 2001, muchas compañías aéreas entraron en quiebras o pérdidas a costa de fobias y de nuevas medidas de seguridad que no podían sostener.
De 2001 a 2011 se ha ido finiquitando poco a poco el Estado de Bienestar a pasos gigantes, pero no ha sido por 2001, quizá 2001 haya ayudado a acelerar el proceso, gracias al miedo, pero no ha sido por él. Todo comenzó en 1991 con el final de la Guerra Fría, y con ella de muchas cosas, por ejemplo el sentimiento de ser trabajador (mucha gente prefiere autoengañarse y creerse clase media porque les han dado opción a vivir en grandes casas como la clase media, pero que en realidad son sus cadenas en forma de deudas de por vida, las que les obligan a trabajar sin protestar aunque le recorten derechos porque sino les amenazan con el embargo y el vivir en la calle o con los ancianos padres). ¿Comenzó el siglo XXI en el 11 de septiembre de 2001? Quizá pueda ser elegido el momento simbólico, pero la antesala se fragua en el final del siglo XX, en aquel 1991. Porque el siglo XXI también es la revolución social que estamos viviendo gracias a los nuevos medios de comunicación, como Internet, las fotografías y videos digitales, o esos teléfonos móviles. Millones de personas de todo el planeta disponen de la posibilidad de conocer ideas, opiniones, conocimientos, propuestas, Arte, humor, preocupaciones, realidades, de todo, en cualquier momento, en cualquier lugar. Todo cambia. Y todo influye, como los movimientos revolucionarios que se viven este año en el Norte de África o en Europa. Revoluciones violentas y revoluciones pacíficas, y de fondo la crisis económica y un mundo de cambios acelerados por el 2001. Esos nuevos medios tecnológicos se habían comenzado a popularizar y perfeccionar a lo largo de esos años 1990', al igual que muchos conocimientos biológicos y técnicas médicas nuevas, los desastres ecológicos por el cambio climático, y otras cuestiones.
La situación actual de 2011 no puede ser atribuida al completo al 2001 más que simbólicamente, si bien sí influye mucho, la maquinaria del carácter diferenciador del siglo XXI respecto del XX estaba en funcionamiento desde 1991. Y en cuestiones económicas, parece ser, al igual que el estilo artístico y moda del retrofuturismo, volvemos al siglo XIX. ¿Porque queremos los ciudadanos? No, porque muchos prefieren no hacer nada o hacer a modo corporativo. Es porque negar que necesitamos revalorizarnos como individuos, ciudadanos y trabajadores a la vez y comportarnos así, es dividirnos en células inutilizadas y entregar nuestros destinos a las grandes empresas que, como es evidente, tejen las telas que llevan el dinero a la madriguera de sus propios depósitos. Hasta el mismísimo presidente de Estados Unidos, Barack Obama, nada sospechoso de socialista, dijo en su discurso de investidura en 2008: "un país no puede prosperar durante mucho tiempo cuando sólo favorece a los que ya son prósperos". Y así ocurrió.
Que la cerveza os acompañe.
De 1991 a 2001 avanzó sin problemas la globalización y la deslocalización de grandes empresas. La Unión Europea aumentó y creció mientras se empezó a construir con ideales neoliberales, con un intento de constitución en 2004 escrita por y para el mercado exclusivamente, olvidando que los ciudadanos son personas, por eso hubo quienes se atrevieron a rechazarla de plano. El Grupo de los Ocho países más ricos, por nadie elegidos, sólo su bolsillo se autoeligió, toma decisiones por todo el mundo. Recomiendan abandonar las políticas sociales del Estado de Bienestar tan arduamente luchado a lo largo del siglo XX, y tan concretamente obtenido durante el periodo de la Guerra Fría por el miedo de los grandes empresarios a una revolución social, ya no tienen ese miedo y quieren que lo tengamos nosotros. Que lo tengamos bajo amenazantes ansias de consumo que han logrado introducir a las personas al embargarse de deudas a pagar en periodos de 40 ó 50 años... coches, casas, viajes, teléfonos móviles... de todo. El movimiento antiglobalización había logrado organizarse y reunirse y diseñar respuestas que estaban siendo aceptadas, hasta que el 11 de septiembre de 2001 ocurrió aquel atentado que fue la excusa perfecta para meternos miedo al decirnos que no era el momento de ir en contra de las decisiones de sus Estados y bancos. Que se necesitaba unidad frente a un choque de civilizaciones. Pero las civilizaciones no chocan. El Islam no es el integrismo islámico. El Islam es una cosa, los integristas, sean islámicos o cristianos, son otra. Y no, no estábamos unidos, porque cada vez iban destruyendo más el Estado de Bienestar en favor de los bolsillos más ricos.
A pocos se les recuerda en esta fecha que George W. Bush había enfadado a mucha gente entre 2000 y 2001. Planeaba desplegar un escudo antimisiles en el Este europeo ante el rechazo de toda la comunidad internacional. Pensaba talar los bosques de Alaska en busca de petróleo. Se permitía el lujo de ridiculizar a la gente que le hablaba de derechos sociales defendidos tradicionalmente por la izquierda. No tuvo reparo alguno en tensar de modo gratuito hasta extremos casi prebélicos las relaciones norteamericanas con todos los países comunistas que aún existían en el mundo, Cuba, China, Corea del Norte y algún otro. Pero también había dado un apoyo incondicional a Israel frente a sus ataques al pueblo palestino, incluso en los casos más escabrosos, poco claros e injustos.
De 2001 a 2011 ocurrió la crisis económica de 2007, materializada de modo pleno en 2008, y que aún embarga al mundo entero. La crisis económica más grande e importante de la Historia del capitalismo, más incluso que la de 1929 en su magnitud. Sin duda en ella no sólo hay factores de especulación económica, primero en torno al sector inmobiliario norteamericano, y después en otros muchos sectores de todo el planeta. Es cierto que la cantidad de frentes bélicos abiertos por Estados Unidos como consecuencia de los atentados de 2001 ayudó a que la crisis de 2007 fuera tan brutal, y que siga siéndolo. No sólo las guerras abiertas por Estados Unidos, sino también las surgidas como consecuencia de todo esto, como las de Oriente Próximo, o los atentados y amenazas que Al-Qaeda se ha dedicado a ir diseminando por todos los sitios, Malasia, Marruecos, España, Reino Unido, Holanda, Italia... Así por ejemplo, mucho antes de 2007, desde 2001, muchas compañías aéreas entraron en quiebras o pérdidas a costa de fobias y de nuevas medidas de seguridad que no podían sostener.
De 2001 a 2011 se ha ido finiquitando poco a poco el Estado de Bienestar a pasos gigantes, pero no ha sido por 2001, quizá 2001 haya ayudado a acelerar el proceso, gracias al miedo, pero no ha sido por él. Todo comenzó en 1991 con el final de la Guerra Fría, y con ella de muchas cosas, por ejemplo el sentimiento de ser trabajador (mucha gente prefiere autoengañarse y creerse clase media porque les han dado opción a vivir en grandes casas como la clase media, pero que en realidad son sus cadenas en forma de deudas de por vida, las que les obligan a trabajar sin protestar aunque le recorten derechos porque sino les amenazan con el embargo y el vivir en la calle o con los ancianos padres). ¿Comenzó el siglo XXI en el 11 de septiembre de 2001? Quizá pueda ser elegido el momento simbólico, pero la antesala se fragua en el final del siglo XX, en aquel 1991. Porque el siglo XXI también es la revolución social que estamos viviendo gracias a los nuevos medios de comunicación, como Internet, las fotografías y videos digitales, o esos teléfonos móviles. Millones de personas de todo el planeta disponen de la posibilidad de conocer ideas, opiniones, conocimientos, propuestas, Arte, humor, preocupaciones, realidades, de todo, en cualquier momento, en cualquier lugar. Todo cambia. Y todo influye, como los movimientos revolucionarios que se viven este año en el Norte de África o en Europa. Revoluciones violentas y revoluciones pacíficas, y de fondo la crisis económica y un mundo de cambios acelerados por el 2001. Esos nuevos medios tecnológicos se habían comenzado a popularizar y perfeccionar a lo largo de esos años 1990', al igual que muchos conocimientos biológicos y técnicas médicas nuevas, los desastres ecológicos por el cambio climático, y otras cuestiones.
La situación actual de 2011 no puede ser atribuida al completo al 2001 más que simbólicamente, si bien sí influye mucho, la maquinaria del carácter diferenciador del siglo XXI respecto del XX estaba en funcionamiento desde 1991. Y en cuestiones económicas, parece ser, al igual que el estilo artístico y moda del retrofuturismo, volvemos al siglo XIX. ¿Porque queremos los ciudadanos? No, porque muchos prefieren no hacer nada o hacer a modo corporativo. Es porque negar que necesitamos revalorizarnos como individuos, ciudadanos y trabajadores a la vez y comportarnos así, es dividirnos en células inutilizadas y entregar nuestros destinos a las grandes empresas que, como es evidente, tejen las telas que llevan el dinero a la madriguera de sus propios depósitos. Hasta el mismísimo presidente de Estados Unidos, Barack Obama, nada sospechoso de socialista, dijo en su discurso de investidura en 2008: "un país no puede prosperar durante mucho tiempo cuando sólo favorece a los que ya son prósperos". Y así ocurrió.
Que la cerveza os acompañe.
La palabra de verificación es: vebber
ResponderEliminarConcuerdo contigo en que la historia se repite y muchos de los acontecimientos que estamos viviendo son similares a las condiciones anteriores a las del s. XIX. Sin embargo no podemos caer en el error etnocéntrico de atribuir las mismas condiciones de los países industrializados a los países en vías de desarrollo, donde nunca llegaron al s. XIX.
No dije que fueran las mismas condiciones anteriores al XIX, sino del XIX, exactamente concreto al último cuarto de ese siglo y primero del XX. Tampoco he dicho nada de zonas geográficas. Sobre zonas geográficas del tercer y cuarto mundo ya he hablado en otras ocasiones por aquí. Este artículo es genérico, si entramos en detalles por zonas geográficas el tema es enciclopédicamente más complejo.
ResponderEliminarque la verificación sea vebber me congratula.