POEMA PARA ALCALÁ DE HENARES.
Alcalá de Henares era apenas
unas casas viejas y unas cigüeñas,
con sus grandes colegios abandonados,
al pie de las briznas de hierba
crecidas en las aceras y empedrados.
Pasaba el ferrocarril,
desde Barcelona y Zaragoza,
por Alcalá de Henares
y Torrejón de Ardoz,
sólo para ir a Madrid.
Surcada por los hielos más invernales,
dilatada por el sol más veraniego,
ni los otoños ni esas primaveras,
con las que a veces sus hijos la renacen,
le son al llegar a ella tan fraternales.
Mi Alcalá de Henares es ahora
múltiples casas habitadas y cigüeñas,
con su universidad resucitada,
entre coches y gentes con que rebosa,
tras una guerra que hizo de ella
nada.
Ya para el ferrocarril,
desde Barcelona y Zaragoza,
por Alcalá de Henares
y Torrejón de Ardoz,
no sólo por ir a Madrid.
La surcan los hielos invernales,
la dilata el sol veraniego,
y ni otoños ni primaveras
le suelen ser fraternales.
Mi Alcalá de Henares
está llena de gentes
que la renueva en sus calles,
trabajadores, estudiantes,
gentes de cerveza y de café,
gente joven y vieja,
complutense o pasajera.
No es tan largo el camino
si al final es su destino
su presencia mi cobijo.
Nacer donde nació Cervantes,
Manuel Azaña, el arcipreste de Hita;
vivir donde vivieron los estudiantes,
donde vivió gente humilde y sencilla,
donde pasó algún rey, como hoy, distante.
Vivir honrando tiempos mejores,
recordar el declive vivido,
vivir hoy lo mejor de nuestras vidas.
Alcalá de Henares renacida,
crecida en tus dimensiones,
orgullosa de tu pasado,
y a la vez dolida,
democrática y culta,
conoces las cicatrices de tus heridas.
Vivir y morir donde murió mi padre,
ay, Alcalá de Henares;
no es tan largo el camino
si al final es su destino
tu presencia mi cobijo.
Por Daniel L.-Serrano (Canichu, el espía del bar).
Alcalá de Henares era apenas
unas casas viejas y unas cigüeñas,
con sus grandes colegios abandonados,
al pie de las briznas de hierba
crecidas en las aceras y empedrados.
Pasaba el ferrocarril,
desde Barcelona y Zaragoza,
por Alcalá de Henares
y Torrejón de Ardoz,
sólo para ir a Madrid.
Surcada por los hielos más invernales,
dilatada por el sol más veraniego,
ni los otoños ni esas primaveras,
con las que a veces sus hijos la renacen,
le son al llegar a ella tan fraternales.
Mi Alcalá de Henares es ahora
múltiples casas habitadas y cigüeñas,
con su universidad resucitada,
entre coches y gentes con que rebosa,
tras una guerra que hizo de ella
nada.
Ya para el ferrocarril,
desde Barcelona y Zaragoza,
por Alcalá de Henares
y Torrejón de Ardoz,
no sólo por ir a Madrid.
La surcan los hielos invernales,
la dilata el sol veraniego,
y ni otoños ni primaveras
le suelen ser fraternales.
Mi Alcalá de Henares
está llena de gentes
que la renueva en sus calles,
trabajadores, estudiantes,
gentes de cerveza y de café,
gente joven y vieja,
complutense o pasajera.
No es tan largo el camino
si al final es su destino
su presencia mi cobijo.
Nacer donde nació Cervantes,
Manuel Azaña, el arcipreste de Hita;
vivir donde vivieron los estudiantes,
donde vivió gente humilde y sencilla,
donde pasó algún rey, como hoy, distante.
Vivir honrando tiempos mejores,
recordar el declive vivido,
vivir hoy lo mejor de nuestras vidas.
Alcalá de Henares renacida,
crecida en tus dimensiones,
orgullosa de tu pasado,
y a la vez dolida,
democrática y culta,
conoces las cicatrices de tus heridas.
Vivir y morir donde murió mi padre,
ay, Alcalá de Henares;
no es tan largo el camino
si al final es su destino
tu presencia mi cobijo.
Por Daniel L.-Serrano (Canichu, el espía del bar).
(Este poema tiene registro de autor bajo licencia creative commons, al igual que el resto del blog según se lee en la columna de links de la derecha de la página. De este poema no está permitida su reproducción total o parcial sin citar el nombre del autor, y aún así no estará bajo ningún concepto ni forma permitida la reproducción si es con ánimo de lucro).
Precioso compañero. Un abrazo
ResponderEliminarPlas plas plas. Estamos líricos, ¿eh? Que sepas que, aunque casi nunca comente, sigo siguiéndote.
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