Hoy es uno de esos días que la cultura popular más supersticiosa colocó en el día de la mala suerte al coincidir en Martes un día 13 de mes, idéntica suerte corrió el Viernes en coincidencia con otro 13 de mes. ¿Por qué esta combinación? ni idea. Aunque el número 13 por lo general suele relacionarse con la mala suerte. Me pregunto si tendrá que ver con que los apóstoles eran 13 antes de que Judas Iscariote fuera hechado del grupo por delatar a JesuCristo. Ni idea. Pero este en año 2007 Febrero, y su Martes 13, tiene una coincidencia simpática, que la día siguiente Miércoles (lo que no importa) es 14. O lo que es lo mismo, 14 de Febrero, día de San Valentín, día de los enamorados, y todo porque a este santo hombre se le ocurría casar incluso a los muertos por la peste que en vida fuesen enamorados. Asíque al día oficial de la mala suerte le sigue el día oficial del amor... por más que yo y otros seamos partidarios de que algún día se instaure el día de los solteros o en su defecto el de "filete y mamada", campaña de petición antigua ya en Internet y que no repetiré en qué consiste, por otra parte es obvia.
Y mala suerte y poco amor es lo que tuvo el anciano que hace unos días murió en un pueblecito de Guadalajara. Mala suerte porque murió, poco amor el que le procesaban buena parte de sus vecinos. Me lo contó un colega de carrera, Historia, como sabéis, y de ideas sociales. En un pueblecito pequeño donde todos se conocen murió hace pocos días un hombre de unos ochenta y pico años o noventa y pico años de edad, tras pasar una larga y muy dolorosa enfermedad. El alcalde hubo de llevar guardias al cementerio ya que se produjeron enfrentamientos verbales entre la familia del finado y buena parte de los que fueron sus vecinos.
Parece ser que casi todo el resto de ancianos del pueblo llevaban años esperando su muerte en silencio. El hombre que murió era el que fue el enterrador del pueblo durante muchas décadas, exactamente desde la guerra civil (1936 - 1939). El hombre había sido partidario de la dictadura nacional católica del general Franco, y parece ser que estaba tan influído por sus ideales de extrema derecha y de supersticiones de base religiosa, que le daba asco y repudia tocar a alguien de ideas de izquierdas o de ideas meramente democráticas. Hasta el punto que cada vez que moría alguien del pueblo o que era ejecutado en los años inmediatos de la postguerra, a este buen hombre no se le ocurría otra cosa que disponer de ellos manejándoles clavándoles un gancho de carnicero o de ganadero (no lo tengo claro). Siendo el caso que, de esa manera, a los ejecutados los arrastraba hasta una fosa común y a los no ejecutados los introducía en su ataúd y tumba correspondiente. Nadie decía nada ni se quejaba en su época por miedo a ser represaliados por la dictadura, que obviamente también estaba representada en el pueblo. Cuando llegó la democracía entre 1975 y 1978 el miedo también acalló a las gentes del pueblo. Y el miedo perduró hasta nuestros días, haciendo que los ancianos se callaran el asunto o que se limitaran a meros rumores.
Así pues, muerto este hombre hace unos días en este 2007, tras una agonía larga y dura, como es costumbre en pueblos pequeños donde todos se conocen, no sólo asistió la familia, sino también todos los vecinos de la localidad. Los ancianos aún sobrevivientes de todos aquellos años comenzaron los problemas. Años y años de haber callado las injusticias de la dictadura, las habían reflejado en la figura de su enterrador y en los modos de este al tratar a sus muertos en el pasado como si fueran carne putrida de ganado apestado. Algunos de los ancianos, parece ser, comenzaron a hablar entre dientes cosas como "ya murió y lo he podido ver", "murió con dolores, el cabrón", "ahora estás donde debías" y cosas similares según bajaban el ataúd a la fosa. Obviamente los familiares del muerto se comenzaron a indignar y los familiares de los ancianos que rumoreaban les replicaron también indignados con su indignación, hasta el punto dicho de tener que recurrir al uso de guardias las autoridades locales.
Son parte de las heridas españolas (no mal cerradas ni mal resueltas, sino nunca cerradas ni resueltas) de la guerra civil y de los cuarenta años de dictadura. Aquel entierro del enterrador se había transformado en el catalizador de los resentimientos y las injusticias que se habían acumulado durante décadas. Rotos al fin los miedos, estalló la contención de sus resquemores y penalidades pasadas, justo cuando murió la figura que para ellos representó ruralmente la cara más fea de la dictadura.
Sin ánimo de justificar ninguna de las actitudes que se dieron en el entierro, pues también es cierto que no dejaba de ser un entierro, y quizá con la democracía en la mano amparándoles y con el enterrador aún vivo era cuando los del pueblo debían haber pedido cuentas de su desgarro silenciado durante décadas, la verdad es que reflexiono ¿por qué las autoridades de la dictadura en el pueblo nunca le dijo al enterrador, aunque les fuese afín, que los muertos no debían ser manejados mediante clavarles ganchos, fuesen de las ideas que fuesen? Está claro que las autoridades de allí fueron cómplices o al menos simpatizantes o permisivos con la forma de trabajar del enterrador. Durante décadas este hombre se había transformado en un símbolo material y catalizador de los males rurales que provocaba la dictadura en ese pueblo, aunque sin duda hubiera otras fuerzas que eran las que permitían y daban cobertura a esos echos. El miedo que tuvieron, su silencio de lo ocurrido durante las décadas de la dictadura, prolongado ese silencio hasta dentro de la democracia, les impidió estallar antes, y no porque temieran a un hombre, el enterrador, sino a toda una máquina represora que era la dictadura a través de la gente que la hacía acatar.
Esta historia que me contaron hace poco me resultó metafórica de la sociedad española de la segunda mitad del siglo XX, incluído el hecho de que el centro de los odios contenidos fuese precisamente el enterrador del pueblo, por cuanto manejaba con ganchos a los muertos de la democracia y a los muertos de la izquierda, que no tienen porqué ser necesariamente los mismos.
Y de este modo, esta semana que contiene el día oficial de la mala suerte y el día oficial del amor, ni le dio buena suerte a ese viejo enterrador, ni le reportó amor... aunque, la verdad, para otros en el pueblo les pareció una suerte sobrevivirle, y el amor... el amor... el amor hay que ganárselo con las obras, y este hombre no parece que hiciera muchas obras que inspiraran amor a una buena parte de su pueblo.
Y mala suerte y poco amor es lo que tuvo el anciano que hace unos días murió en un pueblecito de Guadalajara. Mala suerte porque murió, poco amor el que le procesaban buena parte de sus vecinos. Me lo contó un colega de carrera, Historia, como sabéis, y de ideas sociales. En un pueblecito pequeño donde todos se conocen murió hace pocos días un hombre de unos ochenta y pico años o noventa y pico años de edad, tras pasar una larga y muy dolorosa enfermedad. El alcalde hubo de llevar guardias al cementerio ya que se produjeron enfrentamientos verbales entre la familia del finado y buena parte de los que fueron sus vecinos.
Parece ser que casi todo el resto de ancianos del pueblo llevaban años esperando su muerte en silencio. El hombre que murió era el que fue el enterrador del pueblo durante muchas décadas, exactamente desde la guerra civil (1936 - 1939). El hombre había sido partidario de la dictadura nacional católica del general Franco, y parece ser que estaba tan influído por sus ideales de extrema derecha y de supersticiones de base religiosa, que le daba asco y repudia tocar a alguien de ideas de izquierdas o de ideas meramente democráticas. Hasta el punto que cada vez que moría alguien del pueblo o que era ejecutado en los años inmediatos de la postguerra, a este buen hombre no se le ocurría otra cosa que disponer de ellos manejándoles clavándoles un gancho de carnicero o de ganadero (no lo tengo claro). Siendo el caso que, de esa manera, a los ejecutados los arrastraba hasta una fosa común y a los no ejecutados los introducía en su ataúd y tumba correspondiente. Nadie decía nada ni se quejaba en su época por miedo a ser represaliados por la dictadura, que obviamente también estaba representada en el pueblo. Cuando llegó la democracía entre 1975 y 1978 el miedo también acalló a las gentes del pueblo. Y el miedo perduró hasta nuestros días, haciendo que los ancianos se callaran el asunto o que se limitaran a meros rumores.
Así pues, muerto este hombre hace unos días en este 2007, tras una agonía larga y dura, como es costumbre en pueblos pequeños donde todos se conocen, no sólo asistió la familia, sino también todos los vecinos de la localidad. Los ancianos aún sobrevivientes de todos aquellos años comenzaron los problemas. Años y años de haber callado las injusticias de la dictadura, las habían reflejado en la figura de su enterrador y en los modos de este al tratar a sus muertos en el pasado como si fueran carne putrida de ganado apestado. Algunos de los ancianos, parece ser, comenzaron a hablar entre dientes cosas como "ya murió y lo he podido ver", "murió con dolores, el cabrón", "ahora estás donde debías" y cosas similares según bajaban el ataúd a la fosa. Obviamente los familiares del muerto se comenzaron a indignar y los familiares de los ancianos que rumoreaban les replicaron también indignados con su indignación, hasta el punto dicho de tener que recurrir al uso de guardias las autoridades locales.
Son parte de las heridas españolas (no mal cerradas ni mal resueltas, sino nunca cerradas ni resueltas) de la guerra civil y de los cuarenta años de dictadura. Aquel entierro del enterrador se había transformado en el catalizador de los resentimientos y las injusticias que se habían acumulado durante décadas. Rotos al fin los miedos, estalló la contención de sus resquemores y penalidades pasadas, justo cuando murió la figura que para ellos representó ruralmente la cara más fea de la dictadura.
Sin ánimo de justificar ninguna de las actitudes que se dieron en el entierro, pues también es cierto que no dejaba de ser un entierro, y quizá con la democracía en la mano amparándoles y con el enterrador aún vivo era cuando los del pueblo debían haber pedido cuentas de su desgarro silenciado durante décadas, la verdad es que reflexiono ¿por qué las autoridades de la dictadura en el pueblo nunca le dijo al enterrador, aunque les fuese afín, que los muertos no debían ser manejados mediante clavarles ganchos, fuesen de las ideas que fuesen? Está claro que las autoridades de allí fueron cómplices o al menos simpatizantes o permisivos con la forma de trabajar del enterrador. Durante décadas este hombre se había transformado en un símbolo material y catalizador de los males rurales que provocaba la dictadura en ese pueblo, aunque sin duda hubiera otras fuerzas que eran las que permitían y daban cobertura a esos echos. El miedo que tuvieron, su silencio de lo ocurrido durante las décadas de la dictadura, prolongado ese silencio hasta dentro de la democracia, les impidió estallar antes, y no porque temieran a un hombre, el enterrador, sino a toda una máquina represora que era la dictadura a través de la gente que la hacía acatar.
Esta historia que me contaron hace poco me resultó metafórica de la sociedad española de la segunda mitad del siglo XX, incluído el hecho de que el centro de los odios contenidos fuese precisamente el enterrador del pueblo, por cuanto manejaba con ganchos a los muertos de la democracia y a los muertos de la izquierda, que no tienen porqué ser necesariamente los mismos.
Y de este modo, esta semana que contiene el día oficial de la mala suerte y el día oficial del amor, ni le dio buena suerte a ese viejo enterrador, ni le reportó amor... aunque, la verdad, para otros en el pueblo les pareció una suerte sobrevivirle, y el amor... el amor... el amor hay que ganárselo con las obras, y este hombre no parece que hiciera muchas obras que inspiraran amor a una buena parte de su pueblo.
vale la pena leerte, y desde hoy te sigo
ResponderEliminarPasamos demasiado tiempo esperando que llegue un determinado día y apresurados por que otros pasen de largo lo antes posible. Todo esto conlleva a no vivir cada instante como merece ser vivido. Es una lástima.
ResponderEliminarHoy vocifero un Carpe Diem. Hoy correré la suerte que yo me busque y la posible mala suerte (si existe) que pueda acontecerme no será por ser hoy martes 13... Y mañana... bueno mañana... tengo la fortuna de celebrar "San Valentín" todos los días del año desde hace casi un año. ¿Para qué esperar a mañana en hacer algo especial para mi pareja cuando puedo hacerlo hoy? Mañana también será especial, pero ya llegará. Ayer fue especial, y ya pasó...
Tu historia me ha llevado a comparar lo que pasó con la muerte de Pinochet hace poco acá en Chile.
ResponderEliminarEn su muerte muchos recordaron los actos que este personaje creò durante su dictadura, tanto para los que los apoyaron como a los afectados... pero dentro de años de democracia de calló, olvidó, se acomodó...
Al parecer la muerte remueve recuerdos...
Saludos (y disculpa mi falta de redacción en mi último post ;) )
con que hoy es martes 13
ResponderEliminarcon razón!!!!
Historias de esas las hay asín por los pueblos. Durante décadas las víctimas tuvieron que convivir con los verdugos y las familias de todos ellos. Y lo peor fueron los pueblos que cambiaron de manos, porque ahí primero pringaron unos y luego los otros y casi ninguna familia se libró.
ResponderEliminarEste hombre supo ganarse ese enfrentamiento, y lo que no vivió en vida lo vivió en su entierro.
ResponderEliminarLa justicia llega. A veces, tarde, pero llega...
Tienes una manera de relatar que me gusta muchísimo, ya te lo he dicho varias veces, pero es que al comenzar a leerte me dio lástima el pobre viejecito, hasta que dijiste de quién se trataba y comprendí a los que se alegraban de haberlo sobrevivido.
Es material para un cuento corto, para un guión de una pequeña obra de arte... Suscita demasiados sentimientos encontrados...
Otro con el santo inexistente, aggghhhhh
ResponderEliminarSOLEIL: Pues gracias. Bienvenido/a eres. Una cervecita para ti.
ResponderEliminar3'14: La verdad es que yo no vivo ya esperando determinadas nadas. Lo aprendí hace años. Lo único que no te desilusiona es lo que no te ilusiona.
LUNA AGUA: siempre ocurre así en estos casos, la verdad. Pero no creo que la muerte remueva recuerdos, creo que en la muerte muchos se atreven a hablar lo que no tuvieron valor en vida. Un besín saludín.
MARI: hay que mirar el calendario, pero no te fíes mucho de él.
PCBCARP: Aunque en el fondo siempre es lo mismo, siempre hay matices que en parte cambian el fondo a otro fondo. Un saludo.
LILIANA: han habido muchas historias sacadas de la realidad. Sólo hay que pasarlas al formato que desees. NO es tan fácil, a veces. Un saludín.
RAQUEL: estoooooo.... yo no he hablado de san valentín exactamente, ejem... ejem... ¿leíste el post bien? Un saludo.
Ohhhh, me encanta tu faceta de narrador de historias. Me gusta aislarme de mi alrededor y ponerme a leerte, sin que nada interrumpa tu cuento...a veces esos cuentos tienen personajes malos, pero forman parte de la historia y sirven para que valoremos los buenos que salen.
ResponderEliminarBesos
¿cuento? pero si esto es algo que ocurrió de verdad. Un saludo.
ResponderEliminarLo que ocurre cada día puede ser en manos de alguien como tú, un cuento.
ResponderEliminarLo leí, sí, entero, pero es que tenía ya tal empacho del santo....
ResponderEliminarUna historia esperpéntica, con algo de triste irrealidad. Siempre hay malajes o resentidos en un lado o en otro. La venganza es un plato frío que los otros abuelos toman antes del "hielo" del adios.
ResponderEliminarCierto es que las cosas hay que hacérselas y decírselas a las personas mientras vivan. Nunca debemos guardar rencor ni odio hacia nadie esperando a que le llegue la hora porque los que peor lo pasan son los que tienen ese sentimiento en la mente durante días y noches. La persona que actúa con convicción de lo que hace, no sufre ni padece de remordimientos. Por cierto, me gusta mucho como escribes. Un saludo.
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