Un día te levantas y piensas que todo está tan entroncado con las miserias de tu vida cotidiana que te gustaría saltar por los aires.
Y lo haces.
Das un paso, dos, y casi parece que das pasos en la Luna. Cosa que me hubiera gustado hacer, por otra parte. Quizá esos pasos donde alguien te agarra para que no salgas volando arrastrado por una tela aireada al viento, sea lo más cercano que vaya a vivir a modo de paseo por La Luna, Marte o más allá. Y de repente dejas de dar pasos. Ya no hay suelo, has pasado la llanura del monte La Muela, has avanzado hacia el precipicio y ya no hay suelo. Vuelas. Ya está hecho. Un instructor canario está a tus espaldas. Él lleva un paracaidas. Tú llevas un casco y una bolsa de aire debajo de ti que se desinflará cuando deje de entrarle aire. ¿Cuántos metros asciendes? ¿1.000? ¿2.000? Vuelas. Subes. Bajas. Ladeas. Te inclinas para dar vueltas y parece que vayas a caer sobre los anchos campos de Castilla que empiezan a colorearse del amarillo de sus veranos. Es temprano en la mañana. Hace un viento inusual. Apenas una tela sujeta con cuerdas, susceptible de recibir un mal golpe de viento, te mantiene en lo alto. No caes. Vuelas. Y vuelan cerca gorriones, tordos, dentro de un rato vendrán buitres a volar cara a cara a tu lado, no muy cerca, tú eres más grande... pero desde arriba, viendo el pueblo entero de Alarilla, y los campos, y los caminos, y personas pequeñas, apenas motas de color sobre la llanura de la cima de La Muela, comprendes que tú eres una hormiga volando. Y vuelas sobre El Colmillo y el campanario. Y sientes que tú eres otra ave grande planeando. Te asciende una corriente térmica de aire. Sin apenas esfuerzo, tú eres voluntad del viento. Y te dejas caer en barrena para descender cuando has llegado muy alto. Y caes, controladamente en una espiral tremenda y maravillosa que no sabes cómo va. Agarras los mandos del parapente que te lleva. Ahora manejas tú la situación, o eso crees. Tiras de los extremos de la tela del ala, la brusquedad puede salir cara, y la inconsciencia de no tumbar el peso hacia el lado deseado para girar. Pero vuelas. Vuelas. Vuelas. Has saltado por lo aires.
Hizo el sueño realidad Mad Parapente, pero no hubiera sido posible sin Barón Kaos del Ala 13, compañero de sueños por un día, fotógrafo, antiguo amigo personal y... volador.
P.D.: las fotos, como siempre, se amplian al pulsar sobre ellas.
Hizo el sueño realidad Mad Parapente, pero no hubiera sido posible sin Barón Kaos del Ala 13, compañero de sueños por un día, fotógrafo, antiguo amigo personal y... volador.
P.D.: las fotos, como siempre, se amplian al pulsar sobre ellas.
esto suena bien..bonita experiencia. Enhorabuena.
ResponderEliminarDe momento sigo aferrado a mis pasos, y al castigo de la gravedad que me sostiene y no me deja volar.
Interesante la experiencia, ya me la contaras un día de estos, porque algo nuevo e impactante es.
ResponderEliminarANGELCIFU: yo te animo a volar. Es impresionante. Es otro paso.
ResponderEliminarJUAN M. JORDAN: es para revivirla. Ya hablaremos cuando nos veamos.
Saludos y que la cerveza os acompañe.
Pues sí que tiene que ser una pasada
ResponderEliminarMe quedo con la segunda fotografía. Ya sabes que estoy enamorada de tu sonrisa, tan limpia, tan linda.... Además estos días que te leo triste, tu sonrisa aún vale más.
ResponderEliminarEn cuanto a lo de volar...he soñado muchas veces que lo hacía..pero en cuanto despierto pienso...los hombres no vuelan...si lo intento igual me estampo ;)
Pues la verdad es que fue una mañana estupenda de vuelo, me encanta que fuera una experiencia tan especial. Espero veros pronto de nuevo por el cielo (del de verdad) Un saludo
ResponderEliminarFue una muy buena mañan, gracias.
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