Hace un par de días me encontré con un personaje antiguo conocido de esta bitácora, el militar retirado que dedica su retiro a devorar libros, pese a que regaló su mayor biblioteca hace años. Fue en la Plaza de los Santos Niños, o a mejor decir en la plazoleta que forma la calle de la Tercia frente a la fachada principal de la catedral. La misma donde ahora hay frente a la entrada de esa catedral un bar llamado Pepe Pasión, que no es para nada de mi gusto y de la gran mayoría de la gente de Alcalá que yo conozco, pero que hace las delicias de los jóvenes de otros países de Europa que pasan por la ciudad. La verdad es que Pepe Pasión era antes un bar llamado El Rincón, llevado por Julio. Era un lugar donde se concentraba mucha gente joven y no tan joven, buena parte de ellos carne de bares de rock o de lo que algunos llaman bohemia o hippismo. El Rincón no estaba mal, no sólo podías estar por allí tomando algo con los amigos, sino que además tenías opción a comprar alguno de los cuadros que solían exponer de artistas locales sin medios para exponer en otros lugares, o solicitar un juego de mesa, incluso hacía conciertos de vez en cuando, de blues, jazz, reggae y hasta electrónica. Claro que El Rincón tuvo otros dueños llamándose El Rincón previamente. Los padres de un amigo que tengo desde los años de la guardería me decían que cuando ellos eran jóvenes, y esto son los años de la Transición y La Movida (más o menos 1975-1985) ese bar también tenía ese carácter de lugar de reunión de amigos y de artistas locales. Tenía éxito y la gente, como en las épocas de la gestión de Julio, se agrupaba en torno al bar incluso en la calle por falta de espacio dentro. Pero la historia va mucho más allá, ya que hay gente que recuerda El Rincón, con ese nombre, como una bodega o un mesón en años anteriores, donde muchos vecinos solían reunirse. Incluso en el libro de Vadillo y Remeseiro, “La Explosión del Polvorín de Alcalá de Henares (1947)”, nos cita a José Ruiz Yagüe “el Pezuela” como dueño de la taberna El Rincón en septiembre de 1947. Exactamente aparece testificando que a la hora de la explosión del polvorín varios de los acusados en falso habían estado comprando un litro de vino allí, entre ellos Daniel Elola, ejecutado injustamente por aquella explosión. Podríamos decir que esta es la referencia más antigua de la existencia de El Rincón, pero no es así. Hace un año un conocido que miraba papeles sobre viejas propiedades en Alcalá de Henares, afirmaba que encontró que El Rincón como tal había venido existiendo desde el siglo XVI - XVII, al menos, desde que él lo había rastreado, como taberna y fonda (hostal). Así que es una pena que un local que durante siglos ha sido lo que ha sido, venga un tipo le cambie su nombre por Pepe Pasión y le dé un aspecto y un ambiente cañí que, al menos a mí, me echa para atrás. Pero este cambio ocurrió hace ya un par de años.
Sea como sea allí estábamos sentados en las verjas de la catedral el militar retirado y yo viendo las cigüeñas del nido de una iglesia que está en la unión de la calle de la Tercia con la calle de la Victoria, que desemboca en esta plazoleta citada. En ese momento me dijo que llevaba unos meses dando cursos para aprender a pintar… cosa que ya sabía porque él mismo me lo dijo meses atrás en La Vaca Flaca, incluso me retrató, pero no se acordaba. En ese momento me contó la historia de Elizabeth Siddal, que era una sombrerera del siglo XIX la cual, por su belleza, fue escogida por modelo de muchos pintores del momento. Uno de ellos, John Everett Millais, la eligió para pintar un cuadro de Ofelia, el personaje femenino de Sheakespeare que, enamorada del príncipe Hamlet, enloqueció cuando este asesinó por error a su padre, Polonio. En su locura recogía flores en un pantano sin darse cuenta de que se metía en una trampa mortal, murió ahogada. El dicho cuadro es muy famoso, y suele ser representativo del romanticismo pictórico británico. Sin embargo, Everett Millais quería el mayor realismo posible, en vista del cual necesitaba que Elizabeth Siddal tuviera los colores más parecidos a la muerte posibles para poder representarlos. No la mató, no hay que ser mal pensados, aunque por ahí andan las cosas. La metió en una bañera durante todas las sesiones que posó para lograr tener un modelo “flotando” en el agua, y para lograr los colores gélidos de la muerte llenaba el agua de trozos de hielo. La joven modelo palidecía de frío y de vez en cuando, para no correr riesgos peligrosos, debía adquirir temperaturas más tibias. Sin embargo, aquel posado le costó una enfermedad pulmonar que nunca se curó. Estuvo enferma de los pulmones de por vida. Esta anécdota que me contó era el preludio para iniciar un nuevo rumbo a nuestra conversación, donde él se preguntaba que a veces querría saber qué cosas han pasado en las vidas de las personas de cada edificio, como en la iglesia donde estaban las cigüeñas. Como en el Pepe Pasión, que ambos preferíamos recordar como El Rincón, ambos íbamos por allí cuando aún lo tenía el último dueño que le mantuvo su nombre, Julio. Como en la catedral en cuyas verjas estábamos apoyados. Como en las casas de la calle de la Tercia, donde hay un establecimiento de cafetería y hostal llamado La Tercia y que recupera un nombre de un viejo establecimiento de mismas características; a ninguno de los dos se nos escapa que la Tercia se puede estar remitiendo al nombre de una unidad de tercios (los soldados españoles de los siglos XVI y XVII). O como la calle de la Victoria, cuyo nombre precisamente es del siglo XVII, y rememora una batalla ganada no sé si contra los holandeses, contra los franceses, o en la Guerra de los Treinta Años. A tanto no llego.
Decía este hombre que cuando me encontraba de muy tarde en tarde le gustaba estar conmigo, porque le traía paz. Yo podría decir que cuando me lo encuentro de tarde en tarde, siempre saco alguna historia que no conocía. Que la cerveza os acompañe.
Sea como sea allí estábamos sentados en las verjas de la catedral el militar retirado y yo viendo las cigüeñas del nido de una iglesia que está en la unión de la calle de la Tercia con la calle de la Victoria, que desemboca en esta plazoleta citada. En ese momento me dijo que llevaba unos meses dando cursos para aprender a pintar… cosa que ya sabía porque él mismo me lo dijo meses atrás en La Vaca Flaca, incluso me retrató, pero no se acordaba. En ese momento me contó la historia de Elizabeth Siddal, que era una sombrerera del siglo XIX la cual, por su belleza, fue escogida por modelo de muchos pintores del momento. Uno de ellos, John Everett Millais, la eligió para pintar un cuadro de Ofelia, el personaje femenino de Sheakespeare que, enamorada del príncipe Hamlet, enloqueció cuando este asesinó por error a su padre, Polonio. En su locura recogía flores en un pantano sin darse cuenta de que se metía en una trampa mortal, murió ahogada. El dicho cuadro es muy famoso, y suele ser representativo del romanticismo pictórico británico. Sin embargo, Everett Millais quería el mayor realismo posible, en vista del cual necesitaba que Elizabeth Siddal tuviera los colores más parecidos a la muerte posibles para poder representarlos. No la mató, no hay que ser mal pensados, aunque por ahí andan las cosas. La metió en una bañera durante todas las sesiones que posó para lograr tener un modelo “flotando” en el agua, y para lograr los colores gélidos de la muerte llenaba el agua de trozos de hielo. La joven modelo palidecía de frío y de vez en cuando, para no correr riesgos peligrosos, debía adquirir temperaturas más tibias. Sin embargo, aquel posado le costó una enfermedad pulmonar que nunca se curó. Estuvo enferma de los pulmones de por vida. Esta anécdota que me contó era el preludio para iniciar un nuevo rumbo a nuestra conversación, donde él se preguntaba que a veces querría saber qué cosas han pasado en las vidas de las personas de cada edificio, como en la iglesia donde estaban las cigüeñas. Como en el Pepe Pasión, que ambos preferíamos recordar como El Rincón, ambos íbamos por allí cuando aún lo tenía el último dueño que le mantuvo su nombre, Julio. Como en la catedral en cuyas verjas estábamos apoyados. Como en las casas de la calle de la Tercia, donde hay un establecimiento de cafetería y hostal llamado La Tercia y que recupera un nombre de un viejo establecimiento de mismas características; a ninguno de los dos se nos escapa que la Tercia se puede estar remitiendo al nombre de una unidad de tercios (los soldados españoles de los siglos XVI y XVII). O como la calle de la Victoria, cuyo nombre precisamente es del siglo XVII, y rememora una batalla ganada no sé si contra los holandeses, contra los franceses, o en la Guerra de los Treinta Años. A tanto no llego.
Decía este hombre que cuando me encontraba de muy tarde en tarde le gustaba estar conmigo, porque le traía paz. Yo podría decir que cuando me lo encuentro de tarde en tarde, siempre saco alguna historia que no conocía. Que la cerveza os acompañe.
El Rincón era uno de los mejores bares de Alcalá. Saludos.
ResponderEliminarpues si, anda que no me he tirado yo domingos alli metida tomando cañas, que pena que lo cambiasen U_U
ResponderEliminarPues yo no conozco el "Rincón de tu Julio", pero he conocido el tuyo.
ResponderEliminarSiceramente, tu historia comenzó adeslizarse frente a mis ojos sin muchas ganas, la historia del Ricón dió paso a la del pintor y ahí me encantó.
Que será que como no soy de Alcalé no me viene el apego al lugar, pero que tu compañero de conversación frenta a la catedral, si me ha encandilado. Así es que gracias, volveré otro día a ver si tengo suerte y os pillo conversando de nuevo.
Un saludo.
ANÓNIMO: a mí me gustaba al menos.
ResponderEliminarTXUSTINE: ¿volverá algún día? Se pasaban buenos ratos.
MARÍA: Pues si vuelves por aquí andaremos, voy na echarle un vistazo a tu blog. Saludos.