Voy a mezclar el típico informe de Historia enorme que suelo colgar de pascuas a ramos, con un pequeño homenaje familiar. Humm, es largo, el próximo día ya colgaré algo sobre los bisabuelos paternos. Un saludo.El del centro con traje gris es mi bisabuelo José Antonio, la mujer de negro con gafas es mi bisabuela Jacoba y a su izquierda, de pie, está mi madre Dolores (Loli). Es el día de la primera comunión de mi madre, en 1956. El resto es familia también.
EL INFORME: BISABUELOS MATERNOS.
La familia materna tiene su origen principalmente en diversos lugares de Andalucía, aunque es muy viajera y hay ramificaciones en Cataluña y diversos lugares de Sudamérica (estos sobre todo por tener que exiliarse a causa de la guerra civil española, 1936 - 1939), así como los apellidos delatan también orígenes remotos entre gallegos y portugueses. La llegada de mis abuelos a Madrid y Alcalá de Henares se produjo durante la II República y se consolidó durante la defensa de Madrid en la guerra y tras la guerra en busca de escondite ante la represión franquista y de trabajo.
El nombre más remoto recordado, pero algo mítico, es el de Ascensión la posible madre de alguno de los abuelos de mi abuelo Félix. La cual se podría situar a principios y mediados del siglo XIX.
De los abuelos de Félix (mis tatarabuelos) se conocen dos nombres tan sólo, Gertrudis Galbán, casada con alguien cuyo nombre no se conserva, y Adelina Jiménez, casada también con alguien que no se conoce su nombre. Se sabe poco de estos. Gertrudis tuvo una hija en la década de 1870' llamada Dolores Rico Galbán, nacida en Sevilla. Mientras que Adelina tuvo un hijo llamado Manuel Páez Jiménez., nacido en Córdoba.
Tal vez Manuel llegó a ser reclutado a la fuerza para combatir en la guerra que España sostuvo en el norte de África por conseguirlo como protectorado, la Guerra del Rif de muy principios del siglo XX, y que ya comenté y expliqué en otro post muy anterior. No se sabe bien si ocurrió, sobre todo dada la senilidad actual de mi abuela Antonia y que mi abuelo Félix está muerto desde 1985,
Manuel y Dolores se enamoraron profundamente, llegando a tener diecisiete hijos, entre ellos mi abuelo Félix Páez Rico en 1909, nacido en Bélmez (Córdoba). No se sabe muy bien de qué trabajaba Manuel, si del campo o en otras tareas. Pero se sabe que sus hijos, siguiendo lo que el resto de la familia había hecho, se fueron viajando por España y otros lugares en busca de un lugar donde asentarse, aunque alguna parte llegó a quedarse en algún lugar de Andalucía.
Por otra parte, los abuelos de mi abuela Antonia se llamaron Francisco Gómez, casado con Trinidad López, y Eudívigis García, de cuyo esposo tampoco se sabe su nombre. Se sabe que Francisco y Trinidad tuvieron tres hijos, entre ellos a José Antonio García López en 1872, nacido en Guadix (Granada). Mientras Eudívigis tuvo cuatro hijos, entre los que estaba Jacoba Díaz García en 1883, nacida en Murtas (Granada).
Siguiendo la historia de Manuel y Dolores, su amor profundo les dio diecisiete hijos, como se dijo, y entre ellos mi abuelo Félix. Cuando mi abuelo iba a tener su primera hija (que no primer hijo) esta iba a recibir el nombre de la madre de su esposa, Jacoba. Pero lamentablemente la madre de mi abuelo murió diecinueve días antes del nacimiento de su nieta, en 1949. Así pues esta hija de Félix, mi madre, sería llamada María Dolores en honor a esta otra abuela suya, y no de Jacoba. Había muerto de fiebres tifoideas. La familia materna es muy pasional, yo lo soy bastante y me consta que lo heredé de ellos. Tal es así que el amor profundo entre Manuel y Dolores hizo que Manuel no lograra superar la muerte de su esposa. Por ello uno o dos años después, en 1950 o 1951, se suicidó a la puerta de un cementerio, para no dar mucho trabajo al sepulturero, como dijo en su nota final. Tal muerte marcaría la vida de su hijo Félix que jamás hablaría sobre su familia, salvo muy extrañas ocasiones.
Los otros bisabuelos, José Antonio y Jacoba son parte mítica de la historia familiar. Tanto así que por poco yo hubiese llevado el nombre de José Antonio, y no el de Daniel, por lo que éste fue en la familia y porque según se cuenta nacimos ambos a las ocho en punto de la mañana, aunque él de una mañana de 1872 y yo de una de 1979. Sin embargo las reminiscencias políticas de José Antonio aún en aquellas épocas de mi nacimiento impidió tal homenaje, siendo toda la familia (paterna y materna) de izquierdas. José Antonio aún recordaba a la figura de José Antonio Primo de Rivera, soporte ideológico de la dictadura de extrema derecha de Franco. La elección de mi nombre tiene una historia larga, pues se complicó, pero eso es otra historia.
La verdad es que hay que hablar antes de la trayectoria de José Antonio García que la de Jacoba Díaz, pues este matrimonio, también por amor puro, tenía una pequeña curiosidad familiar que se puede comprobar haciendo matemáticas con sus fechas de nacimiento. Él era once años mayor que ella. Así que la historia de José Antonio arranca cuando en 1898 se alistó en el ejército para ir a combatir a EEUU en Filipinas, una de las últimas colonias españolas. Tal vez pensaba en ir a luchar a Cuba o Puerto Rico, pero su destinación fue Filipinas. Como quiera que aquella guerra fue un fracaso total para España y EEUU sólo tuvo que hacer blanco en los españoles, su regreso fue tan rápido como rápido fue lo que duró la guerra, tal vez en el mismo 1898, o tal vez en 1899.
José Antonio fue autodidacta, y le gustaba tanto aprender que llegó a comprarse muchos libros y a transmitir el gusto por la lectura y la educación a sus hijos. Fue él quien enseñó a leer y escribir a sus hijos y nietos, en algún caso lo hizo y ayudó en otros. Así mismo inauguró una tradición familiar: tener pájaros canarios de mascota ininterrumpidamente. Esta tradición la comenzó porque ejerció como minero y los pájaros en la mina eran esenciales por entonces para detectar posibles escapes de gas grisú, pues mata primero a los pájaros. Desarrolló un gusto por ellos e incluso cuando ya no ejerció de minero siguió teniéndolos. El trabajo en la mina no le minó la salud, sorprendentemente, pero provocó que tuviera asma.
Cuando conoció a su futura esposa Jacoba tenían once años de diferencia, como se dijo, pero se enamoraron profundamente. Llegaron a tener once hijos, entre ellos mi abuela Antonia García Díaz en 1911, nacida en Granada. Esta hija se transformó en la predilecta de José Antonio, tanto fue así que nunca le gustó que ella se tuviera que ir a Madrid de sirvienta a casa de un político retirado a la fuerza por la dictadura de Miguel Primo de Rivera (1923 - 1929), exactamente de niñera en la casa de Sánchez Guerra, quien llegó a ejercer de ministro y de presidente de gobierno con Alfonso XIII antes de la dictadura. En algún momento durante la II República (1931 - 1936) ellos también vinieron a Madrid con ella. Aunque su estancia aquí para hacerla compañía fue definitiva al estallar la guerra civil (1936 - 1939). José Antonio, Jacoba y su hija Antonia vivieron la batalla de Madrid y los continuos bombardeos sobre la población civil como ellos, mientras el compañero / esposo de Antonia, mi abuelo Félix, combatía simpatizando con los anarquistas de CNT tanto en Madrid, como en Alcalá de Henares como en Guadalajara. La situación en Madrid se hizo tan peligrosa para los civiles que José Antonio y Jacoba se llevaron a su hija Antonia a Catarrojas (Valencia), donde se estaba evacuando a parte de la población. Allí llegó un día el abuelo Félix para celebrar con la abuela Antonia una boda civil que fue anulada y ocultada tras la derrota de la República, por miedo a la represión franquista, por lo que se volverían a casar años después por la Iglesia como si nunca hubieran sido pareja de hecho anteriormente.
El final de la guerra fue una ruina humana para la familia. El abuelo Félix debía ocultarse por un tiempo y destruir todo lo referente a su pasado. Lo logró en Madrid capital, entre sus miles de habitantes. No tenían dinero alguno y se recurrió a la mendicidad. Sin embargo, José Antonio y Jacoba aún tenían algún dinero, pues por su edad no combatieron en la guerra y no estaban tan directamente implicados. En socorro de su hija, compraron una casa en Vallecas, que muy pronto cambiaron por otra en Paravicinos, una vieja y gigantesca casa construida a principios del siglo XX para obreros por consejo del Instituto de Reformas Sociales, del gobierno de Alfonso XIII. Allí vivieron juntos los cuatro, más los nietos que les dio su hija Antonia, algún familiar que acabó exiliado en Perú y otros en Argentina, y aún una habitación que alquilaban a desconocidos. José Antonio y Jacoba practicaron el estraperlo, esto es la venta ilegal de productos de primera necesidad durante el racionamiento de la postguerra. Vendían comida, jabón, tabaco... Con el tiempo, y el paso del racionamiento y de los perores años de hambre, siguieron vendiendo estos productos, aún siendo ancianos. Jacoba, de hecho, vendía caramelos en una esquina, y pese a tener una visión muy destrozada que le obligaba a llevar unas gafas de enormes cristales. Su desgaste vital hizo que en sus últimos años de vida fuese trasladada a una residencia de ancianos, a donde le acompañó su esposo José Antonio declarando que ya quería que su hija y su yerno hicieran una vida sin necesidad de estar cuidándolos a ellos. Jacoba moriría en 1969, con 86 años. Lamentablemente, cuando lo hizo no había nadie en su habitación, pese a que la acompañaba su esposo y todos los días la visitaba su hija Antonia.
José Antonio tenía ese año de 1969, 97 años. El resto de sus hijos se habían expandido ya por gran parte de España y de Sudamérica. De hecho uno de sus hijos exiliados estaba en Perú y había tenido descendencia allí de modo que uno de los nietos de José Antonio iba incluso a casarse. José Antonio se marchó allí a su edad, nunca temió a nada en la vida y menos a los viajes, era un duro de los de antes y con gran sentido del humor. Una vez allí se autoexilió, no quiso regresar a España, en parte cansado de la dictadura de Franco, en parte por su edad, en parte porque ya no estaba Jacoba. La mente la tuvo siempre lúcida, aunque se fue quedando ciego y sordo. Cierta vez le tocó allí una lotería llamada la polla, y como en España no hace falta decir lo que significa, siempre que se comunicaba con su hija o su yerno de Madrid, decía que en Perú le habían tocado la polla. Murió en 1974, un año antes que Franco y la dictadura, tenía 102 años y le había fallado el corazón de puro viejo.
EL INFORME: BISABUELOS MATERNOS.
La familia materna tiene su origen principalmente en diversos lugares de Andalucía, aunque es muy viajera y hay ramificaciones en Cataluña y diversos lugares de Sudamérica (estos sobre todo por tener que exiliarse a causa de la guerra civil española, 1936 - 1939), así como los apellidos delatan también orígenes remotos entre gallegos y portugueses. La llegada de mis abuelos a Madrid y Alcalá de Henares se produjo durante la II República y se consolidó durante la defensa de Madrid en la guerra y tras la guerra en busca de escondite ante la represión franquista y de trabajo.
El nombre más remoto recordado, pero algo mítico, es el de Ascensión la posible madre de alguno de los abuelos de mi abuelo Félix. La cual se podría situar a principios y mediados del siglo XIX.
De los abuelos de Félix (mis tatarabuelos) se conocen dos nombres tan sólo, Gertrudis Galbán, casada con alguien cuyo nombre no se conserva, y Adelina Jiménez, casada también con alguien que no se conoce su nombre. Se sabe poco de estos. Gertrudis tuvo una hija en la década de 1870' llamada Dolores Rico Galbán, nacida en Sevilla. Mientras que Adelina tuvo un hijo llamado Manuel Páez Jiménez., nacido en Córdoba.
Tal vez Manuel llegó a ser reclutado a la fuerza para combatir en la guerra que España sostuvo en el norte de África por conseguirlo como protectorado, la Guerra del Rif de muy principios del siglo XX, y que ya comenté y expliqué en otro post muy anterior. No se sabe bien si ocurrió, sobre todo dada la senilidad actual de mi abuela Antonia y que mi abuelo Félix está muerto desde 1985,
Manuel y Dolores se enamoraron profundamente, llegando a tener diecisiete hijos, entre ellos mi abuelo Félix Páez Rico en 1909, nacido en Bélmez (Córdoba). No se sabe muy bien de qué trabajaba Manuel, si del campo o en otras tareas. Pero se sabe que sus hijos, siguiendo lo que el resto de la familia había hecho, se fueron viajando por España y otros lugares en busca de un lugar donde asentarse, aunque alguna parte llegó a quedarse en algún lugar de Andalucía.
Por otra parte, los abuelos de mi abuela Antonia se llamaron Francisco Gómez, casado con Trinidad López, y Eudívigis García, de cuyo esposo tampoco se sabe su nombre. Se sabe que Francisco y Trinidad tuvieron tres hijos, entre ellos a José Antonio García López en 1872, nacido en Guadix (Granada). Mientras Eudívigis tuvo cuatro hijos, entre los que estaba Jacoba Díaz García en 1883, nacida en Murtas (Granada).
Siguiendo la historia de Manuel y Dolores, su amor profundo les dio diecisiete hijos, como se dijo, y entre ellos mi abuelo Félix. Cuando mi abuelo iba a tener su primera hija (que no primer hijo) esta iba a recibir el nombre de la madre de su esposa, Jacoba. Pero lamentablemente la madre de mi abuelo murió diecinueve días antes del nacimiento de su nieta, en 1949. Así pues esta hija de Félix, mi madre, sería llamada María Dolores en honor a esta otra abuela suya, y no de Jacoba. Había muerto de fiebres tifoideas. La familia materna es muy pasional, yo lo soy bastante y me consta que lo heredé de ellos. Tal es así que el amor profundo entre Manuel y Dolores hizo que Manuel no lograra superar la muerte de su esposa. Por ello uno o dos años después, en 1950 o 1951, se suicidó a la puerta de un cementerio, para no dar mucho trabajo al sepulturero, como dijo en su nota final. Tal muerte marcaría la vida de su hijo Félix que jamás hablaría sobre su familia, salvo muy extrañas ocasiones.
Los otros bisabuelos, José Antonio y Jacoba son parte mítica de la historia familiar. Tanto así que por poco yo hubiese llevado el nombre de José Antonio, y no el de Daniel, por lo que éste fue en la familia y porque según se cuenta nacimos ambos a las ocho en punto de la mañana, aunque él de una mañana de 1872 y yo de una de 1979. Sin embargo las reminiscencias políticas de José Antonio aún en aquellas épocas de mi nacimiento impidió tal homenaje, siendo toda la familia (paterna y materna) de izquierdas. José Antonio aún recordaba a la figura de José Antonio Primo de Rivera, soporte ideológico de la dictadura de extrema derecha de Franco. La elección de mi nombre tiene una historia larga, pues se complicó, pero eso es otra historia.
La verdad es que hay que hablar antes de la trayectoria de José Antonio García que la de Jacoba Díaz, pues este matrimonio, también por amor puro, tenía una pequeña curiosidad familiar que se puede comprobar haciendo matemáticas con sus fechas de nacimiento. Él era once años mayor que ella. Así que la historia de José Antonio arranca cuando en 1898 se alistó en el ejército para ir a combatir a EEUU en Filipinas, una de las últimas colonias españolas. Tal vez pensaba en ir a luchar a Cuba o Puerto Rico, pero su destinación fue Filipinas. Como quiera que aquella guerra fue un fracaso total para España y EEUU sólo tuvo que hacer blanco en los españoles, su regreso fue tan rápido como rápido fue lo que duró la guerra, tal vez en el mismo 1898, o tal vez en 1899.
José Antonio fue autodidacta, y le gustaba tanto aprender que llegó a comprarse muchos libros y a transmitir el gusto por la lectura y la educación a sus hijos. Fue él quien enseñó a leer y escribir a sus hijos y nietos, en algún caso lo hizo y ayudó en otros. Así mismo inauguró una tradición familiar: tener pájaros canarios de mascota ininterrumpidamente. Esta tradición la comenzó porque ejerció como minero y los pájaros en la mina eran esenciales por entonces para detectar posibles escapes de gas grisú, pues mata primero a los pájaros. Desarrolló un gusto por ellos e incluso cuando ya no ejerció de minero siguió teniéndolos. El trabajo en la mina no le minó la salud, sorprendentemente, pero provocó que tuviera asma.
Cuando conoció a su futura esposa Jacoba tenían once años de diferencia, como se dijo, pero se enamoraron profundamente. Llegaron a tener once hijos, entre ellos mi abuela Antonia García Díaz en 1911, nacida en Granada. Esta hija se transformó en la predilecta de José Antonio, tanto fue así que nunca le gustó que ella se tuviera que ir a Madrid de sirvienta a casa de un político retirado a la fuerza por la dictadura de Miguel Primo de Rivera (1923 - 1929), exactamente de niñera en la casa de Sánchez Guerra, quien llegó a ejercer de ministro y de presidente de gobierno con Alfonso XIII antes de la dictadura. En algún momento durante la II República (1931 - 1936) ellos también vinieron a Madrid con ella. Aunque su estancia aquí para hacerla compañía fue definitiva al estallar la guerra civil (1936 - 1939). José Antonio, Jacoba y su hija Antonia vivieron la batalla de Madrid y los continuos bombardeos sobre la población civil como ellos, mientras el compañero / esposo de Antonia, mi abuelo Félix, combatía simpatizando con los anarquistas de CNT tanto en Madrid, como en Alcalá de Henares como en Guadalajara. La situación en Madrid se hizo tan peligrosa para los civiles que José Antonio y Jacoba se llevaron a su hija Antonia a Catarrojas (Valencia), donde se estaba evacuando a parte de la población. Allí llegó un día el abuelo Félix para celebrar con la abuela Antonia una boda civil que fue anulada y ocultada tras la derrota de la República, por miedo a la represión franquista, por lo que se volverían a casar años después por la Iglesia como si nunca hubieran sido pareja de hecho anteriormente.
El final de la guerra fue una ruina humana para la familia. El abuelo Félix debía ocultarse por un tiempo y destruir todo lo referente a su pasado. Lo logró en Madrid capital, entre sus miles de habitantes. No tenían dinero alguno y se recurrió a la mendicidad. Sin embargo, José Antonio y Jacoba aún tenían algún dinero, pues por su edad no combatieron en la guerra y no estaban tan directamente implicados. En socorro de su hija, compraron una casa en Vallecas, que muy pronto cambiaron por otra en Paravicinos, una vieja y gigantesca casa construida a principios del siglo XX para obreros por consejo del Instituto de Reformas Sociales, del gobierno de Alfonso XIII. Allí vivieron juntos los cuatro, más los nietos que les dio su hija Antonia, algún familiar que acabó exiliado en Perú y otros en Argentina, y aún una habitación que alquilaban a desconocidos. José Antonio y Jacoba practicaron el estraperlo, esto es la venta ilegal de productos de primera necesidad durante el racionamiento de la postguerra. Vendían comida, jabón, tabaco... Con el tiempo, y el paso del racionamiento y de los perores años de hambre, siguieron vendiendo estos productos, aún siendo ancianos. Jacoba, de hecho, vendía caramelos en una esquina, y pese a tener una visión muy destrozada que le obligaba a llevar unas gafas de enormes cristales. Su desgaste vital hizo que en sus últimos años de vida fuese trasladada a una residencia de ancianos, a donde le acompañó su esposo José Antonio declarando que ya quería que su hija y su yerno hicieran una vida sin necesidad de estar cuidándolos a ellos. Jacoba moriría en 1969, con 86 años. Lamentablemente, cuando lo hizo no había nadie en su habitación, pese a que la acompañaba su esposo y todos los días la visitaba su hija Antonia.
José Antonio tenía ese año de 1969, 97 años. El resto de sus hijos se habían expandido ya por gran parte de España y de Sudamérica. De hecho uno de sus hijos exiliados estaba en Perú y había tenido descendencia allí de modo que uno de los nietos de José Antonio iba incluso a casarse. José Antonio se marchó allí a su edad, nunca temió a nada en la vida y menos a los viajes, era un duro de los de antes y con gran sentido del humor. Una vez allí se autoexilió, no quiso regresar a España, en parte cansado de la dictadura de Franco, en parte por su edad, en parte porque ya no estaba Jacoba. La mente la tuvo siempre lúcida, aunque se fue quedando ciego y sordo. Cierta vez le tocó allí una lotería llamada la polla, y como en España no hace falta decir lo que significa, siempre que se comunicaba con su hija o su yerno de Madrid, decía que en Perú le habían tocado la polla. Murió en 1974, un año antes que Franco y la dictadura, tenía 102 años y le había fallado el corazón de puro viejo.
Es estupendo que hayas podido redactar un informe así.
ResponderEliminarYo tengo algunos recuerdos familiares de tatarabuelos y de vez en cuando pregunto a mi madre por la historia familiar. He descubierto cosas como la escapada cubana de uno de mis tíos-bisabuelos, y otras muy interesantes.
Tu familia ha sido atravesada por la historia de España, es increíble los rumbos de cada uno. Me ha caído muy bien José Antonio, que no dudó en comenzar una nueva vida siendo ya mayor.
ResponderEliminarY ahora entiendo la predilección de algunos españoles de mi niñez por tener canarios en sus casas, hablar con ellos y reemplazarlos en cuanto morían.
El cuento de tu familia me ha recordado "Vacas", de Medem.
Un saludo desde Argentina, donde debe vivir alguno de tus familiares.
MISMIDAD: Reconstruír la historia familiar propia te explica a veces muchas cosas y te hace conocerte a ti mismo mejor. Sigue indagando. Es tu origen. La escapada aquella tiene una interesante buena pinta.
ResponderEliminarLILIANA: bueno, aquí sólo he contado la de tatarabuelos y bisabuelos maternos, el próximo día escribiré la de los tatarabuelos y bisabuelos paternos, y no sé si en un futuro me animaré a la de abuelos y padres. De todos modos la comparación con Vacas de Medem es curiosa. Aunque en Vacas se cuenta una historia del norte de España, creo. Un saludo. Por cierto mi familia exiliada en Argentina sigue viviendo allí y ya tienen hasta segundas y terceras generaciones. Viven en Mendoza, en la misma capital de provincia. Nos seguimos carteando y llamando por teléfono. Una vez los dos que iniciaron el exilio vinieron a pasar una temporada a mi casa, en 1993, creo. Ahora últimamente nos piden que vayamos nosotros, pero por la senilidad de mi abuela materna y falta de dinero para el viaje no podemos ir. Pero creo que Mendoza debe ser una provincia muy bella.
Sí, yo lo llamo la escapada cubana, otros lo llamarían de una forma menos aséptica.
ResponderEliminarMe recordó a Vacas porque allí se cuenta la historia de tres generaciones de españoles marcadas por la historia y sus guerras. Sólo en eso, y quiero contarte que Vacas es una de mis pelis españolas preferidas.
ResponderEliminarMendoza es una provincia hermosa, recostada sobre la cordillera de los Andes, a 1000 km de Buenos Aires. Es mi ciudad natal. La dejé a mis doce años, pero cada tanto voy a darle su cariñito, que se lo merece. Otoño es fantástico, con sus álamos dorados y un clima perfecto.
Ojalá pudieras viajar algún día a la Argentina. A pesar de que el costo del pasaje es alto, es muy barato al cambio de ustedes vivir aquí.
Si alguna vez pasas por aquí, pega un grito.
Un abrazo.
Hola, Liliana, aunque el comentario iba dirigido a Canichu, lo he leído, claro, y me han entrado unas ganas de hacer ese viaje... Quién sabe... quizás algún día pueda.
ResponderEliminarme da igual que habléis entre vosotros, esto es un bar, así nos vamos conociendo entre todos.
ResponderEliminarvenga una ronda para todos y una patatas bravas.
Yo recibo a quien quiera venir a mi país... está taaaaan al sur, tan lejos de todo, pero sí, es hermoso.
ResponderEliminarMi mail está en mi blog, sólo tienen que avisar que llegan por aquí. Serán bienvenidos.
Mira Canichu que yo en seguida cojo confianza...¡jajajaja!
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