Hemos llegado a un campamento espacial para niños suicidas. En el embarcadero de naves foráneas un letrero de piedra tenía escrita la frase de un viejo relato de La Tierra, lo que me era sorprendente, donde se leía: "El primero tenía todavía abiertos los ojos y los clavaba con delirio y con delicia en una caja amarilla donde se leía mañana. ¿Llegará ese mañana fatídico? ¿Qué encerraba la caja? En tanto, la Noche Buena era pasada, y el mundo todo, a mis barbas, cuando hablaba de ella, la seguía llamando noche buena".
Ojo ha llamado la atención de los niños de aquí. No debe ser muy común para ellos ver un ojo de mediana estatura con patas y brazos acabados en muñón. Juegan con él, aunque no con demasiado entusiasmo. Se cansan pronto. Muchos dejan el juego a medias y se abstraen mirando la cubertería de la hora de la comida. Jugando uno de ellos le clavó un tenedor en la ceja a otro niño. Creo que quería tener un Ojo para sí mismo. Sólo paramos por ver si podíamos descansar un poco, pero la estancia aquí se ha retrasado dos días. Nos dieron una habitación entre las de los niños. La pasada noche uno de ellos intentó cortarse las venas. Lo descubrió Ojo. Salté de mi ventana a la suya y le puse los brazos en alto. Las enfermeras se han hecho cargo de él. No quería irme hasta asegurarme de que el niño estaría bien.
Retomamos el rumbo a Crepúsculo hace media hora, pero nos fue dificil despegar. Varios niños y niñas se metieron detrás de los motores con la esperanza de morir carbonizados por el calor de la ignición. Murieron casi en el acto. Un par de ellos aún tuvieron tiempo de agonizar cuando apagué los motores alertado por las voces de una de las cuidadoras. De todos los niños del campamento espacial para niños suicidas sólo sobreviven a sus depresiones un porcentaje inferior a la mitad, así que sólo tuve que rellenar unos papeles burocráticos que me esculpaban de lo ocurrido y donde daba mi testimonio como testigo de los hechos.
En el segundo intento tuve más cuidado y miré antes detrás de los motores. Había tres niñas de Down. Intenté que Ojo las convenciera para que volvieran a sus habitaciones, pero no hubo manera de lograrlo. Las enfermeras y cuidadoras no obtenían mejores logros. En uno de los descuidos del equipo cuidador del campamento puse en práctica algo que se me ocurrió. Cuando ocurrió aquel percance con la guardia secreta de Humo me agencié una pistola láser. Sólo fue enseñársela y ver cómo se les iluminaba los ojos de ilusión. Era todo un regalo para ellas lo que aquella pistola podría hacer por ellas. Las convencí para que se quitaran de los motores a cambio de entregarles el arma. En pocos minutos pude abandonar con Ojo el campamento espacial para niños suicidas, si hubieran muerto achicharradas por mis motores hubiera tenido que estar más tiempo rellenando papeles burocráticos, y tal vez después, en una tercera ocasión: más, y en una cuarta: más, y así retenido durante mucho tiempo. Al menos ahora estoy rumbo a Crepúsculo.
Tu viaje a Crepúsculo es raro, raro, raro, Canichu. A ver si nos vemos allí.
ResponderEliminar¿Habrá algún lugar como el que describes entre nosotros Canichu?
ResponderEliminarMe encanta tu historia.
Un beso lejos de los motores.
Como toca la pianola el fulano a pesar de sus dedos morcilleros!!!
ResponderEliminarARGONAUTa: intentaré que nos veámos en Crepúsculo. Un besín.
ResponderEliminarVADE RETRO: Todo puede ser, de hecho hay residencias de ancianos donde los ancianos más que ha descansar vana aser maltratados hasta la muerte. Recibo tu beso por infograma en la sala de mando.
TORTLON: Yo también pensé lo mismo... luego mirando por yputube descubrí que hasta tiene un club de fans y todo. Este hombre es digno de la hora Chanante.