sábado, enero 21, 2006

NOTICIA DÉCIMO NOVENA DESDE EL BAR: EL SEGUNDO INFORME CAP (vade retro)


Llegaron los dos días de CAP intensivo. El Viernes debía ir al instituto de secundaria y ponerles un examen a los alumnos de ciencias y a los de letras. El tema: la Constitución de 1812. Era el primer día que les daba clase, como sabéis, así que creo que todos creyeron que mi origen familiar tiene que ver con algún lupanar (también conocidos como casas de chicas alegres). A todo esto, el jueves por la noche tuve las dudas existenciales de siempre pero relanzadas a una potencia altísima. ¿Por qué coño hago el CAP? ¿Y el doctorado? ¿Por qué la soledad me duele tanto? ¿Por qué me jode la vida? Cosas así... y no podía solucionarlo con cerveza, porque venía de beberla. En fin, que con este ánimo me levanté para ir al instituto a poner el examen de marras. Sólo conocía de antemano al alumnado de ciencias, paradójicamente. Decidí usar la técnica de intimidación de la otra vez: chaqueta y camisa, que parezca que soy respetable y abscemio, claro que no cuadraba con mi gorra militar. Antes de entrar en el aula me para A. Yerena, ese secretario que es conocido por su olor a sudor y alcohol así como ser un habitual de todas las casas anteriormente indicadas (también conocidas como prostíbulos). Me cuenta que ha oído a los alumnos rumores de que empiezan a llamarme Santiago Segura, ese actor que me jode la existencia sin saberlo (asquerosos exteriotipos). Con el dato en la cabeza voy al aula de letras. 30 personas. Casi igualdad de chicos y chicas. Un subsahariano y un ¿polaco? Oigo risitas al fondo... maldición, el "rumor Segura". Lo mejor era usar la técnica trece catorce: "no nos conocemos pero voy a haceros un examen que revisará vuestro profesor habitual, el cual me ha dado poderes casi policiales". Era cierto, Manuel me dio el poder extraordinario de expulsar a alguien que me molestase, y estaría automáticamente suspenso de la asignatura. Sólo al cabo de cinco minutos aclaro que no me gustan los estados policiales (la técnica: el profesor es colega). Pero ya tienen el acojone dentro y me respetan, cuando hablo todos me miran calladitos. Así me gusta, alegrándome el día. En ciencias es otra cosa. 20 alumnos. 6 chicas. 1 rumana y 1 norteamericano ¿umh? Ya me conocen. Hay buen ambiente. Nos caemos simpáticos. Entre las chicas se cumple una de las leyendas urbanas: las lolitas tipo novela de Nabokov existen. Son reales. Una me pone ojitos, me pregunta varias veces durante el examen y pone posturitas para que vea el interior de su generoso escote. ¡Por Dios, señorita, que usted tiene 17 años! (p.d.: ¿cuándo cumple 18?) Carajo. Al final tengo 50 exámenes para corregir. Tal vez los corrija con la resaca que el domingo tendré del sábado por la noche, pero ellos no lo saben, no obstante me consta que lo intuyen. Llega la noche. Me llama Danaclaudio para tomar algo en el café irlandés. Antes visito la mítica Vaca Flaca... la están limpiando. Cuando regreso a casa uno de mis dos pájaros ha muerto de viejo, aún me queda el otro (Dylan), más la gata. Decido irme pronto a dormir, pero siguen mis dudas existenciales y prefiero despejarme un poco. Pongo la televisión y me encuentro una película pornográfica... Bueno, descarguemos tensiones analizando los comportamientos humanos. Hay una sorpresa. Una de las actrices me resulta conocida. Se parece mucho a una chica que hace bastante tiempo que no veo. Joder, ¿será ella?, ¿no será ella? Enfóquenla a la cara, por favor. Al final creo que no es ella... Si no, hubiese sido una de las perversiones masculinas más arraigadas en la segunda mitad del siglo XX... ¿Estaré degenerando? Es la primera vez que me fijo tanto en la cara de una de estas actrices mientras interpreta. Y que conste que no estoy todos los días viendo películas pornográficas, que luego estas anécdotas llaman a confusión acerca de los hábitos de uno mismo. Es sólo la anécdota puntual. Sábado por la mañana. A Madrid, a Somosaguas, a hacer el examen teórico del CAP. Un cerro de gente (¿mil?). Los de mi promoción de mi carrera de Historia son mayoritariamente chicas. Todas nerviosas, yo con mis dudas, vamos, el sexteto de la muerte. Una de las de CNT me dice que vaya la semana que viene al archivo Anselmo Lorenzo porque quizá haya trabajo para mí. Otro, un chico de las juventudes socialistas, me dice que sigue en proyecto una exposición de la que seré comisario. Me pregunto si es el CAP o una reunión sindical. Veo al heavy de la muerte, el Metal Crew Gaspar. Le pregunto que si sabe a quien he visto tomando cerveza (mi polla y su cabeza). Su novia, creo, se ríe, él me mira resignado, en sus ojos se puede leer: "muerte al hippie de los cojones". El examen: 100 preguntas tipo test rebuscado. Eso parecía una quiniela de fútbol de segunda división. Todo el mundo despotricando. La cenetista me hace preguntas por un lado, Nuria Lozano ve mi cuestionario y pasa de preguntarme nada. Yo a partir de la pregunta 52 recapacito sobre los berberechos salvajes de Galicia y si estará bien pagado recogerlos. Salgo de allí y me encuentro al hermano de Lucía Funes, la chica de la Vaca, una amiga. Le digo que estaré en el bar de ese lugar pero no aparecen, sólo les veo de lejos más tarde. Me tomo una cerveza y me voy. Una puñetera hora para coger un autobús sobresaturado. Las ruedas no revientan pero lo intentan. Hago tarde madrileña por la Gran Vía. Llamo a otra amiga para pasar la tarde pero no contesta, regreso a Alcalá de Henares y me pongo a poner al día el blog. Y entre tanto... ¿por qué cojones hago el CAP? He perdido el rumbo. Hala, respecto a esta historia hasta el tercer informe... Traición, tengo 50 examenes por corregir... Que la cerveza os acompañe, a mí lo hará dentro de unas horas, debo llamar al Chico Gris.

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