Dentro de un edificio grande íbamos un grupo de gente como de un club o una sociedad o algo así. El edificio era una biblioteca, pero a la vez era un cementerio, pues tenía montones de tumbas con las estatuas de sus muertos en sus lápidas, un poco al modo de la catedral de Saint Paul en Londres, para quien conozca su interior. En la parte de atrás del edificio había un jardín con mucho cemento y más tumbas. Una mujer se subía a un atril y el resto nos sentábamos en un graderío a modo de anfiteatro griego o romano antiguo, pero con mesas además de asientos. Uno por uno subíamos al atril y decíamos una frase, cualquier cosa. Normalmente graciosas. Todos se entusiasmaban con la frase o el breve párrafo y el orador se podía ir ese día. entrabas en el edificio y recorrías muchas escaleras. Una chica conocida en la vida real me preguntaba algo y terminábamos yendo juntos por ese laberinto de libros, escaleras y tumbas hacia una salida a la que nunca llegábamos. Luego un portazo... alguien salió de la casa de Pedro a media noche y me despertó. Cojones, ¿qué hacía allí con una colcha del Real Madrid? preferí dormir a la intemperie el resto de la noche. Aún paladeaba el sabor del café que me había tomado antes de ir a su casa. Viena... dulce Viena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario