lunes, septiembre 13, 2010

NOTICIA 827ª DESDE EL BAR: CASTELAO-GALICIA


Esta fotografía es el puerto de Vigo (Galicia, España) el pasado mes de agosto. No es mía, es de una amiga llamada Patricia Santamaría. Me pareció tan buena fotografía que le pedí permiso para usarla en algún escrito. ¿Qúé mejor que usar este atardecer para hablar en los coletazos del verano de la propia Galicia? ¿Y por qué no hablar de Galicia a través de Castelao, su escritor más galleguista?

EL INFORME CASTELAO-GALICIA

«Aquel ojo que no me había servido de nada en la vida ahora me sirve para mirar. Loco de contento me saqué el ojo, le di cuatro besos y volví a ponerlo en su sitio».


(Alfonso Daniel Manuel Rodríguez Castelao, 1886-1950, "Un Ojo de Vidrio. Memorias de un Esqueleto", 1922).

Castelao ponía en boca de un esqueleto con un ojo de cristal esta gran frase de humor negro. Los españoles son los inventores del humor negro según el tópico mundial, cuando menos somos de las sociedades que más lo usamos. Aunque al decir "españoles" citando a Castelao alguien se podría molestar, no sin razón, ya que este hombre fue en la Edad de Plata de la Literatura Española un escritor, humorista, pensador, médico, dibujante, pintor y político gallego, que tiene en su haber ser uno de las máximas personalidades que en la primera mitad del siglo XX desarrolló toda una actividad cultural y política en favor del galleguismo y la autonomía del mismo dentro de España. Se centró sobre todo en el cultivo de su idioma y en textos que trataban de aunar a gallegos y portugueses en su forma de ser, aunque potenciando a los gallegos dentro de, y diferenciándolos dentro del, grupo de españoles, hablando de su autonomía y su diferenciación, llegando a plantear que se creara una federación española donde Galicia, como otros lugares de la península, pudieran relacionarse de igual a igual, como los Estados de la federación alemana, la india o la norteamericana.

Castelao escribió y dibujó en varios periódicos y revistas de Galicia en las primeras décadas del siglo XX, sobre todo, dado su galleguismo, antes de la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930). Escribió relatos, teatro y novela, mientras viajó por Europa y conoció otras formas de organizarse estatalmente, como el caso alemán citado, las libertades de Holanda, o el republicanismo democrático asumido centenariamente en Francia. Con la llegada de la II República en 1931 fue diputado por Galicia. Su republicanismo gallego ocasionó que tras la huelga revolucionaria de 1934 le confinaran a Extremadura y que no viese su libertad hasta 1935. En 1936 se presentó a las elecciones en las listas del Frente Popular. Al ganar este partido pudo participar en junio de la creación del Estatuto de Autonomía de Galicia, pero el comienzo de la guerra al mes siguiente impidió su aplicación, ya que Galicia cayó bajo dominio de los golpistas. Castelao, político, academicista y ateneista, estaba en esos momentos en Madrid. Pudo seguir desarrolando sus cargos en la capital, después en Valencia y en Barcelona, pero en 1938 fue destinado a ser embajador por la República Española en Cuba, al poco tiempo decidió exiliarse en Estados Unidos de América. Allí continuó su labor galleguista, tratando de crear una Casa de Galicia. En 1940 se mudó a Argentina, luego a Uruguay... y así hasta que en 1946 se mudó a Francia, siendo ministro del gobierno republicano español en el exilio. Murió en 1950. Nunca abandonó su actividad gallega, republicana, ni mucho menos literaria.

Varios críticos y analistas dicen de Castelao que como humorista literario y gráfico era un filósofo. No me cabe duda de que así era. Es esa mezcla de humor reflexivo lo que me hace fijarme en él. Su humor, macabro en ocasiones, también llamó la atención de otro escritor de la época, Ramón del Valle-Inclán. Sobre este asunto se publicó un extenso artículo que no tiene desperdicio donde se le ponía en conexión con otros autores gráficos con humor negro. Fue en la Tebeosfera (Sevilla, 2 de febrero de 2010). Se puede leer en "Horror se Escribe con Hache".

Es más fácil encontrar ediciones gallegas de sus libros y obras que en castellano. Pero la cultura y la reflexión, las narraciones y el humor, es algo que transciende reduccionismos, o debe transcenderlos. Las buenas creaciones tienen un carácter humano universal que les hace ser válidas tanto para un pueblo como para todo el planeta.

Cuando el año pasado visité Santiago de Compostela por primera vez en mi vida pude ver con mis ojos su sepulcro en el Panteón de Gallegos Ilustres. Este año, tras conocer Lisboa, y otras poblaciones cercanas, estaba interesándome yo por autores de estas lenguas tan parecidas al castellano (el gallego y el portugués, del mismo modo que ya desde años antes me intereso por el catalán). Recordé que el Ateneo de Madrid publicó en su revista de 2006 (nº XV-XVI) un artículo sobre la actividad de Castelao, con varios de sus dibujos. Tenía ese ejemplar en mi casa y lo estuve revisando. Son dibujos modernistas que acompañan textos de pensamientos suyos de diferente índole (sobre el lenguaje gallego, la política, y otras cuestiones). Pero es esta imagen del puerto de Vigo sobre todo la que me hace hablar hoy de Castelao. Yo tenía en mi recuerdo más imágenes de Galicia, aparte del Santiago de Compostela del año pasado. En 2002 fui uno de los voluntarios para limpiar las playas gallegas del petróleo que derramó el accidente del barco infame. Estuve en Carnota y Muros. Fueron imágenes de destrucción de la playa. La intentábamos salvar, pero el temporal de lluvias nos lo ponían difícil. Había ido allí voluntariamente, por mi propio impulso y decisión ecologista. Me metí dentro de un autobús que fletaba la facultad de Ciencias del Medio Ambiente de la Universidad de Alcalá de Henares, aunque yo era de Historia y no conocía a nadie. Nunca había ido a Galicia. No la conocía. Tenía 23 años. Me ocurrieron muchas historias allí, y creo que por esas fechas el descontento de algunos lugares creaba en el lugar cierto ambiente que daba sensación de revolucionario por la supervivencia ante las trabas que ponía el gobierno autonómico a los voluntarios, y las mentiras que se oían y leían en los medios de comunicación estatales. Yo viví varias de esas trabas, como también viví de la generosidad y hospitalidad gallegas. Pero también tuve, tuvimos (pues ocurrió junto con varios compañeros voluntarios para limpiar petróleo -chapapote-), un encontronazo desagradable e incomprensible con un nacionalista gallego. Pero en general era una gente afectiva.

Los paisajes que pude mal ver desde las ventanas de autobús, pocos, todo sea dicho de paso, el cansancio imperaba, los viajes eran de noche, y los días los usamos en limpiar las playas, me hicieron saaber que debía volver a Galicia. Sus gentes también me atraían. Sumergirse en su literatura y leyendas, su música, también son un atractivo. Y ahora, esta foto del puerto de Vigo.

Que la cerveza os acompañe.

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