En la tercera entrega se verá la evolución del pensamiento político a través de la retórica y del sentido cambiado de la virtud. También se podrá leer sobre la magia y la astrología en la transición de la Edad Media a la Moderna, algo que tuvo que hacerse paso entre las reticencias cristianas a las mismas.
MEDIOEVO
Y RENACIMIENTO
Sobre la transición al
pensamiento Renacentista.
El siglo XV se preocupó
más por la crítica y la creación de una república terrena, por lo que se volcó
en temas moralistas y retóricos. Eso llevaba a revisar autores clásicos y
relatos clásicos reproducidos y reinterpretados por autores de la época, como Bocaccio,
Poggio Bracciolini, Poliziano, o Marsilio Ficino (quien como hemos visto en la introducción
traía de vuelta un neoplatonismo y una reinterpretación teológica a través de
él), etc. Todos se ocupan de temas moralizantes, los cuales son
necesarios para crear los buenos gobiernos. Derivado de todas estas
preocupaciones por el buen gobierno saldrían autores que lo enfocarían desde
diferentes puntos de vista como Tomás Moro, Erasmo de Rotterdam o Nicolás
Maquiavelo. Pero, den la orientación que den (república, monarquía, cristiandad
universal...) todos, en sus escritos, se preocupan por el problema de modo
directo, sin preocuparse en qué modo presentan este (carta, tratado, diálogo,
etc.). Es Poliziano quien ve en esto la diferencia que hay entre epístola y
diálogo, y que en ambos existe la oratoria para escribirlas.
La epístola es una
"conversación entre ausentes ya estén estos alejados en el espacio o en el
tiempo".
Habiendo epístolas amenas y otras serias y doctrinales. Pero ambos tipos de
epístola deben ser breves, de términos sencillos, ágil de leer y llena de
lemas, si fuese de un lenguaje más complejo se transformaría en un discurso.
Sin embargo, no deja de ser un discurso meditado, pese a todo. Poliziano le da
mucha importancia a esta forma de oratoria para expresar las ideas, pero no
solamente él sino también casi todos los autores de la época. Buena parte de la
producción literaria del momento corresponde a epístolas enviadas entre muchos
autores entre sí.
La otra forma
importante de expresar ideas, el diálogo, es algo considerado fundamental en
esta época. Es una forma usada en la "vida civil", por lo que tiene
un gran efecto adoctrinador y educador. Por eso la retórica del diálogo es
cuidada. El diálogo es con otra u otras personas de un modo inmediato en el
espacio y el tiempo o bien, hablando ahora en términos un poco más filosóficos:
cercanos en el espacio o en el tiempo y no necesariamente en ambos espacios a
la vez. Los temas a tratar son dirigidos a una sociedad humanizada
(entendiéndose como tal: afectada por el humanismo), y suelen tratar sobre
filosofía, política, moral... todo encaminado a establecer una buena res publica (se busca una virtú en los hombres que se haga
traducir en una virtú para todos los
hombres y su gobierno en la vida, y cada autor la buscará de un modo y la
encontrará de un modo). La vida moral
se haya unida a la retórica para lograr que la alcancen todos. Los apuntes
autobiográficos y los discursos políticos son quienes mejor recogen la oratoria
y la retórica de los diálogos.
A través de la
cultura el hombre se exalta a sí mismo y se define, y es la retórica la que le
ayuda a lograr esto. Pero la retórica en el siglo XV es entendida como algo
humano, o sea: es algo espiritual, es razón, es conciencia, es discurso. En el
humanismo todo se entiende como algo que es humano. La retórica sirve, al igual
que la poesía (que también servía para expresar filosofía de vida, como se
dijo), como diálogo entre épocas antiguas, ya que estas no han de olvidarse,
pues sólo con la retórica haciendo historia es la inmortalidad del hombre en lo
terrenal, pues la historia hace revivir a las sociedades humanas. Ese diálogo
permite, además, ejemplos útiles a los hombres venideros en sus épocas.
Surgiría, eso sí, el
problema nada nuevo, aunque sí incrementado, de si todos esos discursos,
diálogos, epístolas, etc., debían hacerse en latín (lengua culta pero observada
por algunos autores sólo como lenguaje para enriquecer la lengua vernácula,
dado que era la minoría culta la que leía esta lengua muerta, y además les
recordaba al pasado escolástico), o bien en la lengua vernácula para alcanzar a
más lectores que captaran las ideas que expresaban los autores modernos. Sin
embargo, la imitación de los antiguos no era mal vista. Como se ha dicho servía
para enriquecer las lenguas vernáculas y embellecerlas, pero también daba una
posición histórica y crítica, sobre todo filológica, de los clásicos. Por ello,
la imitación de los clásicos no era discutida ni suponía un problema. No se
rechazaban las lenguas clásicas, sino que se planteaba si las obras modernas
debían difundirse en ellas o en otras lenguas para alcanzar a un mayor público,
no hay que olvidar que es un siglo que aprecia el conocimiento y la educación
extensiva e intensiva (al menos entre los que tenían posibilidades
intelectuales). Aún con todo, el latín era el lenguaje culto por excelencia, y
era muy usado en los círculos intelectuales y científicos, pese a que diversos
autores, no estrictamente filósofos, teólogos o científicos, usaran de las
lenguas vernáculas (lengua que usaron mucho, por ejemplo, los poetas). La
conexión clásica con lo moderno, en estos términos de retórica y uso de una
lengua influyendo en la otra, daban formas de vida cada vez más elevadas.
Pero la retórica ya
no es usada, en cuestiones políticas, exclusivamente por soberanos, sino que
también la usan oradores surgidos de repúblicas, como la de Florencia, aunque
los oradores no son exclusivos de este tipo de gobierno. En una época donde los
soberanos florentinos perdían el poder, surgieron numerosos oradores
defendiendo el orden republicano. Estos retomaban la retórica de la antigua
Roma, sobre todo de la Roma republicana. Los oradores crean discursos que
defienden un orden y unas "causas verdaderas". Se habla de un hombre
libre y no sometido a un orden riguroso. El discurso retórico, desde el siglo
XIV, ya había introducido distintas disciplinas y argumentos dobles. Se busca
convencer para lograr un fin. El discurso en sí busca un fin, que no tiene
porqué ser el bueno, sino el que interese al orador (aunque éste normalmente
esté convencido de que su fin es el bueno). Pero es cierto que la retórica es
un discurso que induce y educa al que lo recibe, lo guía. Sirve para argumentar
y ordenar los procesos investigadores del hombre. Se ha de ser elegante y puro
en el estilo (en eso influyen los poetas) pero también se ha de tener
penetración y sabiduría en los temas a tratar. La retórica se transforma por
ello en algo importante que enseñar, se ha de educar en retórica a los
intelectuales futuros, y son conscientes de que han de mejorar su retórica los
que ya tienen conocimientos de ella, y para ello recurren a fuentes clásicas y
se mandan cartas y traducciones entre ellos mismos.
De ese modo la
retórica y la dialéctica se relacionan, pero antes la metafísica y la lógica
han tenido que ser separadas del razonamiento, para poder argumentar de un modo
convincente. Lo que a veces les sigue uniendo a las formas discursivas de
Aristóteles, formas de lógica no superadas aún.
La cuestión es que
para investigar y conocer la realidad se usaba la lógica y la metafísica, y a
menudo esas investigaciones recurrían a la magia y la astrología. La magia
podía transformar la Naturaleza. Además el mago había sido visto durante la
Edad Media como algo próximo a Dios o al Diablo, y esa percepción había ido
desapareciendo con el paso de los siglos, según avanzaban los conocimientos
científicos. Y si bien la primera razón jugaba un papel a favor de la magia, y
la segunda iba paulatinamente en detrimento de esta, aunque aún no del todo,
hay una tercera razón que favorece la permanencia de la magia en la transición
de las dos épocas, y es que favorecía la explicación de fenómenos aún
inexplicados por la ciencia y la lógica. La astrología sería compañera de la
magia por ser un libro del universo y por tanto donde leían los magos, en lugar
de en los libros vulgares de papel.
En esta época muchos
intelectuales dedican sus pensamientos a la magia, gente como Marsilio Ficino,
Giovanni Pico, Giordano Bruno, Roger Bacon (que también buscaba la
transformación de la Naturaleza por fórmulas mágicas), etc., aunque una mente
más moderna de la época, Da Vinci, les critica por ello, ya que es consciente
de que la magia retrocede a cada avance de la ciencia, y por tanto el problema
está en que la ciencia llegue a lo que se cree algo de solución mágica. Pese a
que, como se dijo en la introducción, Da Vinci a veces también cae en alguna
fórmula alquímica. Aparte de Da Vinci, también Paracelso, Agrippa o Della Porta,
intentaron reducir la magia a ciencia, aunque ninguno de ellos reducía la magia
a la nada, pues seguía siendo una parte de la realidad del hombre, y por tanto
de ellos mismos como hombres.
La magia había sido
combatida por la teología medieval como algo diabólico, sin embargo todos los
intelectuales citados, y todos los innumerables que quedan por citar de la
época, la tuvieron como una relación más con el ser del hombre mismo. Por ello
empezaron estos a tratar sobre la buena y la mala magia, la buena y la mala
astrología, o la buena y la mala alquimia. Así se distanciaban de nuevo de los
planteamientos medievales, pero sin renunciar a la idea medieval de que todo
aquello era malo; ellos exactamente no decían que todo aquello fuera malo, sino
que tenía dos vertientes, una para lo bueno y utilizable, y otra para lo malo e
inutilizable. Los tratados sobre estos temas se dispararon en producción. El
universo era algo vivo y lleno de espíritus, donde todo tenía algo oculto y
misterioso, que oía, hablaba, observaba, influía en los hombres, etc.
Esa visión de un lado
positivo de la magia, la astrología y la alquimia, unida a la visión de un
mundo vivo y dispuesto a cambio por las artes del hombre en estos campos,
colocaba al hombre en el centro como un ser que puede romper el orden natural.
Eso, según sus obras, lo podía acercar a lo divino, pero también a lo
pecaminoso. Durante toda la Edad Media la magia había sido vista como algo
demoniaco dado que la transformación del mundo suponía transformar algo que era
perfecto por ser creado por Dios mismo. Recurrir a esas artes era atentar
contra la obra de Dios, por tanto una acción de las fuerzas satánicas. Pero esa
concepción está cambiando en el siglo XV, cuando se cree que se pueden hacer
buenas obras o tener conocimientos a los que dar un buen uso mediante la
astrología. Hasta gentes de la Iglesia, como Bacon o Campanella, creen en el
horóscopo y la astrología, y en sus invocaciones para transformar al alma y
ayudarla para su salud y para que se encamine hacia el Bien. No obstante leían
en la Biblia la adoración del niño Cristo por Reyes Magos de Oriente que
seguían una estrella que les guió al Dios, pues ellos mismos eran astrólogos.
Incluso creían en las curaciones milagrosas mediante oraciones junto al enfermo,
y una serie de actos de inspiración cristiana con él. Esto lo llegó a practicar
el condenado por la Inquisición Savonarola, pero también el fraile no condenado
Domenico da Pescia, como tantos otros de la época. Aunque los métodos de
curación por medio de la magia ya se practicaba desde tiempos inmemoriales, y
no necesariamente ligados al mundo cristiano. Probablemente se dio en el
paganismo, pero dentro de la misma Edad Media ya lo practicaba Avicena, un
musulmán cuya medicina se estudió en las Facultades de Medicina occidentales
hasta el siglo XVII.
Es Roger Bacon mismo,
un franciscano, el mayor defensor de la magia y la astrología, como entidades
que marcan y afectan a la vida de los hombres. El universo estaba en todas las
cosas y afectaba a todas las cosas que en él había, pues esas mismas cosas
componían al universo mismo, incluido el hombre. Por lo que todo influía en
todo, aunque los astros, sin duda producían una influencia decisiva en todas
las cosas. El universo era infinito y el hombre, con la magia y la astrología
podía influir en los astros para favorecerse de ellos. El hombre del tránsito
al Renacimiento sabe que el universo es algo infinito y que ya no es algo
cerrado en unas formas estáticas. Sabe que vive en un mundo que crea, pero donde
el hombre también puede crear, donde puede ejercer su voluntad. Es un mundo que
se mueve y que crea innumerables posibilidades, y no sólo las posibilidades
estáticas medievales dadas por la teología, donde todo era un orden establecido
sin más y el hombre vivía de paso en un "valle de lágrimas" para
acceder a la vida celestial. La aceptación de la magia, la astrología y la
alquimia, como algo que no era malo por necesidad, era una forma más de
expresar la libertad que adquiría el hombre moderno frente al hombre medieval.
Los libros sobre
magia y astrología se escribían desde antiguo. En la Edad Media hubo una gran
producción, siendo la Baja Edad Media más dada a la hechicería, y el
Renacimiento a una gran magia, con más ambiciones. Muchos fueron los autores de
libros mágicos, algunos conocidos y otros anónimos. Algunos con ideas
filosóficas y científicas importantes, y otros con ideas meramente introducidas
en un mundo mágico sin más consideración. Los autores clásicos como
Aristóteles, Platón o Ptolomeo, por ejemplo, también fueron consultados e
interpretados en este sentido. Avicena destacó en una de esas interpretaciones
buscando secretos y prodigios ocultos en su libro Teología de Aristóteles. Aunque el libro de magia más consultado de
la época fue Picatrix, del cual hay
una referencia de una traducción suya al castellano en 1256. Pero fueron en los
siglos XV y XVI donde toda esta clase de libros alcanzó su mayor producción. Y
no hay que olvidar que esos fueron siglos de transición de lo medieval a lo
moderno, como estamos exponiendo a lo largo de todo el trabajo, y por tanto
generaban muchas inseguridades al romper con muchos de los principios y
creencias que habían sido los pilares de la cultura europea medieval hasta el
momento.
Lo que todos esos
libros trataban de decir era que el hombre podía adquirir un saber que
significaba poder, ya que podrían dominar y transformar la Naturaleza con la
magia y la astrología. Pero no bastaba con esos conocimientos, sino que además
había que saber cuando poder realizarlos para que fuesen efectivos. Además se
habla de diferentes clases de magia y se diferencia entre ellas, por hablarse
se habla hasta de una magia matemática. Lo que en realidad estaban haciendo
esos autores era preanunciar tres cosas: el desarrollo científico en distintas
ramas, una vuelta a conocimientos religiosos antiguos, y una vuelta a un gran
número de supersticiones. Había sido Bacon quien habló de la magia como algo
bueno para transformar la Naturaleza mediante máquinas y medicamentos, pero
también, como franciscano, la condenaba como invocación a espíritus y fuerzas
ocultas. Está hablando de dos cosas diferentes, de lo que hoy llamaríamos
ciencia, y de lo que propiamente serían invocaciones mágicas. Pero, por
desconocimiento o por un conocimiento poco desarrollado, a ambos temas los
trata con el nombre genérico de magia. Mago es el que transforma las vías
normales de la realidad. Es una clara mezcla de las dos épocas en transición.
En cuanto a la magia
y la religión esta es indisoluble para alguien como Ficino. Mantienen el orden
del mundo unidas, pero sólo con el desdoblamiento entre magia buena y magia
mala, entre una al servicio del Diablo y otra al servicio de lo celestial y
divino.
En el campo
astrológico aparecería la observación de los movimientos de los astros y sus
influencias, a la vez que una serie de supersticiones. La matemática es usada
en esta magia, pero sólo como comprobación de hipótesis que comparaban a los
astros con los hombres, y no tanto como cálculo acerca de ellos. Aún con todo
es un primer paso para que posteriormente de ahí se deriven observaciones
científicas que darán la astronomía moderna. Por tanto no se trata de una
evolución clara a la ciencia moderna sobre los astros. Son unos conocimientos
aún basados en lo mágico y lo esotérico, donde el hombre sigue siendo el
centro, hay dos esferas del universo, se puede leer el futuro y todo tiene una
naturaleza dinámica unida. Pero, sin embargo, los conocimientos que se van
adquiriendo son una preparación para lo racional que estaba por venir.