jueves, noviembre 28, 2013

NOTICIA 1274ª DESDE EL BAR: LAS MUJERES ESPAÑOLAS, CAMINO HACIA LA IGUALDAD (3 de 4)

"El problema feminista no existe, la dignificación femenina sí. En la transformación social está comprendida la reivindicación de dos esencias, que se complementan mutuamente, van a ocupar cada una el lugar que les corresponda; la dignificación de la mujer dentro de esta sociedad está en su educación y en sus actividades para la libertad económica. El resto es malgastar el tiempo y bordar La Luna."

(Antonia Maymon, La Revista Blanca, 1925.)

"No es mejor madre la que más aprieta a su hijo contra su corazón, sino la que ayuda a labrar para él un mundo nuevo"

(En portada de Mujeres Libres, Mayo de 1938.)

Llegamos a la tercera entrega de cuatro sobre las mujeres españolas en su camino hacia la igualdad desde un punto de vista historicista. La primera entrega, dedicada a la mujer que iba a América en los siglos XVI y XVII, está en la Noticia 1272ª, y la segunda, dedicada a la mujer y la educación desde la Edad Moderna a la actualidad está en la Noticia 1273ª. En esta ocasión voy a tratar sobre la aparición de lo que llamaríamos hoy feminismo, por entenderlo así en nuestros días, en España, lo cual se produjo a partir del último cuarto del siglo XIX. Para ello, voy a seguir el libro Aproximació a "Mujeres Libres", con ensayos de Historia de Laura Vicente y Julián Vadillo, y una recuperación de textos de la revista Mujeres Libres (1936-1938 y 1977-1978), editado y producido por CMHD en 2008 en la Comunidad Autónoma de Cataluña, en una edición con textos tanto en catalán como en castellano. Por cierto que Laura Vicente tiene disponible por Madrid un libro titulado Teresa Claramunt. Pionera del feminismo obrerista anarquista, que se puede encontrar por ejemplo en la Librería La Malatesta. Esto nos viene bien, pues es precisamente en el anarquismo que las mujeres encontraron en España una vía estructurada en ideas para reclamar su igualdad con el hombre en la sociedad.

El movimiento feminista no es único en la reivindicación por la igualdad de sexos en la sociedad. Antes de su existencia ya habían existido mujeres que habían hecho mucho en este sentido, del mismo modo que también hubo hombres, como ya se vio por ejemplo en la segunda parte de este serial. Si bien es cierto que los logros habían sido escasos, muy distantes en el tiempo. El feminismo como lo entendemos ahora mismo tiene un origen no muy bien definido, pero sí muy bien vislumbrado, en la Revolución Francesa de 1789 a 1799, y en consecuencia: en aquella sociedad revolucionaria que se alargaría hasta la caída de Napoleón Bonaparte en 1815, aunque con restricciones desde que se instauró en Imperio. Muchas mujeres concienciadas de sus problemas de género en la sociedad tomarán como ejemplares las luchas de las mujeres más destacadas de aquellas épocas y harán suyas algunas declaraciones de derechos reinterpretándolos en clave femenina, como los Derechos Humanos del Hombre, pasando a ser los Derechos Humanos del Hombre y de la Mujer. Todas las sociedades de cultura Occidental tendrán este punto de partida, pese a que hay que poner con los estudios actuales en la cabeza bastantes antecedentes. No obstante, en España, estas referencias llegarían más tarde que en el resto de Europa. 

El feminismo iría tomando forma en América y en Europa a lo largo del siglo XIX. Su movimiento más representativo sería el sufragismo, que pedía el derecho de votar para la mujer. Era un movimiento que se repitió de forma internacional en muchos países. Se trataba en realidad de un movimiento reformista, no revolucionario en lo político, y parlamentarista. En 1903 sería un hito que el Premio Nobel de Física fuese dado por primera vez a una mujer, Marie Curie, junto a su marido Pierre y su colega Henri Becquerel. En 1906 se marcaría otro hito con el derecho a voto para las mujeres mayores de 24 años en Finlandia. Aunque en Estados Unidos de América algo de todo esto ya había. Con la invención de la aviación algunas mujeres iniciaron otro hito más, el de las primeras aviadoras, o sea: mujeres capaces de iniciar aventuras que se creían propias de los hombres. Hablamos por ejemplo de la norteamericana Amelia Aerhart, que desapareció en un accidente aéreo en 1937.  También surgen las primeras periodistas de reportaje y viajes a finales del siglo XIX y otros nombres destacados en actividades hasta entonces impensables en una mujer.

¿Y en lo social-político? En lo social-político sería Estados Unidos el que llevaba ventaja en el siglo XIX. Allí la democracia establecida desde 1776 había logrado una serie de libertades que habían permitido que sus mujeres se vieran más libres para reivindicar su posición y costumbres sociales frente al hombre, así como sus derechos. Y en Europa tomó esa posición los ideales de la I Internacional nacida en la década de 1860, y los hechos de la Comuna de París de 1871. En este contexto europeo tenemos a unas mujeres que creyeron en su igualdad social partiendo de la base de ideas socialistas, no de la base de ideas parlamentaristas, como partían las sufragistas. Las mujeres que partían desde los ideales de la Comuna de París creían en la igualdad de sexos a partir de la creación de una nueva sociedad, pero la veían imposible desde el parlamentarismo que mantuviera el mismo tipo de organización social que existía. En España estas ideas llegaron a partir de 1868 con el anarquismo, de la mano del italiano Fanelli, seguidor de Bakunin. Hay que decir que el anarquismo español era mayoritariamente seguidor de Proudhon y Koprotkin, a pesar de que hubiera bakuninistas y de otras tendencias. En el germen de la división de la I Internacional entre seguidores de Karl Marx y seguidores de Bakunin en el periodo 1872-1874 estuvieron los sucesos históricos de España. Surgieron por entonces nombres masculinos como Pablo Iglesias, Anselmo Lorenzo, Ricardo Mella o, más adelante, Ferrer Guardia (estos también tenían ideas pedagógicas donde encontraban a la mujer en total igualdad con el hombre para su educación, como se dijo en la segunda entrega, y alguno llegó a crear proyectos educativos al margen de las instituciones oficiales del Estado). Es a partir de todo esto que surge con fuerza entre las mujeres comunes de la sociedad española las primeras ideas generalizadas sobre su igualdad.

Todo esto no quiere decir que en España no hubiera feministas en el sentido de sufragistas. Las feministas más extendidas eran las que adquirieron ideas sociales para lograr unas costumbres de igualdad en toda la sociedad y su comportamiento; las sufragistas, sin embargo, eran aquellas cuyos ideales implicaban básicamente la modificación de leyes y normas para equiparar a la mujer, principalmente. En los manuales de Historia, aunque más bien en los de Literatura, suelen acordarse de la escritora Emilia Pardo-Bazán, que vivió entre 1851 y 1921. Era noble, era la condesa pontificia de Pardo-Bazán. Ella, aparte de escritora, fue una activista ideológica por la obtención del voto para la mujer, pero no de todas las mujeres. Ella, como miembro activo de la clase burguesa practicaba el clasismo, pedía el sufragio censitario, esto es: que sólo votaran las personas con una renta económica alta, ya que creían que las personas de renta económica baja no estaban capacitados para elegir un gobierno bueno... Obviamente un gobierno bueno era entendido por ellos como aquel que les beneficiaba manteniendo el orden político y social establecido. Según este pensamiento, las mujeres podían ser iguales a los hombres, pero cada una en su clase social y rentas. No le importaba tanto el cambio de la sociedad, sino el cambio legislativo respecto a la mujer. En todo caso, mujeres sufragistas como Emilia Pardo-Bazán practicamente no se dieron en España.

Una mujer contemporánea de ella fue Teresa Claramunt i Creus, que sería una feminista social, no una sufragista, de hecho ella, como anarquista, habló contra el sistema parlamentario en varias ocasiones. Fueron sus ideas las que sí tuvieron muchas seguidoras en España. Antes de nada hay que decir que la palabra "feminismo" existía en aquellas épocas, y en todo Occidente se asociaba a aquellos movimientos sufragistas citados, pero estas mujeres rechazaban ser llamadas feministas. El feminismo era para ellas algo burgués, clasista y rechazable. En todo momento, desde la década de 1880 a la de 1930, con un repunte en los años 1970, se llamaron a sí mismas: humanistas. Ellas pensaban que eran humanistas, y no feministas, pues ellas no pretendían unas reformas políticas, sino una revolución social total. Aspiraban a la igualdad de sexos en la sociedad  nueva, y esta tampoco se lograría si se hacían diferenciaciones hombre-mujer, y si se invertía la supremacia del hombre por la de la mujer. Ellas reclamaban una sociedad nueva donde tanto la mujer como el hombre se liberasen de los tópicos machistas que les oprimían, a cada sexo de un modo diferente. Pensaban que ellas aspiraban a una nueva forma de vivir la Humanidad, y por tanto se consideraban humanistas, pero en absoluto feministas. A pesar de ello, hoy, en 2013, no se nos escapa que muchas de sus ideas son lo que hoy día catalogamos como feminismo actual. 

Teresa Claramunt, además, entendió ese feminismo humanista desde un enfoque laboral. Ella tomó contacto con la Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE) de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) muy pronto, aunque en principio no termina de unirse a ella. Desde 1881 participó de una serie de huelgas reivindicando las once horas laborales al día, y la igualdad de sueldos entre hombres y mujeres ante una misma labor. Desde 1882, además, comenzó a realizar una serie de publicaciones que resultaron atractivas tanto al anarquismo en general como a las mujeres en particular. Así, en 1883 se produjo una llamada Huelga de la Lana en Sabadell que implicó a 12.000 trabajadoras y trabajadores, cosa que desbordó a los empresarios. Las principales protagonistas habían sido mujeres. Claramunt no tenía un discurso que hablase de un conflicto de género a la hora de afrontar los problemas laborales. No hablaba de un conflicto hombre-mujer. Hablaba de la discriminación de la mujer en el mundo laboral, pero no por culpa del hombre, sino por culpa de los empresarios, que se aprovechaban de las circunstancias de necesidad familiares de aquella época y de las ideas machistas de esos empresarios, ideas propias de la sociedad burguesa, para ofrecer salarios más bajos a las trabajadoras. El triunfo de estos sucesos e ideas la llevó por un lado a tener a su primera pareja, anarquista también, y a ser una propagandista y escritora prolífica del primer anarquismo español, desde 1884. Participó de varias publicaciones periódicas, conferencias, mítines, folletos, libros, de la organización de huelgas diversas, de varios sindicatos sucesivos, etcétera. Su idea principal es que la mujer estaba en la situación que estaba por verse sometida a tres esclavitudes: la esclavitud de la ignorancia (ya comentada en la segunda parte), la esclavitud de la dependencia económica respecto al hombre (donde la culpa recaía en la sociedad burguesa y los abusos de los empresarios con sus trabajadoras) y la esclavitud de la familia (de joven la mujer se ve limitada por su padre y hermanos, que limitan las posibilidades de su vida y la toman por sirvienta, y de adulta se ve limitada por su marido que la toma por esposa, cuidadora de los hijos y sirvienta, en algunos casos incluso por propiedad privada como si fuera cosa y no persona). 

La dependencia económica respecto al hombre marcó mucho a Claramunt desde joven. Venía de una familia trabajadora en el campo y en fábricas. Ella misma comenzó a trabajar en el mundo textil en una fábrica desde su juventud. No sólo era el problema del empresario ofreciendo menos dinero a la mujer para que sobreviviera, apoyándose en las necesidades familiares y personales de ella, sino que la falta de ingresos o los ingresos muy bajos, según  el caso, hacía que la mujer dependiera de vivir con un hombre. Los matrimonios se imponían por la moral de la época y las discriminaciones ante las solteras o las emparejadas sin matrimonio. Estos matrimonios podían no ser felices, pero al no existir el divorcio ni la separación para las clases obreras, ataban a la mujer a una dependencia económica al hombre. La mujer, al ingresar menos, solía sentirse en inferioridad ante el hombre, y el hombre se sentía superior y con más derechos en la familia. Lo que era todo un serio problema en su conjunto. Aunque he de decir que las dos parejas de las que disfrutó Claramunt en su vida fueron parejas felices, ella lo analizaba observando múltiples casos a su alrededor.

Todo este inicio de Claramunt, que realmente llegó a tener muchas seguidoras, sufrió un revés en 1891. Los anarquistas franceses Ravachol y Casserio habían entendido el anarquismo provocando atentados con los que esperaban una reacción del Estado contraproducente que hiciera estallar la revolución social. Se comentó en cierto modo en la Noticia 586ª. En realidad en España era mayoritaria la corriente anarquista tendente a la pedagogia y la vía pacifista, de hecho el archivo de la Fundación Anselmo Lorenzo guarda documentación y periódicos anarquistas de la época donde se renegaba y condenaba a los terroristas, e incluso se cuestionaba que tuvieran claro qué era el anarquismo, pero, el caso, es que hubo también terroristas entre el anarquismo español siguiendo el ejemplo de estos dos personajes franceses. La prensa, los empresarios, la Iglesia y el gobierno hizo gran publicidad del anarquismo como equivalente de terrorismo. Hicieron tal trabajo de desprestigio que aún hoy anarquismo se equipara en el vocabulario a caos y destrucción. De todo ello publiqué un artículo en la revista de estudios históricos Germinal, que luego publiqué en esta bitácora en la Noticia 515ª. Como sea, en 1893 se comenzó a acosar policialmente a Teresa Claramunt, a pesar de que ella no era partidaria de la violencia, sí lo era de la huelga. En 1896 un anarquista hizo explotar una bomba al paso de una procesión, por lo que fue arrestada sin pruebas contra ella, y fue encarcelada y torturada en Montjuic, a pesar de ser inocente. Aquello destrozó su salud mental y física, y también su primera pareja. Salió de prisión para irse a Inglaterra, después a Francia y no regresó a España hasta 1898. El republicano Alejandro Lerroux hizo una campaña periodística en su favor y en el de otras veintidós personas más, lograron el indulto definitivo en 1900. 

En 1901 ella tuvo una nueva pareja, ya para el resto de su vida, Bonafulla, junto a la que era muy reclamada para dar conferencias y mítines en toda clase de ambientes obreros, ateneos y prensa por toda España, e incluso siendo reconocida por Europa. Claramunt no cesó de participar en toda huelga, siempre defendiendo la igualdad del hombre y la mujer en el mundo laboral negada por los empresarios y no por el sexo masculino en general.  Arremetía también contra la sociedad de ideales católicos a la que había llegado España y cada vez iba profundizando más en el anarquismo puro, sin distinguir ni el colectivista ni el comunista. En 1907 participó en la fundación del sindicato Solidaridad Obrera, y en 1910 tuvo problemas con los fundadores de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) por no entender posible una diferencia de concepto en la estrategia social entre anarquistas y anarcosindicalistas. Aún con todo era muy apreciada. Estuvo en las huelgas de 1914 y en la Huelga Revolucionaria de 1917. Participó, ya de mayor, muy activamente en la Huelga de la Canadiense que la CNT promulgó para obtener las ocho horas de trabajo diarias en 1919. Se logró.  Ella era un ejemplo a seguir por muchas mujeres jóvenes de la época. Era amiga del secretario de la CNT que logró aquellas ocho horas de trabajo diario, Salvador Seguí, por lo que lamenó mucho de manera pública su muerte en 1923, asesinado por pistoleros de la patronal. Como se asesinaron a otros sindicalistas anarquistas en Barcelona, y se sabía que los asesinos eran pistoleros contratados entre la patronal y miembros destacados de la Iglesia, en connivencia con la policía (datos todos que los archivos han ratificado con el paso de la Historia), hubo un contraataque anarquista en las calles, dándose el fenómeno del pistolerismo de los años 1920 en Cataluña. Tras la muerte de Salvador Seguí, unos jóvenes anarquistas aragoneses de viaje pidieron alojarse en su casa. Ella les dio cobijo. Eran Francisco Ascaso y Rafael  Torres, que en respuesta por lo de Seguí asesinaron al cardenal Soldevilla, el cual se rumoreaba que había dado dinero para aquel asesinato de Seguí. Todo esto valió un nuevo arresto de Claramunt, anciana, y muchos interrogatorios que empeoraron su ya malograda salud. Ella no sabía nada de las intenciones de ellos, pero tampoco dijo nada contra ellos en el tribunal. Fue libre y siguió con su actividad hasta el fin de su vida, el 11 de abril de 1931, tres días antes de la proclamación de la II República.

Entre las muchas jóvenes a las que había influido en su espíritu combativo por la igualdad de los sexos yendo y atacando a la triple esclavitud del analfabetismo, la dependencia económica y la familia católica, destacaron varias, que son las que van a continuar el camino hacia la igualdad. Entre ellas dos: Soledad Gustavo, de la que hablaremos en la cuarta entrega, y Federica Montseny, anarquistas ambas igualmente. Pero también a Libertad Ródenas, Lucía Sánchez Saornil, Dolores Iturbe, Mercedes Comaposada, María Suceso Portales Casamar, Amparo Poch i Gascón, Concha Pérez y Concha Liaño. Estas mujeres coinciden sus vidas principalmente con los años de la II República en la década de 1930. Conocieron a Claramunt por textos o ya muy anciana, depende de los casos.  Estas mujeres hicieron una serie de iniciativas en el camino de combatir la triple esclavitud hasta que convergieron en 1936 en un proyecto común llamado Mujeres Libres. Este proyecto contaría con una revista con el mismo nombre. Aunque casi todas eran anarquistas, no siempre era así. Mujeres Libres era una asociación abierta a todas las mujeres sea cual fuera su ideología. En su existencia es cierto que se sentían cercanas al anarquismo, y que incluso en 1937 la CNT les criticó que mantuvieran una lucha social centrada en la mujer, cuando la sociedad nueva debía ser construida por hombres y mujeres. Había mujeres de la sociedad española, de las concienciadas, que estaban de acuerdo con la postura de la CNT. Mujeres Libres no se enfrentó de manera virulenta con ellos, sobre todo porque contaban con militantes mujeres de CNT, pero sí que defendieron la necesidad de que los problemas específicos de la triple esclavitud femenina fuera tratada por un grupo femenino como el suyo, ya que entre los muchos frentes abiertos por CNT para alcanzar una nueva sociedad muchas veces quedaban diluídos los problemas femeninos. Los asuntos del hogar, los de salario por discriminación del empresario, los del cuidado de los hijos, la prostitución, las diferencias entre la mujer rural y la urbana, la conciliación familiar de horarios, el amor libre, el librepensamiento, los del analfabetismo mayor en la mujer... En fin, un etcétera que leído hoy nos parecen asuntos tratados de modo tan actual que casi nos parece mentira que fueran tratados de aquellos modos en los años 1930, lo que es un problema de percepción heredado de la dictadura de Franco y la sociedad que nos legó. Como sea, CNT les instó a integrarse dentro del sindicato en 1937, durante la guerra civil, pero ellas se resistieron a lo largo de 1938, definitivamente en  comienzos de 1939 se les reconoció por CNT propiamente autónomas para poder ayudar a la evacuación de los exiliados ante la llegada de las tropas de Franco.

La labor de Mujeres Libres fundamentalmente se centró en combatir el analfabetismo femenino. Tanto es así que para hablar de él sólo permitían escribir en su revista a mujeres, salvo una excepción de un poeta de la generación de 1927, León Felipe. Su organización era asamblearia, pero sin eludir que determinadas secciones y determinadas tareas de intendencia de la revista la llevaran personas concretas de entre ellas con cargo de secretaria o parecidos. Tuvieron repercusión no sólo en España, también fuera de España, Emma Goldman llegó a hacer actividades con ellas y a crear escritos para su publicación. Como aparte de revista eran una asociación, tenían sedes con talleres formativos para las mujeres, locales para dar conferencias y mesas redondas, actos de integración entre hombres y mujeres, pues se consideraba que en la lucha por la igualdad había que avanzar ambos sexos juntos, no sólo uno. También había un esfuerzo por normalizar que no había trabajos de hombres y trabajos de mujeres. Se asimilaba a los homosexuales por considerar que sufrían el machismo social como ellas, y en concreto se estimaba de mayor preocupación extender la concienciación social hacia la normalización de la homosexualidad femenina, más discriminada aún por ser mujeres y homosexuales. Se daban servicios de guardería para los niños, algo que hoy día es normal y que por entonces la sociedad burguesa y la Iglesia consideraban una barbaridad casi satánica, una especie de abandono parcial del niño o la niña, lo que hoy día nos parece un punto de vista que es una sandez. También apostaban por la supresión de toda forma de matrimonio, para que la mujer estuviera en igualdad de condiciones con el hombre, y esto no era ir contra la familia, sino en la nueva idea de que una familia no tenía porqué estar atada con leyes de matrimonio. Hacían obras de teatro y poesía. Insistieron mucho en alfabetizar. Etcétera.

Ellas contrastaron con la organización comunista Asociación de Mujeres Antifascistas (AMA), de hecho llegaron a tener roces casi de pelea entre ellas. ¿Por qué? La explicación está en todo lo que hemos dicho. Mujeres Libres estaba organizando una parte de la revolución social que planteaba el anarquismo, la concerniente a la mujer, a pesar de que en principio se acogía a todo tipo de mujeres con todo tipo de ideas. Algunas incluso habían sido parte de las milicias del comienzo de la guerra civil en 1936. Las mujeres de la AMA les criticaban que estuvieran realizando esos talleres, encuentros, actividades varias y publicaciones, porque ellas sostenían que primero estaba ganar la guerra y luego la revolución, repetían el mismo dictamen que lanzaba todos los días la cúpula del Partido Comunista de España (PCE). Las mujeres de la AMA se habían uniformado de manera militar de tal modo que parecían  los uniformes de las maestras de los colegios católicos, a veces incluso de los de la Sección Femenina de los franquistas, dirigidas por Pilar Primo de Rivera (cuya ideología para con la mujer eran los ideales católicos y de sumisión al hombre que repetían los esquemas de que la mujer se debía dedicar a su familia y su hogar tan sólo). Las aulas de aprendizaje abiertas por la AMA repetían el esquema de enseñar a las mujeres a leer, escribir, contar, coser, bordar y labores de su casa, mientras que el aprendizaje en Mujeres Libres descartaba desde el principio que hubiera una diferencia de tareas y conocimientos propios de hombres y propios de mujeres. En este sentido ambas organizaciones se criticaban mucho entre sí, incluso hubo humor sarcástico que insinuaba que las mujeres de la AMA eran como monjas, pero militarizadas. 

La tarea de Teresa Claramunt  entre finales del siglo XIX y principios del XX y la de Mujeres Libres en la década de 1930, es una tarea que ahondaba en lo social, en las mujeres y hombres comunes. Como se ve no se adentraron en las grandes reformas legales, sino en una gran reforma de la sociedad para regenerarla. Quizá algo más duradero, y costoso en tiempo y esfuerzo, que algunas leyes.

Trazada esta trayectoria, dejo para la cuarta entrega la otra persona importante en el feminismo humanista en España, Soledad Gustavo, y rozaremos a su hija Federica Montseny, y a los grandes nombres propios del tipo Margarita Nelken, Clara Campoamor o Dolores Ibarruri. El franquismo supuso una ruptura con todo posible logro alcanzado hasta la década de 1930, retrotrayendo a la mujer a una posición social y legal decimonónica y a una vigencia muy activa de aquella triple esclavitud que citaba Claramunt: la de la dependencia económica, la de la familia y la del analfabetismo. En la década de 1960 comenzaron a existir atisbos de mujeres que reclamaban en España una posición que les era vetada, por ejemplo en el mundo de los pequeños comercios de proximidad de barrio o en los intentos de introducirse en la Universidad. Con la muerte de Franco en 1975 y el fin de la dictadura con la Transición, cuyo apogeo está en la Constitución de 1978 y el golpe de Estado fallido de 1981, se reanudó con fuerza ese camino hacia una nueva sociedad de igualdad de sexos que imaginó el anarquismo español. Sorprendería hoy día al menos lego la gran cantidad de cuestiones que considera de sentido común y que sin embargo durante muchas décadas no sólo no parecían serlo, sino que además sus defensores eran de, o se sentían cercanos a, las ideas anarcosindicalistas y anarquistas. El mero hecho de besarse en la calle, a pesar de que eso todo el mundo lo relaciona con las revoluciones culturales y sociales de los años 1960, en realidad en España lo defendían como derecho los anarquistas desde aquella lejana década de 1880. Qué diferente visión de esa otra que vende al anarquista no como alguien que quiere besarse en la calle con su pareja, sino como alguien dispuesto a matar con bombas y descerrajar disparos en las cabezas. Cuánto mal cuarenta años de dictadura en la percepción de los hechos pasados, y eso sin negar la existencia de que hubo anarquistas que optaron por la violencia, cosa que, como ya se ha explicado, no fue una tendencia mayoritaria en España a pesar de ser los más publicitados.

martes, noviembre 26, 2013

NOTICIA 1273ª DESDE EL BAR: LAS MUJERES ESPAÑOLAS, CAMINO HACIA LA IGUALDAD (2 de 4)

"Con fecha de 20 de este mes ha comunicado al Consejo el Señor Conde de Floridablanca por medio del Señor Gobernador interino la Real Orden que dice así: 

Ilustrísimo Señor: el Rey en atención a las distinguidas circunstancias de Doña María Isidra de Guzmán y la Cerdá, hija del Marqués de Montealegre, y enterado su Majestad de las sobresalientes cualidades personales de que está dotada, permite, y dispensa en caso necesario, que se confiera a esta señora por la Universidad de Alcalá los grados de Filosofía y Letras humanas, precediendo los ejercicios correspondientes. Lo que participo a su Ilustrísima de su Real Orden para que haciéndolo presente al Consejo se tenga entendido en él.

Publicada en el Consejo esta Real Orden se acordó se cumpla lo que Su Majestad manda y a que a este fin se comunique a Vuestra Señoría la correspondiente: lo que participo a Vuestra Señoría para que enterado de esta Real Resolución disponga su cumplimiento, y de quedar inteligenciado de ella me dará aviso a efecto de noticiarlo al Consejo. 

Dios guarde a Vuestra Señoría muchos años. Madrid, 23 de abril de 1785.

Sr. Pedro Escolano de Arrieta."

(Notificación a la Universidad de Alcalá de real orden para conferir el grado de doctora en Filosofía y Letras a Dña. María Isidra Quintina de Guzmán y la Cerda, copia del título acádémico, y cartas del claustro para que felicite a los reyes con motivo de su subida al trono de España, en nombre y como diputada de la universidad. 23 de abril de 1785 a 2 de octubre de 1789, Archivo Histórico Nacional, 
signatura: ES.28079.AHN/1.2.9.5.1.2//UNIVERSIDADES,557,Exp.14. Folio 1 recto y verso. Las abreviaturas han sido desarrolladas en la transcripción que os he hecho, y he adaptado la ortografía a la actualidad.)

Siguiendo con el serial de cuatro entregas sobre las mujeres españolas en su camino hacia la igualdad, que empecé en la Noticia 1272ª con las mujeres que emigraron a América entre los siglos XVI y XVII, hoy vamos a hablar de las mujeres y la educación. Muy habitualmente los movimientos por la igualdad que se dieron en España hablaban de una triple esclavitud de la mujer de la que hablaremos en la tercera entrega, pero de la que ahora mismo nos haremos eco de la que consideraban la más importante: la esclavitud que otorgaba a la mujer el analfabetismo y la falta de conocimientos más allá de las labores del hogar. Sobre este tema se habló mucho la semana pasada en las XI Jornadas de Castilla-La Mancha sobre investigación en archivos: "La educación en España", celebradas en el salón de actos de la Diputación de Guadalaja, y en las cuales estuve presente incluso con una comunicación, como ya dije en su día. Voy a tratarlo partiendo de esa base y de mis propios conocimientos e indagaciones.

Las mujeres educativamente han pasado diversas etapas a lo largo de la Historia. A pesar de lo que se pueda creer gracias a interpretaciones tendenciosas de la Historia, no siempre fueron discriminadas. La evolución del Bajo Imperio Romano apuntaba a su alfabetización, no sin problemas, como algunos estudios nos parecen querer indicar, pero se truncó con las invasiones germanas del siglo V. Hubo en la Edad Media mujeres que sabían leer y escribir, a menudo monjas y novicias, aunque estas eran pocas y restringidas a una vida de matrimonio con Dios. De hecho en algunos lugares europeos que una mujer pudiera saber leer y escribir podía ser interpretado por la Inquisición como un sígno de brujería, ya que lo harían para leer libros de nicromancia y magia negra. Sería interesante, sin embargo, saber cómo era en otras regiones del mundo que no fuese Europa, pues el mundo de las sacerdotisas puede deparar sorpresas en otras culturas. Es conocida también la historia de mujeres cultas e incluso literatas como Santa Teresa de Jesús en el siglo XVI o Sor Juana Inés de la Cruz en el siglo XVII, por ejemplo. Pero es cierto que en general la mujer estaba apartada del conocimiento al mismo nivel que un hombre. Se las torpedeaba en su educación, lo que las ataba a las labores del hogar y al cuidado de la familia, cuando no de huertos unifamiliares. Algunos autores de la época incluso hablan de que algunas mujeres sencillas de pueblos de España parecían sirvientas domésticas de los esposos y también sirvientas sexuales del mismo. 

El siglo XVIII abriría un poco la mano respecto a esta situación. Si el siglo XV había vivido una revolución cultural con la invención de la imprenta, de la que se beneficiaría la intelectualidad del siglo XVI y XVII, en el siglo XVIII los alemanes inventarían otro hecho culturalmente revolucionario: el libro de bolsillo y el libro de bolsillo de tapa blanda. Este formato permitió el abaratamiento de las publicaciones y también un manejo más fácil y transportable. Me salto comentar las repercusiones generales que esto tuvo para ir en concreto al mundo femenino. Esta innovación se aunó con las nuevas ideas de la Ilustración y con el hecho de que en aquel siglo habría diversas mujeres intelectuales que gobernaron extensas regiones europeas, como Catalina II de Rusia "la Grande". Eso hizo que muchas mujeres de la nobleza y de la burguesía se interesaran por el conocimiento, aunque no la mayoría, y que adquirieran esta clase de libros, los cuáles los podían llevar donde quisieran y entretenerse con ellos en cualquier lugar. Muchas de las publicaciones para ellas se centraron no sólo en cuestiones religiosas, muchas fueron novelas románticas, pues ese era el género que más demandaron. Incluso se crearon publicaciones periódicas con cotilleos sentimentales de las Cortes palaciegas de cada reino. La Iglesia lo vio mal. Como ya se citó en la anterior entrega, el Papado llegó a condenarlo alegando que esos libros eran invento del Diablo, pues mientras que con una mano leían el libro, la otra quedaba ociosa. Ni que decir tiene que tampoco interesaba que las mujeres comenzaran a escribir en masa, ni mucho menos que las mujeres de las clases populares a duras penas conocían algo de la escuela, algunas llegaban a aprender a leer un poco, pero no a escribir. A fin de cuentas la Iglesia se daba cuenta de que eran las madres quienes educaban a la familia en lo cristiano, por lo que sí fomentaban la lectura de las obras sagradas o piadosas.

El texto inicial de esta entrada corresponde al expediente conservado en el Archivo Histórico Nacional mediante el cual se concedía a la noble María Isidra de Guzmán en 1785 la posibilidad de presentarse a las pruebas para obtener un doctorado, su obtención, y posteriores cuestiones como permisos para su casamiento una vez que es doctora. Fue llamada, y sigue siéndolo, Doctora de Alcalá. Murió muy joven, con 35 años en 1803, pero fue miembro de la Real Academia Española (que es la de la Historia). Esta es la primera mujer que fue doctora en España, y fue investida por tal por la Universidad de Alcalá de Henares, con permiso de Carlos III y de su ministro del Consejo de Castilla, el conde de Floridablanca. Hubo en su época, coétaneas a ella, otras estudiantes, pioneras como ella en la Universidad española, pero sólo ella logró obtener titulación en sus estudios. Fue por tanto la primera mujer universitaria titulada que abrió la puerta a siguientes mujeres en los estudios superiores, no sin problemas a vencer en la mentalidad de la época, donde la Universidad era una institución cerrada sólo para hombres. En cierto modo algo nos ha llegado de esta discriminación. Mientras que textos de la época hablan de Isidra de Guzmán como una estudiante brillante muy capacitada sobre todo para los idiomas, hay interpretaciones actuales sobre su biografía que la tratan como una intelectual mediocre.

Pedro López Gómez, de la Universidad de A Coruña, en su conferencia Fuentes documentales para el Estudio de la Educación en la Edad Moderna, dice que las mujeres se formaron en las primeras letras (la educación básica) de una manera no institucional en las villas y las ciudades, por medio de sus familiares u otras vías. La Iglesia, que tenía la primacía educativa en España, logró una serie de leyes que prohibían las escuelas mixtas. Ellos querían escuelas masculinas y femeninas, donde en las segundas a ellas se las enseñase sobre todo las labores del hogar y los catecismos. Sin embargo, muchos concejos y ayuntamientos se saltaron estas normativas y establecieron escuelas mixtas para niños y niñas, porque el tamaño pequeño de las localidades hacía que necesitaran de abaratar los costes de la educación, ya que escuelas y maestros eran pagados por los munícipes y no podían costear dos escuelas a la vez. Esa distinción sexual en la educación fue avalada en Europa tanto por reformistas cristianos como por contrarreformistas cristianos, siendo principalmente el Concilio de Trento en España el que más dictaminó sobre el asunto. Eso sí, entre las niñas se fomentaba la lectura, pero a menudo no se les enseñaba la escritura, esto era raro en el siglo XVI, aumentó en el siglo XVII y se generalizó en el siglo XVIII. Fueron raras, aunque las hubo, las mujeres que como Isidra de Guzmán adquirieron todo tipo de conocimientos, y como se puede ver coincidían con una determinada posición social y económica aquellas que lo lograban. 

A mediados del siglo XIX se optó por escolarizar a las mujeres del mundo marginal, regulando que se las recogiera en galeras, que a fin de cuentas funcionaban como cárceles de mujeres, al estilo de la cárcel galera de Alcalá de Henares. A estas mujeres, venidas de la prostitución, la mendicidad, la horfandad, el robo, el vagabundeo y demás, se las enseñaba a leer y en tareas que se consideraron de reeducación social dentro de una sociedad estrictamente católica, una idea muy parecida a la que en el siglo XX tendrán las cárceles de mujeres de la dictadura de Franco para las mujeres de izquierdas. En el siglo XVIII un gran porcentaje de mujeres sabía leer, unas mejor que otras, se las educaba con libros de doctrina religiosa, aunque por medio de testamentarias, abintestatos, protocolos, actas de cabildos y monasterios, etcétera, sabemos que ellas tenían preferencia por las novelas que les permitía una evasión a la imaginación, recitales de poesías, romances de ciego (novelas de amor), novelas románticas, y todo aquello que apelaba a los sentimientos pasionales e imaginativos. Eso era lo general, y dentro de que eso se cumplía casi siempre, todo dependía de la clase social a la que perteneciesen, es muy diferente los textos que se sabe que tenían en su casa una hidalga, una monja o una burguesa. Amparo Donderis Guastavino, en su comunicado La educación de la mujer en los colegios de huérfanos del ejército durante el siglo XIX, nos dice la fecha en la que se optó por escolarizar obligatoriamente a las mujeres, con planes de estudio específico para ellas diferente al de los hombres, especialmente a las huérfanas. Se trató en uno de los apartados de la famosa y más duradera ley educativa española, la Ley de Moyano de 1857.

Ángel Mejía Asensio, doctor en Historia, en su conferencia La enseñanza elemental y secundaria en la Edad Moderna: la provincia de Guadalajara, añade que fue en 1783, con Carlos III, cuando apareció por primera vez un texto estrictamente legal en España que dictaminaba no la obligación pero sí la necesidad sobre que las niñas españolas recibieran instrucción pública, con derecho a aprender no sólo a leer, sino también a escribir. Sin embargo la ley no se preocupaba de legislar sobre la instrucción de las maestras, ya que las niñas no podían ser educadas por hombres, los maestros lo tenían prohibido. Se dio así el caso de que había maestras de escuelas que eran analfabetas ellas mismas y se limitaban a ejercer en el aula enseñando a coser y bordar, como ocurrió en la escuela femenina de Sigüenza. Y esto, que también ocurría en algunas escuelas masculinas, a pesar de que desde 1623 se regulaba sobre cómo debían ser las escuelas y los maestros. Aún más, desde el siglo XVI existían las casas de doctrina, que eran escuelas que retiraban de las calles a los niños y niñas huérfanos o vagabundos con la idea de enseñarles oficios a los niños, con ayuda de los gremios, o de orientarlas al matrimonio o al convento a las niñas. Esto siguió ocurriendo en el siglo XX, aunque igualando en educación a niños y niñas, con los colegios para desamparados de los niños expósitos, como recordaba Juan Fernando Pérez Santana en su comunicado Fuentes para la Historia de la educación en el Archivo Regional de la Comunidad de Madrid. Y María Hernández-Sanpelayo, en su comunicado La educación en el Nuevo Mundo, reitera la idea en el sentido de que en la América española del siglo XVII las escuelas fueron mixtas hasta el punto de que se alcanzó que niños criollos y niños indios se juntasen en el mismo aula de aprendizaje, y que desde el siglo XVIII allí mismo se dieron clases a niños con problemas que les discapacitaba en principio para recibir esas mismas clases. 

Sobre la formación de las maestras en aquella ley de 1783, María Helena Vales-Villamarín, en su comunicado La Hermandad de San Casiano y la situación de las maestras en la España del siglo XVIII, completaba la información diciendo que a las maestras sólo se las pedía hasta esa fecha tener buena conducta y ser católicas, pero no tener conocimientos alfabetizados. Desde la ley de 1783 se les pide buena conducta, ser católicas, saber leer y escribir, y saber realizar labores del hogar, para lo cual se las exigia traer una muestra de las cosas que habían cosido o zurcido, cosa que en el caso del maestro nadie le pedía una muestra del producto de su conocimiento. Esto, a pesar de lo innovador de la ley, hace pensar que no había un interés real sobre el aprendizaje de la mujer. Más aún, la maestra debía demostrar una vida familiar cristiana, sin escándalo ni pecado, dentro del orden moral de la época. Carlos III acabaría su reinado en 1788, su hijo, Carlos IV, intentó acabar con esta situación elaborando unos poryectos de ley que mejoraran la calidad docente de las maestras de primeras Letras. Ese intento de Carlos IV no llegó a aprobarse, como mucho en 1804 se crearon escuelas generales para niños y niñas, donde además se fomentaban actividades gratuitas para ambos sexos. La Guerra de Indepencia de 1808 acabó con la reforma iniciada.

A pesar de todo lo dicho en cuanto a los intentos de avanzar en la alfabetización en general y en la de la mujer en concreto, Yolanda Cagigas Ocejo, del Archivo General de la Universidad de Navarra, en su conferencia Los archivos privados como fuente para la Historia de la educación, nos recuerda que a mediados del siglo XIX en la sociedad española sólo el 53% de los hombres estaban alfabetizados, y en el caso de las mujeres, sólo el 20%. Y que la primera mujer que alcanzó ser catedrática universitaria no lo lograría en España hasta 1953, posteriormente esta persona fue doctora en 1956.

Juan Leal Pérez-Chao, maestro del Instituo de Educación Secundaria Brianda de Mendoza de Guadalajara, en su conferencia Los institutos de Segunda Enseñanza, nos dejó caer informativamente que los institutos de segunda enseñanza (bachilleratos y actuales IES) fueron desdoblados en edificios, personal y material en sexos, por ley de mediados de ese siglo XIX, provocando problemas en las dotaciones y recursos para enseñar que aún perduran en forma de reivindicación del patrimonio histórico por ejemplo del Brianda de Mendoza de Guadalajara, primer insitituto de secundaria en España, aún en activo.

María Dolores Ruiz, profesora en la Universidad Complutense de Madrid, y Alberto Gomis, catedrático, en su comunicado Fuentes archivísticas para la Historia de la formación de las matronas españolas en la Universidad, nos dan otro dato interesante sobre la formación de las mujeres en España en el siglo XIX. A pesar de que en el siglo XVIII la primera doctora, Isidra de Guzmán, lo era en Filosofía y Letras, ellos nos aportan saber que es con la citada Ley de Moyano de 1857 (en realidad: Ley de Instrucción Pública), que se recogía también por primera vez el derecho de las mujeres a acceder a las carreras universitarias, aunque no a todas. En concreto se les reconoce el derecho a estudiar Medicina como algo propio a su sexo, por aquello del sexo femenino como apropiado, según el tópico, para ejercer de cuidadora. En concreto se reservó sólo para mujeres el derecho a ser matronas, prohibiéndose que esta profesión médica la pudieran ejercer hombres. Los hombres no pudíeron ser matronas hasta la década de 1970 ó 1980, ya con Juan Carlos I. Por este motivo, las matronas fueron el primer grupo mayoritario de universitarias en España. Pero tenía "peros". No podían estudiar la carrera las mujeres solteras, sólo podían hacerlo las casadas y si tenían permiso del esposo. Por otra parte, geográficamente hubo más estudiantes de matrona en Barcelona que en Madrid. Ser matrona con reconocimiento de título universitario sólo pudo ser posible desde 1857 hasta 1939, ya que la dictadura de Franco no reconoció que ese conocimiento se impartiera con reconocimiento de carrera superior. Volvió a tener ese valor de conocimiento universitario con la Monarquía Parlamentaria actual del citado Juan Carlos I.

En este sentido, muy brillantemente, Juan Collado Carbonell, en su comunicado Maestras por un día: el personal idóneo de la provincia de Albacete a las puertas del desarrollismo, nos recuerda que el machismo en forma de discriminación hacia el hombre no sólo se dio en cuanto a impedirles ser matronas; desde 1945 la dictadura de Franco prohibió que los hombres pudieran ser maestros de escuelas mixtas y de escuelas femeninas. Aún más, a modo de muestreo, en Albacete, a la altura de 1958, sesenta de las ciento treinta escuelas mixtas existentes estaban cerradas. En las pedanías pequeñas de esa provincia, y por extensión el resto de España, los maestros no estaban formados, las condiciones de las escuelas eran insalubres y antipedagógicas. Por ello, en primavera de aquel 1958 la dictadura se vio obligada a crear una ley que permitía en ese curso cubrir las plazas de maestras en esas escuelas mixtas a mujeres sin formación alguna. Se presentaron cuarenta y siete. María José Trillo y José Luis Muñoz, comunicaban en Las misiones culturales en el franquismo: la comarca de la Jara (Toledo), que las misiones de extensión cultural iniciadas en 1953 por la dictadura, las cuales no se pudieron poner en práctica hasta 1959 por una gran cantidad de insuficiencias y deficiencias, hicieron que muchas maestras y maestros se encontraran en sus pueblos y aldeas asignados falta de higiene de alumnos, alumnas y padres, también de los locales, falta de alimentos, falta de infraestructura sanitaria, alcoholismo, escuelas en edificios en estado de dudosa seguridad, atavismos, supersticiones, problemas endogámicos, caciquismo, intromisión de la Iglesia en la vida de los aldeanos hasta el punto de que muchas memorias de aquellas maestras y maestros hablaban de que niños y adultos desconocían lo que era jugar, y ni mucho menos bailar, que no encontraban prácticas sexuales fuera del matrimonio (noviazgos) y que dentro raramente tampoco por adoctrinamientos desde los púlpitos de la iglesia, más todavía, igual que el escritor Jesús López Pacheco nos describió en su novela Central Eléctrica, los suelos de las casas solían ser de tierra, paja y estiércol, no había ventilación, no daban auténtica protección contra las inclemencias del tiempo, y la gente en general tenía asumida una cultura propia de otros siglos lejanos al XX; y todo eso sumado a que algunos de esos docentes fueron escogidos entre personas sin titulación académica. Una gran mayoría de las maestras y maestros que accedían a estas escuelas en entornos rurales de estas características, abandonaban a su alumnado a mitad de curso.

La cuestión es que durante la dictadura de Miguel Primo de Rivera (1923 a 1929) se habían elaborado leyes para crear una instrucción general para ambos sexos. Esas leyes se beneficiaban en parte de una serie de iniciativas que esa dictadura persiguió o trató de limitar, como fueron las escuelas laicas, la Institución Libre de Enseñanza, las excursiones pedagógicas, la enseñanza krausista, la enseñanza en escuelas anarquistas, los ateneos culturales, en especial los ateneos obreros, y demás cuestiones por el estilo que se venían dando desde el Sexenio Revolucionario iniciado en 1868, con diferentes etapas evolutivas. La II República (1931 a 1939) se animó a iniciar una amplia reforma educativa capaz de separar a la Iglesia de la educación, a permitir que hubiera escuelas mixtas, una educación igual para niños y niñas, un acceso universitario sin restricciones para mujeres, una formación pedagógica para los maestros, los cuáles en principio se habían ido formando con libros de pedagogos extranjeros, hizo misiones pedagógicas para llevar la alfabetización a los pueblos y aldeas más encerrados en siglos anteriores, etcétera. La labor educativa de la II República no cesó ni durante la guerra civil (1936 a 1939). En ese periodo incluso se escolarizó por ley a los milicianos y soldados que no sabían leer y escribir. Fue la dictadura del general Franco la que cortó este panorama. Como yo mismo dije en mi comunicado La documentación y la Historia reciente: la depuración de maestros de Alcalá de Henares entre 1939 y 1941, un ejemplo práctico de la importancia del Archivo General de la Administración (AGA) para la memoria, desde los 27 Puntos de Falange, de 1934, a las leyes represivas y depuradoras de febrero a julio de 1939 por parte de la España del general Franco, se trató a los maestros como culpables principales de la guerra civil, como se lee en los textos legales de la época, firmados por el poeta Pemán, en aquellos días con cargo político. Por ello, aunque se había comenzado a ejecutar a maestros republicanos desde el fallido golpe de Estado de julio de 1936, se elaboraron leyes para normalizar esas ejecuciones, pero también para depurar al cuerpo de maestros y maestras de España. Se trataba de distinguir a los maestros con ideas de, o cercanas a, los militares alzados y la Iglesia católica, de aquellos que no las tenían y de los que se habían mantenido neutrales, estos últimos también eran considerados culpables de la guerra, como se lee en la Ley de Responsabilidades Políticas. La Ley de Depuración de Maestros se aplicó a todos los maestros que ejercieron como tal entre 1934 y 1939 en cualquier lugar de España o, siendo españoles, fuera de España. Se aplicó incluso a personas que habían muerto por causas naturales o durante la guerra. Había sanciones de todo tipo, desde la suspensión de sueldo, el destierro territorial, la suspensión temporal de empleo, la prohibición de ejercer cargos directivos escolares, la prohibición de volver a ejercer de maestros o el paso a otros tribunales que podían implicar la ejecución de la persona mediante fusilamiento. La enseñanza durante el franquismo se orientó a un adoctrinamiento en las ideas "Dios, Patria y Franco". Se volvió a la separación educativa entre hombres y mujeres y a la Iglesia como garante educativa. Las mujeres volvieron a tener una educación diferente al hombre, donde se volvía de nuevo a la doctrina en los catecismos, saber leer y escribir, y la enseñanza de las labores del hogar. No obstante, hubo mujeres que seguían accediendo a los estudios superiores, pese a no ser demasiadas porcentualmente en los índices de población, y pese a no ser un camino fácil, especialmente entre las hijas de las clases trabajadoras, cuyo curso académico estaba casi bloqueado de manera indirecta por una gran cantidad de medidas sobre todo de carácter económico, aparte de normativas masculinas. Todo eso se corrigió con el periodo de la Transición entre 1975 y 1978, y algunas reformas específicas en los primeros años 1980. Hoy día, en 2013, hay una creciente población femenina universitaria, un gran número de maestras, profesoras y catedráticas, así como en general el alfabetismo tiene unas altas tasas muy igualadas entre hombres y mujeres, dentro de un sistema con educación general, secundaria y superior pública y mixta. Preocupa, no obstante, que desde el ascenso al gobierno de Mariano Rajoy en 2011, su Ministro de Educación, Cultura y Deporte, Wert, haya creado una reforma donde se beneficia directa e indirectamente a la educación privada religiosa, incluso entre los colegios que practican la segregación sexual en las aulas y la diferenciación de cursos lectivos según la sexualidad del alumnado, dentro de una ideología de determinadas corrientes de la iglesia católica. Tema tocado por el exMinistro de Educación por Unión de Centro Democrático entre 1981 y 1982, Federico Mayor Zaragoza, en la mesa redonda que clausuró las jornadas tras cuatro días de encuentros, y también por el teólogo Tamayo, presente en esa mesa.

Referente a la depuración de maestros, María del Mar Pozo, de la Universidad de Alcalá de Henares, y sin que aparentemente según cómo realizó su aportación, haya asistido ni a mi comunicado ni a otros relacionados con la depuración de los días anteriores y posteriores a su conferencia, en la misma: Los archivos de maestros y sus posibilidades para el estudio de la educación en la España del siglo XX, nos habló de la vida de Justa Freire, maestra republicana depurada tras 1939, a la cual se le prohibió ejercer como maestra nunca más en su vida por haber pertenecido al sindicato socialdemócrata de maestros FETE. Entre su muy abundante documentación personal se puede ir descubriendo la práctica teórica y efectiva de su actividad en las aulas a lo largo de los años. Allí se descubre como después de ser depurada se aleja de tener opiniones políticas, algo que no ocurrió en los años anteriores donde su proyecto pedagógico estaba imbuido en ideas de igualdad sexual que se combinaban bien con las ideas socialistas de la época. Logró saltar su prohibición de enseñanza gracias a que fue acogida por el Colegio Británico en España, por lo que legalmente no ejercía de maestra española en España, sino como maestra para Reino Unido en España. Enseñaba inglés a niños españoles de clases pudientes. Este aspecto de las jornadas se completó con el documental Las maestras de la República, realizado por la FETE-UGT, y disponible por Internet. Allí se habla ya de maestras bien formadas en la pedagogía para poder ejercer educando.

Para ir terminando con todo este panorama educativo femenino en España, el doctor en Historia y profesor de secundaria, Juan Pablo Calero Delso, en su conferencia de cierre de jornadas La educación en España en el siglo XIX,  nos dice que la educación contemporánea tiene su origen en 1808, con José I Bonaparte, aunque el Estatuto de Bayona no recoge la educación femenina expresamente. Las Cortes de Cádiz de 1812, en plena Guerra de la Independencia, dictaminaba desde una ley de 1813 que la educación debía ser general, aunque no universal. Debía llegar a todas las personas, pero no obligaba a que esto sucediera. El Estado no se hacía cargo de la educación, aunque la reglase en lo básico. Seguía en buena parte a disposición de la Iglesia. Estas leyes se enfrentaban a varios problemas, teniendo en cuenta que la Constitución de Cádiz estuvo en vigor entre 1812 y 1814 y entre 1820 y 1823. Los niños de las provincias de Ultramar (América) no recibían la misma educación que los niños de la península. Tras la independencia de la gran mayoría de América, mucho menos (aún quedaba Cuba, Puerto Rico, Filipinas, Guinea Ecuatorial y algún que otro territorio más). En 1821 se quiso solucionar esto, pero no se logró teniendo en cuenta la Década Ominosa de Fernando VII entre 1823 y 1833, que gobernó con represalias volviendo al Antiguo Régimen más duro. En 1869, con Amadeo I de Saboya, se quiso crear una cátedra en Manila, la cual fue impedida por la Iglesia, que no quería perder su exclusividad educativa de Ultramar. La Primera República dictaminó en 1873 que las provincias de Ultramar debían tener una educación humana y progresiva. La brevedad de esa constitución del Estado hizo que no progresara. De ahí al colapso en forma de guerras de independencia en 1898 fue en aumento. Otro problema era el económico, en cuanto a qué clases sociales debían ser educadas y para qué debían ser educadas, así como las dotaciones para poner en práctica lo que los reglamentos de 1821, las leyes del Duque de Rivas de 1836, las de Pidal de 1845, la de Moyano de 1857, las del Sexenio Democrático iniciado en 1868, las republicanas de 1873, o las de la Restauración Borbónica de 1876. Muchas veces eran dotaciones clara y altamente insuficientes. Además, cada gobierno tenía unas ideas políticas y unos ideales sobre la utilidad de la educación, hubo gobiernos que consideraron que esta debía ser para que las clases medias altas y altas de la sociedad accedieran a los estudios superiores, pero que se impidiera a las clases trabajadoras, con el objeto de perpetuarlas en oficios laborales que les ayudasen a ellos a permanecer en las clases políticas y económicas dirigentes. Sin entrar en todas estas cuestiones, quizá lo haga en otra entrada que dedique a esta interesante conferencia por completo, sí que es cierto que desde 1868 las clases trabajadoras de España comenzaron a obtener ideales políticas de conciencia de clase (aunque hubo preludios en otras décadas), y esto llevó a un sistema educativo al margen del institucional donde obreros e intelectuales iniciaron proyectos educativos en ateneos obreros y republicanos, en instituciones de enseñanza y en escuelas regentadas por anarquistas con las más innovadoras teorías pedagógicas europeas, como es el caso de la Escuela Moderna de Ferrer Guardia, que pisó el siglo XX, o las ideas pedagógicas del anarquista madrileño Ricardo Mella o del también anarquista Anselmo Lorenzo, donde la mujer era equiparada educativamente en todo al hombre, entre otras cuestiones.

El tercer problema que Juan Pablo Calero señalaba era específicamente el de la mujer. Estas estaban marginadas educativamente de la enseñanza primaria en la práctica. Se las segregaba de los niños y se les daba una educación que las impedía alfabetizarse correctamente, ni avanzar más en sus estudios. El reglamento educativo de 1821 dedicó hasta 120 artículos a la educación masculina, pero apenas tres a la de las niñas. En 1836 el Duque de Rivas en su reforma educativa obligaba a crear escuelas para los niños en los municipios, pero no obligaba a crearla para niñas aunque lo creyera deseable. Y de haberlas, legislaba que fueran principalmente para enseñarlas a llevar las labores del hogar (cocinar, coser, lavar, educar en el cristianismo a los hijos... ). Pero, para rizar el rizo, no había ninguna legislación en cuanto a las mujeres y la educación secundaria, esa legislación no llegaría hasta la década de 1880, con Alfonso XII o con la regencia de María Cristina en la minoría de edad de Alfonso XIII. Con las leyes de 1836 sólo se pedía que se las debía enseñar a leer, escribir, contar, coser y bordar como mínimo. Con la Ley de Instrucción Pública del ministro Moyano en 1857, se añadió que a las niñas aparte de enseñarlas a coser, era específicamente de la enseñanza femenina aprender a dibujar y clases de higiene. Mientras que esa misma ley para los niños hablaba de enseñarles  a ellos geometría, física, aritmética y otros conocimientos para formarles en profesiones fabriles. Todo imbuido de las doctrinas católicas. Sólo en el último tercio del siglo XIX aparecen otras formas pedagógicas al margen de las instituciones y de la Iglesia, como ya se ha dicho, estas tienen su evolución progresiva hasta su apogeo en la II República en los años 1930. La educación de la dictadura franquista (1939-1975) supuso una regresión a esta educación del siglo XIX, como señaló el conferenciante, y sólo con la Transición posterior se recuperó el camino iniciado e interrumpido por la dictadura.

Clase de pintura en la Academia de Arte de San Fernando entre 1910 y 1936

"La segunda enseñanza no aspira a formar filósofos, matemáticos, naturalistas ni literatos, ni mucho menos abogados ni médicos; su objeto se limita a formar hombres cultos."

(Decreto de la Primera República, Ministerio de Fomento, ministro: don Eduardo Chao. 13 de Junio de 1873.)

Sin más, os dejo hasta la tercera entrega.

domingo, noviembre 24, 2013

NOTICIA 1272ª DESDE EL BAR: LAS MUJERES ESPAÑOLAS, CAMINO HACIA LA IGUALDAD (1 de 4)

"'Con este propósito era muy común ordenar [las mujeres] a sus criadas que les trajeran a la iglesia, en mitad de la misa o del sermón, una taza de chocolate, lo que no se podía hacer sin crear una gran confusión e interrumpir tanto la misa como el sermón'. Fue tanta la pasión que tuvieron las mujeres principales por tomar este alimento en la iglesia que este mismo autor [Tomás Gage] nos cuenta como el obispo de Chiapas, escandalizado por el atrevimiento de las mujeres criollas, decretó la excomunión para todo aquel que se atreviera a comer o beber durante los servicios religiosos. (...) 'Las mujeres, viéndole tan firme en su posición, empezaron a desacreditarle con palabras despreciativas y llenas de reproche, y a burlarse de la excomunión, bebiendo tranquilamente en la iglesia, como pez en el agua, lo que causó un día tal escándalo en la catedral que se llegaron a desenvainar las espadas contra los sacerdotes y sacristanes, que intentaron quitar a las criadas las tazas de chocolate que habían traído para sus señoras; estás, al comprobar que ni por las buenas ni por las malas podrían llegar a persuadir al obispo, se decidieron a abandonar la catedral donde se veían acosadas tanto por el obispo como por los subordinados, y desde aquel momento la mayoría de la ciudad acudieron a las iglesias de los monasterios, donde las monjas y los frailes no causaban molestias, aunque estaban obligados a desobedecer el mandato del obispo; esto ocasionó que las limosnas y estipendios por las misas que antes daban al obispo pasaran a engrosar las arcas de los conventos, enriqueciéndolos al mismo tiempo que la catedral se empobrecía. Esto no duró mucho ya que el obispo comenzó a odiar a los frailes y promulgó otra excomunión, obligando a toda la ciudad a acudir a su propia catedral. Las mujeres no obedecieron y se mantuvieron en sus casas un mes entero.' (...)"

(Alberto Baena, Mujeres novohispanas e identidad criolla (siglos XVI y XVII), ed. Ayuntamiento de Alcalá de Henares, Alcalá de Henares, 2009, págs. 286-287.)

La Historia desde cómo la vivieron las mujeres es una Historia aún por escribir de una manera científica y no sólo desde una perspectiva claramente posicionada en postulados feministas. Así dicho se puede sacar de contexto y decir que apuesto por una visión de tintes machistas, pero no, todo lo contrario. Lo que ocurre es que la Historia tiene por objetivo el máximo de objetividad posible, aunque esta siempre esté desde visiones con diferentes intereses a la hora de narrar. Ese es un debate largo y extenso de siglos atrás a la actualidad. Dentro de lo dicho cabe citar que hay Historias que pretenden presentar los hechos de una manera en exceso desde una sola visión o con una teoría tan cerrada en sí que pretende cegar el paso a la comprensión de otras teorías, sean esas teorías historiográficas las del etnocentrismo, las del capitalismo, las del socialismo, las de la religión, el feudalismo o las del feminismo. Una Historia no excluyente de comprender el mundo como un mundo de todos los grupos interactuando, que haga comprender además que esos grupos a veces sólo son clasificaciones historiográficas para comprender dinámicas pero no para creer que esos grupos son como fórmulas matemáticas; un mundo, pues, de todos los grupos interactuando y no sólo de un mundo con las visiones de un único grupo predominante se hace necesaria, cada vez más. Con este motivo de Historia social, el doctor en Historia Julián Vadillo ha editado estos días un nuevo libro que trata del comienzo del feminismo en España. Del feminismo enraizado con el humanismo (como las propias mujeres que lo iniciaron no se cansaron de repetir) y no con las ideas burguesas (como esas mismas mujeres dijeron por activa y por pasiva sobre el movimiento feminista llamado así mismo en otros países y en casos excepcionales en España, como es el de la escritora Emilia Pardo Bazán, cuyo feminismo era además clasista, pedía el voto femenino censitario, pero no el universal, por ejemplo). Con motivo de esa publicación voy a escribir una serie de cuatro partes sobre apuntes y reflexiones que hago desde el historicismo sobre la evolución de la mujer en estos mundos de España de cara a su igualdad. Repasaramos para ello tres libros y una serie de conferencias que abordan el asunto, siendo el último libro el libro citado de Julián Vadillo. Hoy os entrego la primera parte.

 El fragmento arriba reproducido pertenece a un libro que trata uno de los asuntos menos enseñados en las clases de Historia de nuestro país: la América Española, que, a pesar de los tópicos, no tuvo carácter de colonia, sino que se comprendía parte del territorio de España. Fueron las historiografías anglosajona y francesa, que sí tenían colonias, las que trataron a los territorios de Ultramar como si fueran colonias, cuando en realidad el trato político y territorial no era tal. O al menos no hasta que los Borbón comenzaron a gobernar en España mediante una guerra que duró de 1700 a 1715. Felipe V de Borbón consideró los territorios americanos de España como los franceses entendían los suyos: como colonias, y así los trató con una serie de políticas un tanto vergonzosas teniendo en cuenta la trayectoria de los doscientos años anteriores, no es de extrañar que para finales del siglo XVIII ya existieran conatos de rebelión que cristalizarían en las guerras de independencia de comienzos del siglo XIX. Pero todo eso, también, es otra historia que ahora no vamos a profundizar. Volviendo al asunto del fragmento, es de un libro que trata la América Española, pero también trata especialmente de las mujeres que allí vivieron entre los siglos XVI y XVII. Hablo de Mujeres novohispanas e identidad criolla (siglos XVI y XVII), por Alberto Baena Zapatero, publicado en 2009.

Las mujeres hispanas encontraron en la América descubierta en 1492 una vía de nuevas oportunidades y de escape. A menudo se ha citado cómo desde el siglo XVII Norteamérica fue un lugar de experimentación de nuevas formas sociales para poblaciones que venían de los territorios del actual Reino Unido, de Holanda y Bélgica, de Alemania, de Francia, de Suecia y algún que otro lugar europeo, sin embargo la historiografía se suele olvidar que esto también ocurre entre las poblaciones españolas casi desde aquel 1492. De hecho, incluso algunos de los mitos fundacionales que los anglosajones se han adjudicado en Norteamérica, tienen en realidad un origen con protagonistas españoles, el mismo mito del sueño americano era originalmente el español, el nombre de la moneda dolar viene del castellano, la historia de Pocahontas, sin haber dejado de existir, tuvo ejemplos previos en españoles, alguno fue exactamente lo que la productora Walt Disney quiso contar en su metraje de dibujos animados. Por haber hubo hasta población alemana en tierras Sudamericanas, misiones con proyectos sociales muy curiosos, donde incluso los jesuitas llegaron a introducir las ideas de la Ilustración llegado el siglo XVIII, o territorios donde los cimarrones fundaron pueblos llamados palenques hasta crear incluso un Estado de esclavos fugados donde se prohibía la entrada  a los blancos, Estado que si bien existió por un tiempo en la práctica, nunca fue reconocido en la teoria legal y política.

Prácticamente desde el comienzo llegaron mujeres hispanas a América. Por un lado los reyes españoles eran aconsejados por la Iglesia y la Inquisición para que esto se produjera, ya que los españoles solían asentarse en América tomando por esposas y por amantes a mujeres indias, además se daban casos de promiscuidad sexual, bigamias, y sexo por el mero hecho del disfrute del mismo y no sólo por razones reproductoras dentro de un matrimonio cristiano. Por otro lado se consideraba que las mujeres podían ser el contrapunto perfecto para que los hombres no se desmandasen. Llegaron a redactarse leyes que dictaminaban que los hombres casados o comprometidos no pudieran embarcar hacia América sin permiso de su esposa, aunque sorprenda es cierto, pese a que probablemente en este aspecto hubo mucho fraude y mucha evasión del cumplimiento de la ley. También ocurría que algunos nobles que iban a América como oficiales del ejército o a ocupar cargos políticos, no deseaban separarse de sus hijas, de sus esposas es otra historia según cada caso. Pero existía otra razón que ahora apenas se está comenzando a reconstruir a partir de textos documentales guardados en varios archivos que nos hablan de testamentarias, casos judiciales, casos notariales y otros, en los cuales se intuyen varias razones femeninas, y no masculinas, para que se produjera esa emigración. La principal en muchos casos femeninos, sobre todo entre las mujeres no adineradas, era la misma por la que decidieron ir muchos hombres: buscar un futuro mejor donde empezar de nuevo, a menudo creando una nueva identidad que en la península no tenía nada que ver con su pasado. Un océano de distancia entre los dos mundos suponía en el siglo XVI que mucha gente que en sus pueblos no pasaban de criar cerdos, en América, tras unos años, se las diesen de descendientes de familias hidalgas por derecho de conquista, a pesar de que la gran mayoría de los que pretendían serlo nunca habían ascendido en realidad a nada, ni materialmente ni en reconocimiento auténtico de verdad.

Es verdad que tenemos el caso de María de Estrada, que llegó a combatir con la espada en la conquista de Technotitlán, o el caso de otras mujeres de conquistadores de la década de 1520 y de 1530 cuyo apellido era deseado por muchos hombres, ya que realmente adquirieron un valor casi de nobleza, el cual en algunos casos se llegó a corresponder con un título de noble dado por el mismo Rey. Se establecieron linajes de descendientes de conquistadores, pero como era habitual que los hombres murieran en combate o en enfermedad, las viudas y huérfanas eran solicitadas por decenas de hombres, sobre todo de los recién llegados de España, para comprobar su pasado familiar y casarse con ellas con la idea de obtener por medio de ese apellido alguna concesión en forma de rentas, lote de tierras, o lo que fuera. Eso nos da la pista de que en cierto modo existía un concepto matriarcal, más que patriarcal en cuanto a apellidos y ventajas se refiere entre los primeros conquistadores y los primeros colonos en América. Pero también existían esas otras mujeres que no podían aspirar a tener esos apellidos y o bien se inventaban el pasado de sus relaciones amorosas y familiares en América, o bien esgrimían el color de su piel. Y es que en aquella América se recibía también los ideales de la pureza de sangre que existía en esa España que en 1492 expulsó a los judíos, y en 1609 a los moriscos. En América se traducía en que las que venían de Europa, de España, se sentían superiores a las que eran nacidas ya en América, las criollas. Las mujeres españolas venidas de Europa se defendían así ante el reconocimiento social de determinados apellidos más valorados entre los criollos en América que otros apellidos que venían de la península sin haber combatido en el Nuevo Mundo. El color blanco de la piel se transformó así también en una lucha social de clase y racial entre mujeres. Las criollas solían responder intentando avalar que ellas nunca tuvieron familiar alguno que mezclase su sangre con indigenas, aunque las que el color de su piel impedía sostener estas premisas, recurrieron entonces a la defensa del valor de su apellido y de los hechos de sus maridos, padres y hermanos en suelo americano. América en este sentido, a pesar de que en cuestiones raciales los hispanos fueron más abiertos de mente y dados a lo interracial que los anglosajones, se llenó pronto de innumerables distinciones ya no sólo entre blancos europeos, criollos, indios y negros, ahora también aparecían los criollos blancos, los criollos mestizos, los mestizos, los mulatos, los cuarterones, los filipinos-japoneses, los zambos, los indios que fueron de tribu aliada en la conquista, los que no lo fueron, etcétera. 

Muchas mujeres se embarcaron a América ya no sólo por motivos de pobreza o siguiendo a sus familiares (hay numerosos documentos de pasajeros de Indias donde las mujeres van a América para reunirse con su marido y en muchas ocasiones no le encuentran porque este o a huído o se ha cambiado de nombre), las hay que tienen los mismos motivos que algunos hombres: huir de la realidad familiar y social que tenían en sus pueblos de origen de España. Muchas habían sido casadas muy jóvenes con hombres mayores que no deseaban. Algunas enviudaron muy pronto, otras tenían matrimonios que no les gustaban, hay documentos que hablan incluso de fugas de jóvenes que son buscadas por la ley porque huyeron ante matrimonios concertados que no deseaban. Hemos de intuir que en algún caso se huiría de una violencia doméstica. Como sea, estas mujeres también existieron y han dejado rastros documentales en sentido judicial o notarial. Su ida era ilegal, como la del hombre en situaciones matrimoniales sin permiso de la esposa, y eran perseguidas, por eso muchas se cambiaban de nombres y se inventaban pasados. Hay un porcentaje de ellas que su futuro en América no les deparó algo mejor de lo que habían dejado. Son más raras de rastrear en los archivos, pero se encuentran de vez en cuando diversos casos. Las mujeres que no eran nobles ni estaban en altos niveles sociales, encontraban en América otro tipo de libertad más, allí se veían libres para trabajar ellas mismas, en algunos casos para poner negocios, cosa que para lograrlo debían esquivar el matrimonio, que no el sexo. En América se vieron más libres para tener relaciones sexuales extramatrimoniales. Los poderes punitivos no estaban tan activos como en España. Existía la Inquisición en América, pero esta, que también quemó gente allí, no estaba tan ágil como en España, quizá porque le faltaban medios ante tanta extensión de territorio, aparte de que el temperamento de estos nuevos españoles era diferente al del peninsular. Los criollos mezclaban lo español con los valores que habían encontrado entre los americanos originales, los indios, pero también porque podían llegar a tener contactos con otros europeos no hispanos (raramente) a partir del siglo XVII, además creían que las autoridades penínsulares estaban muy lejos... Tan lejos que los propios virreyes se comportaban como reyes, y se permitían lujos como tener coches de mano ellos y su mujer, y tras esto, tuvieron coches de mano todas las mujeres adineradas, a pesar de que era ilegal tenerlos si no se era noble. 

Los vestidos fueron también más atrevidos en las mujeres en América, cosa que fue motivo de innumerables cartas de sacerdotes a los reyes de España. Hubo separación de conventos según fuesen mujeres de origen criollo europeo o criollo mestizo. Las mujeres hispanas aprendieron de las mujeres indias, que solían ser sus sirvientas, y también de las mestizas, de los placeres de la provocación sensual y del disfrute del sexo por el sexo. Eran por ello más atrevidas, hay obispos que critican los vestidos, perfumes y modales casi de hombre joven que tenían las mujeres en América para conocer parejas. Ellas motivaban además fiestas inimaginables en la península Ibérica. Además, por si fuera poco para molestar a la Iglesia, también conservamos en los archivos documentación extensa donde se habla de cómo las mujeres en la América Española hablaban de todo tipo de temas sin necesidad de tener permiso de un hombre y sin tener que esperar a escuchar la opinión de él primero. Hablaban además con quien querían cuando querían, y saludaban sin esperar a ser saludadas primero y sin necesidad de conocer al hombre previamente si el saludo era a un hombre. Estas cosas que nos harían pensar hoy día que es lo normal, son cosas que en esas épocas era todo un acto de cambio social revolucionario. 

Todo esto no quiere decir que las mujeres fueran en la América Española de los siglos XVI y XVII iguales y totalmente libres respecto al hombre. Gozaron de más libertad que las que estaban en la península, eso sí, y fueron todo un campo de experimentación social de lo que estaría por venir sobre todo a partir del siglo XVIII. En América seguía habiendo un fuerte sentido cristiano, por lo menos en lo aparente, entre las mujeres, aunque a veces se rebelaran contra las jerarquías que atacaban sus costumbres. El matrimonio seguía siendo una institución sagrada casi inviolabre. Eran ellas quienes se preocupaban fundamentalmente de la educación de los hijos. El sexo extramatrimonial que pudieran tener seguía siendo considerado contrario a su honra, y por extensión a la del padre hasta puntos casi criminales, si se hacía público. De hecho, aquellos coches de mano eran epicentro de encuentros furtivos con los criados o con amantes de su posición social, lo que aparece en casos judiciales por la vía criminal, el sexo no cristianizado era un delito criminal. El trabajo lo podían ejercer si no podían estar bajo el amparo económico de un hombre, ya sea el padre, el esposo o el hermano, aunque en América fue más fácil que trabajaran saltándose estas premisas. La gran mayoría seguía siendo analfabetas, y las que leían se creía que no debían saber escribir, y si hacían ambas cosas la moral las tachaba mal socialmente, y la Iglesia las amonestaba en los templos porque pudieran estar cayendo en la lujuria mientras leían con el libro en una mano y, cito literalmente, la otra la tuvieran libre. 

Sus costumbres de entretenimiento de relaciones sociales se transformaron en reuniones femeninas para tomar chocolate entre las mujeres más pudientes. En esas reuniones, pese a todo, seguía reinando un ambiente de tachar a quienes no cumplían con determinados valores sociales propios del Antiguo Régimen, a pesar de lo que ellas hicieran en sus vidas, o de que su propio comportamiento era tachado como amoral entre las mujeres que estaban en la península Ibérica. En este sentido, una serie de cartas, diarios y publicaciones del corazón de la época, nos deja todo el panorama bastante claro. En América habían logrado una relativa relajación moral y ética en cuanto a su comportamiento social, incluso los hombres españoles criollos defendían las costumbres de las mujeres españolas criollas ante las críticas de las europeas de España, pero eso no impedía que se produjera en un ambiente propio de los siglos XVI y XVII: con prejuicios religiosos, raciales, económicos y entre estamentos sociales. Por otra parte, no todas las mujeres venidas de España a América tuvieron un presente mejor que en la península. A menudo pasaron mayores penalidades, ya que los varones de su familia por muerte o por enfermedad tropical, solían cargarlas de los trabajos hogareños que ya realizaban en Europa, de otros para mantener a la familia, y en ocasiones del cuidado de hijos y del marido, si este se quedaba impedido de valerse por sí. Y nunca olvidemos tampoco las altas tasas de prostitución que se alcanzaron en algunos puertos caribeños.

El libro de Baena Zapatero yo ya lo comenté por esta bitácora en la Noticia 1176ª, donde como cada año escribo sobre los libros que leí en el año cerrante. Os dejo por aquí con un fragmento de cómo lo valoré por entonces y os dejo hasta la segunda entrega de este serial de cuatro entregas.

"(...) El autor pertenece a esa corriente de historiadores que miden la Historia en la creencia de que son las cuestiones feministas, más en concreto la confrontación entre hombre y mujer, lo que mueve todo. Tiene algunos aciertos documentales muy destacables, y tiene una selección de textos acertada. Sin embargo no comparto la idea central de la investigación. Así por ejemplo el autor se queja de que en determinados documentos no se dice que las mujeres fueron a tal acto y que las ocultan con la palabra "nobleza"... Creo que es un enfoque equivocado. Cuando en el siglo XVII escribieron esos documentos no se decía "estuvieron las mujeres" sino la nobleza en general porque se pensaba en clases sociales, no en géneros sexuales. Del mismo modo cuando el autor se sorprende de que la sociedad española en América tenía las mismas convenciones que en Europa es otra visión no muy acertada... ¿o es que cuando cualquiera de nosotros viaja a otro país que no es España de golpe en el viaje deja y olvida todo su bagaje cultural? [Es normal que se reprodujeran las mismas convenciones europeas en las nuevas sociedades americanas, no es algo sorprendente.] Tampoco creo que sea acertado analizar el mundo femenino sólo desde la perspectiva de la Iglesia católica, muchas de las cuestiones que achaca el autor al machismo son en realidad cuestiones de carácter religioso y funcionaba condenatoriamente tanto a mujeres como a hombres por igual. Aparte de que analizar la Historia sólo desde una perspectiva nos lleva a una creencia equivocada o sesgada de lo que se puede aproximar más a la realidad. El hecho de que existan condenaciones nos hace pensar, por ejemplo, que existen porque de hecho está ocurriendo justo lo contrario de lo que la Iglesia hubiera querido que existiera. Pero también está equivocado a mi juicio que sólo se indague en la vida de las mujeres adineradas, pues el mundo femenino es de todas las mujeres, no sólo de las ricas. La Historia no evoluciona sólo con las personas ricas. Aún con todo tiene algunos puntos de vista que sí me parecen muy acertados. Sea como sea, y pese a que el libro usa de muchas fuentes bibliográficas, el autor sólo ha consultado dos archivos y la Biblioteca Nacional de Madrid, y de esos dos archivos, además, ninguno ha sido ni el Archivo General de Simancas ni el Archivo Histórico Nacional, los cuáles hubiera sido deseable que los hubiera pisado junto a los dos que sí pisó, el Archivo General de Indias (Sevilla) y el Archivo General de la Nación (México). Es un libro interesante, no obstante, y nos ilustra en cuestiones no muy trabajadas en la historiografía tanto española como en la americana. Ellos porque prefieren historiar más su Historia precolombina y su Historia desde su independencia, nosotros porque en general nos desentendemos de la Historia de esos lugares de España que se independizaron de España. Es una buena aproximación para conocer la Historia de la América de la Edad Moderna y de la sociedad española en general del mismo periodo, ya que socialmente y legalmente es lo mismo, con matices en cada lado del océano. Pero recomiendo leerlo con espíritu crítico y autorreflexivo, pues ya digo que su óptica es la de la historiografía feminista, y yo al menos creo que contiene partes que no es una visión muy acertada del todo a la realidad de la época."

miércoles, noviembre 20, 2013

NOTICIA 1271ª DESDE EL BAR: EDUCACIÓN, SAHARA OCCIDENTAL Y PENSIONES, UNA SEMANA DE CONFERENCIAS

Las XI Jornadas de Castilla-La Mancha sobre investigación en archivos: "La educación en España", se están celebrando desde el martes 19 hasta el próximo viernes 22 de Noviembre en Guadalajara. Organiza el Archivo Histórico Provincial de Guadalajara y la Asociación de Amigos del Archivo Histórico Provincial del Guadalajara, principalmente. Tengo el placer de participar de este congreso de historiadores y archiveros siendo ambas cosas. Y no sólo como asistente, sino que además el miércoles 20 daré un comunicado sobre "La documentación y la Historia reciente: la depuración de maestros de Alcalá de Henares entre 1939 y 1941, un ejemplo práctico de la importancia del Archivo General de la Administración (AGA) para la memoria". Lamentablemente de los diez minutos iniciales que se me había concedido, al igual que al resto de comunicantes, se han reducido a cinco a causa de la gran multitud de investigadores que se han presentado este año. En todo caso, las veinte páginas de la investigación se publicarán en las actas, probablemente en 2015. Las jornadas, por otra parte, traen una serie de ponentes muy interesantes como Juan Pablo Calero Delso, con una conferencia sobre la educación en el siglo XIX, Javier Urra, hablando de la educación como prevención de la violencia machista, Angel Mejía Asensio, que trae información sobre la educación primaria y secundaria en la Edad Moderna, y otros tantos a los que les acompañarán un documental sobre las maestras en la II República, una visita al nuevo edificio del Archivo Histórico Provincial de Guadalajara y una mesa redonda sobre el presente y el futuro de la educación en España donde estarán Federico Mayor Zaragoza, Juan José Tamayo y Pilar Gutíez. El programa se puede leer por aquí. Con respecto a estas jornadas, que ya están consolidadas y han tenido anteriores ediciones dedicadas al Trabajo y al Movimiento Obrero, es posible que os escriba más extensamente en cuanto terminen, y de mi comunicado tal vez os escriba algo, aunque no pueda publicarla hasta que no lo hagan las actas. Ya se verá, pues tengo en preparación una serie de tres entradas sobre tres libros dedicados a la evolución de la mujer española hacia su ideal de igualdad y emancipación del hombre. Así que vamos pasito a pasito. de momento estos actos serán en el nuevo edificio del archivo en la calle Juan Bautista Topete, nº 1 y 3 de Guadalajara.


Entretanto, si no podéis o no queréis trasladaros a Guadalajara para las muy abundantes conferencias de estas jornadas, porque seáis de Madrid capital, el jueves 21 el Sindicato de Tecnicos de Hacienta (GESTHA) ofrece una conferencia llamada Pensiones, ¡aclaremos las cuentas!. Participarán Carlos Cruzado y Manuel Redal, presidente y consejero de GESTHA respectivamente. Apoyan, fomentan y presidirá el debate la Federación Madrileña de Federaciones de Asociaciones de Jubilados, Prejubilados y Pensionistas (FEMAS). Será  a las 19:00 h. en el Centro Cultural Príncipe de Asturias (Madrid, calle Hermanos García Noblejas, nº 14). Básicamente mantienen la defensa de un manifiesto que redactaron en marzo de este año y por el cual están intentando concienciar y motivar a la gente para solicitar un referendum para pedir una reforma de la Constitución que blinde las pensiones para que ni se puedan rebajar, ni eliminar sus supuestos, ni que pierdan su poder adquisitivo. Dan razones para ello, de hecho parte de las federaciones de jubilados que apoyan la iniciativa del Sindicato de Técnicos de Hacienda son federaciones de jubilados que han trabajado en la banca, en grupos financieros y en grandes empresas, por lo que todos aquellos que desean fomentar esto tienen una trayectoria y unos conocimientos que les hace hablar con propiedad sobre las bases en las que se basan para esta solicitud de reforma que nos aproximaría a un Estado más social y solidario. 

Pero si no podéis o no queréis trasladaros ni a Guadalajara ni a Madrid, tenéis otra conferencia interesante en Alcalá de Henares el viernes 22 de noviembre, a las 19:00 h. en la Concejalía de Cooperación del ayuntamiento de Alcalá de Henares (calle Santiago, nº 13). Se trata de La presentación del libro: "La Primavera Saharaui", de varios autores saharauis que se sienten junto a los afectados del campamento Gdeim Izik. Lo organiza una asociación complutense que habitualmente celebra actos de recogida de alimentos para los campamentos de refugiados de saharauis en Sahara Occidental, la Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui de Alcalá de Henares. Ellos mismos han redactado un comunicado de fomento de este acto, os lo expongo: 

"Un libro de denuncia por la injusticia que vive el Pueblo Saharaui y que nació después del desmantelamiento del campamento de Gdeim Izik, la protesta pacífica más importante de la historia del Pueblo Saharaui, que terminó desmantelado por las fuerzas de ocupación marroquí y con la celebración de un juicio ilegal en el que se condenó al grupo de presos políticos saharauis de Gdeim Izik con muy duras penas.

Con este libro se pretende que la llama de aquel campamento pacífico de Gdeim Izik (Campamento de la Dignidad) no se apague nunca y empujar para que se haga justicia.

Es nuestra obligación, seguir difundiendo lo que pasa con el Pueblo Saharaui. Por ello os animamos a que conozcáis más sobre lo sucedido y colaboréis con nosotros participando en la presentación de este libro de poesía que ha sido escrito por un grupo de poetas saharauis."
 

Para ser más justo, hay que recordar que yo mismo escribí en enero de 2006 sobre las relaciones internacionales entre España y Marruecos desde la fundación de Marruecos, donde al final muy escuetamente se mencionaba este conflicto, fue en la Noticia 7ª.  Desde aquel 2006 a esta parte hay que añadir a esas relaciones entre España y Marruecos diversos capítulos de amistad y roces no tan amistosos que en general siguen el rumbo amistoso que ya marqué en aquel enero de 2006, pero el roce conflictivo más importante que se produjo fue a costa de dos asuntos: primero de los asaltos a la frontera española en Ceuta y Melilla de grandes cantidades de emigrantes sin papeles legales sobre su situación de estancia, así como la llegada de numerosas pateras a las costas de las islas Canarias, incluyento episodios de injusticias, y a veces violencias, para con las personas por parte de mafias y de algunas autoridades de ambos gobiernos implicados. Y segundo motivo a costa precisamente de Sahara Occidental. En 2009 la activista saharaui Aminatou Haidar se declaró en huelga de hambre en la isla de Lanzarote ya que Marruecos la retiró su pasaporte marroquí y ella misma no quería ser reconocida como ciudadana de Marruecos, por lo que se produjo una situación conflictiva a nivel diplomático para España, que se veía forzada a tomar posición, cosa que había rehuído durante muchas décadas. En 2010 varios refugiados saharauis levantaron un campamento cerca de la ciudad y fortaleza de El Aaiún, que era Gdeim Izik. Marruecos decidió asaltarlo y desmantelarlo con el ejército, a pesar de ser un asentamiento pacífico. Se produjeron grandes violencias, incluso muertos. En 2011 la situación seguía estancada cuando se produjo la Primavera Árabe en el norte de África y es sobre esa Primavera revolucionaria y cómo se vivió y vive en Sahara Occidental que imagino que va este libro de poemas en 2013. 

 Así que es una semana cargadita de conferencias de temas muy diversos. Yo, por razones obvias, me voy a dedicar a las de Guadalajara, pero hay para elegir para vosotros. Saludos y que la cerveza os acompañe.