Carlos Chacón es uno de esos artistas que pertenecen a lo que se puede llamar dinastía de artistas. Su padre, José Chacón, era un poeta reconocido de la ciudad de Alcalá de Henares cuyo nombre actualmente acoge un concurso de literatura con bastantes años de antigüedad ya en esta ciudad. Carlos, hijo de José, se hizo nombre propio en el Arte complutense, pero no en la poesía, como su padre, si no en las Artes plásticas. Carlos Chacón pintaba, dibujaba, hacía escultura, creaba carteles y portadas... un artista multidisciplinar al que todo le era válido para expresarse. Y digo bien, expresarse, pues en sus creaciones se respira la libertad del artista que crea lo que siente que debe crear y cómo, y no el artista que busca agradar o crear lo convencional que se pueda vender o exponer con facilidad. En este sentido, uno de sus hijos, también llamado Carlos, que también ha recibido su espíritu de creador plástico, junto a otros de sus familiares, al Foro del Henares, al ayuntamiento de Alcalá de Henares, amigos de su padre y numerosas familias de Alcalá cuyos nombres suelen repetirse en la Historia y las historias locales, es uno de los impulsores de una exposición complicada y ardua de lograr sobre la obra de su padre. De uno de los hijos de Chacón ya hablé en la
Noticia 1465ª, con motivo de una exposición en la Casa de la Entrevista. Como sea, de la actual exposición sobre su padre él mismo ha escrito una extensa carta llena de datos interesantes que ha publicado
La Luna de Alcalá,
se puede leer por aquí.
Carlos Chacón nació en 1945 y murió joven, según se lee y se ha comentado el día de la inauguración de manera pública, de forma no natural, aquello fue en 1985. Yo tenía 6 años, él 40. No le conocí en persona. Sin embargo, los Chacón son personajes nombrados en la ciudad, en los circuitos culturales de la ciudad que, hasta ahora mismo, no eran nada oficiales. De hecho hay una serie de personas de la cultura alcalaína, en realidad de todos los ámbitos alcaláinos, del siglo XX, que los que somos de aquí o que más nos movemos por el centro de la ciudad, los conocemos bastante, aunque sea de oídas o a través de su obra, pero que aún están a la espera a que se les reconozca, se les promueva, y se hable de ellos, y que se les ponga en contexto. Hablamos hoy de José Chacón y Carlos Chacón, y podríamos hablar de los que ahora mismo hacen cosas, pero hay que hablar de aquellos que fueron, como Pedro Atienza, Augusto Banegas, Pepe Quijada, Cerezo, Santos Yubero (del que ahora mismo se está haciendo una exposición de fotografía en el edificio de la Biblioteca Pública Municipal Cardenal Cisneros), el "Lali", y tantos otros, incluyendo a los de principios de siglo, como García Cuevas. Los que somos del ahora estamos más bien como en una cultura paralela, a menudo, o constantemente, ignorada y silenciada por la cultura oficial desde las instituciones. Los que fueron, vivos aún o ya muertos, se están promoviendo ahora, lo que está muy bien, aunque falta hacerlo de una manera más total y más explicativa de la ciudad. Eso haría más ciudadanía y más promoción de la cultura complutense, pero no de cultura de vitrina, si no de la llena de vida, pues muchas de estas personas estaban unidas a bares, a personas de los bares, de las calles, de las casas particulares, de las publicaciones más o menos aficionadas o profesionales, a grupos musicales, a un sin fin de cosas. En Alcalá hubo un movimiento juvenil muy inquieto entre los años 1960 y 1970, incluso algo de los 1980. Digo inquieto en cuanto a creaciones artísticas y lúdicas. Me falta en Alcalá una profundización real en lo que somos, en lo que en valores hemos tenido. Esta exposición a través de sus obras es un paso que deja intuir que había algo más que incienso en las procesiones en las calles de Alcalá.
Era una deuda que tenía esta ciudad con Carlos Chacón, el reconocerle con esta exposición y darle más a conocer, recordar su obra, lo dijo el alcalde Javier Rodríguez (PSOE), en su discurso inaugural, que fue el último tras el cante flamenco de El Carbonilla y los discursos de Pilar Chacón (muy emotivo y familiar), el de Antonia Hernández, presidenta del Foro del Henares (dirigido a explicar la vocación del foro por dar a conocer la cultura alcalaína y su pasado), y el de Aranguren (PSOE), concejala de Cultura, que se sentía satisfecha de la gran acogida que tenía en público tal evento. La sala estaba llena de políticos de todas las tendencias, familiares de Chacón, amigos de Chacón, gente de la cultura alcalaína, gente de los bares de Alcalá, periodistas, curiosos... Es un homenaje que realmente hay que tener, aunque bien es cierto que en algunas personas, y en algunas partes de los discursos que se dieron, casi pareciera entenderse que existían unos alcalaínos que formaban la cultura alcalaína y otros venidos "recientemente" a los que había que enseñársela. Sin entrar en las luces y las sombras de tal reflexión, sí que hay que anotar también, no tanto por lo de esta exposición sino porque ya me ha pasado hablando con gente de Alcalá de Henares de toda la vida, que se olvidan que en este país hubo una dictadura y que quien se cree más alcalaíno que otro puede estar equivocándose garrafalmente. Me explico. Mi propia familia materna llegó a esta ciudad durante los años 1930, con la Segunda República. Una hermana de mi abuelo vivió en la Plaza de la Cruz Verde muchas décadas. Mi abuelo mismo hacía fotografías en esta ciudad (hoy día perdidas todas o apropiadas de manera anónima por otros, tal vez de esta misma ciudad) y jugaba en uno de sus equipos de fútbol, hizo hasta la guerra civil en Alcalá, fue a Guadalajara y luego donde le tocó. Tras la guerra, por ser del bando perdedor, simpatizante de la CNT, miliciano, que apoyó al gobierno democrático legítimo, mi abuelo tuvo que irse de esta ciudad, tuvo un arresto domiciliario en Madrid capital, un ocultamiento de su pasado, por voluntad propia, y por ello, un no regresar demasiado a Alcalá, y finalmente hubo un regreso a la ciudad por parte de mis padres a partir de 1975. Entre tanto, la hermana de mi abuelo había fundado aquí un bar llamado La Mezquita, en la Calle Mayor, cuyo nombre en pintura blanca se lee aún sobre una de las vigas de madera del techo que da paso a la Plaza de los Irlandeses. Así pues, está muy bien recordar a los alcalaínos que se pudieron quedar, pero no de tal modo que los que no se pudieron quedar por una dictadura se sientan como apartados. Mi familia materna vino a Alcalá en los años 1930 y fue la dictadura tras 1939 la que forzó a mi abuelo a no estar aquí, no así a su hermana y otros familiares, regresamos en 1975, pero no por eso nos sentimos menos alcalaínos. Si hablamos de títulos de pertenencia hay mucho de qué hablar, pues usando esa misma metáfora de los títulos, hay títulos que se roban. No queremos seguir siendo robados.
Hablemos de Carlos Chacón, pues a fin de cuentas de él quería hablar y de su exposición. Era un artista realmente fuera de lo común en la vida complutense de los años 1960-1980, años de su juventud; artista eternamente joven. Cuenta en su haber quince placas conmemorativas del libro de Camilo José Cela Viaje a la Alcarria, en una petición de Guadalajara para distribuirlas por los pueblos qu se citan en el libro, así como carteles de ferias complutenses totalmente imbuidas en la estética setentera entre el collage, el fotomontaje, el Pop Art... Pero si hay algo que caracteriza la obra de Chacón es que no tiene un estilo fijo, ni se atiene a una sola temática. Todo le atraía y todo lo probaba. Desde murales de cerámica donde en un giro entre el surrealismo y lo cúbico se mezclan en una sola fachada varias fachadas de Alcalá, a dibiujos a lapicero o tinta algunos claramente estudiados y otros posibles hijos de sus diversiones con sus amigos, a vasijas que nos recuerdan de manera moderna las islámicas, o cuadros de óleo ahora de un estilo y ahora de otro, pero todos impecables y sugerentes. Se respira en ellos libertad. Libertad del artista. Sin ataduras. Por ello tiene un gran mensaje a quien lo ve, tienen fuerza porque al ser realizados desde el alma, llega a las almas. No son estériles ejercicios perfectamente realizados, son obras cuya perfección va más allá de lo técnico, pues son caminos que llevan a través de los ojos hasta el corazón. Pienso en el caballo agónico que muestra su costillar al aire, herido de muerte, se puede oír su relincho. Los moros apoyados en las paredes que pueden referirnos a Fortuny o a Ulpiano Checa. Las caras a lapicero de amigos suyos. La señora tocada con sombrero cuya cara se pierde entre el rojo, único elemento de calidez que sale de su pecho de entre la frialdad de los azules y grises que la componen. Cuadros también más extraños, o más claros. Uno de los que más atrae la atención al público es ese Cristo que pintó elevándose a la oscuridad del Cielo sin cruz de madera, sin heridas de los clavos en sus pies y manos, sin llaga de la lanza de Longinos, sin corona de espinas, sin cabeza visible, sin sufrimiento. Un Cristo entregado en cuerpo y alma a un algo que no ha llegado y ha de llegar, acaso sueño de Cristo antes de decirle a Judas "lo que tengas que hacer hazlo rápido", extraña frase para quien es todo amor, y sin embargo, sin que habite en esas palabras necesario odio ni rencor. "Lo que tengas que hacer, hazlo", bien pudiera ser lo que nos diga este cuadro entre las muchas cosas que a cada uno le pueda decir. Entrega sumisa y sin cabeza, sin reflexión, sólo ascensión, mística, entre la oscuridad del cielo. Sueño de Cristo. Aunque alguien pueda pensar en Dalí, poco tiene que ver con el Cristo de Dalí, porque el Cristo de Dalí es un Cristo clavado a la cruz, asciende al cielo, sí, pero clavado, llagado y coronado de espinas, caído su cuerpo por su peso, peso de su corporeidad humana muerta, mientras que el Cristo de Chacón, con las palmas de sus manos hacia el Cielo, no es un cuerpo muerto, aunque lo estuviera, sino que invita a imaginar e inspira vida. Vida y no muerte, ascensión del cuerpo sin clavos, y no ascensión de la cruz llevando consigo un cuerpo clavado. Ascensión donde todo se eleva, nada cae. Ascensión de la vida, no de la cruz arrastrando la vida muerta.
Las creaciones de Chacón no debían ser convencionales en la Alcalá de Henares de los últimos años del franquismo y los primeros de las democracia. Es un artista de la Transición política y social vivida en lo que era la cultura de esta ciudad. Muchas de sus obras podía pasar a forja de manos de Jesús Prades, pues Chacón trabajaba con colaboradores para algunas de sus obras, supongo que también para las de cerámica, no sé. Por otro lado, para tener una visión de conjunto de esa época hay que reunir más testimonios visuales y no visuales de todas las Alcalá posible de aquel momento. Podríamos hablar de un Chacón que atraviesa con sus inquietudes ese cambio de la dictadura a la democracia, tal vez siendo su apogeo los años de la Transición y de La Movida. Poco se ha tratado en esta ciudad de su propia Historia en esas épocas, pero desde luego este pudiera ser un paso. Un paso discreto, más enfocado a la obra del autor y al autor, como el lógico y obvio. Un autor que no renuncia entre sus cuadros y experimentos a esa cerámica geométrica que, por otro lado, también en esos años estaba creando en el exilio Pablo Picasso. Destaca en Chacón sus platos cerámicos decorados, pero también las piezas cerámicas de un ajedrez más pensado como elemento artístico que como juego práctico para su uso. Esta exposición ha sido posible gracias a la donación temporal para ella misma de gente que tenía su colección o sus obras de manera privada. No obstante recordemos además que el ayuntamiento tiene una de las obras de Chacón incrustada en una de sus paedes interiores.
Tuve la suerte de poder hacerme con uno de los catálogos que ha editado el ayuntamiento gracias a María Jesús Gismero con fotografías de Natalia Garcés, una habitual de las exposiciones de otra institución, las de la Universidad de Alcalá, textos de Vicente Alberto Serrano, el que fuera alcalde del PSOE en los años 1980: Arsenio Lope Huerta, Pilar Chacón y el actual alcalde del PSOE: Javier Rodríguez. Tuve la suerte, digo, de conseguir uno de estos catálogos gratuitos, no tanto así una amiga mía que fue hoy a ver la exposición y le negaron darle uno aunque reconocían tener ejemplares aún. Alegaron que los reservaban por si iba alguien importante, que en todo caso pasara la semana que viene por si sobran, darle uno. Me parece injusto y raro. Me explico. El día de la inauguración, el 2 de marzo, la sala estaba al completo de políticos locales, de artistas locales, de familiares de Chacón, de amigos de Chacón, de periodistas, de curiosos, del cronista de la ciudad Vicente Sánchez Moltó... ¿quién más va a ir? ¿A quién esperan? Es sospechosa la respuesta, conociendo la relevancia del artista y de su obra, más pareciera una reserva de ejemplares quizá para personas determinadas, pero ¿"importantes", como le dijeron? Ya estuvieron el día 2 todas las personalidades de relevancia de esta ciudad en la sala. Sinceramente. Yo estuve, soy testigo, así lo afirmo. Y en todo caso, me parece absurdo hacer esas reservas de catálogos para personalidades en lugar de darlos a personas interesadas de verdad. Mi amiga en cuestión es pintora y estaba interesadísima en la obra de Chacón. Realmente quería el catálogo para leerlo, verlo, comprender mejor la obra, tener imagen de las piezas que contuviera las páginas. Una personalidad que reciba el catálogo no por interés si no por ser personalidad, lo recibirá y el catálogo podrá llenarse tranquilamente de polvo, ser olvidado, reciclado o vaya usted a saber. Este es un aspecto que deberían poner en revisión las personas responsables al cargo. Al menos que me digan que esperan que venga el rey, cosa que dudo, y que sepan que el rey está interesadísimo en la obra de Chacón porque le seguía desde alevín, cosa que dudo más.
¿Dónde está esta exposición? Tomad nota: Carlos Chacón (1945-1985). Antológica. Sala de Exposiciones del Antiguo Hospital de Santa María la Rica, Alcalá de Henares, calle Santa María la Rica, hasta el 2 de abril de 2017.
Saludos y que la cerveza os acompañe.